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Editorial

¿Hay derecha o es un mito?

Las fuerzas de los vivos

Por Alberto Grille.

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Caras y Caretas Diario

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Hace algunos años, se hablaba en nombre de “las fuerzas vivas”. “Los vivos” eran una entidad que supuestamente encarnaban los dueños de los medios de producción y sus gerentes, los productores agropecuarios y grandes comerciantes, los medios hegemónicos de la prensa, las cámaras empresariales y, desde hace ya algún tiempo, los “economistas independientes” neoliberales, privatizadores y partidarios de medidas contra trabajadores y jubilados, y nunca contra los grandes empresarios, sean latifundistas o importadores.

Arturo Jauretche, un gran pensador argentino famoso por sus ironías, decía que en vez de hablar de “fuerzas vivas” debía hablarse de “la fuerza de los vivos”, de los motores de la derecha oligárquica en todo el mundo. En esta representación ideológica, “los muertos” serían los trabajadores, los jubilados, los desocupados, los excluidos, los “intelectuales orgánicos” de la izquierda, los discriminados, los inmigrantes, las capas medias y los indigentes, quienes impulsarían o se beneficiarían del “populismo”, un proyecto político abyecto al que habría que exorcizar para que el diablo no se apodere de nuestro destino.

La idea es que habría dos proyectos: el de las fuerzas vivas, las fuerzas de los vivos, y el otro, silenciado, la fuerza de los sin voz, las fuerzas de los que no están vivos, los que no son vivos, en buen romance, las fuerzas de los muertos bobos.

Los vivos piensan mucho. Piensan tan bien que representan el sentido común, son la expresión mediática de la cultura mayoritaria. Piensan que el capitalismo es natural, creen como Sonsol que los pobres y los ricos parten de la misma línea de largada, creen que solo dependemos de nuestro esfuerzo, dicen que las empresas públicas funcionan peor que las privadas, que los gerentes son más eficaces que los políticos, y que el mercado es el mejor regulador de la economía y quien distribuye mejor.

Yo pienso que hay que tener mucho ojito con lo que nos recomiendan “las fuerzas vivas”. Es más, recomiendo ponerse en la vereda de enfrente de “la fuerza de los vivos”, y advierto que a veces los que más debieran hacerlo se descuidan.

Las fuerzas de los vivos hoy están con viento en la camiseta porque creen que están en condiciones de atrapar al ratón, y los muertos tenemos que darnos patadas en el traste para empujarnos, porque creemos que las conquistas son eternas y que nadie nos va a sacar los derechos que tenemos. Pero lo que tenemos es efímero y los que nos quieren quitar tienden a ser, al menos, muy duraderos.

La derecha uruguaya hoy controla las principales usinas de pensamiento económico que encuentran eco en los grandes medios y los alimentan para ser la vanguardia, como lo fueron en la lucha electoral, que fue una larga guerra de guerrillas de cinco años, o tal vez más, de duración.

No voy a nombrar a todas las usinas ni los fogoneros, me alcanza con señalar al gran timonel, la Academia Nacional de Economía, que solo tiene economistas de derecha y que tiene entre sus miembros a Juan Carlos Blanco, como tuvo hasta su muerte al dictador Juan María Bordaberry, aunque el lector no lo crea.

Estos think tanks tuvieron un relevante papel en la larga campaña política que culminó con el triunfo del proyecto político neoliberal, y actuaron disfrazados de Papá Noel sin tener necesidad de entrar por la chimenea porque el proyecto progresista, tolerante, democrático e ingenuo le abrió la puerta de par en par para que el viejo gordinflón entrara “como de a caballo” con el trineo y los seis renos.

Pasada la elección, el disfraz de viejo Noel les sobra y comienzan a asumir su verdadero rostro proponiendo iniciativas económicas para que las elaboren las cámaras empresariales y los grandes medios de prensa, e impulsen a la «Coalición Multicolor» que encabeza Luis Lacalle Pou.

Entre los Think Tanks, el más más famoso es el que juega con el firme apoyo de El Observador; voy a hablar de Ceres y su nuevo titular, Guillermo Tolosa con sus propuestas para atacar el déficit fiscal solamente desde el punto de vista de la Previsión Social; y en próxima edición me ocuparé del “Manifiesto” que publicaron once “personalidades” (entre ellas la presidenta de Ancap elegida por el Frente Amplio, Marta Jara) para “reformar la gobernanza de las Empresas Públicas”, es decir, introducirles los “caballos de Troya” (como hacerlas cotizar en Bolsa o vender una parte de sus acciones a privados), que logren “eludiendo” la Constitución, no solo lo que esta dice, sino el patrimonio que el pueblo uruguayo votó que no se enajenara.

La verdad es que los “amigos” que le han aparecido al presidente electo son muy peligrosos y quieren desatar vientos que nos traerían quién sabe qué tempestades. Vamos por partes, porque Tolosa es más bravo y muerde más que Manini.

 

Trabajadores y jubilados tienen la culpa del déficit fiscal

El Economista Guillermo Tolosa sustituyó a Ernesto Talvi en la dirección de Ceres. Tolosa hasta hace unas semanas había sido un analista recatado, moderado en sus apariciones, pero llegó diciembre y salió la verdad deslumbrando. Sin perjuicio de su abultado currículum, me temo que el economista Guilermo Tolosa no calificaría ni ahí para ser elegido, ni de pedo, para el Instituto Cuesta Duarte. No es lo que se dice un outsider. Según nos cuenta el mismo en Búsqueda, tiene algo más de cuarenta años, llegó a Washington a los 25 años, vivió en la capital del mundo en un apartamento que le prestó un “millonario” (¿?), tiene un PhD de la Universidad de California, vivió en Estados Unidos, Armenia y Rumania como consultor y Economista y Gerente de Proyectos del Fondo Monetario Internacional (FMI), se enamoró de su esposa en las playas de José Ignacio, enseña en la Universidad de Montevideo del Opus Dei, es católico y sus principales pasatiempos son la meditación y el retiro espiritual. En una entrevista de El País del 11 de diciembre titulada “[…] el mal enfoque en las tarifas y el mejor ajuste posible”, comienza afirmando que “el ajuste fiscal, la discusión por las tarifas, la competitividad [léase, la devaluación], la reforma de la seguridad social. Son todos temas que deberá encarar el nuevo gobierno y que van a llevar a ‘tensiones muy difíciles de resolver’”. La amenaza de lío en puerta no la hace Andrade ni Lucía ni el PIT-CNT; las amenazas de “aprontate pa los palos” vienen del chico que cobró en seis años, en sueldos de economista del FMI y director de los programas de Armenia y Rumania, la voluminosa suma de 1.200.000 euros.

Obsérvese que no hay ni siquiera una apelación, por mentirosa que fuese, a las palabras desarrollo, crecimiento, fortalecimiento del sistema productivo, mejora de las ramas de actividad, de la investigación y la innovación (que hoy constituyen la ventaja comparativa principal de las naciones), de incremento del comercio, equidad social y muchos menos a la justicia social.

Por el contrario, nos recuerda Tolosa que hay que eliminar los subsidios al gasoil del transporte público, al supergas, a los plantadores de caña de azúcar de Bella Unión y que hay que cortar la luz en los asentamientos a aquellos consumidores que están colgados o aquellos indigentes que disponen de energía eléctrica.

Tolosa no viene con la motosierra como lo ordenaban hace pocos años los programas del FMI, ahora recomiendan hacer la amputación con bisturí eléctrico y rayos láser, cuestionando que los políticos fijen las tarifas públicas. No aclara su opinión sobre si deberían hacerlo los militares, los bomberos, los integrantes de Ceres, el FMI o la Academia de Economía.

A continuación se refiere al tema de la competitividad, o sea, a la posibilidad o no de devaluar fuertemente nuestra moneda en favor del dólar.

«La competitividad es un tema clave que hay que atacar […] Tiene que ver con el Banco Central (BCU) y su política de intervención. Desde el 2014 para acá el país en su conjunto ha ido a contramano de la depreciación importante de las monedas en términos reales” (en Argentina y Brasil). “Sacando los últimos meses que hubo factores más puntuales, el peso uruguayo fue el que menos se depreció. Si en los últimos años hubiera habido una política más relajada del BCU, la cosa hubiese sido distinta».

El centro del mensaje de Tolosa sobre la competividad es claro: la Autoridad Monetaria debe dejar de intervenir y el dólar debe aumentar su precio. Esto coincide con las declaraciones de Azucena Arbeleche y con el interés de la Cámara de Comercio, de la industria frigorífica, de las agremiaciones rurales, de las grandes empresas agroexportadoras –algunas de las cuales patrocinan a Ceres–, de la banca privada y de Un Solo Uruguay, aunque vaya en detrimento del poder adquisitivo de quienes tienen ingresos fijos como trabajadores y jubilados. Las tarifas públicas y el dólar –dice el nuevo gurú– se deben establecer por el mercado y no por los políticos ni por la intervención reguladora del Banco Central que cuando interviene tiene que tener en cuenta otros factores como la inflación, el consumo y el mercado del trabajo.

Don Guillermo Tolosa, a diferencia de Ernesto Talvi, no se disfraza de batllista y, envalentonado por los resultados de las elecciones, dice lo que piensa. Preguntado sobre si es posible lograr un dólar más competitivo para el sector empresarial sin afectar al consumo, que ya viene estancado, responde: “No. Las devaluaciones siempre implican una caída del poder adquisitivo de la gente, eso no hay vuelta porque se encarecen los bienes importados que dependen críticamente del valor del dólar y como una parte de la canasta de consumo es importada, por más que no haya ningún traspaso al resto de los bienes, necesariamente el poder adquisitivo baja. Es inevitable». Tolosa nos anuncia que es inevitable que habrá que despedirse de los cero quilómetros, de las vacaciones en el exterior, de los zapatos deportivos de marcas, del atún español, de las remeras Hering, de los electrodomésticos nuevos, de los celulares y computadoras de última generación, de los juguetes importados, de los libros editados fuera del país, de los artistas extranjeros y los conciertos masivos, de la carne importada que sustituye la que nosotros vendemos al exterior.

La enseñanza del maestro Tolosa, dicha desde el púlpito empresarial, hoy corre con el caballo del comisario y es contundente e inapelable. Le duela a quien le duela la profecía nos revela que de pluma en pluma van a ir “desplumando el pollo”, para que no grite, como nos enseñara Julio Sanguinetti la semana pasada.

Y consultado acerca de si no termina siendo una política recesiva el dejar subir el dólar, con un consumo estancado, contesta Tolosa: “esas son encrucijadas difíciles para el país […] Es una tensión de corto y largo plazo”.

Así llega al punto central de las “encrucijadas difíciles” que últimamente ha hecho coincidir a varios economistas “independientes”: culpar del déficit fiscal a la Previsión Social, es decir, a los legítimos derechos de los jubilados actuales y futuros.

Dice Tolosa al respecto: “Hay cuestiones que involucran tensiones muy difíciles de resolver, que el momento de encararlas es al principio del gobierno (o sea en la ley de Urgente Consideración), si no, no se van a encarar, para mal o bien. Sobre todo esas que tienen que ver con una tensión de corto y largo plazo. La seguridad social, por ejemplo, cuando tenés un aumento del gasto en seguridad social del 70%, y en infraestructura el crecimiento es cero, eso dice mucho de la orientación hacia el futuro que tenemos como sociedad. El momento de apostar al largo plazo son los próximos dos años, en el sentido de que las elecciones están lejos, la coalición todavía va a estar operativa y firme. […] Después siempre se diluye ese ímpetu, pasa en Uruguay y en todos los países del mundo”.

Tolosa sabe mucho, ha dirigido las políticas del FMI en Armenia y Rumania, países que parecen ser parecidos al Uruguay. Al menos las recomendaciones del FMI han sido parecidas: reformas de la previsión social, control a la baja de los salarios, abatimiento del déficit fiscal, eliminación de los subsidios, suba de impuestos, aumento de las tarifas de los servicios públicos. En realidad siempre son las mismas recomendaciones, para Argentina, para Brasil, para Chile, para Ecuador, en Armenia, Grecia y Rumania, el FMI recomienda siempre igual: reforma de la seguridad social, devaluación, baja de salarios y jubilaciones, recorte de derechos, suba de las tarifas de los servicios públicos, libre comercio y baja del déficit fiscal.

Preguntado sobre si cree que va a haber una resistencia a esas reformas, contesta elípticamente que “confía en la madurez de nuestra clase política”.

 

El problema jubilatorio es gigante

La falacia, por decirlo muy elegantemente, de Guillermo Tolosa, en la que han incurrido también otros connotados economistas uruguayos, es presentar al “déficit del sistema de seguridad social” como el causante del déficit fiscal.

El mismo, al que todos los grandes medios de prensa han situado en 4,8% del Producto Interno Bruto (PIB), no es tal.

El informe oficial del Ministerio de Economía y Finanzas titulado “Resultado del Sector Público No Financiero a Octubre 2019”, del 29 de noviembre de 2019, señala que “El resultado fiscal del Sector Público No Financiero se ubicó en -2,7% del PIB en los doce meses móviles cerrados a octubre 2019. Dicha cifra incluye los ingresos del Fideicomiso de la Seguridad Social (este fideicomiso se registra desde octubre 2018 en el marco de lo previsto en la Ley Nº 19.590), que representaron en el mes de octubre 1,4% del PIB”; es decir que si se descontara –como lo hacen varios erróneamente (porque los “cincuentones” se irán jubilando en el correr de los años, lo cual además admite consideraciones varias)– el llamado “efecto cincuentones”, el déficit fiscal sería de 4,1%.

No lo es, porque según los manuales del FMI que siempre se usaron asciende a 2,7% del PIB, como señala el Comunicado del MEF.

Por cualquier duda, consultar: file:///C:/Users/USUARIO/Downloads/Comnicado_Octubre_2019%20(1).pdf

Ahora bien, el déficit fiscal, como sabe no ya un economista, sino cualquier ciudadano con escuela primaria terminada, es la suma algebraica de los ingresos y erogaciones del Estado, o sea que nunca puede identificarse una causa única o principal del déficit fiscal, ya que se origina en todos los gastos y en todos los ingresos. Con respecto a estos, incluso se podría decir que el déficit fiscal se origina en los ingresos que se dejan de percibir, porque si Uruguay repusiera las “detracciones” que cobraron tanto blancos como colorados (por ejemplo, a los vendedores de carne, que la han colocado toda a precios altísimos, como comentó con sonrisa a toda boca el designado ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, Carlos María Uriarte), ese déficit sería mucho menor.

Ahora bien, eso lo sabe el Ec. Tolosa, porque como al descuido le dice a El País: “El déficit del sistema de seguridad social en total sin incluir las transferencias del IVA es cerca de 7% del PIB, y ha explicado un deterioro de la situación fiscal en los últimos años que representa más de 1% del PIB”. Leímos bien, explica solo el aumento de más de 1% del PIB en los últimos años, no el 4,9% que los economistas como él atribuyen a esa categoría.

Pero su batalla en focalizar la lucha económica contra salarios y jubilaciones quedó mucho mejor demostrado en el artículo titulado “Tienen que existir medidas fiscales que mitiguen el aumento real de jubilaciones”, publicado el 7 de diciembre, donde se afirma que “el director académico de Ceres considera que la reforma más profunda y filosófica que se debe el sistema político es qué seguridad social quiere definir”, y que comienza diciendo: “Hay un elefante blanco que desvela al director ejecutivo de Ceres, Guillermo Tolosa, y que esta semana se encargó de tirar sobre la mesa para iniciar una discusión profunda y filosófica sobre el modelo de seguridad social de Uruguay. En entrevista con El Observador, el académico advirtió que la solución de fondo no pasa por elevar la edad de retiro o reducir las tasas de reemplazo de los futuros jubilados y consideró que el sistema político hoy debe estar a la altura para abordar este tema. Además, explicó por qué es necesario no dejar sola a la futura ministra de Economía Azucena Arbeleche cuando le toque poner la cara del doloroso y difícil ajuste fiscal de su gestión”.

Preguntado sobre por qué “dejó estampada una frase en su slide de presentación que decía «Todos somos Azucena», Tolosa contestó: «Porque se nos viene un momento difícil como país. El gobierno que asumiera iba a tener que dar malas noticias. Va a tener que administrar descontento en un mundo que se ha vuelto bastante enojado. Y con mucho descontento, el gobierno uruguayo va a tener que administrar más descontento aún. Es un proceso muy delicado para el país. Si uno elige el camino de no enfrentar esa realidad y no hacer un ajuste fiscal, tiene riesgo de caer en una situación de inestabilidad económica. Sin embargo, si uno se equivoca en la otra dirección y hace una ajuste demasiado duro y poco focalizado, uno puede llegar a generar inestabilidad social. La ministra (por Arbeleche) y el gobierno tienen que transitar ahora por este mundo tan complejo en un camino muy estrecho entre inestabilidad social e inestabilidad económica. Un paso en falso en cualquiera de las dos direcciones te absorbe y es muy difícil de escapar, como acaba de ocurrir en Chile con el estallido social. Es muy delicado el terreno en el que nos tenemos que meter como país. […] El ajuste no es una decisión de un partido político en particular, sino del Estado porque era inevitable. […] Es hora de empezar a pensar en ayudar en este proceso desde técnicos con diferentes afinidades ideológicas para ayudar a proponer soluciones concretas”.

Preguntado por qué el eje central de su exposición fue ese “elefante blanco de la seguridad social”, el actual director de Ceres respondió: “Somos un país donde el modelo es ser el mejor sistema de seguridad social del mundo. Si mirás los números, ese es el modelo que terminamos eligiendo los uruguayos con una serie de decisiones de los últimos 30 años. El grueso de eso tiene que ver con decisiones que se tomaron en 1989 (el plebiscito apoyado por todo el sistema político incluyendo a Luis Alberto Lacalle Herrera, y solamente impugnado por Jorge Batlle, que perdió esa elección a manos del dirigente blanco) o en 2008. Fueron decisiones que la clase política tomó y que hoy marcan la asignación de los escasos recursos que tenemos”.

Preguntado sobre cómo podría corregirse el mecanismo de indexación salarial de las pasividades sin modificar la Constitución, responde Tolosa: “No podemos ser naif y pensar que vamos a volver atrás la reforma de 1989, por más que las consecuencias cambiaron y la realidad fue radicalmente distinta de lo que creíamos. Es políticamente inviable, por mejores políticos que tengamos. Los adultos mayores son una parte demasiado importante de nuestra sociedad. Tenemos que pensar creativamente cómo encarar este problema. […] Hay que pensar también en otras alternativas y con esto me gano muchos enemigos en la profesión. La Constitución refiere al Índice Medio de Salarios. ¿El Índice Medio de Salarios de los uruguayos debe incluir a aquellos ingresos que son cero, de aquellos que no están trabajando? Si es medio, por qué no incluimos los que tienen cero ingreso con la enorme cantidad de desempleados que tenemos. Así, cuando hay más trabajadores que tienen cero de ingreso, el índice medio debería ser menor. Para los estadísticos y técnicos desde el manual de cómo se construye un Índice Medio de Salarios, esto es una especie de herejía de máximo grado por tener esa interpretación tan parcial. ¿Por qué no podemos pensar en cambiar la forma de indexación?”.

Así de claro lo ve el rconomista Guillermo Tolosa, con la misma creatividad de Milton Friedman asesorando a Augusto Pinochet: si no queremos respetar la Constitución y no podemos cambiarla porque el Soberano va a oponerse, entonces vamos a eludirla, aunque eso le granjee muchos enemigos.

 

Conclusiones sobre un eludidor de la Constitución

Confieso que me ha sorprendido mucho la brutalidad con la que este economista de 44 años, casado, con 3 hijos, que, según El Observador, “trabajó para el FMI y fue consultor global de Oxford Economics, es profesor de grado y posgrado en la Universidad de Montevideo, y tiene un doctorado en Economía por la Universidad de California”, o sea que no debe haber llevado una vida incómoda, quiere disponer a placer (y con cara de malo) de la vida y el sufrimiento de los trabajadores y jubilados de nuestro país, en donde él nació.

Propone medidas muy dolorosas… para los otros, para los vulnerables, para los trabajadores y para los jubilados, y encima eludiendo la Constitución.

En la última pregunta contesta que: “Estoy de acuerdo que las decisiones que más necesita el país, que va mucho más allá de la necesidad del ajuste fiscal, hay que encararlas de cualquier manera y esto es una oportunidad para hacerlo. No nos queda otra. Por más que esté enfatizado el tema de los riesgos y el dolor, es algo que nos debería poner contentos que finalmente tenemos un gobierno encerrado en tener que hacer el tipo de ajustes que hay que hacer”.

Me temo que, con estos consejos, estos consultores neoliberales –que viven en Carrasco, se educaron en el British, vienen del Fondo Monetario, y terminan en el Fondo Monetario, el BID o el Banco Mundial– a Luis Alberto Lacalle Pou lo están cagando. Pero sarna con gusto no pica.

 

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