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La ignorancia y el olvido te condenan

Por Enrique Ortega Salinas.

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“No nos dominarán por la fuerza, sino por la ignorancia”. Simón Bolívar.

 

El problema no es sólo lo que te ocultan; el problema es lo que olvidas. La falta de compromiso con los procesos políticos y sociales hará el resto. Es curioso, pero toda la gente que conozco que se define como apolítica termina siempre votando a la derecha. Y esa falta de compromiso termina condenando muchas veces a sus familias y a su país a caer en manos de políticos como Macri en Argentina, Temer en Brasil o Abdón Benítez en Paraguay. Es curioso también que quienes restan importancia a las definiciones de izquierda y derecha, como Mirtha Legrand, siempre son de derecha.

Dicen los religiosos que el mayor mérito del Diablo es hacernos creer que no existe. El mismo mérito tienen los imperios, que han hecho creer a mucha gente que ya no existen. Sin embargo, existen, sólo que han refinado sus métodos. Ya no clavan su bandera en los países sometidos; prefieren el logo de las multinacionales. Ya no les imponen un virrey; prefieren un cipayo con el mismo color de piel y acento que los sometidos. Ya no invierten tanto en mercenarios; prefieren comprar periodistas.

La historia y las noticias suelen ser ficciones creadas por quienes ostentan el poder. Tanto el pasado como el presente se muestran en la versión más conveniente para sus propósitos. Por todo esto quiero recordarte un episodio de los que no debes ignorar u olvidar porque marcan claramente cómo operan la derecha internacional y los fabricantes de realidades.

Historia

Déjame retroceder unos pocos años.

La soldado Jessica Lynch, que unos minutos antes conducía un camión de cinco toneladas y un remolque con pertrechos acompañando a la 3ª División de Infantería mecanizada en su camino a Bagdad, estaba acorralada.

Llevaban 48 horas de duro recorrido en medio de tormentas de arena cuando el motor de su vehículo se detuvo y Jessica se montó en el Humvee de la sargento Lori, india hopi, su camarada y mejor amiga. Un error del GPS llevó a los 16 vehículos del convoy a atravesar un puente y encontrarse en territorio dominado por el enemigo. Se suponía que no debían atravesar el Éufrates, pero el cansancio y las nubes de arena les jugaron una mala pasada; habían cruzado la línea del frente y estaban en las calles de Nassiriya. Al percibir el error y notar que los combatientes iraquíes comenzaban a brotar por una y otra calle, el capitán intentó la retirada. Disparos distantes le hicieron comprender algo peor: el convoy estaba dividido en dos y el puesto militar aliado por el que habían pasado poco antes estaba siendo atacado. No sólo eso. Los fedayines habían bloqueado la vía de retirada con un autobús y neumáticos y una brutal balacera cayó sobre aquella parte de la caravana.

Bajo aquella lluvia de fuego, la sargento Lori Pietsewa, tras subir a bordo a dos compañeros cuyo vehículo fue acribillado, aceleró su Humvee, especie de Jeep cerrado, e intentó escapar de la encerrona, con tal mala fortuna que no pudo evitar chocar contra otro camión destruido por el fuego enemigo. Ahora, Jessica Lynch, tras salir herida del vehículo, estaba allí. Los iraquíes avanzaban hacia ella como lobos hambrientos a la casa de una leona herida. Aquella chica, de sólo 19 años y que soñaba con ser maestra, decidió que si iba a morir, iba a morir matando; si iba a morir, iba a morir por algo. Su arma comenzó a vomitar fuego a diestra y siniestra sembrando la muerte. Era un 23 de marzo, en un lugar cercano a Nassiriya. Sus compañeros, uno tras otro, fueron cayendo muertos a su lado hasta que quedó sola. Herida en una pierna y un brazo, sólo pudieron capturarla cuando disparó su último proyectil. Ya en cautiverio, fue torturada y, por supuesto, violada por los salvajes iraquíes.

Antes de ser ejecutada, las Fuerzas Especiales (bajo la consigna de no abandonar jamás a un compañero) realizaron una sorprendente, heroica y mitológica operación de rescate, a sangre y fuego, con uña y diente; la sacaron del infierno un 2 de abril y la devolvieron a su patria, que la recibió con flores, pancartas, ondear de banderas y lágrimas de admiración. Llegó a su hogar de West Virginia en un helicóptero militar Black Hawk, con tres medallas en el pecho y una silla de ruedas. Para sostenerse en pie, pese a haber estado tres meses en un hospital de Washington, aún requería un bastón, pero ya se recuperaría.

¿Qué soldado en el frente no se inspiraría en esta historia para dar lo mejor de sí en el combate contra las fuerzas del mal? ¿Qué soldado en la reserva no se inflamaría de coraje y pediría ser enviado al centro de la guerra para exterminar a los malditos árabes?

Los pueblos necesitan héroes en los cuales inspirarse para enfrentar la adversidad; sobre todo cuando advierten que en una guerra les están pateando el trasero. Por eso el Pentágono fabricó semejante patraña; porque eso y no otra cosa ha sido esta historia; una gran mentira destinada a emocionar a todo el pueblo estadounidense y el mundo y vestir de gloria a la invasión yanqui, que no perseguía otra cosa que el petróleo y el control de la región. Casi lo lograron.

Iniciada en marzo de 2003 con la excusa de que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva (las que jamás fueron encontradas), la invasión, que supuestamente resolvería todo en un par de semanas, se convirtió en un callejón sin salida. Los ataúdes que regresaban de Irak eran tantos que George W. Bush prohibió fotografiarlos para no desanimar a los combatientes y a la opinión pública. Los republicanos habían conducido a los estadounidense hacia un segundo Vietnam. Donald Rumsfeld y el hijo bobo de los Bush necesitaban renovar el ardor patriótico.

Gracias a los delincuentes del Rendon Group y la complicidad de The New York Times y The Washington Post estuvieron a punto de hacernos creer que el video presentado por el comando central era verdadero y no un invento creado por el gabinete de comunicación.

Era un 2 de abril de 2003.

 

Las patas de la mentira

La historia era real hasta el choque contra el camión. Lynch salió del vehículo con una herida en la cabeza, una dislocación del tobillo y el fémur partido. En tal estado sólo le quedaba hacer lo que realmente hizo: tirarse a tierra rogando por su vida. Los malvados iraquíes llevaron a Jessica y a su amiga Lori al hospital Saddam Hussein y le salvaron la vida al atender a tiempo una hemorragia interna en la cadera, no pudiendo salvar también a la sargento, y se ordenó que la soldado fuera entregada a los estadounidenses, por lo que una ambulancia fue enviada hasta el puesto militar más cercano; pero no pudieron lograrlo, ya que los guardias norteamericanos recibieron a la ambulancia a balazos.

De todas formas, la noticia de que Jessica estaba en ese hospital y que los soldados enemigos se habían ido llegó hasta el comando. El Pentágono quiso entonces aprovechar la situación y sacarle el máximo provecho. Necesitaban un héroe en Irak, pero la providencia les ponía en las manos algo mejor: una heroína. Una chica blanca violada por los sucios y cetrinos árabes sería un puñal revolviéndose en el alma de los estadounidenses, que clamarían por más presupuesto para las fuerzas invasoras. De inmediato llamaron al gabinete de relaciones públicas, conocido como The Rendon Group.

No era la primera vez que John Rendon vendía una mentira a la opinión pública. Ya había desempeñado un rol determinante tras la anexión de Kuwait por parte de Irak, al convencer a las principales potencias de formar una coalición para liberar a la pobre e inocente nación agredida. En aquel momento la familia real le pagaba unos 100.000 dólares por mes. Cuando los soldados estadounidenses estaban listos para ingresar a la capital, Rendon logró retrasar la entrada triunfal debido a que la puesta en escena no estaba a punto. Sólo cuando miles de banderas estadounidenses fueron terminadas de distribuir entre los pobladores, se autorizó el ingreso.

Este genial vendedor de ideas fue el encargado de justificar la invasión a Panamá y la guerra de Kosovo. Su misión era ahora crear un rescate y elaborar un video al mejor estilo de Hollywood. El problema estuvo en que, por el entusiasmo, se le fue la mano. Marines, rangers, fuerza aérea y comandos navales. ¿No era mucho? Parece que no, por lo que también entró en escena el avión AC-130 Gunship y otro destinado a filmar la operación de rescate. También inventaron el hallazgo de una cámara de torturas con baterías y electrodos. Para evitar que Lynch cometiera algún error en sus declaraciones a la prensa le inventaron un shock traumático debido al cual no recordaba los detalles de la tortura y supuesta violación. Tal como estaba previsto, no faltó quien pagara un millón de dólares a los Lynch para escribir “La historia de Jessica Lynch”. Rick Bragg fue el otro cómplice necesario para refrendar la gran mentira. Las grandes cadenas noticiosas se encargaron de la promoción gratuita de su libro.

Todo fue bien hasta que la misma Jessica Lynch terminó reconociendo las mentiras del Pentágono en abril de 2007. Nunca disparó un solo tiro contra sus captores, quienes además le salvaron la vida. Jessica y los familiares del capitán Pat Tillman, estrella de fútbol americano que muriera en Afganistán, acusaron en el Congreso al Pentágono por “difundir narraciones falsas de hechos heroicos para engañar a los estadounidenses”.

Tillman había quedado tan impactado con la propaganda realizada en torno al ataque a las Torres Gemelas que rechazó un contrato por 3,6 millones de dólares para ir a combatir como voluntario a Afganistán. Integrado a los rangers, murió accidentalmente por disparos efectuados por sus mismos compañeros, pero el Pentágono le hizo un pequeño retoque a la historia y terminó muriendo heroicamente el 4 de abril de 2004 combatiendo contra los “malditos” talibanes, razón por la cual le otorgaron la Estrella de Plata. La declaración de Kevin Tillman ante el Congreso fue contundente, ya que cuando murió su hermano, viajaba en el convoy que precedía al de Pat. “Esta historia ha sido planeada para engañar a la familia, pero lo más importante era engañar al pueblo americano”, concluyó Kevin, con dolor e indignación.

Hoy es lícito preguntarse si el tiroteo a la ambulancia que transportaba a Lynch fue producto del error de los soldados estadounidenses o tenían la orden de no recibirla para que luego pudieran enviar por ella e inventar la historia del temerario rescate. El médico que recibió a Lynch en Alemania antes de su regreso a Estados Unidos aseguró que la chica no presentaba ninguna herida de bala.

Para la derecha, la guerra y la política son un juego que como el póquer se gana con mentiras. La pregunta es qué historias, qué películas te están mostrando hoy en día para justificar el derrocamiento o encarcelamiento de líderes de izquierda. No digo que todos sean inocentes de todo; sólo te recuerdo cómo operan los enemigos. Queda en ti continuar creyendo en ellos o tener en cuenta que sus mentiras y la repetición a toda hora de las mismas son su modo predilecto y más efectivo para que dejes de apoyar a quienes no se postran ante el imperio.

No dejes que la ignorancia y el olvido te condenen a repetir el pasado.

 

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