Es una reforma que, en términos generales, responde a las recomendaciones de expertos como la Ocde, Fedesarrollo y la Cepal, y que como de entrada reduce el esfuerzo de recaudo a la mitad de lo anunciado por la campaña de Petro, gana mayor viabilidad.
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Contrario a la costumbre de presentar las reformas tributarias muy al final del año para evitar el lobby de los grupos de presión, ayer lunes 8 de agosto, primer día hábil del gobierno Petro, y antes de que terminara la mañana, se presentó el texto completo del proyecto de ley de reforma tributaria “para la igualdad y la justicia social”.
La mayor carga tributaria la llevan las personas más adineradas y el sector extractivo. Aunque la reforma no establece unas destinaciones específicas de todos estos ingresos nuevos, según el Ministro de Hacienda José Ocampo, casi por definición, al gravar a las personas de más altos ingresos de una manera tan progresiva, se reducen automáticamente los índices de desigualdad. Un argumento que utilizarán en el Congreso para conseguir su aprobación.
Los 7 ejes de la reforma
1. El IVA no se toca
El proyecto no se mete con el Impuesto al Valor Agregado, IVA, salvo para eliminar el reciente invento de los días sin IVA.
Algunos centros de investigación, como Fedesarrollo, habían propuesto, por ejemplo, subir de manera gradual, en tres años, todos los bienes y servicios exentos, excluidos o gravados al 5% a una tarifa del 8 por ciento. Esa tímida modificación, que ni siquiera acercaba esos productos a la actual tarifa general del 19%, no fue tenida en cuenta en la propuesta de Ocampo.
Al tomar esta decisión, el Gobierno renuncia a tapar huecos y distorsiones importantes derivadas de un listado no del todo justificado de bienes y servicios exentos de este impuesto o con tarifa preferencial (tablets, seguros privados de salud, celulares), pero le apuesta a ganar viabilidad política.
Al ser el IVA un impuesto indirecto, pues el rico que compra una lavadora paga lo mismo que el pobre, se considera por los expertos un impuesto regresivo, o al menos no progresivo dado que el que gana más no paga más proporcionalmente. Por eso, además de ganar viabilidad política, al no tocar este tributo el gobierno refuerza el mensaje de que esta es una reforma que propende por una mayor igualdad.
2. Las personas más ricas llevan la mayor carga y cambia la definición de ‘ingreso’
‘Los ricos también lloran’ podría ser el título general del proyecto.
De los 25 billones que aspira a recaudar el gobierno en el primer año con esta reforma (50 billones al final del cuatrienio, con la implementación de algunas medidas antievasión), poco más de 8 billones provienen de reformas al impuesto de renta de personas naturales. Es decir, el 32% estará a cargo de personas de carne y hueso y no de empresas. Aunque no cualquier tipo de personas.
En términos puramente económicos, la clase media en Colombia está compuesta por quienes tienen un ingreso al mes de entre $690.524 y $3.718.204. Esta reforma afectará sólo a quienes tengan ingresos de más de diez millones de pesos al mes. Así que, de entrada, es una reforma orientada con bastante énfasis hacia la clase alta, incluso muy alta.
La forma de hacerlo es una combinación de varias herramientas, entre las que se destacan sobre todo dos: por un lado, establece una tarifa progresiva que va aumentando a medida que van aumentando los ingresos, hasta llegar a una del 25,7 por ciento para los ingresos muy altos, los que ganan de 140 millones de pesos al mes para arriba.
Y, por otro lado, la reforma modifica la forma de definir lo que constituye un ingreso. Es la modificación central de la reforma y la que más impacto va a generar.
Hoy en día, si una persona tiene un salario, paga una tarifa por ese ingreso; pero si en ese mismo mes, recibe una herencia, paga otra tarifa distinta; y, si además, recibe un dividendo, la tarifa es, de nuevo, distinta.
Esos conceptos, denominados “cédulas tributarias”, producen enormes distorsiones, pues, por ejemplo, un inversionista que recibe sobre todo dividendos — incluso si son millonarios— paga hoy apenas una tarifa del 10 por ciento, mientras que un asalariado pagaría mucho más después de cierto nivel (un asalariado de 25 millones de pesos paga una tarifa del 12%). Y las herencias pagan el 10 por ciento.
Lo que propone la reforma es tomar todos los ingresos de una persona, mezclarlos en una especie de gran bolsa o licuadora, y aplicarle la tarifa que corresponda, según la tabla progresiva, sin importar el tipo de ingreso que es.
Esto en general implicará una igualación de los impuestos entre rentistas y asalariados, pero, en general, un aumento de la tarifa para todo el mundo, si gana más de 10 millones por todos esos conceptos.
3. Crea un impuesto nuevo a las exportaciones de petróleo, carbón y oro
La reforma trae un nuevo impuesto a las exportaciones de productos extraídos del subsuelo, una propuesta que no aparece en ninguna recomendación de la Ocde (el denominado club de los países ricos), ni la Cepal (el centro de la ONU para estudios económicos latinoamericanos), ni Fedesarrollo o Econometría (dos de los centros de investigación económica más reputados de Colombia).
Con ese impuesto a las exportaciones de petróleo, carbón y oro, el gobierno aspira a recaudar 7 billones de pesos, el 28% del total. Más incluso que lo que pretende conseguir con las modificaciones del impuesto de renta a las empresas, por ejemplo.
Es un impuesto teledirigido a un sector específico, solo comparable en ese sentido con el impuesto a las bebidas azucaradas y a los alimentos ultraprocesados, de dimensiones mucho menores.
Es un impuesto que, según la exposición de motivos, “funciona como un pago al gobierno por los derechos a exportar un bien o servicio a otro país”.
El gobierno se anticipó con énfasis a las dos posibles críticas a semejante bomba.
La primera crítica es que estas empresas ya pagan regalías por lo cual este impuesto sería obligarlas a pagar dos veces por lo mismo, a lo cual Ocampo contestó que son dos cosas muy distintas: las regalías son simplemente el pago obvio que debe hacer quien explota y se enriquece por un activo que por Constitución le pertenece a la Nación, el subsuelo, mientras que el impuesto es el tributo por el ejercicio de una actividad económica como cualquier otra.
La segunda crítica es que este impuesto desincentiva la inversión. El Gobierno, dado su enfoque ambientalista y antiextractivista, contesta, palabras más, palabras menos, que esa es justamente la idea. O, en términos de la exposición de motivos, “el impuesto generaría incentivos para que Colombia avance con mayor rapidez hacia una estructura productiva con menor contribución de la producción minera y petrolera”.
4. Mantiene la misma tarifa de renta a las empresas y elimina casi todas las exenciones
Varios de los centros de pensamiento mencionados han sugerido con insistencia la necesidad de reducir la tarifa general del impuesto de renta de las empresas, pero al tiempo eliminar varias exenciones y tratamientos privilegiados a sectores específicos.
La reforma hace lo segundo, pero no lo primero.
De modo que sectores como el hotelero o la llamada “economía naranja” que tanto se promovió en el gobierno Duque, dejarán de tener tratamientos preferenciales y se someterán a la tarifa general del 35 por ciento.
La lógica de este cambio es que no tiene sentido que empresas del mismo tamaño e ingresos paguen un impuesto diferente por el sólo hecho de que están en sectores económicos diferentes.
La excepción a esta regla general es universalmente aceptada en casi todos los países de la Ocde: las empresas de salud y educación deben tener tratamientos privilegiados. Petro le agrega a esta lista obvia el tema de las empresas dedicadas a la conservación del medio ambiente.
Esta eliminación de la “desigualdad horizontal”, que nivela el campo de juego de las empresas, no vino acompañada, como se había anunciado en algún momento de la campaña y del empalme, por una reducción de la tarifa general.
Marcela Eslava, decana de economía de la Universidad de los Andes, dijo que este es un punto débil de la reforma: “me parece muy inconveniente que ese recaudo sea a costa de seguir incrementando la tributación de las empresas que ya es muy elevada en Colombia”. Por eso, para la decana Eslava, “la eliminación de muchas de las exenciones es positiva si y solo si se compensa con una reducción de la tasa general”.
5. Suben los impuestos a las gaseosas, golosinas y comida chatarra
Como lo había anunciado Petro desde campaña, la reforma propone un mayor impuesto para las bebidas azucaradas y para los alimentos ultraprocesados como los paquetes de papas fritas.
El ministro Ocampo explicó que esta medida, más que un propósito fiscal (sólo aspira a recaudar el 10 por ciento del total, si se le incluye además una extensión del impuesto al carbono y a los plásticos de un solo uso), tiene un propósito sociológico: desincentivar el consumo de este tipo de productos, que según el consenso científico, afectan de manera particularmente notoria la salud humana y generan costos públicos al sistema de salud.
6. Se acaba la distorsión de los combustibles en zonas fronterizas
El proyecto aborda el complejo tema de los combustibles en zonas de frontera. Hoy en día, la gasolina y el Acpm de las regiones fronterizas tienen un tratamiento tributario favorable. Esto surgió de la ley de fronteras, como uno de los mecanismos para incentivar la inversión y el comercio en esas zonas.
Sin embargo, según el gobierno, esto sólo ha servido para generar contrabando entre esas regiones y el resto del país. La reforma acaba de un tajo con esa diferenciación.
7. No cierran del todo el hueco de Carrasquilla del ICA
Contrario a lo que se había pronosticado, una de las grandes exenciones propuestas por el exministro de Hacienda de Duque, Alberto Carrasquilla, y que muchos candidatos en campaña habían prometido reversar, se sostiene en esta reforma, aunque alterada.
En la reforma del 2019, se aprobó que lo que se pagara por impuesto de industria y comercio a los municipios sería descontable del impuesto de renta a la Nación. Eso abrió un hueco que todos querían cerrar.
Ocampo propone que ese pago del ICA sea más bien un gasto deducible del impuesto de renta. Esto quiere decir que al pagar el ICA, se puede reducir un poco lo que la empresa paga en renta, sin descontarlo totalmente. Parecería que en este punto, Ocampo mantuvo el espíritu que inspiró al ministro Carrasquilla, atenuando un poco sus efectos.