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Mundo Chile | nueva Constitución | fuerzas del pinochetismo

Avance de la ultraderecha

Chile: un gran salto hacia atrás

Las elecciones para el Consejo Constitucional de Chile: el segundo gran golpe para el gobierno y el proceso de cambio.

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Caras y Caretas Diario

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Chile eligió el pasado domingo a quienes deberán redactar parcialmente la nueva Constitución. El resultado fue un golpe para el gobierno y las fuerzas progresistas: 23 de los 51 escaños quedaron en manos del Partido Republicano encabezado por José Antonio Kast, es decir, de quienes se opusieron desde la hora cero a que exista un cambio del texto constitucional redactado originalmente en 1980 bajo el gobierno de Augusto Pinochet.

El 35,40% de votos republicanos fue seguido por 28,59% obtenido por Unidad Chile, la alianza conformada por el Partido Comunista (PC), el Frente Amplio (FA), el Partido Socialista (PS) y el Partido Liberal. La coalición de gobierno obtuvo de esa manera 16 escaños, un número insuficiente para alcanzar las 2/5 partes necesarias para bloquear algún artículo dentro del órgano que se instalará el próximo 7 de junio en la sede del Congreso Nacional.

En tercer lugar, con 21,07% quedó la coalición Chile Seguro, formada por la Unión Democrática Independiente (UDI), Renovación Nacional y Evolución Política. La ahora también llamada “derecha democrática” alcanzó 11 escaños, un número clave, ya que unido a los 23 republicanos significaría las 3/5 partes necesarias para aprobar los artículos del texto que deberá ser validado o rechazado en el plebiscito que tendrá lugar el próximo mes de diciembre.

Finalmente varias fuerzas no obtuvieron escaños, como la coalición de centro Todo por Chile, integrada por partidos como el Partido por la Democracia; el Partido de la Gente encabezado por Franco Parisi; y la lista de Independientes. El consejo estará así integrado por tres tendencias políticas y un escaño indígena, en una aritmética que deja a los actores oficialistas en una posición desfavorable y ante una segunda gran derrota luego de la del pasado mes de setiembre.

El gran ganador

Las fuerzas del pinochetismo parecían condenadas a los subsuelos de la política en aquel octubre de 2019, cuando detonó el estallido y una de las consignas era “borrar tu legado será nuestro legado”, acompañada de la imagen de Pinochet. Pocos imaginaban entonces que menos de cuatro años después un partido encabezado por un defensor del dictador quedaría en mayoría para redactar la nueva Constitución.

¿Cómo ocurrió ese movimiento? El partido encabezado por Kast ya había logrado un resultado electoral alto en las presidenciales de 2021 al llegar a la segunda vuelta con 3.650.088 votos, perdiendo contra Gabriel Boric, que obtuvo entonces 4.620.890 votos. El Partido Republicano ya aparecía en ese mes de diciembre como una reacción conservadora al estallido, la propuesta del orden y la seguridad ante meses de movilización, impugnación, un desborde impugnador al modelo neoliberal.

Los republicanos alcanzaron menos votos el pasado domingo que en las presidenciales: 3.468.258 que le dieron los 23 escaños. No se trató entonces de un nuevo ascenso, sino de la capacidad de mantener un caudal de votantes articulados alrededor de una agenda securitaria: orden contra la crisis de inseguridad, contra la migración, contra el conflicto mapuche, mano dura ante una campaña de miedo repetida en grandes medios de comunicación.

Ahora, con 23 de los 51 escaños, el partido cuenta con dos elementos determinantes para la nueva Constitución. Tiene por sí solo las 2/5 partes necesarias para bloquear un artículo, y puede alcanzar la mayoría de 3/5 si logra una alianza con la derecha de la cual proviene el mismo Kast, nacido en las filas de la UDI. Una posición de fuerza para una formación que se planteó como defensora de la Constitución nacida bajo Pinochet que ahora deberá redactar el nuevo texto.

Despegarse de la derrota

El gobierno de Boric y el proceso de cambio recibió dos golpes mayores en un año y medio. Primero fue la derrota en el plebiscito de setiembre, cuando 61,89% del electorado rechazó la propuesta de nueva Constitución redactada por la Convención Constitucional dominada por fuerzas progresistas y de izquierda. El impacto fue directo para un Ejecutivo que llevaba solo seis meses en el gobierno y que en vista de ese resultado adverso cedió puestos claves del gabinete a fuerzas de la ex-Concertación como el PS.

El intento en ese momento, como ahora, del gobierno fue despegarse de las votaciones por la cuestión constitucional: mostrar su apoyo a una opción, pero mantener distancia. La imposibilidad de tal ejercicio de separación llevó a que muchos señalen cómo los bajos números de aprobación de la gestión gubernamental, situada ahora en 28% según la encuestadora Cadem, se trasladaron a los resultados en las urnas.

La derrota del pasado domingo fue entonces un golpe directo para un gobierno ampliado al PS que ahora manifiesta su necesidad de contar con apoyo de la “derecha democrática”. “A Chile Seguro y sus partidos los invito desde ya a construir grandes acuerdos para nuestra patria”, dijo Boric la noche de un resultado que le resultó adverso no solamente por no alcanzar las 2/5 partes, sino por no tener aliados para llegar a ese número. El progresismo busca ahora que la derecha tradicional no se alíe con la ultraderecha para construir una Constitución a su medida.

La situación para el joven gobierno progresista se presenta adversa. Los encuestas y resultados del domingo muestran la baja aprobación y respaldo a un presidente que llegó al Palacio de la Moneda con promesas de respuestas que para muchos aún no llegaron. ¿Qué márgenes de maniobra tiene el gobierno? La correlación dentro del Congreso es también difícil, en particular en vista de la posición de fuerzas de la derecha envalentonada por su resultado y por haber recuperado la iniciativa política.

El futuro de la crisis

“Las causas del malestar que se expresaron en el estallido de 2019 siguen vigentes”, afirmó Boric la noche de la derrota. Un indicativo de esa vigencia fue el número récord de votos nulos, 2.119.488 votos, y blancos, 568.490, para un total de 21,54%, siendo así la tercera fuerza en las urnas. Ese malestar, desilusionado por falta de respuestas del gobierno, le dio ahora una mayoría a la ultraderecha securitaria que tendrá dos opciones principales sobre la mesa.

Por una parte, avanzar en un texto junto a la derecha tradicional que deje blanco sobre negro el modelo neoliberal. Por otro lado, buscar una Constitución de mayor consenso con los partidos de gobierno, con concesiones hacia las demandas expresadas en las protestas. La primera opción podría traer el riesgo de que el texto sea nuevamente rechazado en el plebiscito de diciembre, lo cual abriría un escenario de incertidumbre en un contexto donde, según la encuesta de Criteria, 56% de la población manifiesta estar “cansada del tema constitucional”.

El texto será seguramente conservador sea cual sea el desenlace en vista de la arquitectura bajo la cual habrá sido diseñado. En efecto, el Consejo Constitucional es solo una de las tres partes encargadas de dar forma a la nueva Constitución: la primera es la Comisión Experta, conformada por 24 personas elegidas por los partidos en el Congreso y encargada de redactar el anteproyecto; y la segunda es el Comité Técnico de Admisibilidad, con la tarea de revisar que sean respetadas las llamadas 12 bases institucionales que el nuevo texto no podrá modificar.

Es decir que el Consejo, ahora de mayoría de derechas, no tendrá el poder de la anterior Convención Constitucional. El cuadro completo da cuenta de un escenario adverso para el cambio de Chile, un país que pasó de una impugnación multitudinaria al orden neoliberal a una ofensiva por parte de los actores que lo defendieron durante las últimas décadas. Una dinámica de estallido seguido de reacción conservadora en el marco de una crisis que puede no haber aún dicho su última palabra.

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