Es uno de los dirigentes sindicales de peso de unos cuantos que poco a poco y lentamente comienzan a despedirse para dar paso a las nuevas generaciones. No sabe lo que es llegar tranquilo a fin de mes y paga el mínimo de la tarjeta mientras saca cuentas. La salud le lleva buena parte del salario que gana en la empresa que ama y que es parte de su vida. Comenzó a trabajar en Antel con 18 años en cuadrillas que en invierno pasaban frío y se embarraban para cambiar cables de plomo y cobre y ahora es capaz de pelearse con el más conspicuo para defender la que considera «es una empresa modelo en el mundo» gracias al esfuerzo de sus trabajadoras y trabajadores “y a la heroica defensa del pueblo uruguayo” en el referéndum de diciembre de 1992. Nació en el barrio La Espada, en una casa lindera a la fábrica de cerraduras Star, en la que trabajó casi toda su familia. Hijo de padre metalúrgico, cantor y carnavalero, y madre ama de casa y peleadora de precios en la feria, tiene un hermano más chico al que llevaba de la mano a la escuela y lo cuidaba para que los más grandes no le comieran la merienda. El otro Molina actualmente es integrante del Sunca y dirigente del Fondo de Solidaridad de la Construcción. Gabriel, el Chifle por su otrora -aparente- parecido con el bohemio mediocampista Jorge Walter Barrios, ha tenido una vida intensa. De niño quería ser médico «para curar a los comunistas que lastimaban los militares». Peleó en cuadriláteros y también en esquinas, conoció todos los boliches de Montevideo desde el primero al último, «en todos me hice algún amigo entrañable», cantó despedidas de carnaval en honor a la penúltima vuelta, se abrazó a gente que nunca jamás conoció y desde los distintos espacios de responsabilidad sindical que ha ocupado, pudo conversar de política, de sueños y utopías con senadores, ministros, presidentes y artistas de fama mundial. Su vida está llena de colores y personajes como los de El gran pez, pero sin Tim Burton. Comió en latas, pasó frío, fue amante furtivo, arengó multitudes en actos masivos de su sindicato y del Pit-Cnt y aprendió que la vida está llena de contradicciones. Pidió perdón una y mil veces, incluso al presidente de la República, lloró y llora en silencio por un montón de cosas que lo emocionan. Se hace el duro, pero cuando su corazón falló, tembló de miedo aunque no se lo confesó a casi nadie. Es comunista cerrado. Porfiado y estudioso, piensa que lo mejor está por venir.
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¿Cómo llegaste a Antel?
En marzo de 1982 hubo una oportunidad porque se precisaba personal para integrar las cuadrillas de empalme. Me presenté y quedé con un contrato a término, como operario. De ahí comenzó mi carrera funcional hasta ahora que soy técnico especializado. Trabajé en las cuadrillas de doce compañeros, en los tiempos que éramos todos varones, no como ahora que está lleno de compañeras que cargan escaleras y hacen los mismos trabajos a la par con total normalidad. Ahora da gusto. Antes era distinto, todo muy cerrado a hombres y por supuesto las condiciones de trabajo eran un abismo respecto a lo que son hoy. En las zanjas los zapatos o championes se llenaban de agua, no teníamos botas de lluvia y las escaleras eran de madera, pesadísimas, era todo muy precario. Eran tiempos de cables de plomo. Después apareció el plástico y cambió todo. Me tocó vivir desde el barro hasta la súper tecnología actual.
¿Por eso te duele tanto cuando crees que están debilitando a Antel?
Claramente. Lo que pasa es que son 40 años, toda mi vida acá, aprendiendo, trabajando, militando, celebrando y conociendo gente y viendo el paso del tiempo. ¿Cómo no me va a doler ver que la están haciendo pelota? ¿Cómo no me va a doler cuando en una reunión oficial escucho que hablan de la empresa de los uruguayos con cierto desprecio o casi ninguneándola diciendo prácticamente que hay que dejarle el espacio a otras empresas competidoras? Tuve el privilegio de recorrer algunas partes del mundo con el Pit-Cnt y pude comprobar la forma en la que hablan de ANTEL. ¿Cómo no me va a doler que la ataquen como lo están haciendo ahora? Viví todos los procesos, cuando en 1992 el padre del actual presidente de la República intentó privatizar todo, cuando la presidenta de Antel de la época era Rosario Mederos y la presidenta de Sutel era Susana Dalmás. Pero un 13 de diciembre de 1992, hace 30 años, el 70% de la población les dijo que no se privatizaban. Hubo un viento privatizador que arrasó toda Latinoamérica y acá no pudo.
¿No hay gente que honestamente cree que lo privado es más eficiente que lo público?
Sí, pero está equivocada. Lo privado es funcional a sus intereses. Si económicamente rinde, allá irán. De lo contrario, lo abandonan. Cuando acá quisieron privatizar, nos hablaban de modernizarla, para que no se quedara atrás en el tiempo. Y la historia nos absolvió a los que decíamos que estaban mintiendo. Miremos la realidad y lo que es Antel hoy: fibra óptica, cable submarino, data center, Antel Arena, Vera TV y más. Todo esto atacado permanentemente por las actuales autoridades.
El gobierno actual habla de los sindicalistas como una «cúpula» y ahora también desde el diario oficialista han comenzado a hablar de cúpula para referirse a la gente que cocina en las ollas populares en los barrios.
Me duele en el alma. El que hace algo de manera voluntaria y solidaria por los demás se merece respeto.
¿Y por qué crees que hablan de cúpula sobre las mujeres que están cocinando de manera gratuita en una olla popular?
Porque menosprecian la solidaridad. De alguna manera intentan socavar el trabajo solidario de las organizaciones sociales civiles para juntarse a pelear contra la injusticia que en un país que viene creciendo -como el Uruguay- haya tantos otros con hambre. Al gobierno le molesta que nos organicemos porque eso ayuda a pensar, a discutir, a abrir cabezas. Y eso es lo que les molesta y por ello hablan de cúpulas. Podrían dejarse de hablar guarangadas y dedicarse a hacer algo para mitigar el hambre. Que se dejen de ofender a la gente que honoraria y generosamente brinda su tiempo y dedicación para que los demás puedan comer. Que el gobierno haga su trabajo y recabe información. Porque eso no corresponde que lo hagan las y los vecinos. Además, hay gente que no quiere dar sus datos. Son gente que la está pasando mal, pero para el gobierno son sospechosos. Esa es la triste realidad. Los pobres somos sospechosos para este gobierno, para la LUC, para su forma de entender el mundo. Aunque los que roban hoy y hacen pasaportes truchos no son pobres. Son los ricos los que hacen pasaportes clandestinos, los que se reúnen por cosas ilícitas en el 4º piso de la Torre Ejecutiva. Los delincuentes están rondando la Torre Ejecutiva, son jefes de seguridad del presidente, pero esas cosas para ellos son apenas errores. Lo grave son las personas que están al frente de las ollas. Ser pobre es un delito, en cambio ser rico y delincuente parece que apenas se trata de un posible error. Hablemos en serio: acá hay niñas y niños durmiendo en la calle y que comen gracias a la solidaridad de las ollas porque el gobierno y el Estado no hacen lo que deberían hacer. ¿Por qué no salen a embarrarse un poco las patas y van a ver cómo se trabaja en las ollas? Acá hubo actores que estuvieron omisos a sus responsabilidades. Y otros que estuvieron a la altura de su historia, tal como lo hizo el movimiento sindical, que desde que se declaró la emergencia sanitaria se brindó por entero para que a nadie le faltara un plato de comida. Hoy les quitan la asignación familiar si tienen faltas en la escuela, pero nadie se toma la molestia de averiguar qué pasó. Tal vez los padres no pudieron llevarlos o se quedaron sin laburo y el Estado los castiga. Y cada día les pega más duro a los pobres. Pero a los duros del narcotráfico y los pasaportes de la Torre Ejecutiva hay que tenerles consideración porque fue una equivocación, como dijo el presidente. Pero los pobres son un error del sistema. No puede ser que el Mides esté jodiendo con las ollas populares y aparezca una conferencia de prensa del ministro Lema con medio gabinete y Laura Raffo, todos sentaditos para las cámaras, hablando de la gente que tiene hambre como si fueran delincuentes que se quieren quedar con un kilo de arroz. Este gobierno está jugando con el hambre de la gente. Y el hambre no se olvida. Y con hambre pelea. Porque si vos no tenés para darle de comer un plato de comida a tus hijos a la noche antes que se vayan a dormir con la panza que les hace ruido, vos vas a salir a pelear. Y si creen que con eso pueden tapar el escándalo mundial que representa lo de Astesiano, se equivocan.
Hay un diagnóstico bastante evidente sobre los efectos del discurso de odio de la derecha, los ataques que pretenden desprestigiar a personas y organizaciones y la forma en la que distraen con temas banales para evitar hablar de lo importante. Pero ¿cuáles son las estrategias para enfrentar eso?
Hablando con la gente. Los sindicatos permitieron grandes conquistas para las y los trabajadores como el aguinaldo, el salario vacacional y tantas cosas del estilo. Esas conquistas, que fueron fruto de luchas, se aplican a todos. Es decir, el que no para, el que cuestiona los paros, las medidas, después es el primero en pararse en la fila para recibir el beneficio que se conquistó con la lucha. De eso tenemos que hablar. Y crear más conciencia. Porque en definitiva, lo que nosotros hacemos es eso, defender derechos colectivos. Y si nos atacan con discurso de odio, lo que tenemos que hacer es hablar más y explicar más todo lo que hacemos y los logros que cada sindicato obtiene después de luchas sindicales, peleas y movilizaciones que implican descuentos a quienes paramos. ¿O alguien piensa que nos divierte parar? ¿Alguien sinceramente cree que nos gusta que nos descuenten salario por los días de paro como si los hiciéramos para entretenernos? Por ejemplo, es terrible lo que están viviendo nuestros compañeros de la federación de la carne. No les respetan los convenios y además le pagan más al que no para, como dándoles un premio por no dar la lucha colectiva.
Pero hay gente trabajadora y pobre que piensa así. Que defiende al patrón y no a sus pares.
Sí, y por eso mismo te digo que hay que hablar más y crear más conciencia. Porque las campañas de desprestigio contra los sindicatos son feroces. En las redes, en distintos ámbitos. Y nos pegan a los dirigentes sindicales hasta por la forma en la que nos vestimos. Y nos tratan de pichis, de sucios, vagos. O cuestionan si tengo una camisa o campera linda. Aunque la haya comprado en seis pagos con la tarjeta, pero no les importa nada. Nadie les pregunta a ellos cómo se compraron lo que llevan puesto.
¿El gobierno odia a los sindicatos?
La pregunta la responden todos los días distintos integrantes del gobierno. Pero, además, el movimiento sindical es motivo de ataques porque se posicionó de manera muy evidente como el actor social más potente del país. Y el gobierno sintió que perdía el centro del ring. El reciente paro general fue uno de los más grandes y contundentes de los últimos años. Y eso impactó porque además se sumaron pequeños productores, comerciantes y otros actores que ven que las políticas económicas no solo no les ayudan, sino que disparan contra ellos, para favorecer el enriquecimiento de unos pocos, que algunos de ellos están sentados en el gobierno. Lo dijo el presidente de la Asociación Rural en su discurso de cierre en el Prado: “Al fin tenemos un gobierno que nos representa”. Lo doloroso es que haya pobres y peones que aplaudan eso. Que aplaudan a los dueños de los animales y de las tierras. A los que los hambrean. Y algunos trabajadores de la ciudad que con mucho sacrificio juntan los pesitos para ir a la Rural del Prado en familia y aplauden a los ricos que se llevan la riqueza del país.
¿Hay recambio en el movimiento sindical?
Sí, por suerte hay mucha gente joven que se ha ido arrimando y va haciendo su camino. Llegan nuevas generaciones y están a la altura. Y nosotros, los de las generaciones anteriores tenemos que transmitir nuestra experiencia y acompañar para que el proceso de recambio sea natural y que se sientan respaldados y acompañados. Especialmente en los momentos más duros. En mi caso particular, siento que todavía no tengo fecha de vencimiento (risas) y que puedo aportar más. Si sintiera que ya pasó mi tiempo o que estoy cansado, sería el primero en decirles que me voy para casa. Pero en Sutel tenemos un tremendo plantel de gurises y gurisas jóvenes, muy bien formados, que quieren y defienden a Antel con el alma. Y así la vamos llevando. Nosotros tenemos que respetar el espacio de los jóvenes y ellos deben hacer lo mismo con nosotros por el recorrido que tenemos los más grandes con nuestra vida sindical.
¿Cómo crees que te van a recordar cuando no estés?
Como alguien que trató de dar lo mejor posible por el sindicato, por Antel y por el movimiento sindical. Que fui frontal, medio duro y que siempre me dolieron las cosas que pasan. Que sepan que fui eso, todo menos indiferente. Y que me emociono por muchas cosas lindas y se me nublan los ojos de la bronca por otras cosas, como por ejemplo cuando veo que tenemos un gobierno que quiere volver al carné de pobre, para clasificar y estigmatizar a los pobres. Eso me indigna y me parte el alma.