Los espigones abandonados en ruinas a orillas del río Uruguay, en la localidad Fray Bentos, Departamento Río Negro, servían de embarque a la industria cárnica Liebig-Anglo establecida en 1845.
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El ministerio de Turismo concibió el denominado Paisaje Industrial Fray Bentos, y allí emprende mejoras y labores de reacondicionamiento para alentar flujos de visitantes a un sitio declarado en 2015 por la Unesco Patrimonio de la Humanidad.
“Queremos que el muelle luzca lo más parecido posible a sus orígenes”, en 1865, frente al edificio de las cámaras frías, cuando era utilizado para el embarque del extracto de carne destinado a la exportación, sostuvo el director general de Hidrografía, Andrés Nieto, involucrado en el proyecto.
Estudiosos británicos recuentan que desde allí «se aprovechaba todo de las reses, menos el mugido», en 1863 comenzó a producir «extracto de carne» y con el tiempo, ya en el siglo XX, «tuvo un profundo impacto en la manera en que el mundo come».
Durante la Segunda Guerra Mundial se le llamó «la cocina del mundo», ya que desde sus instalaciones procesadoras salían alimentos enlatados para soldados de la alianza contra el eje nazi fascista-japonés.
Los productos de Fray Bentos siguieron siendo populares en la Europa de posguerra, pero lentamente comenzaron a decaer a medida que la tecnología alimentaria se fue desarrollando y los hábitos alimenticios gradualmente cambiaron.
A fines de la década de 1960, el Frigorífico Anglo pasó a manos del gobierno uruguayo y finalmente cerró en 1979.
Pero allí quedan abierto al público como detenido en el tiempo los objetos del apogeo de la fábrica, sus talleres, equipamientos rudimentarios y camiones desvencijados, máquinas de escribir, carteles y hasta la planta donde en 1883 por primera vez se generó electricidad en Uruguay.