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Varios ex dirigentes de la Juventud Uruguaya de Pie (JUP) que operó violentamente fundamentalmente en el ámbito de los centros educativos en los setenta , como el ex diputado y actual sub director del Plan Juntos, Daniel García Pintos, se integraron en las pasadas elecciones a Cabildo Abierto.
Sus discursos reivindicativos y de apología de la violencia contra ciudadanos que consideraban integrantes o simpatizantes, de lo que generalizaban bajo el calificativo de comunistas , pudieron volver a escucharse durante la campaña electoral del 2019.
La Juventud Uruguaya de Pie, o por sus siglas JUP, fue un movimiento estudiantil uruguayo fundado en 1970 que nucleaba a jóvenes de diversas tendencias políticas, teniendo en común el anticomunismo y un apego a las corrientes políticas tradicionales de Uruguay. Se disolvió en 1974.
Llegó a nuclear a más de diez mil estudiantes secundarios y universitarios de todo el país, traspasando también la brecha generacional.
La bandera de la JUP tenía la mitad roja y la otra mitad blanca que representaba a las fuerzas políticas tradicionales del país (colorados y blancos). Esta elección fue porque el movimiento buscaba manifestarse en contra de los movimientos radicalizados de izquierda y al mismo tiempo reafirmar su convicción por preservar los valores tradicionales del país.
Para el historiador Gabriel Bucheli, los entornos y sectores sociales de surgimiento y apoyo de la JUP se preocupaban ya entonces por cosas y conceptos como “las drogas, “la homosexualidad”, “la música estridente” y a todo esto contraponían “discursos de valores tradicionales”, rasgo que “es muy fuerte”. Aquellos temas tabú ya los relacionaban al “comunismo” en un sentido muy amplio, y el movimiento se identificaba con “los valores católicos” más ortodoxos, en “disputa dentro de la Iglesia Católica”, en la que crecían otras visiones.
“El tono ruralista es clave” en la JUP, en su concepción nacional “el país es el interior” y organizaban “caravanas gauchescas” para rodear “sus actos”. “La mujer de (Benito) Nardone es artífice también de la JUP” y su compromiso se refleja en que “les pone al servicio la Radio Rural”. También “el propio (Juan María) Bordaberry”, quien “era ´rabanito´” en términos partidarios, “es un referentes para ellos”, anotó el historiador.
Su identificación era con los partidos tradicionales, pero dentro de éstos se diferenciaban taxativamente de “Wilson” (Ferreira), de “Jorge Batlle” y en menor medida “de (Julio María) Sanguinetti”. Esto último por “la reforma educativa” del entonces ministro de Educación y Cultura, a la que valoraban demasiado tibia como instrumento anticomunista. A Wilson lo definían como “un marxista infiltrado” y su rechazo a él produjo “escenas de desencuentro y hasta violencia con el movimiento wilsonista”. De hecho, llegaron a atacar a balazos al líder nacionalista, errando el objetivo.
Bucheli trazó un hilo de continuidad nítido con la reacción conservadora al primer batllismo y recordó que en las clases sociales subalternas y vendedoras de fuerza de trabajo uruguayas, hubo siempre una corriente natural de identificación y pertenencia con la derecha dura cimentada ideológicamente en concepciones rígidas de la tradición y la religión.
Durante su gestación y protagonismo, “la JUP es un catalizador” de visiones y corrientes sociales en movimiento y “Hugo Manini es el organizador” capaz de aglutinar, dar forma y vehiculizar ese caudal. En aquel entonces “están” dadas “las condiciones propicias” para encauzar “a ese mar” de sentimientos y movimientos “políticos”, reflexionó Bucheli.
Evocó que la JUP “después se autodisuelve”, en 1974, y esto abre “un vacío posterior” que con el tiempo se convierte “en desmemoria”. El autor recogió tres versiones como explicación a esa disolución: que el general Esteban “Cristi los convoca” para agradecerles lo hecho y cerrar el asunto; que “los militares no querían activismos” ni “actuación” ciudadana y social; y que “el programa” que le dio origen “estaba cumplido”.
A partir de entonces hubo “gente” de la Juventud Uruguaya de Pie que “va a integrarse a las Fuerzas Armadas” y en áreas de “la órbita pública” como “la Enseñanza”. Sus integrantes en general “se asimilaron al régimen”, resumió al respecto.
Ya en la posdictadura, “se recomponen” los partidos tradicionales y todas “sus fracciones”, incluidas las “de derecha”, con lo que no se generan condiciones orgánicas para una continuidad o resurgimiento de la JUP.
Bucheli señaló que el hilo histórico de la reacción conservadora en nuestro país se proyecta hasta la actualidad en algunas corrientes evangélicas.