Leandro Santoro (Buenos Aires, 1976) es una figura única en la política argentina. Militante desde los 13 años, es hijo del radicalismo de la UCR de Raúl Alfonsín. La unión de su partido con el macrismo llevó a Santoro a aproximarse al peronismo de Cristina Fernández de Kirchner, en el que encontró un espacio coherente con su ideario político, dentro del cual sería elegido diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires en 2021 bajo la coalición Frente de Todos.
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El pasado 24 de octubre, dos días después de que su candidatura a jefe de Gobierno de CABA (Ciudad Autónoma de Buenos Aires) lograrse un meritorio 32%, Santoro anunciaba su decisión de renunciar al balotaje al que el resultado inferior a los 51 puntos obtenido por Jorge Macri, primo del expresidente, le hubiera permitido acceder. “Primero los intereses generales, luego los de mi partido y luego los personales”, argumentó en los distintos platós de televisión que recorrió esa noche para explicar un difícil paso atrás, consensuado con el candidato nacional Sergio Massa, con la mirada puesta en el balotaje presidencial que el líder peronista afronta este domingo contra el ultra Javier Milei y una nación en vilo.
Santoro, a quien el propio Massa ha manifestado su intención de “convocar al Gobierno” en caso de ser elegido presidente, recibe a CTXT en su despacho de la planta 13 de la Cámara de Diputados de Argentina, a cinco días de lo que él mismo define como una “disyuntiva límite”, entre llamadas y reuniones de campaña.
¿Qué lectura hace de los resultados obtenidos por su espacio político el pasado 22 de octubre?
Creo que los votantes supieron diferenciar causa de consecuencia en materia de estabilidad socioeconómica. Que se ha entendido que no se trata de una mala gestión o una mala praxis, sino de una situación objetiva que nos excede, provocada por el impacto de la pandemia, una sequía que ha generado unas pérdidas de 22.000 millones de dólares, y el compromiso con el FMI que había asumido el Gobierno anterior.
Estamos hablando de una situación en la que las variables socioeconómicas en Argentina se han deteriorado profundamente. En la que el costo de vida es muy alto y el poder adquisitivo del salario se deteriora todos los meses debido a la inflación. En esta coyuntura tan difícil, creo que la gente ha reconocido en nosotros una coherencia, que entendieron que hicimos lo que hicimos porque hubo un contexto que cambió.
En el caso de CABA, hicimos una elección histórica dado este contexto tan complejo. Yo aparecía como una figura algo extraña y disruptiva porque pertenezco a una coalición que forma parte del peronismo, pero no provengo del peronismo, sino del radicalismo. Creo que logramos una propuesta amplia y polarizar con la marca del apellido Macri, que en la ciudad de Buenos Aires tiene una minoría intensa. Hicimos una elección de 32 puntos en la que interpelamos más allá del electorado identificado exclusivamente con el peronismo, que ronda el 20-25%.
Argentina se encuentra en una coyuntura económica sin precedentes en los últimos años, con inflación anual de cerca del 140% y una enorme pérdida del poder adquisitivo. ¿Cómo se explica que el candidato del peronismo sea Sergio Massa, actual ministro de Economía?
Hay un problema clave en Argentina que es la licuación del poder político, la amenaza de la ingobernabilidad. Esto es algo recurrente en la historia de este país por los golpes de Estado. El tema del poder político es un indicador clave para analizar la realidad política argentina.
El actual presidente es concebido por una gran parte de la población como un presidente débil, y creo que una de las ventajas que tiene Sergio Massa es que es percibido por la opinión pública como un hombre con vocación de poder, con hambre.
Él puede explicar por qué haría cosas distintas a la que ha hecho siendo ministro de Economía del último año del Gobierno por dos factores: él tuvo que resolver situaciones que heredó del gobierno de Macri y del ministro anterior, Martín Guzmán; y, en segundo lugar, puede afrontar las cosas de otra manera porque tiene una concepción distinta del poder.
Massa, de hecho, llega a ser candidato a petición directa a Cristina Fernández por parte de los gobernadores, una demostración de fortaleza política y vocación de poder que le pone en una posición más favorable que otros candidatos que quizá habrían estado en una posición más cómoda para explicar su crítica a la economía argentina. Sin embargo, ninguno tenía el volumen político, el conocimiento del Estado y el respaldo de los gobernadores que tiene Massa.
Usted ha recalcado en las últimas semanas la coyuntura histórica y la “disyuntiva límite” en la que se encuentra Argentina, siendo una de las voces públicas que más ha alertado de lo que está en juego en este balotaje. ¿Qué hace de esta situación algo tan excepcional? ¿Por qué considera a Milei un peligro de tal magnitud para el país?
En primer lugar, hablamos de una gran falta de formación política y de estabilidad emocional. Es el candidato menos maduro en términos emocionales que ha competido en la historia de Argentina y de América Latina. No recuerdo un candidato con las inconsistencias, contradicciones y reacciones personales de Milei.
Es peor que Trump y Bolsonaro. Ellos son dos animales políticos, nacionalistas, y con una estructura ideológica definida. Milei no la tiene. Tiene su mirada sobre la economía, muy asociada al libre mercado, pero hace aguas en todo el resto de dimensiones. En ningún país del mundo un candidato le dice a su electorado que va a romper relaciones económicas con sus principales socios comerciales. Es un delirio…
Es totalmente inconsistente e irracional. No conozco a ningún candidato que proponga vender órganos y niños, que incluya en su propuesta programática la posibilidad de privatizar el mar, o que tenga gente dentro de su partido, a diputadas electas como Lilia Limoine, que se hayan declarado terraplanistas.
“Ni siquiera es fascismo”, ha llegado a afirmar.
Él se inspira en los fascistas, pero solo tiene una cosa en común con ellos: los enemigos. En España, por ejemplo, la ultraderecha ha hecho cosas bastante infantiles, como comparar al PSOE con el comunismo. Hasta esas afirmaciones, que corren los límites de lo que se puede o no decir, están en el borde del sentido común y de la racionalidad. Milei redobló la apuesta, pasó esos límites. Tiene todos los defectos que el resto de la ultraderecha global, ninguna de las virtudes, y ha sumado defectos que no se encuentran en otros países.
¿Qué le puede esperar a Argentina en caso de una hipotética victoria de La Libertad Avanza en el balotaje del próximo 19N y una presidencia de Milei? ¿Podría entrar el país en una situación de ingobernabilidad? ¿Cree que podría llegar a derivar en un gobierno de corte autoritario que gobierne por fuera de las instituciones?
No sé bien cómo analizarlo porque existe la posibilidad de que, si le toca ser presidente, ejerza el poder de forma diferente de la que declara siendo candidato. No sé qué parte es verdad y qué parte es personaje. De lo que no tengo ninguna duda es de que, si se comporta como presidente como se está comportando como candidato, Argentina va a ser ingobernable y vamos a tener situaciones de gravedad institucional.
Manifiesta un profundo desconocimiento del funcionamiento del Estado. Por ejemplo, él plantea la dolarización de la economía. Eso tiene un límite constitucional. Hay una cuestión instrumental, que pasa por la cantidad de dólares que hay que tener para cambiar la base monetaria, pero después hay una cuestión legal que te tiene que permitir terminar con tu moneda. Él no explica nada de eso.
¿Qué papel han tenido los medios de comunicación en el surgimiento y el crecimiento de Milei? ¿Ha habido un tratamiento de su figura responsable sobre el peligro que representa?
Milei no se entiende sin el aparato mediático de periodistas e influencers claves a la hora de generar una opinión pública, y que han tratado de blanquearlo y amigarlo con el sentido común. Un ejemplo reciente: todo el mundo vio que el último debate fue una paliza de Massa, pero hay todo un dispositivo mediático tratando de hacer que la gente cambie el recuerdo de lo que vio.
En la creación del personaje y los espacios que se le dieron al inicio hubo una irresponsabilidad de los medios. Hay una expresión propia de aquí que sirve para entenderlo: “Esto era una joda y quedó”. He hablado mucho con productores y presentadores del país, y ninguno imaginó esto. Decían que les daba rating y se reían, pero nadie se lo tomaba en serio.
Fuimos naturalizando el chiste hasta que se hizo una realidad. Se ha dejado pasar. Y ese apoyo mediático sigue estando porque se está tratando de que no gane Massa a cualquier costo. Están utilizando a Milei sobre la hipótesis de que en el día de mañana Macri podrá controlarlo, sobre la idea de usar a un tipo que todo el mundo sospecha que está mal de cabeza para hundir al peronismo. Eligieron al peor de todos. Es una irresponsabilidad enorme.
El expresidente de Uruguay, José Mujica, aludió a “la mística” del peronismo tras el pasado 22N para explicar el inesperado resultado electoral que puso a Massa por encima de Milei. ¿A qué cree que se refiere Mujica? ¿Qué otorga al peronismo esa particularidad tan única y a veces difícil de entender fuera de la tradición política argentina?
Cuando vos escuchás cantar a los jóvenes peronistas, te hablan de los fusilamientos del 1955 y de los desaparecidos de la dictadura militar. Es la idea de que el peronismo es un movimiento histórico que se repone ante todas las adversidades. El peronismo construyó una mística, una identidad sobre una historia de resistencia, sobre la idea de recomponerse de las derrotas.
Es un movimiento que consiguió traer de vuelta a Perón tras 17 años de exilio, que se enfrentó a la dictadura y que, incluso, con el kirchnerismo logró hacerse cargo del país y recomponer el poder adquisitivo de la gente. Esa lucha contra la adversidad pone al peronismo en una posición diferente al resto de partidos e identidades que son mucho más débiles.
El peronismo puede hacer cosas que son impensables, dar la vuelta a resultados muy adversos. Hay hasta cierta analogía con el fútbol, con el ir perdiendo 0-4 y remontar hasta el 5-4. Argentina es un país en el que las situaciones disruptivas forman parte de nuestro ADN: el país del de la nada a la gloria. Los contrastes son parte de nuestra cultura, y el peronismo forma parte de esa idea. Es algo que se emparenta mucho con la historia de Argentina. La identidad cultural del peronismo tiene mucho que ver con la de nuestro país, con lo que el argentino medio siente.
¿Va a ser suficiente esa mística para detener a Milei, o va a hacer falta algo más?
No. Esto es tan solo la explicación de que sigamos compitiendo con un 140% de inflación, pero no significa que nos alcance para ganar.
Tras los resultados de la primera vuelta, la candidata de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich hizo público un acuerdo alcanzado con Javier Milei para acompañar su candidatura. Un acuerdo suscrito también por el expresidente Macri. ¿Cómo se explica este apoyo por parte del PRO a una opción como la que representa Milei? ¿Qué peso cree que va a tener este apoyo de cara al balotaje?
No creo que sea un apoyo que vaya a movilizar voto. Lo que sí ha hecho es darle a un sector pequeño (pero que puede ser estratégico) del electorado una sensación de estabilidad. Hay mucha gente que desconfiaba de Milei, pero que con el apoyo de Macri va a votar más tranquila al pensar que hay un seguro detrás, un respaldo de racionalidad.
Es una posición muy irresponsable y que implica mucho riesgo. Ni siquiera el propio Macri conoce en profundidad a Milei. Él mismo afirma que le vio dos veces en su vida y que charlaron en apenas cinco ocasiones. Creo que en Macri está pesando más su voluntad personal de revancha con Massa que un cálculo racional.
Macri es un hombre inteligente al que no se puede subestimar, pero ha operado este acuerdo de la manera más irresponsable. No puede ser que no calcule que el propio Milei se le puede ir de las manos, que es un inestable. Es un riesgo absolutamente injustificado.
Usted ha apelado a la necesidad de “convocar a todos”. Dice que, en caso de una victoria de Massa, Argentina necesita “otras reglas de juego”. ¿En qué coordenadas se plantearía un gobierno de unidad nacional en este contexto?
Argentina tiene un problema que no se resuelve de la noche a la mañana: un sistema de polarización extrema que se traduce en la sociedad civil. Es un enfrentamiento que está haciendo que la gente pueda argumentar de forma racional, pero que cuando decide su voto vaya a la irracionalidad. Si Massa gana va a tener que construir una despolarización de la sociedad.
Desde la teoría política uno podría llegar a la conclusión de que la forma de armar un gobierno nacional es después de un colapso social: que gane Milei y el país explote. Como si fuera una guerra. Que haya una catástrofe para que los que se atacan mutuamente puedan sentarse a acordar sin que sus bases les acusen de traidores. Esto está muy a flor de piel.
Si esto no es producto de un colapso, que esperamos que no lo sea, tenemos que ir construyendo de a poco. Hay que ir desescalando el nivel de violencia y polarización con mucha inteligencia, dando señales muy concretas. Massa ya dijo que su ministro de Economía no iba a ser de mi partido, sino un hombre más cercano a los mercados. No estamos hablando de un giro a la derecha, sino de una apertura. Convocando a los mejores, a los radicales, a los opositores…
Preguntado por los rumores (poco fundados) de que Milei pudiera llegar a renunciar al balotaje, usted hizo especial hincapié en que “a Milei hay que ganarle”. ¿Puede una victoria de estas características representar ese capital simbólico sobre el que articular la unidad?
Yo creo que sí. Depende mucho de ello lo que pase en los tres primeros meses del próximo gobierno. Hay que reconstruir el vínculo con la sociedad con gestos y símbolos. Es imposible hacer un plan de desarrollo sin un plan de estabilización, y esto requiere de condiciones políticas para aplicarlo que se dan de manera simbólica.
Argentina no puede pensar solo en un plan de desarrollo, debe pensar en un plan de estabilización y en un programa de acumulación de poder que es básicamente subjetivo y simbólico. Si Milei piensa que va a poder lograr estabilizar la macroeconomía dinamitando el sistema político se equivoca. Va a tener dos quilombos: el del Congreso y el del Banco Central.
En cualquier caso, parece que, pase lo que pase en el balotaje, el día 20 de noviembre Argentina será un país distinto al que conocemos hoy…
Argentina tiene que ser un país distinto, es algo que he hablado con Sergio [Massa]. No se puede seguir por el mismo camino. Para acomodar su macroeconomía el país va a tener que hacer una serie de cambios en la estructura de gobiernos, en la política fiscal y una serie de cosas que van a generar tensiones sociales. Vamos a tener que hablar mucho con la sociedad.
El problema de aquí es que el poder se licua rápido. Mientras ejerce el poder, un presidente también tiene que saber acumularlo. Cuando se ejerce el poder y tomas decisiones en un contexto de crisis, pierdes poder, pero lo tienes que hacer igual pensando en el medio y largo plazo. Cuando se gobierna, además de pensar en cómo vas gestionando y quemando poder, tienes que pensar en cómo ir construyendo poder. De lo contrario te quedas sin legitimidad.
Por Carlos H. de Frutos (vía Ctxt)