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Entrevistas gobierno | Mandacen |

EMILIANO MANDACEN | FENAPES

«El gobierno tiene muy claro su proyecto de clase»

El secretario general de FeNaPES analizó la realidad actual, después de casi cuatro años de embates, juicios, comisiones investigadoras, sanciones, sumarios y descalificaciones de las autoridades hacia los docentes.

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Mandacen explicó que "el gobierno no titubea", "sabe lo que hace", "tiene muy claro su proyecto de clase" y "aplicó la política del miedo y el terror" entre las y los trabajadores de los centros educativos. Aseguró que eso "ha generado mella" en un plantel docente que se vio "permanentemente hostigado".

Emiliano ya era rebelde antes de nacer en el departamento de Artigas. En plena dictadura cívico militar, y con apenas seis meses de vida, su familia tuvo que exiliarse en Venezuela para poder sobrevivir al fascismo que se había instalado en la tierra de Don José. No era fácil para un matrimonio de comunistas llevar la vida en el norte del país, en aquellos años en los que las hordas golpistas arrasaron las instituciones, la educación, los libros, los pizarrones, las personas, los sindicatos, la justicia, la cultura y la libertad. Hijo -rebelde- de una profesora de Literatura y de Historia, Sonia Álves, oriunda del departamento, y de Ángel Mandacen, un maestro y camionero salteño.

Sus primeros años los transcurrió siendo un niño casi venezolano, yendo a la escuela y a aprender a sumar y a escribir y a vivir con honores y banderas de Simón Bolívar, himnos y signos patrios de esa generosa tierra de acogida y protección, pero, al mismo tiempo, recibiendo en su casa toda la influencia de la potente resistencia de una familia en el exilio. Su casa fue punto de encuentro de reuniones y abrazos, de solidaridad y apoyo a los que permanecían en Uruguay. Emiliano creció entre arepas y béisbol, Peñarol y Zitarrosa, aprendiendo y comprendiendo el valor de la palabra libertad. Acaso esa imperiosa necesidad del aire libre que respirar, le marcó para siempre su ADN porfiadamente rebelde, sin conocer lo que significa habitar una zona de confort. A los siete años, ese niño que soñaba ser bombero para ayudar a los demás cuando más lo necesitaran o ser camionero para recorrer las rutas de la vida como su papá, volvió a su tierra natal, a la capital de Artigas, repatriado por su abuelo Aníbal Álves, un reconocido profesor de Literatura, uno de los fundadores de FeNaPES y presidente de la ATD.

Las decisiones familiares cambiaron destinos y cruzaron rumbos: su papá se quedó en Venezuela militando y trabajando y su mamá partió rumbo a la Unión Soviética a estudiar. Así fue que Emiliano se crió con sus abuelos, buscando su propio lugar en el mundo, sin sus padres, por decisiones "de los grandes". El abuelo Aníbal pasó a ser esa figura potente que marcaba ciertos límites al niño que se había criado en un apartamento de Caracas con sus papás y ahora tenía la pradera y los ríos y los caminos despejados. Y el aire libre. Cambió béisbol por fútbol, y le agarró el gusto a los trancazos frontales. Las adscriptas y docentes del liceo hicieron lo que pudieron con ese "alumno muy particular", tal como él mismo se reconoce. "No aceptaba reglas de nadie". En su defensa, vale apuntar que no debe haber sido fácil crecer en Artigas señalado con el dedo estigmatizante de "ese es el hijo de comunistas", incluso siendo llamado a declarar para que informara sobre "el paradero" de sus padres. Ese choque con las autoridades impuestas es parte de su forma de ver el mundo. "Para mí la autoridad se genera desde el respeto, desde las acciones que te legitiman y eso hace que la gente te reconozca. No es a través de la imposición caprichosa. La autoridad autoimpuesta por un orden jerárquico no te la llevo, puedo entender que es parte de una estructura y la acepto, pero no cuenta con mi respaldo político".

A la hora de optar por una carrera, Emiliano eligió la docencia y cursó el profesorado de Historia en Rivera y, posteriormente, viajó a Montevideo a cursar la licenciatura de Historia en la Facultad de Humanidades de la UdelaR. La militancia ocupó cada vez más espacios y eso -junto a otras valoraciones más personales- llevó a que la formación universitaria quedara sin culminar. Le tienta estudiar Ciencias Políticas y profundizar el vínculo iniciado un tiempo atrás con La Mojigata. "La cultura es clave", afirma. Hoy es el secretario general de la FeNaPES y ha estado en la primera línea de defensa de las y los docentes frente a los embates de las autoridades de la educación y algunos legisladores, y, al mismo tiempo, ha insistido en fundamentar -con documentos e investigaciones- la postura sindical que entiende que en Uruguay se está importando un modelo privatizador que viene "a modo de enlatado" desde el exterior. Y también que el país -particularmente la izquierda- se debe una discusión profunda sobre el futuro de la educación.

¿Las primeras medidas de las autoridades de la educación los tomaron por sorpresa o se imaginaban un relacionamiento tan virulento?

Lo primero que caracterizamos fue que había un proceso de agotamiento del progresismo en algunos aspectos centrales y cuando vino la campaña electoral, después del resultado de la primera vuelta, nosotros claramente tomamos una definición que era que se podía venir un gobierno de características de derecha, de extrema derecha, inclusive con elementos fascistas. Esto se podía avizorar, por lo que no sorprende. Lo que después hicimos en el congreso fue ratificar algunas definiciones y vimos que no nos equivocamos. Se vino un modelo de desigualdad que implicó un ajuste en todas las líneas. Por lo tanto, eso tampoco nos sorprendió. Capaz que en educación uno no imaginaba la virulencia y la torpeza con la que comenzaron a actuar. Esa judicialización inmediata contra FeNaPES con el tema de San José, que fue muy traído de los pelos, después con la investigadora en el Parlamento, nos fueron mostrando que el gobierno vino con la intención muy clara de derrotar a FeNaPES en todos los planos. Y esa planificación les terminó saliendo mal, producto de la fortaleza de la propia Federación y que pudimos hacer un análisis claro de a quién y cómo debíamos enfrentarnos. Y entendimos que no era reculando, sino que teníamos que ir a un intercambio frontal, en este caso, con algunos elementos del gobierno. Nos atacaban y nos defendimos pero firmes, sin recular. Creo que también tuvimos la solidaridad del movimiento sindical en su conjunto y eso fue determinante. Cuando arrancó este proceso de judicialización -más allá del ajuste presupuestal, el ajuste pedagógico y este ajuste de derechos- hubo un episodio clave cuando todo el movimiento sindical en su conjunto fue a San José a respaldar a los docentes.

Las familias, los alumnos, las vecinas, la comunidad estuvo en esa actividad abrazando a los docentes. ¿Eso marcó también algo?

Marcó que la comunidad estaba presente para acompañar y respaldar. Y marcó que el movimiento sindical en su conjunto estaba. Del mismo modo que otros episodios similares, como el aplauso generalizado en el Congreso del PIT-CNT a los docentes de San José que fue conmovedor. Después tuvimos el episodio de la investigadora, pero creo que FeNaPES -rodeada por el PIT-CNT y por la Internacional de la Educación- recorrió caminos potentes y, rodeados de comunidades educativas, logramos fortalecernos. Otro elemento central fue nuestra denuncia ante la OIT, que tiene un dictamen categórico para la historia reciente del Uruguay. Y otro elemento fundamental fue que FeNaPES logró una gran victoria junto con las otras listas sindicales, en la representación del CODICEN. Y ahí el gobierno no tuvo más remedio que dejar de discutir la legitimidad que podía tener el sindicato. Y en plena ofensiva de la investigadora, el gobierno sufrió una derrota política muy importante, no solo por lo que significa la representación social en el CODICEN, sino por el caudal de votos. En una elección en que metieron mucha plata y que sus operadores políticos se andaban paseando por los circuitos. Fue muy explícito que hicieron una campaña en la que la laicidad quedó de lado, flaco favor le hicieron a sus listas. Por todo esto que te vengo comentando, creo que nunca nos sorprendió la forma en la que desembarcaron estas autoridades de la educación y su actitud hostil. Tal vez lo que sí hubo fue un impacto notorio por la forma de la persecución hacia las y los compañeros en los centros educativos. Hubo una política del miedo y del terror que se instaló y que ha generado mella en las situaciones en que las compañeras y los compañeros se ven sumamente hostigados.

¿La disputa que planteó el gobierno ha sido a través de persecución y el miedo?

Creo que ha sido un ataque frontal y ha sido contestado de manera frontal. Creo que nosotros le habríamos hecho daño a la herramienta si en ese momento hubiéramos entrado en actitud defensiva. La Federación tiene muy claro el camino que eligió. Creo que se intenta generar un cuerpo ideológico de deterioro del rol del Estado en la sociedad, y me parece que eso no es accidental. No creo mucho en el concepto de sentido común, creo que lo que se genera es un lineamiento ideológico y bajo ese lineamiento ideológico, algunas políticas de acción muy claras por parte del gobierno. Y creo que es evidente que el gobierno en eso no titubea y tiene muy claro su proyecto de clase. La lectura que hacemos es que no podemos claudicar, pero tenemos que levantar la mira; la mira no puede ser la disputa tan solo por el elemento corporativo como 'mi situación' como docente. Lo que venimos sosteniendo hace mucho, es que lo que verdaderamente hay en el marco de la disputa por el sentido de la educación, es un proyecto ideológico que de alguna manera va a una disputa por la hegemonía. Entonces, creo que lo que queda muy bien configurado -algo que comenzamos a analizar en el 2016 con varias publicaciones y libros- es que se trata de un proceso de avance de mercantilización y privatización de la educación. Lo que se termina corroborando en este periodo es que realmente hay una intención de privatizar y mercantilizar, no porque lo admitan a texto expreso, 'lo vamos a hacer', sino porque, por ejemplo, le dan derechos a los sectores privados de apropiarse del presupuesto público.

El otro elemento central que hay que comprender es que gran parte de la política educativa uruguaya no es autóctona, es importada, es un enlatado. Y además los organismos de crédito te condicionan la política educativa cuando tienen una participación en ese presupuesto muy residual, pero te condicionan toda la política. Creo que ahí hay una disputa por el acceso democrático al conocimiento, por una educación democrática y democratizadora, que es el concepto que nosotros queremos instalar. Porque queremos salir del problema de nosotros como corporación, no queremos entrar en el juego que nos plantea el ministro de Educación y Cultura, que dice que nosotros tenemos que pelear únicamente por el salario y las condiciones de trabajo. Nosotros creemos que la concepción de los sindicatos en el Uruguay tiene una larga historia de tener un rol social fundamental. El problema no se puede circunscribir solamente a nuestros asuntos puntuales. Somos conscientes de que debemos instalar una disputa en toda la sociedad por el sentido de la educación, algo que para nosotros es el elemento clave. Si quedamos enroscados solo en nuestra situación, corremos el riesgo de aislarnos. Y esa no es nuestra idea. Tratamos de instalar un debate mucho más serio y profundo. Por un lado que el sindicato está siendo víctima de una persecución, pero eso tiene una explicación y se debe a que el sindicato está en el marco de una disputa que lo trasciende, que es una disputa por el sentido de la educación. Creemos que también la izquierda uruguaya en una perspectiva inmediata, pero también de largo plazo, tiene que generar algún tipo de acuerdo social y popular respecto a qué educación impulsar. Eso ha sido una gran debilidad: ni el bloque social, ni el bloque político -aunque todos tienen de social y de político- han logrado generar acuerdos trascendentes en el tema educación. Y tenemos otra debilidad, que es pensar que estamos todos para lo mismo. Y eso no es así. No todos tenemos la misma concepción sobre qué educación y, especialmente, para qué. Esa es la gran pregunta.

Si no se ha logrado eso, ¿cuál es la autocrítica que hace la Federación?

El no haber sabido comunicar. Creo que ahí hay una debilidad que fue estructural, y que, de a poco, la venimos corrigiendo. A veces con campañas muy agresivas, que es una característica de FeNaPES, y otras por otros carriles. Pienso que en este proceso del Congreso del Pueblo -que tiene un mojón importante el 10 de setiembre pero que no se detiene ahí- nosotros estamos haciendo un aporte programático importantísimo.

¿No crees que hay riesgo de hablarle siempre a los mismos convencidos?

Este mojón es paso a consolidar una base programática mínima, pero sí hay que salir a hablar con la gente.

¿Saldrán hacia afuera con la misma foto del puño cerrado, los ceños fruncidos y las bengalas?

El mojón del 10 es la primera foto. Pero más allá de la imagen simbólica, lo que importa es que salimos con una base mínima programática para después hablarle a la gente. Ahí habrá una metodología distinta y, para eso, hay que estar convencidos. Creo que el problema es, en el marco de la disputa que hay, que es ideológica y es de fondo, la confrontación con un proyecto de clase. En el marco de la disputa, hay visiones: administrar lo que hay o ir a cambios estructurales y de fondo. También está esa tensión. Hay gente que te dice que lo que hay que hacer es restaurar lo que ya estaba y administrar medianamente bien determinadas tensiones. Y hay otros que decimos que hay que ir a una profundización, que también puede tener una perspectiva electoral, no se lo puede negar, pero esa perspectiva electoral no puede estar divorciada de un proceso de masas y de una concepción de clase. Porque, si no, caemos en lo mismo y los ejemplos acá en la región los tenemos muy claros. La administración mínima de determinados procesos de tensión en la sociedad implica que después, lo que sí puede llegar a venir es una profundización definitiva y un proceso bastante largo de una derecha muy afianzada. Creo que es un debate que hay que darlo. ¿Hay que hablarle solo al centro, a las capas medias? Sí, hay que hablarles, pero también a los sectores populares y salir a trillar esos barrios para decirles que otra sociedad es posible. No la sociedad del amiguismo, del acomodo, de la violencia, de la desigualdad. ¿Vamos a discutir con el campo popular la diferencia entre equidad o igualdad o vamos a ir planteando que son lo mismo? Yo creo que no es lo mismo la igualdad que la equidad. Y para el campo popular el concepto central es la igualdad, no es la equidad. ¿Vamos a discutir en serio el rol del Estado?, ¿cómo vamos a recibir el país? Todo indica que posiblemente con un déficit fiscal tal vez mayor al del gobierno anterior. ¿Cómo vamos a hacer para revertir determinados procesos de desigualdad? Porque administrando y gestionando lo que había, no nos va a dar. ¿Vamos a ir a la discusión de gravar los grandes capitales? Esas discusiones son las centrales.

Pensando en el país inmediato y en esos legados que deja el actual modelo, ¿cuáles son las secuelas de estas políticas actuales en materia educativa?, ¿qué tipo de daños se han provocado con los recortes presupuestales y las horas de materias donde se cultiva el pensamiento crítico?

En materia educativa, este proyecto profundamente regresivo -que no va a fondo como quisiera porque no tuvo correlación de fuerzas para hacerlo- tiene por detrás un proyecto ideológico. El sistema de enseñanza por competencias lo que hace es instrumentalizar la educación hasta el máximo para sacar mano de obra barata. Eso es indiscutible y teóricos hay muchos: Laura Raffo, Pablo da Silveira -aunque ahora dice que fue un lapsus- o, por ejemplo, lo más descarado que fueron las declaraciones de la directora ejecutiva de Políticas Educativas de la ANEP, Adriana Aristimuño, en un programa de radio, que termina diciendo que a los estudiantes hay que 'pasarles un barniz y el mercado los moldea'. Por otra parte, creo que la izquierda, tanto en su dimensión social como política -vuelvo a decir, es una separación bastante complicada porque ambas tienen de social y de político- tiene que generar por lo menos 10 o 15 medidas de emergencia que permitan instalar algún tipo de debate, para revertir inmediatamente algunas situaciones graves que deja este modelo que vino a romper y a confrontar.

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