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Se trata de dos estructuras en forma de cuerda formadas por proteínas, que se adhieren a la yema con el objetivo de protegerla al chocar contra los lados de la cáscara del huevo.
Cuando el huevo está entero, la chalaza mantiene la yema en suspensión para que esta se quede en el centro de la clara y no toque los bordes del interior de la cáscara. De hecho, ese es el motivo por el que la yema se queda en el centro del mismo al cascarlo, al freírlo o al hervirlo.
Muchas veces tendemos a pensar que esa sustancia de aspecto mocoso es nociva o hay que quitarla, pero no es así. Comer la chalaza del huevo es seguro.
Con el paso de los días tras la puesta del huevo, la chalaza va perdiendo su característico color blanco, llegando a ser invisible. Si esto ocurre, es decir, que al cascar un huevo no se vea nada, puede ser síntoma de que está en mal estado o a punto de llegar a su caducidad natural.
El huevo es especialmente rico en aminoácidos esenciales, ácidos grasos, algunos minerales y vitaminas necesarias para cuidar nuestra salud.
En el huevo, un 30% de su peso aproximadamente está constituido por la yema, un 60% por la clara y un 10% por la cáscara. Se considera que una ración son dos huevos medianos, con un peso total de unos 100 g de parte comestible, es decir, excluyendo la cáscara.