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Economía pandemia |

LOS “MALLA DE ORO” DE LA GLOBALIZACIÓN

La desigualdad triunfa en el mundo

Durante la pandemia los ricos se hicieron más ricos y los pobres, más pobres. La pandemia del coronavirus es la peor crisis económica, social, laboral y sanitaria de, por lo menos, los últimos cien años.

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Según Jean Jacques Rousseau, filósofo francés, nadie puede ser tan rico como para comprar a otro, ni nadie tan pobre como para verse obligado a venderse.

Tres siglos después, en 2016, el físico Stephen Hawking se preguntó cuál es el efecto de la desigualdad, en una situación en la que “la vida de las personas más ricas en las partes más prósperas del mundo se vuelve angustiosamente visible para todos, incluidos los pobres, que tienen acceso Y dado que ya hay más personas con teléfono que con acceso a agua potable en África subsahariana, esto significa que en poco tiempo casi nadie en nuestro planeta superpoblado escapará a la percepción de desigualdad”.

Thomas Piketty, el economista francés, publicó una base de datos sobre muchos países que nos habla de nuestro tiempo. Uno de los datos más impresionantes es el cambio creado por lo que entonces se llamaba globalización. En Estados Unidos (EEUU), en 1980, la proporción del ingreso nacional que estaba en manos del 1% más rico era aproximadamente la mitad que la del 50% más pobre. Cuarenta años después, la proporción se ha revertido y el 1% superior casi duplica al 50% inferior.

Un estudio reciente de la insospechable Reserva Federal de Chicago realizó el siguiente ejercicio: preguntó si los padres de un niño ganaban el doble que su vecino de al lado en los EEUU, ¿Qué diferencia habrá entre los ingresos de adulto de ese niño y los del vecino? La respuesta fue, en promedio, más del 60%. El que va por delante se queda por delante, olvídate de la movilidad social. En Brasil, la diferencia es del 70%, en Francia del 41%, en Alemania del 32%, pero en Dinamarca solo del 15%. Peor aún en China: el coeficiente de Gini, dato oficial, que mide la desigualdá ente valores de una distribución de frecuencias, es de 0,47, la media de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), como la portuguesa, es de 0,35. La desigualdad tiene una genealogía pero diferentes historias.

El 1% más rico genera 70 toneladas de emisiones contaminantes per cápita, en promedio, mientras que el 50% más pobre produce una tonelada per cápita. La emisión producida por los más ricos es treinta veces el umbral que restringiría el aumento medio de temperatura a 1,5º C, según los datos de la reciente cumbre de Glasgow.

 

Propuesta de un impuesto a las grandes fortunas

Durante la pandemia los ricos se hicieron más ricos y los pobres, más pobres. La pandemia del coronavirus es la peor crisis económica, social, laboral y sanitaria de, por lo menos, los últimos cien años.

Las desigualdades globales son casi tan grandes hoy como lo fueron en la cúspide del imperialismo occidental a principios del siglo XX. Avanza a nivel mundial la propuesta de un impuesto a las grandes fortunas, que en Argentina, tan criticada, se aplicó este año.

En 2021, en Argentina , el 10 por ciento superior retuvo alrededor del 40 por ciento del ingreso nacional total. En términos relativos, se encuentra por debajo del promedio de América latina que subió a poco más del 55 por ciento.

El nuevo impuesto del Aporte de las Grandes Fortunas, impulsada por el gobierno de Alberto Fernández, que no se ha replicado en otros países de la región, colaboró para no profundizar aún más la desigualdad.

Durante los últimos 40 años, el mundo se ha vuelto más desigual en ingresos y en riqueza, y la pandemia la agudizó. Esto surge del último Informe sobre desigualdad mundial 2022, elaborado por el World Inequality Lab (WIL), dirigido por el economista francés Thomas Piketty, coordinado junto a Lucas Chancel, Emmanuel Saez, Gabriel Zucman y con la participación deun grupo de más de 100 investigadores de todo el mundo. El reporte tiene los datos más actualizados y completos sobre las diversas facetas de la desigualdad en el mundo: riqueza global, ingresos, género y desigualdad ecológica.

El 10 por ciento más rico de la población mundial recibe actualmente el 52 por ciento del ingreso mundial, mientras que la mitad más pobre de la población gana el 8,5 por ciento.

Las desigualdades mundiales de riqueza son incluso más pronunciadas que las desigualdades de ingresos. La mitad más pobre de la población mundial apenas posee el 2 por ciento del total de la riqueza. En contraste, el 10 por ciento más rico de la población mundial posee el 76 por ciento de toda la riqueza.

En lo que va del siglo, la desigualdad de la riqueza ha aumentado significativamente. La riqueza de las 50 personas más ricas del mundo aumentó 9 por ciento anual entre 1995 y 2001, y la riqueza de las 500 personas más ricas se incrementó 7 por ciento anual.

La riqueza media creció menos de la mitad de esa tasa, 3,2 por ciento durante el mismo período.

Desde 1995, el 1 por ciento superior se llevó el 38 por ciento de toda la riqueza global adicional en los últimos 25 años, mientras que el 50 por ciento inferior capturó sólo el 2 por ciento.

 

En América Latina

En Argentina, mientras que el 50 por ciento de la pirámide gana 368.050 pesos anuales, el 10 por ciento superior gana en promedio 13 veces más (4.850.920 de pesos). «Aunque las desigualdades en Argentina son más bajas que el promedio de América latina, siguen siendo, en general, particularmente altas», menciona el documento. Es un porcentaje más bajo que en Brasil y Chile (59 por ciento) pero mayor que en países europeos (30-35 por ciento).

Las estimaciones disponibles sugieren que la desigualdad disminuyó durante la segunda mitad del siglo XX, por debajo de niveles extremos: el 10 por ciento de la parte superior de la pirámide se apropiaba del 55 por ciento del ingreso entre 1900 y 1960, hoy está cerca del 40 por ciento.

Durante las últimas cuatro décadas, se observan dos movimientos: una reducción en la participación del ingreso del 10 por ciento superior en la década de 2000, seguida de un aumento desde principios de la década de 2010 en el contexto de una caída generalizada de los ingresos, indica el informe.

Esta desigualdad se mantiene en niveles extremos. La riqueza promedio de los hogares se ha más que duplicado desde 1995 y la desigualdad se ha mantenido en niveles muy elevados, con un 10 por ciento de la población que tiene de 60 a 70 por ciento. “La desigualdad de riqueza en Argentina es ligeramente menor que en el resto de América latina, pero sigue siendo muy alta desde un punto de vista internacional”, subraya.

 

Desigualdad de género

La participación del trabajo femenino en el ingreso es de 37 por ciento. Este porcentaje sitúa a Argentina ligeramente por encima del promedio latinoamericano (35 por ciento). La participación de la mano de obra femenina en los ingresos se acerca a los niveles de Europa occidental (38 por ciento), más baja que la de Europa del Este (41 por ciento) pero más alta que en Asia (21 por ciento sin incluir China) o África subsahariana (28 por ciento).

El informe muestra cómo en 2021 “después de tres décadas de globalización comercial y financiera, las desigualdades globales siguen siendo extremadamente pronunciadas… casi tan grandes hoy como lo fueron en la cúspide del imperialismo occidental a principios del siglo XX”.

Aunque el informe encontró que las desigualdades entre las naciones habían disminuido desde el final de la Guerra Fría (principalmente debido a la mejora en el nivel de vida en China), había aumentado en la mayoría de los países y se había vuelto más pronunciada como resultado de la situación global de pandemia en los últimos dos años.

Las desigualdades de ingresos y riqueza han ido en aumento desde la década de 1980, tras una serie de políticas económicas de desregulación y liberalización que adoptaron diferentes formas en diferentes países.

El incremento no ha sido uniforme: algunos países han experimentado importantes alzas de la desigualdad (EEUU, Rusia e India) mientras que otros (países europeos y China) han registrado variaciones relativamente menores.

 

Incremento de la brecha de ingresos

Uno de los resultados de la investigación fue que la brecha entre los ingresos promedio del 10 por ciento superior y el 50 por ciento inferior de las personas dentro de los países casi se ha duplicado, de 8,5 a 15 veces.

Los investigadores afirman que aún queda un largo camino por recorrer para deshacer las desigualdades económicas globales heredadas de la alta desigualdad en la organización de la producción mundial entre mediados del siglo XIX y mediados del XX.

Durante los últimos 40 años, la brecha entre la riqueza neta de los gobiernos y la riqueza neta del sector privado se ha vuelto significativamente más grande, pero los gobiernos se han vuelto más pobres.

El informe calcula que la participación de la riqueza en manos de los actores públicos es cercana a cero o negativa en los países ricos, lo que significa que la totalidad de la riqueza está en manos privadas. Esta tendencia se ha visto magnificada por la crisis de la covid-19, durante la cual los gobiernos tomaron prestado el equivalente de 10 a 20 por ciento del PIB, esencialmente del sector privado.

El aumento de la riqueza privada también ha sido desigual dentro de los países y a nivel mundial. Los multimillonarios mundiales han capturado una parte desproporcionada del crecimiento de la riqueza global durante las últimas décadas: el 1 por ciento superior se llevó el 38 por ciento de toda la riqueza adicional acumulada desde mediados de la década de 1990, mientras que el 50 por ciento inferior capturó sólo el 2 por ciento.

 

Multimillonarios en la pandemia y los impuestos

Esta desigualdad se debe a una profunda desigualdad en las tasas de crecimiento entre los segmentos superior e inferior de la distribución de la riqueza. La riqueza de las personas más ricas del mundo ha avanzado entre 7 y 9 por ciento anual desde 1995, mientras que la riqueza promedio ha aumentado 3,2 por ciento anual.

Desde 1995, la participación de la riqueza mundial en manos del 0,01 por ciento más rico creció de 7 a 11 por ciento. La participación de la riqueza en poder de multimillonarios también se disparó durante este período (de 1 al 3 por ciento) y este aumento se exacerbó durante la pandemia. «De hecho, 2020 marcó el aumento más pronunciado registrado en la participación de los multimillonarios en la riqueza del mundo», apunta el informe.

A partir de estos datos, los autores del reporte analizan varias opciones de políticas para redistribuir la riqueza. Proponen un modesto impuesto progresivo sobre el patrimonio de los multimillonarios globales. Estiman que dada la intensa concentración de la riqueza, ese impuesto puede generar ingresos importantes para los gobiernos de cerca el 1,6 por ciento de sus recursos globales, dinero que podría derivarse a gastos en educación, salud y transición ecológica.

En 2021, había 62,2 millones de personas en el mundo que poseían más de 1 millón de dólares, con una riqueza promedio de 2,8 millones de dólares, lo que representa un total de 174 billones de dólares.

Piketty y su equipo de investigadores mencionan que “destacamos desde el principio que abordar los desafíos del siglo XXI no es factible sin una redistribución significativa de los ingresos y riqueza”.

Recuerda que el surgimiento de los Estados de Bienestar modernos en el siglo XX estuvo asociado con un tremendo progreso en salud, educación y oportunidades para todos, y pudo sostenerse con el aumento de tasas impositivas progresivas y elevadas.

El informe concluye que “esto jugó un papel fundamental para garantizar la aceptabilidad social y política del alza de los impuestos y la socialización de la riqueza. Será necesaria una evolución similar para abordar los desafíos del siglo XXI”.

 

En Uruguay

Según el libro Los de arriba. Estudios sobre la riqueza en Uruguay, publicado recientemente, bajo la coordinación de Juan Geymonat, con artículos de Mauricio De Rosa, Juan Geymonat, Evelin Lasarga, Jorge Notaro, Gabriel Oyhantçabal Benelli, Juan Pedro Ravela, Marcelo Pérez Sánchez, y Miguel Serna, el problema de la desigualdad en Uruguay ha sido mirado fundamentalmente desde abajo, con ojo en el problema de la pobreza.

Como ilustra De Rosa, el 1% más rico de la sociedad percibe un ingreso equivalente al de la mitad de la población más pobre junta.

Según el último censo de 2011, unas 165.000 personas residían en los 589 asentamientos irregulares existentes en el país. Tal como nos presentan en este libro Pérez y Ravela, los 90 barrios privados del país ocupan más superficie que todos esos asentamientos juntos.

“Sin quitarle mérito al crecimiento económico en la solución de esta problemática, la riqueza concentrada nos lleva a ver que no es estrictamente importante esperar a que “la torta crezca”, o a que el “malla de oro” se despegue para comenzar a atender la cuestión”, dice el libro.

“Cuando se habla de desigualdad en Uruguay, suele decirse que Uruguay es el país más igualitario de América Latina, que es la región más desigual del mundo, y que esto ha sido así durante mucho tiempo. Esta afirmación es en términos generales precisa, pero oculta una enorme gama de elementos importantes para entender la evolución de la desigualdad en nuestro país. La desigualdad parece haber caído de forma sustantiva en los primeros 15 años de este siglo en prácticamente todo el continente (Cornia, 2014; Gasparini et al., 2018), y Uruguay no solo no fue la excepción sino que fue uno de los países que más redujo la desigualdad de ingresos”, dice Da Rosa.

Agrega que “durante el período de fuerte crecimiento económico de la década de 1990, la

desigualdad se mantuvo primero estable y luego comenzó a crecer al inicio de la

segunda mitad de la década. La economía entró en recesión llegando al cambio

de siglo y, durante ese período, la desigualdad continuó su tendencia ascendente”.

Para el breve período en que podemos observar con mayor precisión sus ingresos, que es con posterioridad a la incorporación del IRPF en Uruguay, vemos  siguiendo a Burdín et al. (2020) que su participación en el total de los ingresos está en el entorno del 15-16%, lo que representa aproximadamente lo mismo que percibe el 50% más pobre combinado. Estos individuos perciben ingresos de aproximadamente unos 15.000 dólares mensuales, lo que equivale a unas 30 veces más que el ingreso personal promedio de Uruguay. Recordando la breve discusión sobre las justificaciones de la desigualdad y la meritocracia, resultaría increíblemente difícil explicar toda esta brecha exclusivamente en base al esfuerzo o el talento.

La fuerte concentración de los ingresos en este grupo, que representa a algo así como 25.000 personas en el caso de Uruguay, ya es un dato relevante en sí mismo.

Cuanto más ingreso se tiene, menos probabilidad hay de perderlos. Por otro lado, para el 99% de la población, los ingresos provienen básicamente de salarios o jubilaciones, siendo el porcentaje de ingresos por capital cercano a cero, y sólo acercándose al 5% del total dentro de los grupos “más ricos” del 99% inferior. En los gigantes del 1% superior, la cosa cambia: más del 40% de los ingresos provienen del capital, en tanto que ese porcentaje asciende a casi 70% dentro del 0,1%. Esto no es sorprendente puesto que, como decíamos antes, el patrimonio está fuertemente concentrado en el 1% más rico.

Desde el punto de vista patrimonial, la situación luce peor. El 1% acumula, además de ingresos altos, patrimonios elevadísimos que son, a su vez, parte de las causas por las que tienen tal cantidad de ingresos.  El 1% acumula (al menos) entre un cuarto y un tercio de la riqueza total de Uruguay. Para hacer una comparación análoga a la del ingreso, el 50% de menor riqueza tiene poco más del 5% de la riqueza total. En este caso, por tanto, se necesitan al menos cinco de estas “mitades pobres” combinadas para acumular el patrimonio del 1% más rico. Si bien la situación es algo mejor en la riqueza inmobiliaria, en virtud de que mayor cantidad de personas acceden a una vivienda propia en comparación con otros activos, la riqueza empresarial y la financiera se encuentran fuertemente concentradas. Las estimaciones indican que casi el 80% de la riqueza financiera está en manos del 1% más rico, y el 54% en manos de 0.1%. Virtualmente la totalidad de la riqueza empresarial se encuentra en manos del 1% más rico y casi el 90% en manos del 0.1%. Esto quiere decir que 2500 personas, ese 0.1%, poseen más de la mitad de la riqueza financiera uruguaya y casi el 90% de la empresarial.

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