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blancos | Antel Arena |

Farsa

Lo que hicieron los blancos, en mi barrio, se llama corrupción

Carolina había advertido que todo se trataba de una operación política. El tiempo y la Justicia le dieron la razón.

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Desde el día 0, la estrategia de este gobierno -y los blancos- apuntó a demoler la imagen del Frente Amplio, la de los expresidentes Tabaré Vázquez y José Mujica, la del Pit-Cnt, la de la Fiscalía y, obviamente, intentar pulverizar la imagen de Yamandú Orsi y Carolina Cosse, los candidatos presidenciales cantados.

Paralelamente, el equipo dirigido por el publicista Roberto Lafluf, con el apoyo de los medios hegemónicos de desinformación, apostó a realzar la figura del presidente Luis Lacalle Pou, amplificando hechos que tenían que ver más con sus hábitos personales y vida privada que con su gestión; una gestión difícil de defender.

Desde el color de los semáforos, hasta la ciclovía, a Carolina le dispararon sin piedad toda la metralla que tenían, yendo desde un planteo de juicio político, que naufragó en el Parlamento, hasta una denuncia penal, por la construcción del Antel Arena, que naufragó en la órbita judicial. La infamia duró dos años. Dos años de golpear a la Intendente con todo el peso de los medios aliados, no siendo casual que, en el último año, el gobierno beneficiara a los tres canales más poderosos del país con 30 millones de dólares.

No nos engañemos. Los blancos siempre supieron que éste sería el final. Sus objetivos siempre fueron dos: beneficiar a sus amigos con auditorías y juicios pagados por el pueblo y dejar instalada la idea de que “algo hubo”.

Antel pagó 60.000 dólares a la empresa Ecovis, para auditar la construcción del Antel Arena y otros 40.000 a abogados externos para llevar adelante la causa judicial. La Justicia demostró que todo era mentira; pero los amigos de los amigos ya cobraron y el relato quedó flotando en el aire.

Una de las maneras que tienen el Partido Nacional y sus cortesanos para premiar a sus allegados es nombrarlos como “asesores” (aunque no tengan ni idea sobre el tema sobre el que tienen que asesorar) y la otra es encargar informes, auditorías y juicios a operadores externos. La auditoría por la construcción del Antel Arena fue encargada a Ecovis, de Marcelo Caiafa, quien se manifestó por la red X “Orgulloso de ser blanco”. ¿Qué objetividad cabía esperar de su parte? Por lo menos podría haber puesto algo de seriedad; pero hasta el fiscal tuvo que señalar que había sido poco serio tomar como fuente a Wikipedia y medios de prensa.

Efectivamente, a la luz de la manipulación, deformación y creación artera de datos y cifras de tal “auditoría”, cabe pensar que Caiafa extrajo la información del “Rincón del Vago”. Lo peor fue que la Jutep se basó en su informe para expedirse porque la junta carecía de otros medios para indagar como debía.

¿Qué tanto afectó esta canallada a Carolina? Como ha manifestado Leandro Grille: “Es bravo sostener una imagen pública de probidad y sensatez si todos los grandes medios se dedican durante varios años a señalarte como una corrupta, una despilfarradora y una irresponsable megalómana, sin aportar más que mentiras, suspicacias, datos manipulados y tergiversaciones múltiples ante una sociedad completamente indefensa frente a esta verdadera plaga de la patraña”.

Carolina había advertido que todo se trataba de una operación política. El tiempo y la Justicia le dieron la razón. Hoy el denunciante Gabriel Gurméndez (el mismo que como presidente de Antel benefició a las telefónicas privadas en lugar de defender a la empresa pública) es uno de los precandidatos a la presidencia por el Partido Colorado.

Del dictamen fiscal rescatamos dos frases contundentes:

* “No se advierte que las autoridades de ANTEL, actuando con abuso del cargo, hubieran realizado actos arbitrarios o sin fundamentación objetiva”.

* “No resulta admisible sostener -tal como lo hace el ente denunciante- que las autoridades de ANTEL de la época que suscribieron el multicitado convenio hayan actuado arbitrariamente o lo que es aún peor de forma ilícita”.

Sin embargo, ahora principales dirigentes del Partido Nacional ahora apuntan sus cañones contra la Fiscalía. Fueron tales las acusaciones improcedentes, producto de la furia blanca ante una justicia no domesticada, que la Asociación de Fiscales presentará una denuncia ante la ONU y la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

En el colmo del intento de manipular a la opinión pública, el expresidente de Antel, Ingeniero Gabriel Gurméndez, buscó culpar de todas los incumplimientos del gobierno al Antel Arena. “Terminan pagando los nabos de siempre, después se acaban los reflectores, se van los titulares y allí quedan estos costos adicionales que se pagaron y quedan esas escuelas que no están, esos Caif que faltan, esas policlínicas que no se encuentran”.

Ah, sí… Los 236 liceos, las 50.000 viviendas, los 100.000 puestos de trabajo y lo de no tocar la edad jubilaría… todo es culpa de Carolina y no de ellos.

Los nabos de siempre somos los que les pagamos a sus amigos una auditoría escandalosamente irresponsable y maliciosa y una denuncia planteada sin fundamentos serios ni información fidedigna. Lo que sí pagaríamos con gusto sería la terapia para la senadora Graciela Bianchi, quien en el extremo de sus delirios dictatoriales ha propuesto desmantelar la Fiscalía.

Dos años duró la farsa. No eran 120 millones de dólares, sino 88.

El dictamen del fiscal Machado recoge el testimonio de Gustavo Delgado, actual vicepresidente de la Ursec, que fuera director blanco de Antel en el período 2015-2020. El fiscal revela que el jerarca “manifestó que sabía que los U$S 40.000.000 referían a una parte de la obra -la obra civil- y no a la totalidad de los costos del complejo”. Es más, sus asesores siempre manejaron que el costo total de la obra iba a rondar los U$S 100.000.000”. El hecho es que costó menos de lo proyectado por los propios asesores blancos.

Conclusión: el senador Jorge Gandini y actual precandidato presidencial, mintió al decir en el Senado que hubo un sobrecosto de 63 millones de dólares.

“En mi barrio eso se llama corrupción” -dijo.

Pues bien, ahora que finaliza la película y la verdad ha quedado demostrada, tengo derecho a decir que lo que él, su partido y algún cortesano hicieron con esta maniobra, gastando 100.000 dólares entre sus amigos a sabiendas de que montaban una farsa, en mi barrio se llama corrupción.

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