–¿Tiene algo más para mí, Borges?
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–Este Oráculo es infatigable e imbatible, Sire. Ni el lumpen de Pettinati, Nacho Álvarez, el converso de Gerardo Sotelo y el fascista de Nelson Fernández juntos hacen el trabajo de inteligencia de su seguro servidor.
–Siga cochero, siga, por favor. No se detenga.
–Bien, Álvarez. Considero, estimado amigo, que Lacalle Pou quiere muerto a todo aquello que haya sido alguna vez wilsonista, aunque haya juntado votos a lo bobo…
–Groserooo, dijera el mariscal Kesman. ¿De qué o de quién me está hablando, Borges? Métale que son pasteles…
–Álvarez, todo el país sabe que el senador nacionalista Javier García se moría por ser ministro de Defensa y que obtuvo muchos votos.
–¡Exactamont! Pero al final lo nombraron. El pediatra logró su objetivo.
–Juas, me hace reír, Álvarez. Ok. Lo designaron al frente de la cartera, ¿pero no vio quién será su subsecretario?
–La danza de nombres me mareó. Borges, ayúdeme.
–Nada menos que el coronel Rivera Elgue, senador electo y coordinador de campaña de Cabildo Abierto. Un militar experimentado y duro al que muchos señalan como una de las eminencias grises del general Guido Manini Ríos.
–Bueno, Borges, esa es la cohabitación dentro de la coalición… ¿qué consecuencias saca?
–¿Quién cree usted que conoce más el paño verde militar: ¿Javiercito o el muy duro coronel Rivera Elgue? ¿Quién va a recorrer los batallones y conversar en secreto, mano a mano, con sus viejos camaradas? ¿Quién ausculta mejor el pensamiento militar?
–Me deja verde oliva, Borges.
–Le hago una sola pregunta, Álvarez: ¿a quién van a mirar los soldados y mandos medios cuando hagan la venia? ¿Quién va a dar las verdaderas órdenes en el Ministerio de Defensa Nacional?
–El tiempo lo dirá…