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Sociedad

Con la legisladora más joven de América Latina

Ofelia Fernández: “La derecha actúa con crueldad e impunidad”

La legisladora habló de la represión a la protesta social, del punto de inflexión que representó en su vida el primer “Ni una menos”, de la agenda feminista y también de los embates de odio que le disparan desde las redes sociales a diario. Además, recordó que el modelo neoliberal que aplicó el macrismo pretendió arrasar derechos conquistados.

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Por Alfredo Percovich

Producción Viviana Rumbo

La revista Time la eligió como una de las “líderes de la próxima generación” a nivel mundial y destacó especialmente que fue electa a la legislatura de la Ciudad de Buenos Aires con tan solo 19 años. Llegó a la política con una fortísima carga de militancia estudiantil, en defensa de la escuela pública. Es legisladora por el Frente de Todxs (FdT) y considera a Cristina Fernández como “una referencia y ejemplo de resistencia, coraje, capacidad y visión estratégica”.

La verborrágica y persuasiva legisladora del FdT y vicepresidenta de la Comisión de Vivienda de la legislatura de la Ciudad de Buenos Aires propuso recientemente la suspensión de los desalojos y evitar de esta manera que miles de familias queden en la calle en plena pandemia. Así piensa, trabaja y legisla Ofelia Fernández. Para transformar la realidad y hacer de este planeta un lugar mejor, siempre con el foco puesto en los sectores más vulnerables y no en el poder económico. Sus apariciones en los medios durante el gobierno de Mauricio Macri despertaron interés en medios internacionales. Su trabajo como legisladora es poco conocido, pero ella explica que hay una clara intención de quitar el foco de la discusión política. “Hablan de nuestros cuerpos porque no se bancan discutir nuestras ideas”.

En clave de reflexión y observando lo que sucede en Uruguay, dijo que los movimientos sociales, jóvenes, feminismos, disidencias y los sindicatos tendrán que resistir al gobierno neoliberal, “no solo para volver a lo que se había logrado”, sino “para ir por muchos más derechos”. Para la legisladora, no se trata ni de optimismo ni de magia, es simplemente porque “hay que pelear para conseguirlo”.

 

¿Cómo tomaste el reconocimiento de Time?  

Fue muy emocionante, pero no lo tomo como algo personal, sino como un reconocimiento a nuestro país, a nuestras juventudes. En Argentina particularmente, pero en general en Latinoamérica, las juventudes en la militancia educativa, los feminismos, los movimientos sociales y las organizaciones ambientales venimos levantando agendas que creo tienen potencialidad para lograr grandes transformaciones. Yo vengo de esos recorridos, formo parte de esos procesos, soy producto de esas luchas y por eso me gusta sentir que eso se pone en valor.

 

¿Qué te generó el primer Ni Una Menos? ¿Qué cambió en vos?

Mi militancia había empezado en la escuela, en el movimiento estudiantil y la defensa de la escuela pública. No tenía esa noción particular de feminismo y ese primer Ni Una Menos me atravesó por completo. Fue una irrupción, un punto de inflexión. Empecé a reconocer que muchas de las prácticas que yo sentía que no estaban bien, las dificultades en el centro de estudiantes, los ataques que recibía de mis propios compañeros, eran porque yo y mi compañera en la conducción del centro éramos mujeres. Fuimos, de hecho, la primera dupla de mujeres, y además reelectas, mientras sucedían los dos primeros años de macrismo e irrumpía la agenda feminista. Fue un proceso tan abrupto como enriquecedor y transformador. Me interpeló por completo y resignificó muchas cosas que yo venía haciendo y sintiendo en la militancia.

 

¿Cómo haces para sobrellevar las campañas de odio en tu contra y hacia las causas en las que eres una referencia militante?

La realidad es que por momentos lo sufro porque el grado de obsesión que tienen con mi persona es hasta delirante. Me acuerdo que el día de la elección presidencial del año pasado, en medio de todo lo que se estaba disputando, yo era tendencia en Twitter porque había sido electa. En todos estos meses fueron incluso inventando cosas para poder hablar de mí, ni siquiera se fijan qué proyectos presento o qué disputas en el plano de lo político intento desarrollar como para discutir eso en todo caso, hasta llegaron a involucrar a mi familia con cuestiones completamente ficticias. Pero también sé que las redes inflan un mundo que muchas veces es de mentira, o por lo menos mucho menor a lo real. Soportar las campañas de odio es un desafío y cuesta porque lo negativo siempre llama más la atención, pero trato de ver que frente a un comentario de odio hay un montón más que me agradecen y me piden que siga; me bancan, me dan fuerza y, sobre todo, me recuerdan a quienes represento y para qué estoy acá.

 

¿Por qué crees que existen esas campañas tan virulentas de desprecio y odio hacia las y los militantes sociales?

Tratan de sacarnos del plano de la discusión política, para mí eso ya está muy claro. Con las feministas particularmente, discuten nuestras formas, nuestros cuerpos o nuestro tono porque no se bancan discutir nuestras ideas. No quieren reconocer nuestra capacidad para discutir en ese plano, incluso en mi caso, que fui democráticamente electa, pretenden ridículamente que justifique por qué ocupo el lugar que ocupo. Como te decía antes, no se fijan en qué proyectos o propuestas se elaboran, tratan de desacreditar el hecho de que puedas poner tus ideas sobre la mesa. Creo que pasó siempre con las juventudes de parte de cierto sector, esa intención de inhabilitar. En ese sentido me parece muy importante dar la pelea de la representación política: nos corresponde estar donde estamos. No digo una persona en particular, sino los sectores que históricamente nos hacemos escuchar en la movilización y los que se volcaron más recientemente -esta nueva generación feminista y los movimientos sociales-, tenemos que dar la pelea para seguir cristalizando en el plano institucional las representaciones y los derechos que conquistamos movilizándonos.

 

¿Qué rol crees que cumplen los grandes medios?

Me parece que siguiendo este razonamiento de las representaciones, en los medios de comunicación sigue habiendo una sobrerrepresentación enorme de los dueños de todo, los sectores concentrados del poder. Tiene sentido si pensamos que por lo general son los dueños de esos medios, pero el nivel de influencia y la capacidad de marcar agenda es muy grande. Hoy tenemos muchas herramientas para construir y llevar nuestras propias agendas y tenemos que aprovecharlas para dar esa disputa.

¿Cómo viste lo que sucedió recientemente en Bolivia y en Chile?

Con mucha felicidad, sinceramente. Lo de Bolivia fue proporcional a la preocupación y tristeza que generó el golpe a Evo el año pasado. Lo que pasó todos estos meses allá es una muestra de la crueldad con la que la derecha se maneja y la impunidad con que puede hacerlo teniendo medios locales e internacionales que la respalden. Pero esa impunidad dura poco cuando hay un pueblo organizado y militancia, creo que de la misma forma que se rompió esa ficción macrista acá el 11 de agosto del año pasado, en Bolivia fue una verdadera paliza democrática y transformadora. En Chile, por otro lado, ver cómo algo que comenzó con militancias muy similares a las que yo vivo me generó una emoción particular. Creo que son peleas que hay que profundizar y seguir dando para que los procesos se amplíen y mejoren, tomen lo mejor de los recorridos pasados, pero no se conformen. Las juventudes tenemos un rol especial en ese sentido, no podemos creer que lo mejor ya lo vivimos y que entonces nos tocan meramente tiempos de resistencia. Nos tiene que seguir empujando esa irreverencia y esas ganas de poner la vara cada vez más alta para transformar profundamente las estructuras que habitamos.

 

El presidente Fernández dijo recientemente que “hay un sector de la política argentina al que exacerbar el odio le sirve. Irónicamente son los que más dijeron durante todos estos años precedentes que lamentaban la existencia de la grieta”. Parece ser una síntesis de lo que está sucediendo. ¿Coincides con tu presidente en esa lectura de la realidad?

Sí, coincido. Está claro que les sirve levantar las banderas “antigrieta” cuando intentamos avanzar en la conquista de derechos, para mantener el statu quo y no ver modificados sus privilegios. En el cotidiano, construyen con odio y resentimiento, les rinde políticamente y económicamente porque es lo que les permite desviar el foco de atención y dejar las cosas como están.

 

Desde aquí y con cierta distancia, parece que una de las cosas que más incomoda a quienes te atacan es que te sientes muy cómoda debatiendo ideas, hablando de política, de ideología y quienes disparan desde las redes carecen de esa capacidad y tan solo manejan consignas desde el grotesco. ¿Qué piensas al respecto?

Sí, claramente tiene que ver con eso. Como decía antes, no soportan discutir ideas porque eso implicaría reconocer que merezco estar en ese lugar y dar mi opinión.

 

¿Qué vínculos tienes con otros movimientos feministas de América Latina, de Uruguay? ¿Te escriben, hay sororidad cuando te atacan o viceversa cuando suceden hechos como la represión feroz a estudiantes en Chile, por ejemplo?

Me siento muy hermanada en ese sentido, veo un reflejo muy fuerte con compañeras en muchas partes. Tuve la posibilidad de viajar a Uruguay hace un tiempo, y además en estos meses de pandemia, pude intercambiar virtualmente con compañeras de Latinoamérica y de otros continentes. Es muy gratificante y a la vez muy clarificador compartir recorridos, experiencias y desafíos. Ver que compañeras con espacios de representación política o social en otras partes del mundo reciben ataques similares a los que recibo yo y eso también me demuestra que la potencialidad del lugar que ocupamos es mayor a lo que muchas veces dimensionamos.

 

¿Qué le dirías a las y los estudiantes, colectivos feministas, trans, disidencias y militantes sindicales que están dando sus batallas en Uruguay para impedir que se recorten derechos conquistados?

Que hay que pelear, como nunca, con creatividad y con mucha convicción. No sé si hay otra fórmula: hay que militar y resistir, primero para defender los derechos ganados pero también pensando en los que faltan. Creo que la única forma de seguir teniendo esa potencia es no resignarnos. Durante los duros años del macrismo acá tuvimos que reinventarnos y encontrarnos en situaciones que algunos nunca habíamos vivido. La represión como moneda corriente en cada movilización era algo absolutamente contrario a la democracia con ampliación de derechos y legitimación de la política que yo viví en los años del kirchnerismo. Incluso no formando parte de ese proceso y teniendo muchas críticas por entonces, había un marco democrático y de militancia que permitía eso, que me permitió a mí crecer creyendo que no tenía que naturalizar todo eso que me parecía injusto. Los cuatro años de neoliberalismo nos pusieron contra las cuerdas, nos sacaron de esa “normalidad” y nos exigieron no solo mantener esa irreverencia y esas ganas en momentos de retroceso sino ser profundamente creativos y creativas. Tenemos que tener la capacidad no sólo de resistir para “volver” a lo que teníamos antes, sino ir por mucho más. Como decía antes, no podemos pensar que ya vivimos lo mejor de nuestras vidas sino tener muy claro que lo mejor está por venir y hay que construirlo. No es una cuestión de optimismo, de azar o de magia: tenemos que pelear para conseguirlo.

 

Soy todo lo que recuerdo

Alberto Fernández: “Creo que le tocó una situación muy difícil, pero el sentido de lo que hace está en el camino correcto. Hay que acompañarlo y bancar sabiendo que callar las diferencias no le sirve ni a él ni al Frente de Todxs. Él nos pidió a las juventudes que cuando veíamos que las cosas no iban bien, lo marcáramos; valoro mucho eso”.

Cristina Fernández: “Me cuesta sintetizar porque es para mí una referencia y un ejemplo permanente. De resistencia, de coraje, de capacidad y visión estratégica. Crecer en una democracia con ampliación de derechos que además estuvo encabezada por una mujer que se plantó ante el poder concentrado, contra todos los ataques y la violencia es algo que voy a agradecer eternamente”.

Estela de Carlotto: “Un ejemplo. Creo que las Madres y Abuelas representan a la perfección la capacidad de nuestro pueblo de convertir la rabia y el dolor en lucha y organización. Estela particularmente me hace sentir muy acompañada porque veo en las pibas de hoy el resultado de una historia de mujeres que lucharon toda su vida”.

Adolfo Pérez Esquivel: “Claramente otro ejemplo que emociona mucho, de una vida luchando, que creo es como pienso mi propia vida y la de quienes somos militantes”.

Las pibas: “Siento una retroalimentación, una pertenencia y un sentimiento de hermandad muy grande. Los feminismos, las pibas, estamos demostrando realmente que no solo otra forma de vivir es posible, sino que es necesaria, fundamental. Esa potencia, de la mano de otras luchas, otros sectores, realmente puede dar vuelta muchas cosas”.

Uruguay: “Siempre me gustó mucho ver los derechos que fueron conquistando y la fuerza de la militancia, junto con el lugar que ganó el feminismo. Ojalá puedan canalizar esas consignas históricas para resistir en estos momentos difíciles, confío en que van a poder”.

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