El año 1968 fue un año clave en la historia contemporánea. Ese año, que todos los viejos recordamos con sentimientos muy encontrados, fue por un lado un año inolvidable de crecimiento de las luchas por la libertad, por la enseñanza, por la cultura, contra la represión, y por otro lado, un año de trágico incremento de la violencia gubernamental, las restricciones a la democracia, el ajuste presupuestal y la caída del salario.
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El 14 de agosto de ese año, asesinaron por la espalda al estudiante Líber Arce. Medio siglo después, los jóvenes siguen recordando a ese muchacho con nombre de consigna.
Entre los recuerdos que tengo de esa época, hay una tapa del semanario Marcha, que editaba el Dr. Carlos Quijano. En ella se mostraba una notable caricatura del entonces presidente Pacheco junto a una enorme gráfica cuya línea principal, muy gruesa, descendía hasta salirse de la misma y hundirse en el suelo. De sus labios salía una línea de diálogo que decía: “No nos moveremos un centímetro de la línea trazada”.
Así fue el gobierno de Pacheco, el último gobierno colorado, antes del que terminaría con el golpe de Estado. Un gobierno que marcó un descenso sin fin a los abismos de la política y que desembocó directamente, como ya dijimos, en la dictadura.
Era una caricatura del también inolvidable dibujante Luis Blanco Álvarez, conocido por su seudónimo Blankito, que murió en el exilio a los 53 años.
La línea quebrada que se hunde en el abismo grafica también muy bien, hoy, lo que ha sido la trayectoria colorada en estas elecciones. Lenta y continua precipitación en el abismo.
Treinta años después del año 1968, en las elecciones posteriores al gobierno, también colorado de Jorge Batlle, tuvo lugar la Crisis de 2002. En las elecciones siguientes, el Partido Colorado, que llevó a la presidencia la candidatura de Guillermo Stirling, obtuvo el 10,61% de los sufragios, en la votación más baja de su larga historia. En la misma obtuvo 3 senadores y 10 diputados.
En las elecciones de 2014, el Partido Colorado, que llevó a la presidencia la candidatura de Juan Pedro Bordaberry Herrán, obtuvo el 12,89% de los votos, 4 senadores y 13 diputados.
En la presente elección, pese a que hubo dos grandes novedades, y las encuestas llegaron a dar en agosto que el Partido Nacional estaba en 25% y el Partido Colorado en 22%, el resultado del 27 de octubre fue finalmente 12,32% de sufragios (menos que Bordaberry en 2014), 4 senadores y 13 diputados.
Estos números evidencian la debacle histórica del Partido Colorado que fue el Partido dominante a lo largo del siglo pasado en que gobernó durante noventa años.
Esta oportunidad marcó el regreso de su líder histórico Julio María Sanguinetti al ruedo de la política, apostando a rescatar a su Partido de la caída final. También ocurrió el ingreso a la política de Ernesto Talvi, un neoliberal confeso, que, luciendo un disfraz de socialdemócrata, intentó erosionar por centro izquierda a algunos sectores desencantados del gobernante Frente Amplio.
A pesar de estas grandes novedades, o bien por la forma en que estas se manejaron, los resultados de las recientes elecciones mostraron que continúa o se profundiza la crisis del Partido Colorado y el nacimiento de Cabildo Abierto con un 10,88% de sufragios y el surgimiento con representación parlamentaria del Partido Ecologista Radical Intransigente (PERI) con 1,38% y el Partido de la Gente, de Edgardo Novick, con 1,09%.
Las dos grandes novedades del Partido Colorado en 2019
La primera y principal fue el retorno a la actividad política directa del Dr. Julio María Sanguinetti, octogenario, talentoso estratega, líder de su partido, exministro de Jorge Pacheco Areco y Juan María Bordaberrry, dos veces presidente de la República, muy cuestionado por el resto del sistema político, artífice intelectual de la destrucción ética de Luis Lacalle Herrera, líder del Partido Nacional y padre del actual candidato presidencial de los blancos, Luis Lacalle Pou.
Sanguinetti ha sido además muy cuestionado por su confusa relación con los grupos paramilitares que conformaron el Escuadrón de la Muerte, por su encubrimiento de las torturas en el gobierno de Bordaberry, por su ambigua conducta con los militares de la dictadura, con el ocultamiento de los crímenes de la misma, por la ley de Caducidad, por su traición a Wilson y a su propio correligionario Jorge Batlle, otro líder histórico de su Partido.
Desde un principio de este regreso a la política, Julio Sanguinetti, ideólogo y protagonista principal de la derecha uruguaya, tuvo en claro cuál era su objetivo, su rol y su instrumento.
El objetivo es desalojar al Frente Amplio del poder; su rol es el de articular la coalición de todas las derechas (sus más relevantes primeros pasos fueron visitar el 29 de mayo de 2018 a los precandidatos blancos, Lacalle Pou y Larrañaga, que entonces estaban muy peleados y ofrecerles “sembrar la semilla de un gobierno de coalición” y llamar a Lacalle Pou «”pre-presidente” en una actividad realizada por Búsqueda el 6 de diciembre de 2018) y su instrumento son los “acuerdos programáticos” para asentar la coalición de derechas ya mencionada.
En su objetivo de obstaculizar de cualquier forma todo tipo de movimiento progresista o de izquierda ha sido un precursor.
No sólo apoyó a Pacheco Areco en 1967 y a Juan María Bordaberry en 1972, no sólo tuvo las actuaciones que conocemos en la dictadura y logró la derrota de Wilson Ferreira Aldunate en 1984, sino que al ver el avance indetenible del Frente Amplio, ideó el concepto de “familia ideológica” entre el Partido Colorado y el Partido Nacional, y la Reforma Constitucional de 1996 que instaló el balotaje y con ello la posibilidad de que los partidos tradicionales votaran juntos para derrotar al Frente Amplio, lo cual ocurrió en 1999.
En esta elección, si no hubiera habido balotaje, obviamente Daniel Martínez sería presidente electo, pero esa es otra historia. Y a llorar al cuartito.
El segundo hecho relevante fue la precandidatura luego triunfante de Ernesto Talvi (“the great pretender”, el gran simulador), con lo cual el Partido Colorado perdió todo matiz del batllismo de José Batlle y Ordóñez.
Tras llegar en algún momento a superar en las encuestas el 22%, y “soplarle la nuca” a Luis Lacalle Pou, las sucesivas menciones a la coalición (hemos dicho más de una vez que los colorados desprecian históricamente a los blancos y así quedó en claro en el tratamiento que recibieron Luis Alberto de Herrera, “Herrera a la cárcel”, Wilson Ferreira Aldunate, al que le birlaron dos veces la presidencia de la República, y Luis Alberto Lacalle Herrera, al que le armaron la “embestida baguala” que casi lo lleva a la cárcel) y el retorno final de Talvi al neoliberalismo cerril que trajo de la Universidad de Chicago, hicieron que el Partido Colorado se despeñara de nuevo al 12%, convirtiéndose casi en el cuarto partido.
Adónde va el Partido Colorado
Lo primero es que el sueño de Sanguinetti se frustró. Al menos, ya no será el primer ministro. Habrá coalición, pero el protagonista clave de la misma no será él, sino el General® Guido Manini Ríos, el líder militar de un nuevo partido conservador de origen bicolor.
Si hay que analizar a dónde se remonta su origen, hay que buscar en el ruralismo, el riverismo antibatllista, el catolicismo preconciliar, el nacionalismo y el pensamiento conservador que surge en la política de la mano de los militares y civiles ideólogos de la dictadura.
Lo que he querido demostrar con estos recuerdos y razonamientos es que la deriva actual del Partido Colorado y su opción antiprogresista lo lleva nuevamente hacia la desaparición que pronosticó el politólogo César Aguiar hace ya tantos años, al neoliberalismo, a ser cola del herrerismo conservador del aguerrondismo y “los tenientes de Artigas”.
Del Sanguinetti centrista ya no queda nada, ni se rescatan los despojos. Sanguinetti se parece más a Pacheco que a Sanguinetti. Curiosamente, Sanguinetti es menos socialdemócrata que Talvi.
Si los batllistas votan en esta ocasión que se avecina al herrerista Luis Lacalle Pou, como se anuncia en los medios, continuará destruyéndose el batllismo de José Batlle y Ordóñez y se inmolará por lo peor del herrero-aguerrondo-lacallismo, oligárquico rural, latifundista, clerical y antiestatista.
De verdad, no me imagino a batllistas votando blancos, y menos votando herreristas antibatllistas. No me imagino a mis amigos Tabarecito Hackembruch, Tabaré Viera, Juan Justo Amaro, Jorge Barrera o Germán Coutinho, ni a sus seguidores, todos vencidos en sus respectivos departamentos por ese huracán ruralista conservador que representa Manini Ríos. Obviamente que estos y muchos otros menos conocidos son mis adversarios políticos, pero me da un poco de pena verlos metiendo en la urna la papeleta con el nombre de Luis Lacalle Pou, ciudadano de La Tahona, chico piola del British, oligarca, mucho más cómodo en el country que en el “cante”.
Y conste que hoy no lo llamé Pompita.