Federico del Castillo ha hecho buena parte de su carrera siguiendo de cerca la gestión de las pasadas administraciones en el Ministerio del Interior, pudiendo apreciar las transformaciones que se impulsaron y recabando elementos para la tesis de su maestría que entre otros tópicos; plantea la necesidad de promover una reforma policial partiendo de la institución policial tal cual es y no como se la idealiza y en ese mismo sentido dice que nada aporta la clase política que se posiciona como hincha o crítico acérrimo de la Policía. Su visión permite además comprender algunas claves de por qué los trabajadores de este organismo especial del Estado tienen el índice mas alto de certificaciones médicas diagnosticadas con problemas en la salud mental.
Hacete socio para acceder a este contenido
Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.
ASOCIARMECaras y Caretas Diario
En tu email todos los días
¿Cómo se descontruye la visión del policía como un elemento unilateralmente represivo?
La Policía tiene funciones heterogéneas, si bien para buena parte de la sociedad y sobre todo de la izquierda la Policía es un elemento represivo con una imagen que se arrastra desde su participación en la dictadura cívico militar.
Los policías tienen funciones de fajineros, limpian las comisarías, cumplen tareas administrativas, atienden partos, responden a todo tipo de incidentes, incluso llegan a ser “guías turísticos”.
Decir que los policías son violentos como su función esencial anula sus otras dimensiones sociales.
La violencia policial no hay que entenderla como un elemento unidireccional que solo parte de la Policía, sino que, por ejemplo, cuando actúan en los barrios, son selectivos en cuanto al perfil de gente; en general su actuación va dirigida a jóvenes de los sectores populares que usan ropas deportivas; no la dirigen a la señora que viene del supermercado o al señor que viste traje con un maletín, que capaz está cometiendo un delito, pero el olfato policial se enfoca en los jóvenes que describía.
Del otro lado de la vereda, los pibes enfrentan esa violencia que ademas entre los suyos les da cierto prestigio y construye identidades, un capital simbólico importante a partir del enfrentamiento con la Policía, en un entorno donde las masculinidades están presentes de ambos lados.
Necesitamos una visión ampliada de la violencia policial, no solo en el acto concreto de un policía pegándole a un pibe, sino en cómo se construyen esos sentidos que legitiman el uso de la violencia para la Policía.
Ahora, muchos policías antes formaron parte de esa barra de pibes. ¿Cómo es el proceso que le cambia la visión para la nueva función?
El ingreso a la institución policial implica una ruptura con su medio, extraer el sustrato de civilidad que estaba presente en la subjetividad del policía y domesticarlo en un entorno policial.
Y eso sucede en las dos formaciones, tanto en la escala básica de agente a suboficial mayor, que es de seis meses y en la segunda escala de cadete a oficiales donde la formación es de tres años.
Cuando el policía ingresa a la escuela se le impone un nuevo entorno de vida donde está disciplinado las 24 horas del día, donde todos se levantan a la misma hora, se forman, deben hacer el saludo a los pabellones, comen todos juntos, los superiores les pasan revista, construyendo un fuerte espíritu de cuerpo con base en solidaridades y camaraderías y el aprendizaje de las cosas proscriptas, prescriptas y prohibidas.
El 10×10
La pedagogía utilizada para aprender esas conductas es violenta y es la forma de aprehender qué conductas son autorizadas y cuáles las prohibidas.
Por ejemplo todos los cadetes tienen en su bolsillo el famoso “10×10”, un cuadernito donde anotan diariamente todas las sanciones que van teniendo a lo largo de la jornada; por tener un botón desprendido, por no saludar correctamente a un superior, por no pararse firme, por cabecear en la clase, por dormirse, etcétera, y todo eso sucede en un régimen de internado.
Eso es la sustracción de la persona del mundo civil del que proviene para tenerlo inmerso en el mundo policial.
El hecho de estar uniformado durante cinco o seis días de la semana implica una ruptura con el mundo civil y eso genera un antes y un después en la persona que ingresa a la Policía.
¿Esa disciplina prusiana se justifica en la forma de construir el disciplinamiento para el funcionamiento en una estructura vertical?
Sí, es un resabio de la formación militar en una organización vertical, pero hay que desandar ese camino porque cuando uno empieza a examinar las jerarquías policiales de hecho, esa verticalidad se subvierte; por ejemplo cuando un oficial joven se recibe va a una comisaría como nueva autoridad, pero sin experiencia, pero en verdad el que administra el flujo de trabajo y tiene la experiencia es el sargento o suboficial que jerárquicamente está por debajo del oficial. Incluso hay algo previsto en la ley las “jerarquías accidentales”, porque en determinadas circunstancias hay un vacío puntual de un oficial. Por ejemplo, los delegados del sindicato policial que mayoritariamente son subalternos, pero que discuten en un pie de igualdad con los superiores. Entonces la jerarquía policial no es una cosa rígida.
No se es policía las 24 horas.
Esto no implica que ontológicamente la persona es policía para toda la vida; ello se visualizan así, pero el policía en su vida social está inmerso en mundo que trasciende a la Policía; van a ver deportes, van a bailar, muchos tienen otros trabajos, son choferes, el flujo social los atraviesa.
El Proyecto Institucional de la Policía es un proyecto destinado la fracaso en los hechos.
Hay que despolicializar a la Policía, ayudarles a entender que por ser policía no lo es todo el tiempo; ellos se ven así por la presión institucional de subsumir su condición de ser social y civil y es en esa clave que hay que analizar la violencia policial.
Olfato policial
El argentino Esteban Rodríguez Alzueta dice que el “olfato policial”,la sospecha policial, es en realidad “olfato social. Cuento una anécdota; el otro día se reunió el comisario con una persona referente de la comisión de fomento de un parque público, un parque muy bonito que no tiene problemas de seguridad, no hay datos de delitos, pero hay una suerte de “pánico moral” porque hay muchas personas que duermen allí. Yo consulté al comisario si consideraba que el parque era una zona conflictiva y me responde que no, que en su momento tuvo algún problema, pero ahora estaba controlado. Le pregunto al vecino, ya que yo mediaba en la reunión, y me dice “está muy complicado por las personas en situación de calle que viven allí”, y el comisario expresó que ese era un problemón, así que a la salida de la reunión un parque que no estaba considerado como un problema de seguridad terminó convirtiéndose en una zona conflictiva. La Policía se comprometió a llevar acciones adelante, aumentar el patrullaje en una zona donde no hay delitos. O sea, el olfato y la sospecha del vecino permeó la visión de la Policía.
Otro ejemplo es cómo la función lleva a “producir la construcción permanente del posible delito”. Un par de policías tenían una guardia durante horas sin un baño cerca ni condiciones de aprovisionamiento, en una zona donde no había registro de delitos, no pasaba nada. Yo caminé con ellos y les pregunté que hacían en una zona donde no pasaba nada y me dicen “no sabés lo que son los cuidacoches, nos vuelven locos”. Hay una productividad en la construcción de la ilegalidad y del delito por parte de la Policía. Frente al tedio se construyen problemas, administran de forma violenta cierta informalidad y en parte es la manera de canalizar las frustraciones y angustias de su propia tarea.
Los sentidos que creemos que la Policía tiene solo entre sus miembros están presentes en otros ámbitos, en los jueces, en las prácticas judiciales, en los prejuicios y criterios que utilizan los operadores de justicia para aplicar sus sentencias, en los vecinos que denuncian, que sospechan.
No hay que pensar a la Policía aislada de la de sociedad, como ella misma se percibe, hay que entenderla en una trama de significados compartida.
El arma como fetiche
En las fuerzas de seguridad depositamos el monopolio legítimo del uso de la fuerza. Es una institución donde el arma es un objeto sagrado, el arma para un policía no solo es una herramienta de trabajo, sino que de algún modo es un elemento fetichizado que define su identidad. Es un medio además que está asociado a sus posibilidades de ingreso fuera de su función de policía y que le permite que se lo contrate por el famoso servicio 222.
Cuando a un policía por razones de violencia doméstica es desarmando por protocolo, los policías entran en una crisis muy grande identidad.
La formación policial requiere adquirir competencias técnicas para poder usar armas, pero también requiere diversificar un poco los medios para ejercer su función; por ejemplo jerarquizar la palabra en la mediación que de hecho la utilizan en situaciones conflictivas, pero la formación debería profundizar esas capacidades para que apelar al uso de la violencia sea el último recurso.
¿Cómo operan las diversas presiones institucionales y sociales en el funcionario policial?
La función policial es muy sacrificada y tiene que ver en buena parte con esta división entre la función policial y la sociedad civil; y ese concepto del sacrificio los hace tolerar a los policías situaciones en el ámbito laboral que son muy problemáticas porque son violaciones de los derechos laborales básicos, pero los policías lo toleran porque consideran su función como sacrificada y tienen una visión muy elevada del sacrificio como un valor moral.
En la casuística de la trayectoria laboral uno puede apreciar abusos permanentes por parte de sus superiores, sanciones que además de ser arrestos también son pecuniarias en un sueldo magro, lo que ocasiona graves problemas, traslados arbitrarios, persecución sindical (quienes están afiliados al sindicato reciben mas sanciones que los no afiliados), acoso laboral, acoso sexual, horarios muy extensos que generan el desgaste emocional y que ellos denominan “quebrarse”.
El quebrarse implica solicitar certificación médica porque no aguantan más y desde la institución se les responde que piden médico porque no quieren trabajar y la alta certificación, que es la más alta de todos los empleos públicos, es por algo, no porque los policías no quieran trabajar.
Trabajan en condiciones de mierda donde un organismo público está deteriorando la salud mental de sus trabajadores, nada menos que para cumplir la función de seguridad de la sociedad.
La solución no es únicamente el aumento de sueldo como ya se ha hecho; hay situaciones mas allá del ingreso que hay que atender.
Las certificaciones médicas, los suicidios en la Policía como tantos otros temas no están estudiados; hay que construir datos, diagnosticar claramente, saber dónde se han dado los intentos de suicidio, los suicidios, las certificaciones, en qué zonas, en qué unidades, porque sucede más en unas que en otras, qué población afecta, para elaborar políticas preventivas efectivas. El desgaste en la salud mental, los intentos o suicidios, la violencia policial es una expresión de las condiciones de trabajo.
Repensar la función policial
Las últimas encuestas señalan que la sociedad uruguaya tiene un altísimo nivel de confianza en la Policía y yo creo que hay que aprovechar esa confianza dada por la sociedad para repensar la función policial. Es de las tasas mas altas en Latinoamérica desde hace muchos años, cerca de un 60% y en forma sostenida.
Yo creo que la discusión sobre la función policial está mal planteada porque se da en términos de ser “hinchas de la policía o antipolicía ” y eso es un error y lo plantean tanto de derecha como de izquierda.
La legitimidad de la Policía dada por esa confianza de la sociedad debe llevarnos a pensar canales de transformación de la Policía; reformar la Policía para que exista efectivamente un gobierno civil de la fuerza como lo dicta la ley y no que se autogobierne, que tengan metodología de trabajo basada en datos y no en la intuición, que trabaje resolviendo problemas y no de forma reactiva ante el delito, para que ser policía sea un trabajo atractivo y suponga una carrera con posibilidad de especialización y no llegar por descarte como opción laboral, que alguien pueda decir que quiere ser investigador, analista criminal, entonces ingresa a la Policía y luego pueda hacer una maestría.
Esa profesionalizacion mejoraría las condiciones de trabajo de la Policía.