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Seguridad: Siempre faltan 5 para el peso

Ocho asesinatos durante el pasado fin de semana, balaceras contra centros educativos y en las calles, femicidios, niños abusados. Mayo hizo crisis.

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El ministerio del Interior ordena modificar el fixture del Apertura porque “no puede garantizar la seguridad de dos partidos” que se juegan a 10 kilómetros de distancia. La violencia cunde en las calles de este país.

Desde la recuperación de la democracia las diferentes formas de criminalidad no han cesado de crecer.

En el mismo tiempo todo tipo de expertos han elaborado diagnósticos y sugerido soluciones.

Pero el problema trasciende gobiernos, ministros, expertos y la gente se siente cada vez más insegura y desprotegida.

Valdría la pena preguntarnos por las razones que han convertido a este pequeño país en un lugar tan violento.

Porque aunque haya naciones y sociedades más violentas, la cercanía nos impone la preocupación.

Durante el mes que terminó se cometieron 42 homicidios. El mayor número mensual de los últimos 37 años.

El ministro del Interior, Luis Alberto Heber, dijo que “para la Policía es imposible impedir un homicidio”. Y tiene razón. Aunque no es lo que sostenía cuando le reclamaba por lo mismo a su antecesor, Eduardo Bonomi.

Precisamente este ha sido el mayor problema a la hora de enfrentar la inseguridad. Que como todos saben, no es solo un asunto policial.

El único que convocó a una mesa de diálogo fue el expresidente Tabaré Vázquez, durante su primer gobierno. Participaron representantes de todos los partidos. Pero no se produjeron avances porque la oposición pretendía imponer sus criterios al oficialismo.

Casualmente lo mismo que hoy rechaza el Partido Nacional en el gobierno.

Convertir el tema seguridad en un asunto político partidario es lo peor que pudo pasarnos porque aleja cualquier posibilidad de acuerdo.

Eso hizo la oposición durante los 10 años de Bonomi al frente del ministerio.

Se argumentaba el fracaso de las políticas implementadas. Pero a mediados de los 80 el entonces presidente Julio María Sanguinetti ya hablaba de “una crisis de seguridad”.

En campaña electoral el Partido Nacional sostuvo que con mano dura, con una Policía respetada y con los mejores en los cargos, obtendrían otros resultados.

Apenas ganó propuso la Ley de Urgente Consideración, que contenía un capítulo entero referido a seguridad.

Plebiscito por medio, la LUC se mantuvo.

Los números de delitos mejoraron no por la acción policial, sino por el encierro provocado por la pandemia. Aun así porcentualmente los números fueron peores a los obtenidos por la mayoría de los países cuyos ciudadanos también estaban encerrados.

La existencia de la LUC no ha contribuido en nada a mejorar el respeto ciudadano a la Policía. Porque aunque se grite a voz en cuello, la calidad profesional de nuestros efectivos está minada por los abusos, la corrupción y los delitos en que se han involucrado jefes de Policía, oficiales y funcionarios.

Para peor, al frente del ministerio se colocó a un parlamentario experimentado, pero que confiesa públicamente “no saber nada del tema”.

Hoy el ministerio tiene graves problemas. Carece de los móviles necesarios para realizar patrullajes; los salarios no solo han perdido valor, sino que además son injustos; la preparación de los aspirantes no es la adecuada y desconocen las leyes; la corrupción es alta.

En las últimas horas el ministerio del Interior ordenó modificar el fixture del torneo Apertura “porque no está en condiciones de garantizar la seguridad” en dos de los encuentros que su jugarían a la misma hora.

Siempre nos faltan 5 para el peso

“Lo que está pasando en Peñarol dentro de un mes va a pasar en otro lado”

El domingo 29 un comerciante del barrio Peñarol fue asesinado y su esposa, gravemente herida.

“Hemos perdido a Washington, lo asesinaron, y tenemos a Ana peleando por su vida. Todo esto para robarle unos pesos del almacén donde trabajaba todos los días”, dijeron los vecinos y difundió Subrayado.

“Se escuchó al ministro del Interior decir que había seis móviles en el barrio a la hora de los hechos. No tenemos por qué dudar que había seis móviles, pero en el momento del ataque a Washington, vino solo uno y se tuvo que ir con Ana a llevarla minutos más tarde, porque se moría también, ya que la emergencia demoró un tiempo en llegar. “La Policía hizo lo que estaba a su alcance en ese momento”, dijo un vecino conmovido por la tragedia.

Y con una sensatez admirable, agregó: “Lo que está pasando en Peñarol dentro de un mes va a pasar en otro lado. Se corre de lugar esta situación. Por eso es imprescindible dejar la política de lado”.

La universidad del delito

El criminólogo Germán Aller sostuvo que “los delincuentes han perdido todos los códigos. Antes, por ejemplo, no robaban en su barrio”. Tiene razón Aller. Dos razones han motivado la pérdida de valores: el narcotráfico y las cárceles.

El daño que ha hecho el narcotráfico trasciende a los consumidores. Es ocioso mencionarlo porque es un drama que viven muchos uruguayos. Pero el tema cárceles es como una serpiente que se muerde la cola. Los parlamentarios y políticos, azuzados por sus votantes, han aprobado una enorme cantidad de leyes cada vez más duras y represivas. Como si los delincuentes anduvieran con el Código Penal bajo el brazo. Lo único que han logrado esas leyes es llenar las cárceles. Y someter a los presos a condiciones infrahumanas. De ese lugar casi nadie puede salir recuperado. Peor, porque el traslado de presos entre establecimientos carcelarios ha promovido el desarrollo de una verdadera universidad del delito.

Juntar “pesos pesados” con quien robó una garrafa fue un gravísimo error. Uno jamás mejorará y el otro aprenderá cómo sobrevivir cuando salga, en una sociedad que no da segundas oportunidades.

Resultado: Uruguay tiene la más alta tasa de prisionización de las tres Américas y, sin embargo, cada vez tenemos más inseguridad. Alguien con poder de decisión debería pensar en otro camino.

Por lo pronto, Juan Miguel Petit, comisionado parlamentario para cárceles, dijo a radio El Espectador que “el hacinamiento genera más delitos después en la calle”.

Y sostuvo que “se debería dejar la cárcel para quienes cometan los delitos más horrendos y para los otros pensar en penas alternativas”.

En tanto, varias medidas sugeridas por Jaime Saavedra, exdirector Nacional del Liberado, han comenzado a ser instrumentadas en algunas cárceles argentinas. Aquí, acosado por Larrañaga, debió renunciar.

Durante la gestión de Bonomi Saavedra fue director del Polo Industrial del Comcar. Una experiencia de trabajo en la unidad 4 de ese centro de reclusión, donde había cerca de 500 reclusos.

Según un estudio citado por la diaria, la reincidencia en esos módulos era del 10%, mientras el promedio del Comcar era del 25%.

Pero para que esto sea posible también es necesario que los ciudadanos repiensen su actitud. Porque muchos, más que justicia buscan venganza.

La actitud de Graciela Barrera, fundadora de la Asociación de Familiares de Víctimas de la Delincuencia (Asfavide), debería ser ejemplo de cómo convertir una tragedia familiar en una militancia por la vida.

Por supuesto que mientras hay que mejorar la educación; reducir los índices de pobreza y trabajar para superar la enorme grieta social,

El miedo

“El miedo comenzó siendo algo positivo en las sociedades prehistóricas, que salvaguardaba a nuestros antecesores de peligros como los depredadores, las inclemencias del tiempo y demás amenazas, colaborando así en la supervivencia de la especie.

A medida que las sociedades fueron avanzando, las teorías sobre los temores fueron creciendo paulatinamente, siendo utilizados en muchas ocasiones por los grandes poderes para controlar a las masas o para moldear a las poblaciones a su antojo”. (National Geographic)

Que somos una sociedad atemorizada no cabe ninguna duda.

Vaya a modo de ejemplo:

- Miedo a los menores delincuentes

- Miedo a los mayores delincuentes

- Miedo a la Policía

- Miedo a los eventos climáticos

- Miedo a las pandemias

- Miedo a perder el empleo

- Miedo a salir solos de noche

- Miedo a dejar la casa sola de día

-Miedo a la incertidumbre

El miedo no solo nos hace conscientes de posibles peligros externos, también ha servido para manipularnos social y políticamente.

Porque detrás están los grandes negocios y la cuestión del poder.

La seguridad es un gran negocio: rejas, alarmas, guardias privados, armas, casetas, perros, vehículos.

Los eventos climáticos -incontrolables para el ser humano- también son negocio: seguros, equipos especiales.

Ni que decir de las pandemias: medicamentos, vacunas, equipamiento especial.

Puede parecer ociosa esta lista, pero nos parece que se debe tener presente a la hora de analizar lo que nos ocurre.

Los dirigentes políticos han sido responsables directos de crear la epidemia de miedo.

Quienes fueron electos en 2020, conscientes de que la inseguridad socava a un gobierno, hicieron del tema su eje de campaña. Y el oficialismo de entonces respondió incorrectamente. Casi se podría decir que empleó la estrategia del “golpe del balde”.

Hoy el oficialismo tiene los mismos problemas que antes cuestionó, pero no parece tener soluciones.

Mucha gente se pregunta ahora cómo puede ser que habiendo beneficiado a los más pobres, habiendo estabilizado al país, habiendo generado miles de puestos de trabajo atrayendo inversiones jamás pensadas, el FA haya perdido el gobierno.

Esa misma gente tendrá seguro respuestas ideológicas y políticas, todas respetables. Sin embargo también deberían saber que hay dos temas que deciden cualquier campaña electoral: economía y seguridad. Y en ninguna de esas dos áreas le fue bien al gobierno frenteamplista, justo en año electoral.

El miedo opera contra la memoria. Por lo que de nada vale recordar lo bien que se estuvo, si no se puede superar el miedo.

Y solo se logrará sabiendo que hay otras personas a nuestro lado. Que tal vez esperan que alguien los haga sentir menos solos, más importantes y útiles. Y les tienda la mano.

Por aquello tan sabio que hace años escribió Yupanqui:

La sangre tiene razones

que hacen engordar las venas.

Pena sobre pena y pena

hacen que uno pegue el grito.

La arena es un puñadito

pero hay montañas de arena.

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