Laura Dissimoz es maestra desde casi siempre. Su primer trabajo como maestra rural fue en una estancia en Tambores. La contrataron para enseñarle a leer, a escribir, a sumar y a tantas cosas más, a los tres hijos de una familia de estancieros. Una vez al mes, la «devolvían» a la ciudad para que pasara un fin de semana en familia. Después volver a empezar. Al tiempo se enteró de un llamado, concursó y obtuvo un cargo como maestra rural en una escuela que no tenía luz eléctrica. Allí se las arreglaban como podían. Con un poco de ingenio, muy buena voluntad, unas cuantas velas, una estufa a kerosén y otra a leña para pasar el invierno, recuerda que se podía dar clases y cumplir con el programa.
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Sanducera de familia y alma, hija de chacreros, creció aprendiendo a plantar y cosechar verduras y frutas que después se vendían en la feria. El predio familiar tenía un pequeño tambo y mucho de sacrificio. Con el agua del pozo, los sábados se llevaban piletas en las que se lavaban las remolachas, zanahorias y manzanas antes de acomodarlas en los cajones. “Era todo muy prolijito y fresco”. Así pasó la infancia y pasaron los días y las noches de juegos entre malvones y espinacas. En una casa en que el esfuerzo era parte de la cotidianidad. Nada extraño. Piel y encantos de tiempos marcados por colores fuertes, aromas intensos, abrazos inolvidables.
La familia se rompió cuando el destino cruzó en una ruta a Ariel, hermano mayor de Laura, con Raúl «Bebe» Sendic. Ese instante fue lo cambió todo. Hubo charla y complicidad en la noche. Piezas, armas, sueños, utopía, revolución, saludo y despedida. Eso le costó la cárcel y la tortura a Ariel, que murió preso en el Hospital Militar, durante la dictadura en el año 1975. Desde entonces, nada fue igual. La tristeza y el dolor y el llanto lo invadieron todo y la familia nunca fue la misma. Laura, creció con ese sufrimiento compartido -que sigue lastimando cada día- y con el estigma de ser “la familia del zurdo preso”, todo muy señalado con el grotesco dedo acusador de los años en los que las Fuerzas Conjuntas arrasaron con todo. Tuvieron que aprender a seguir adelante. Y así lo hicieron. Ella dedicada a la militancia social barrial y el magisterio como motores de vida. Todo por los demás. La vida fue, es y será siempre eso para Laura.
“Es fundamental salir a conversar con la gente del barrio y conocer sus problemas, lo que está necesitando, saber lo que le está pasando, conocer sus angustias y tratar de entenderlas. Eso hacemos cuando militamos a nivel barrial, eso hacemos cuando salimos a pintar un muro y charlamos con la gente. Eso es lo que aprendimos que tenemos que hacer como parte de la militancia social. Estar dispuestas a caminar con la gente y escucharla”.
Laura dice que todo proyecto de futuro necesariamente tiene que partir de la escucha de los de abajo. Y que quienes se definen como progresistas o de izquierda, deben aprender a escuchar al interior, a la gente de todo el país, con sus particularidades y matices. Todo eso piensa ella.
De a ratos, respira y toma aire y da vueltas en su repaso por los recovecos de la historia. De su historia. Y se enoja muchísimo cuando alguien le menciona que los pobres no trabajan porque son vagos o esas cosas que se dicen por ahí. Malísima se pone. “Decir eso es una falta de respeto, del mismo modo que es una falta de respeto cuando se margina y se cuestiona a los jóvenes”, sostiene. Desde su visión, hay un discurso que estigmatiza a las y los jóvenes “por ejemplo cuando se habla de la apariencia delictiva, se va imponiendo un modelo de persona a la que supuestamente deberíamos temerle, con determinados estereotipos estéticos, pero nada dicen de los chorros de guante blanco, los mayores delincuentes que andan de traje y corbata, de esos no suelen hablar con el mismo desprecio de la apariencia delictiva”.
Para la maestra Laura Dissimoz, la verdadera forma de transformar la sociedad pasa por cambiar los prejuicios y las injusticias. Y asegura que para lograr una sociedad mejor, es necesario fortalecer la escuela pública y no debilitarla. Otro aspecto que considera clave, es conocer la historia. “Yo pienso que las y los jóvenes podrán tener dudas en matemáticas, estar flojos en algunos aspectos, pero en lo que no pueden tener debilidades es en la historia. Es fundamental que estudien, se formen y conozcan profundamente la historia, porque es la forma de que entiendan y comprendan el presente y hacia dónde vamos”.
Magisterio
Algunas décadas atrás, en Paysandú no había demasiadas oportunidades de estudio en formación profesional. Laura abrazó el magisterio y lo volvería a hacer. “Si pudiera volver a vivir mi vida nuevamente, creo que cambiaría algunas, pero por nada del mundo cambiaría haber elegido el magisterio. Eso lo volvería a hacer para siempre. Amo esto, mi vida se transformó por completo cuando entré por primera vez a dar una clase. Es algo removedor de verdad. Es una profesión fascinante. Costó mucho hacerla porque recordemos que en la dictadura nos controlaban todo. No podíamos asistir a los cursos de pantalones ni con el cabello suelto. Había una represión brutal y nos obligaban a ir de túnica y corbata. Un desastre (risas)”.
Crisis 2002
Durante la crisis del año 2002, Laura trabajó como maestra en la escuela No. 89 de la ciudad de Paysandú. “Fue tremendo ese año y la respuesta de la sociedad fue muy buena a la hora de darle de comer a los alumnos. Realmente había hambre. Recuerdo que en esa época varias escuelas tenían que abrir los domingos para darle de comer a los niños. Se coordinaba con otras organizaciones sociales para que las familias tuvieran la certeza que todos los días, en algún lugar iban a poder llevar a sus hijos para darles de comer. Era bravo. Pero también fueron días de mucha solidaridad. Recuerdo que muchos chacareros apoyaron y nos traían sus productos, incluso los lecheros paraban en la Plaza Constitución de Paysandú y ahí descargaban leche para que las familias se llevaran algún litro a sus casas. Fueron días de hambre y desesperanza para mucha gente que se levantaba cada día sin saber cómo iba a hacer para darle de comer a sus hijos. Durante el gobierno de Jorge Batlle la pobreza llegó al 40% en nuestro departamento. Y la forma de pelear esa crisis fue con la unión y coordinación de los más diversos sectores de la sociedad que podían dar una mano para brindar comida a la población”.
Laura repasa la historia y ahora en perspectiva, visualiza aquellos años con otros ojos, en clave de reflexión. “Durante un discurso, Héctor Florit, que era secretario general de la FUM-TEP en ese momento, dijo que no se podía hablar de desarrollo económico y social, sin hablar de educación. Pero recordemos que en ese momento hablar de educación era muy difícil, casi imposible, ya que lo primero que teníamos como tarea en el día era pensar en el hambre de la gente y de los niños que llegaban a clase. Obviamente que comparto que un pueblo educado, desde el punto de vista de la reflexión, de la crítica, de la autocrítica, un pueblo que estudia, que lee, va a ser un pueblo que piensa y que va a reclamar por sus derechos y que se va a rebelar contra la injusticia. Pero cuando hay hambre primero hay que darle de comer a la gente. Después hablamos todo lo demás”.
La LUC y después
Pasaron los años de la crisis del 2002, pasó la Concertación para el Crecimiento, los chacreros, tamberos y la solidaridad de la gente común con sus pares del pueblo, vinieron años de cambios de viento, llegó el progresismo, la nueva agenda de derechos y el Plan Ceibal que lo revolucionó todo en el medio rural y particularmente en las escuelas públicas. “El Plan Ceibal nos cambió todo, democratizó la historia de la escuela pública y el acceso al conocimiento”.
Con el paso de los años, Laura construyó su camino de militancia gremial a través de ADEMU Paysandú, la FUM-TEP, organización de la que hoy es dirigente nacional y en la Intersocial del departamento. En el trabajo de la militancia social y sindical, también encontró los espacios para canalizar su vocación de servicio hacia los demás. Adora salir de barriadas. Ni bien se entera que hay un muro que pintar y es la primera en anotarse. “De los 50 muros que más o menos hemos pintados en los últimos años con el sindicato y la Intersocial de Paysandú, yo estuve en 49 (risas)”.
Pintó contra la LUC, a favor de la educación, por los derechos de las mujeres, a favor de la memoria, la verdad y la justicia, contra el hambre, contra el fascismo y la represión. Ha pintado su vida y sus convicciones en cada esquina de Paysandú. Ha salido casa por casa a explicar razones y motivos para derogar 135 artículos de la LUC y está dispuesta a hacerlo nuevamente por un país mejor.
Entre recuerdos y emociones, las palabras a veces se esconden y quedan entrecortadas. El silencio cura y dice muchas cosas. Por allí vuelven fugaces los ojos y la risa de su hermano Ariel, “al que al menos tenemos dónde ir a llorar y llevarle unas flores porque la dictadura nos devolvió su cuerpo”, y también llegan y pasan y se quedan las voces de sus padres, el sus otros hermanos, las maestras de la vida, las amigas indestructibles de la Intersocial de Paysandú, los miles de niños y niñas que rieron y agradecieron a la maestra Laura por tantas cosas y le dijeron «presente» y sobre todo, muchas gracias por ser parte de sus vidas.