En Europa se les conoce como "biocombustibles" o "carburantes sostenibles". De sostenibles, sin embargo, tienen poco. Enclavados en el discurso de transición energética y descarbonización del transporte, han cogido un impulso importante ya que su quema y consumo suele generar menos emisiones a la atmósfera. Pese a ello, este tipo de combustibles tienen una cara oculta vinculada a su proceso de producción. Para que lleguen al tanque del vehículo se requiere de ingentes cantidades de aceites vegetales de soja, cuya producción se relaciona estrechamente con la pérdida de biodiversidad y de amplias zonas boscosas del Sur Global.
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En 2021, el Instituto Nacional de Pesquisas Espaciais (INPE) de Brasil registró el mayor pico de deforestación de los últimos 15 años, un incremento que se enclava dentro de una tendencia al alza en la que la pérdida de hectáreas boscosas se ha generalizado. Ahora, una publicación del grupo europeo Transport&Environment publica una investigación en la que se relaciona esta expansión de la tala con el incremento de la demanda de biocombustibles de soja o palma por parte de la Unión Europea.
La tendencia de las tasas de deforestación está haciendo que algunas regiones vuelvan a los registros de los años 90 del siglo pasado y esto está siendo aprovechado por las agroindustrias, que ocupan las tierras y asientas nuevas plantaciones. Europa, dice esta investigación, se ha convertido en el cliente perfecto, pues en los últimos cinco años ha duplicado la demanda de aceites vegetales de soja para fabricar los denominados biocombustibles. Hace quince años, prácticamente todo el peso de las importaciones de soja por parte de la UE se asentaba en usos alimentarios.
Tanto es así que, desde 2005 hasta la fecha, el 40% del incremento de la deforestación en la Amazonia asociada a la soja se vincula directamente con la demanda de biocarburantes en Europa.
En cifras actuales, el 30% de la soja que el viejo continente trae desde el otro lado del Atlántico se destina a la fabricación de carburantes catalogados como sostenibles. Además, sólo un 20% de la soja cultivada en la Amazonía se destina a consumo directo. Es decir, el grueso de la producción asociada a la deforestación tiene que ver con la demanda exterior, sea para biocombustibles o para producir alimentos.
Pero, ¿por qué Europa quiere cada vez más soja en lugar de otros aceites vegetales compatibles para fabricar biocombustibles? Los expertos de T&E achacan esta suerte de apogeo con la decisión de la Unión Europea de catalogar el aceite de palma como materia prima de alto riesgo e instar a eliminar su presencia de los carburantes en 2030. La producción que se generaba con este tipo de aceite no se ha eliminado, sino que se ha orientado hacia la soja, concentrando aún más los impactos.
Es por ello que los grupos conservacionistas europeos reclaman que la Comisión Europea catalogue como materia prima de alto riesgo para la deforestación a la soja y que, además, se prohíba el resto de cultivos vegetales destinados a fabricar biocarburantes. De esta forma, se pretende evitar que el veto a la soja se traduzca en un incremento de otros agronegocios asociados a la tala masiva.
Desde Ecologistas en Acción, señalan a Público que España juega un papel crucial en toda esta devastación ecológica, pues entre 2017 y 2021 se ha convertido en el segundo país europeo que más aceite de soja empleó para fabricar combustibles, sólo por detrás de Alemania. Recuerdan así que los Estados europeos tienen capacidad para legislar a nivel nacional e impedir que se importen productos con una cadena de valor manchada por la deforestación.
Por Alejandro Tena (vía Público)