El economista del Instituto Cuesta Duarte y docente universitario Hugo Bai, explicó que la gran mayoría de la población, con el actual gobierno, “vivió en peores condiciones”. Asimismo, advirtió que “sería muy triste” un triunfo de Javier Milei en Argentina y que, de aplicarse la “dolarización de la economía”, tal como propone el candidato de la extrema derecha, “posiblemente terminen de empujar a su país a una hiperinflación”.
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¿Cuál es tu visión o diagnóstico sobre el estado actual de la economía del país en términos de salario, empleo, poder adquisitivo, entre otros?
Si bien en estos últimos meses estamos atravesando una coyuntura en que el empleo ha estado creciendo y el salario se ha venido recuperando, luego de la caída sufrida durante la pandemia y los meses siguientes, creo que es claro que los y las trabajadoras hemos perdido participación en el ingreso nacional. Cuando termine este gobierno tendremos una economía más vigorosa que produce más bienes y servicios, pero la masa salarial -conformada por el empleo y los salarios- tendrá una menor participación, y eso significa que si los trabajadores detentan una menor porción de la torta, otros sectores indudablemente tendrán una porción mayor, lo que implica una distribución regresiva del ingreso desde esta mirada macroeconómica. Me parece que además de mirar la distribución personal del ingreso que siempre es muy relevante, la mirada sobre la distribución funcional del ingreso sigue siendo necesaria y complementaria y, desde este punto de vista, no caben dudas que el país registró un retroceso.
El gobierno asegura que las variables indican que deja el país mejor que como lo recibió, ¿es así?
Este gobierno asume con un mercado laboral que presentaba problemas -se habían perdido casi 60.000 empleos en los 5 años anteriores- y efectivamente se ha procesado una mejora en el empleo que, sin embargo, no ha logrado una baja significativa del desempleo producto de las mayores tasas de actividad que se corresponden con una mayor oferta laboral o, dicho de otra forma, más gente participando en el mercado de trabajo. Por lo tanto, hay un repunte del empleo que coexiste con tasas de desempleo que siguen siendo relativamente altas, con guarismos que superan el 8 %. Desde el punto de vista salarial, lo que vemos es que a lo largo de estos años a los trabajadores les fue mal. Si bien en la mayoría de sectores -no en todos- se logrará retornar a los niveles salariales de 2019, lo cierto es que a lo largo de estos años los trabajadores y también los pasivos vivieron con un poder adquisitivo menor y eso es indiscutible. Cuando se habla de que se recuperará lo perdido, eso no es así. Lo que la gente perdió a lo largo de estos años ya no lo recuperará y eso, como hemos visto, tuvo impactos en los indicadores de pobreza y desigualdad.
Entonces, vinculado con lo que planteaba en la pregunta anterior, mientras los malla oro a lo largo de estos años han concentrado mayor ingreso y riqueza, la gran mayoría de la población vivió en peores condiciones con un poder adquisitivo menor, que en los sectores sumergidos se volvió crítico.
¿En qué se basa el movimiento sindical y el ICUDU en afirmar que se agrandó la brecha? ¿Efectivamente este es el modelo de la desigualdad?
Creo que hay algunos indicadores que son muy claros para reflejar los resultados de este modelo que calificamos como “modelo de la desigualdad”. Por un lado, esa mejora del empleo se da con un incremento de 100.000 trabajadores que ganan menos de 25.000 pesos por 40 horas de trabajo semanal. Desde la perspectiva de la suficiencia de los ingresos, hay una precarización del empleo que es indiscutible. El fenómeno de los salarios sumergidos que hemos seguido con mucho detenimiento desde el ICUDU, es una rasgo estructural de nuestro mercado de trabajo, pero a lo largo de este período se profundizó de manera muy importante. Pero también los indicadores de pobreza medida por el método del ingreso han desmejorado y para peor, el deterioro es más profundo entre los niños y niñas, donde desde hace décadas tenemos la mayor incidencia de la pobreza. Y en medio de este drama nacional, en lugar de priorizar políticas hacia la primera infancia, el gobierno opta por reducir el IASS, un impuesto que pagan únicamente el 25% de pasividades más altas. Esa baja del IASS implicó un alivio también para las más de 2.000 jubilaciones que superan los 300.000 pesos por mes. El gobierno opta por aliviar a estos sectores que como sabemos están fuertemente subsidiados, mientras la pobreza infantil se profundiza.
¿Cuáles crees que deberían ser las principales urgencias a atender por el próximo gobierno en clave de reconstrucción de los daños provocados por las inequidades?
Creo que una de las claves pasa por un fortalecimiento de la matriz de protección social que atienda la situación de sectores postergados como los niños y adolecentes, las personas con discapacidad, el sistema de cuidados que está llamado a desempeñar un papel fundamental en los próximas décadas para justamente combatir diferentes tipos de desigualdades, entre otras, la vinculadas al género. Sin duda en esto agrego la necesidad de atacar los aspectos regresivos de la reforma jubilatoria recientemente aprobada. Pero si tuviera que decir una, considerando la situación demográfica en relación al fuerte descenso de la tasa de fecundidad, diría que el país no puede postergar más la implementación de un plan multidimensional que elimine de raíz la pobreza infantil. Por supuesto, la pobreza es un fenómeno bastante más complejo que estar en un hogar cuyo ingreso supere el umbral definido, pero creo que es un requisito inmediato e imprescindible y una obligación ética, que todos esos hogares cuenten con los recursos necesarios para que los relativamente pocos niños que nacen no sufran privaciones. Buena parte de los desafíos del país a futuro tienen que ver con el desempeño de esos niños en las próximas décadas, por lo que lo que hagamos ahora resulta clave. Por supuesto, también es necesario pensar en mejoras en las relaciones laborales, en educación, en la matriz productiva, siempre bajo la premisa de lograr una mayor prosperidad para remover las inequidades estructurales de nuestra sociedad y modelo de desarrollo.
¿Qué te preocupa de la Economía para los próximos años? ¿Cuáles son las debilidades que se va a encontrar el próximo gobierno?
Serán varios. Algunas como el problema de los salarios sumergidos y la calidad del empleo ya lo conversamos. Pero también te menciono el tema fiscal. Acá se planteaba que se lograría mejorar las cuentas públicas sin afectar áreas claves o estratégicas, pero la realidad mostró que la mejora fiscal registrada al principio de este gobierno se apoyó fundamentalmente en la rebaja de salarios públicos y pasividades en términos reales, y que cuando éstas se recuperaron, el frente fiscal volvió a deteriorarse fuertemente y el próximo gobierno deberá lidiar con ello.
Para los desafíos que tenemos en términos de desigualdad y fortalecimiento del Estado de Bienestar, es clave poder discutir cambios tributarios progresivos que permitan desarrollar políticas públicas imprescindibles para avanzar. Y por supuesto, mejorar la calidad del gasto todo lo que sea posible. Buena parte de la discusión pasa por si el país precisa un Estado de bienestar más potente o uno que interfiera menos con libertad económica de los agentes y el funcionamiento de los mercados. Para quienes creemos en lo primero, hablar de modificaciones tributarias que permitan el desarrollo de políticas públicas más inclusivas no puede ser o no debería ser un tema tabú.
¿Cómo salen la Universidad de la República y la educación pública en general de este modelo que se ha aplicado en la actualidad?
Todos sabemos que la educación pública requiere una inversión mucho mayor que obviamente ha estado muy lejos de las prioridades de este gobierno. Obviamente, la discusión no se agota en volcar más recursos, pero esto último es un requisito indispensable para avanzar en esta dimensión. Todos sabemos el rol de la educación en términos de inversión social a futuro, de combate a la desigualdad, de potenciar nuestro capital humano para un desarrollo más inclusivo. Mejorar nuestro sistema educativo necesariamente requiere contar con la gente más capacitada y eso se logra, entre otras cosas, con más recursos, mejores salarios y mejores condiciones para desarrollar los procesos de enseñanza aprendizaje. Me da la impresión que los países con mejores sistemas y resultados han logrado, en primer lugar, posicionar a la enseñanza como uno de los sectores centrales y estratégicos de la actividad nacional, y acá me parece que estamos lejos todavía.
¿Qué pensás que podría pasar en Uruguay si triunfa Milei en Argentina? ¿Es viable esa dolarización que anuncia aplicará en caso de resultar electo?
Lo primero que pienso es que sería muy triste para Argentina. Creo que es un fenómeno que surge como parte de un gran rechazo a un sistema político que no han logrado dar respuestas a las aspiraciones básicas de la población, y eso generó el caldo de cultivo para emergiera y creciera hasta lugares insospechados un fenómeno tan bizarro como este de Milei. Uno de afuera percibe que esto está en las antípodas del tipo de líderes políticos que precisa Argentina en esta coyuntura, pero indudablemente con su discurso de odio hacia un sistema político tan devaluado, logró captar buena parte de ese rechazo. Sobre la dolarización puntualmente, parece una medida sumamente inconveniente debidoa la dificultad y el costo de conseguir los dólares necesarios -que posiblemente terminen de empujar al país a una hiperinflación- y también a las rigideces que supondría quedar anclado a una economía tan diferente como la estadounidense. Más que proyectar impactos de un posible gobierno de Milei en Uruguay -sin dudas en diversos planos supondrá una complejidad importante para nuestro país-, planteo la necesidad de que no lleguemos a un punto parecido a ese. Pese a cierto deterioro del debate de ideas y ciertos actores que parecen querer fomentar la grieta permanentemente y exacerbar la polarización, aspiro a que nuestro sistema político y nuestra sociedad siga siendo capaz de canalizar sus disensos por los mecanismos habituales y no a través de esta especie de líderes mesiánicos cargados de violencia política que suelen presentar recetas simples para problemas complejos, que generalmente nos llevan a lugares bastante peores.