Hacete socio para acceder a este contenido

Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.

ASOCIARME
Columna destacada |

Fin de semana de clásicos rioplatenses

Por Rafael Bayce.

Suscribite

Caras y Caretas Diario

En tu email todos los días

Los partidos de fútbol llamados ‘clásicos’ tienen determinadas características y se definen por ser la rivalidad más fuerte e histórica de una liga. No necesariamente lo disputan, para ser más precisos, dos equipos de una misma ciudad. A los ‘clásicos’ se suman los ‘derbies’ -a la moda linguística inglesa de fines del siglo XIX-, que vienen a ser enfrentamientos deportivos entre dos equipos de una misma localidad, pero cuya disputa y fuerte rivalidad no trasciende más allá de ese contexto.

El pasado fin de semana contuvo tres partidos que conviene explicar en su denominación correcta, según las tradiciones mediáticas y populares que normalmente los consolidan como tales: Nacional-Peñarol en Montevideo; River Plate-Boca Juniors en Buenos Aires; Roma-Lazio en Roma. Los encuentros entre equipos rioplatenses pueden ser llamados adecuadamente ‘clásicos’. Roma-Lazio es paradigmáticamente un ‘derby’, en este caso futbolístico, de la ciudad capital italiana de Roma, pero la calidad de clásico o superclásico del calcio la tienen otros enfrentamientos, muy especialmente el partido Juventus-Inter.

 

¿Qué hace clásico a un partido de fútbol?

En historia cultural del arte, un ‘clásico’ es una obra de arte cuya vigencia perdura más allá de la moda que la impuso temporalmente, de su carácter eventual de ‘vanguardia’, de la imposición parcial de su ‘estilo’. Está más allá de los motivos y razones que conformaron su fama, de las causas de su aceptación inicial, hasta de los avatares de su pervivencia en el imaginario crítico y en los paladares coyunturales. Es algo que merece respeto en sí mismo, más allá de cualquier vaivén sociocultural, lo que incluye también reflejos en su valor económico de mercado.

Nacional-Peñarol y River Plate-Boca Juniors son clásicos porque la expectativa sobre ellos, la pasión que exacerban entre sus socios, simpatizantes, hinchas y barras bravas, y la repercusión mediática de su realización, justamente van más allá del rendimiento actual de jugadores y equipos, de la importancia que tenga el partido en las tablas de posiciones y en las perspectivas clasificatorias posteriores. Es parcialmente independiente de todo eso, aunque no totalmente.

Se dicen, consensuadamente, cosas tales como “y es un clásico, nunca se sabe”, “sí, están mejor, pero un clásico es un clásico”, por lo que el favoritismo técnico, o táctico, el momento futbolístico, los puntos ganados, son predictores de menor importancia que en el caso de otros partidos. Hasta se considera que hay ‘jugadores de clásico’ y ‘jugadores que en los clásicos no andan’; jugadores que han cimentado su fama y su popularidad entre la hinchada por su rendimiento en algún o algunos clásicos; jugadores que se considera pasionalmente que no sirven porque no rinden lo suficiente en clásicos.

¿Por qué estos partidos fundamentales en los torneos uruguayo y argentino pueden ser nombrados como ‘clásicos’ y no tanto como ‘derbies’ de las capitales del Uruguay y de la Argentina? En primer lugar, la repercusión del partido nunca se restringió a las ciudades donde se disputa, sino que se considera que representan al país todo, siendo cierto que cualquiera de los cuatro grandes rioplatenses tiene hinchas en todas las comunidades del país. Se podría afirmar que los futboleros tienen un hinchismo local, otro nacional, y actualmente, algún otro global. En segundo lugar, los equipos no extraen la totalidad, ni siquiera la mayoría de sus jugadores de sus divisiones juveniles, ni de la ciudad en la que se instalan jurídicamente, sino en el stock de jugadores locales, pero también de los nacionales no locales y de extranjeros, como manda la paulatina globalización del mercado de compraventa de jugadores. Sin embargo, sus enfrentamientos son ‘clásicos’, y no ‘derbies’, aunque geográficamente podrían serlo.

Los clásicos -como se dijo- se globalizan con mayor facilidad que los derbies. Roma-Lazio, en cambio, es un derby romano, y también un clásico, aunque no tan relevante como el ya mencionado Juventus-Inter, ni tampoco como otros derbies italianos como el Inter-Milan. Otros notorios ejemplos de derbies son Manchester United-Manchester City en Manchester, Flamengo-Vasco da Gama en Río de Janeiro, Inter-Gremio en Porto Alegre, Atlético Mineiro-Cruzeiro en Belo Horizonte, Atlético de Madrid-Real Madrid en Madrid; y usted puede seguir con la lista de clásicos, de derbies, y de clásicos-derbies.

Para ejemplificar estos conceptos dentro de nuestra tradición futbolística y la distinción clásico-derby, pensemos en tradicionales derbies tales como Cerrito-Rentistas en el barrio Cerrito de la Victoria, Rampla Juniors-Cerro en el barrio del Cerro, clubes hijos de diferentes momentos en la constitución demográfica y laboral, con huellas en las territorialidades, o en rivalidades de clasicismo y localidad variables, que los hay muchos en el mundo y también en Uruguay. No tanto Peñarol-Nacional, clásico de más de 100 años de historia, aunque no considerado derby, que siempre tuvo parciales en todo el país, más aún en Uruguay, un país con una macrocefalia sin par en el mundo, unitario político-administrativamente. Nacional y Peñarol siempre tuvieron simpatizantes y hasta hinchas por todo el país, como corolario de la consolidación posrenacentista de los Estados nacionales.

Lo que aparece en el siglo XXI, con el auge de la globalización, son los ‘hinchas globales’, adecuadamente representados en un diálogo que recuerdo haber escuchado en playa Pocitos, un domingo de hace un par de años: dos adolescentes, ambos con camisetas de fútbol clubistas uruguayas, Defensor y Danubio, intercambiaban sus preferencias y resuelven preguntarle su partidarismo a un niño que jugaba en la arena. La respuesta del niño fue Barcelona, y los Reyes probablemente deberán llevarle una camiseta de Messi, y no de un futbolista uruguayo que juegue localmente, ídolo a quien verá por pantallas y no en vivo, como quizás lo harán también los adolescentes hinchas de Danubio y Defensor. Se pasa, tan insensible como ineluctablemente, de un hinchismo local y presencial, en canchas, a otro global y virtual, digital, en pantallas; y eso repercute en la cultura y la tradición de clásicos y derbies.

 

Los clásicos del domingo

El partido Nacional-Peñarol tuvo un resultado, consecuencias y trámites hasta cierto punto ‘no clásico’. El momento futbolístico de los rivales mostraba a Peñarol muy debilitado por la suma de jugadores vendidos al exterior y futbolistas lesionados, o fuera de su mejor forma, con mucho pesimismo de sus hinchas pensantes, no de los irracionales que creían voluntarista e irracionalmente en sus chances, como también ocurrió con Nacional, que, a su vez, mostraba menos problemas de integración y mayor optimismo de sus hinchas más pensantes.

Las diferencias fueron las racionalmente esperadas: Nacional fue mejor de punta a punta, y pese a sufrir tempranamente la baja de su goleador y capitán Gonzalo Bergessio, justificó con creces su favoritismo, sobrepasando a Peñarol en la tabla anual, en la ubicación en el torneo actualmente disputado y entre la crítica periodística. Su técnico, Álvaro Gutiérrez, no demasiado consolidado hasta el momento, vio la oportunidad de consolidar al equipo, reservando jugadores para ese partido, aparentemente adecuado para dar un golpe fuerte favorable. Y así fue, con golazos de Chori Castro -uno de ellos para el podio mundial de goles actuales-. Neves y Fernando Carballo marcaron y armaron juego con soltura y fluidez, resaltándose la elegancia, visión y toque de Neves.

En la otra orilla, en Buenos Aires, jugado en el Monumental de River, el técnico de Boca, Alfaro, eligió un planteo muy conservador, con 5 volantes delante de la línea de 4 defensiva, y un solo punta, el adolescente colombiano Hurtado, totalmente sobrepasado por su inmadurez y su soledad posicional. Jugadores casi titulares emblemáticos en Boca quedaron en el banco y fuera del partido, asunto de dudosas consecuencias en la interna del plantel y entre la hinchada. Pero finalmente River, atacando siempre y reforzando su ataque durante el juego, no pudo ganarle a Boca como local, hecho frustrante y válido si debieran enfrentarse en semifinales de la Copa Libertadores próximamente, como se espera ocurra. Por suerte no hubo incidentes llamativos, ni antes, ni durante, ni después, lo que abre la posibilidad de que esos clásicos se sigan jugando, pese a los temores generados por las notorias y mediáticas suspensiones de esos clásicos en 2018.

 

Dejá tu comentario

Forma parte de los que luchamos por la libertad de información.

Hacete socio de Caras y Caretas y ayudanos a seguir mostrando lo que nadie te muestra.

HACETE SOCIO