Participan 18 unidades navales, 17 aeronaves y 1.800 unidades en portaaviones, submarinos, naves de guerra y aviones K-FIR y A-37 de Argentina, Brasil, Canadá, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Estados Unidos, México, Panamá, Perú, República Dominicana y Reino Unido; el ejercicio, que por primera vez utilizará munición letal y no de fogueo, termina con un desembarco multinacional en el Golfo de Morrosquillo, en la costa Caribe colombiana.
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Este despliegue hace parte de los ejercicios de reposicionamiento estratégico del Comando Sur de Estados Unidos en la región, que ha tenido un vertiginoso crecimiento en los últimos tres años. La razón ha sido expuesta en diversas ocasiones por incontables medios: el asalto a Venezuela y sus billonarios recursos en hidrocarburos.
El libreto con el tratamiento propuesto por el Comando Sur para el gobierno de Nicolás Maduro quedó al desnudo cuando en abril la periodista argentina Stella Calloni filtró un documento firmado por el almirante Kurt Walter Tidd, comandante del SouthCom, fechado el 23 de febrero, y que trata una serie de directrices para asegurar la caída del gobierno de Caracas.
El documento se llama originalmente Plan to ovethrow the venezuelan dictatorship-Masterstroke (Plan para derrocar la dictadura venezolana-Golpe maestro), tiene 11 páginas y describe los posibles escenarios en dos momentos: uno, profundizando las contradicciones antes de las elecciones presidenciales del 20 mayo pasado para buscar la derrota electoral de Maduro; el segundo, en caso de que volviera a ganar.
El mismo documento considera la derrota electoral de Maduro como poco probable, pues describe a la oposición como dividida, débil e “igual de corrupta que el gobierno”, por lo que desarrolla con mayor detalle la segunda fase, que, según el escrito, debe terminar con la ocupación militar de Venezuela por parte de ONU una vez “el dictador haya sido derrotado”.
A pesar de ser un documento corto, narra de manera detallada cuáles son los elementos que desde Estados Unidos deben atenderse para lograr el objetivo, para lo cual tiene claros los aliados en la región y los aspectos esenciales para profundizar la crisis.
Inicia afirmando que el cambio de dirección política de Argentina, Brasil y Ecuador muestra que es “el momento perfecto para que Estados Unidos pruebe, con acciones concretas, que está involucrado en el proceso del derrocamiento de la dictadura venezolana”. Para lo que propone unos pasos específicos descritos:
-Socavar el apoyo al presidente. El documento habla de instigar el descontento popular por el desabastecimiento y fomentar las acciones de prensa que ridiculicen al presidente Maduro, deteriorando su imagen al máximo, haciéndolo ver como ridículo y poco capaz, mientras se fomenta la imagen de que es megalómano y peligroso.
-Incrementar la crisis hasta su límite. Generar acciones que descapitalicen el país mientras se evita la inversión extranjera para deteriorar la base monetaria; y se impulsa la inflación. Dentro de este punto, Tidd habla de obstruir la entrada de suministros para la población, principalmente los esenciales. Habla de apelar a aliados internos para impulsar la generación de protestas y saqueos, aumentando la inseguridad en las calles, cortando el transporte y generando una crisis interna; como parte de este punto caben las acciones de sabotaje llamadas “guarimbas”, que obstruían calles y confrontaban con la Guardia, utilizando costosas dotaciones de máscaras antigases, compuestos químicos y armas convencionales y no convencionales.
Dentro de este punto, el momento crítico llegó el 14 de agosto pasado, cuando en un acto público, dos drones cargados con explosivos fueron dirigidos hacia la tarima donde Nicolás Maduro, su esposa y varios altos funcionarios del gobierno se encontraban. Debido a la acción de las fuerzas de seguridad que inhibieron la señal de los drones, el atentado fue fallido y los culpables del hecho fueron apresados, unos in fraganti y otros mientras huían hacia la frontera; todas las investigaciones señalan la activa participación de Estados Unidos y Colombia en el hecho.
En caso de que los planes de derrocamiento desde adentro del país fracasaran, se orienta una agudización aun mayor de la situación por medio de la magnificación de la crisis humanitaria ante el mundo, de fomentar la corrupción e impulsar las economías ilegales para deslegitimar el gobierno frente a la población, así como promover la división dentro del PSUV, impulsando que los miembros que se retiren lo hagan de forma ruidosa, alimentando la idea de que la mano de obra calificada se debe ir y claramente responsabilizando al gobierno por todo lo anterior.
La intervención militar
Al tiempo que avanza el plan interno, el documento plantea usar la oficialidad de las Fuerzas Armadas por medio de un golpe de Estado; como muestra de ello está el ataque hecho con un helicóptero artillado al Tribunal Supremo de Justicia en 2017. Este plan, según Tidd, se deberá concretar antes de terminar 2018.
Para ello, el documento considera importante fortalecer el tráfico de gasolina en la frontera con Colombia, alentando las economías ilegales, el paramilitarismo y el narcotráfico, provocando incidentes armados con las fuerzas de seguridad venezolanas, que deberán manifestar su franco descontento con la situación.
De igual manera habla de reclutar paramilitares, principalmente en las zonas pobladas donde están los campos de refugiados de los departamentos fronterizos de Norte de Santander y La Guajira, en Colombia. Estos paramilitares han sido el apoyo logístico y de entrenamiento militar de los comandos que han aparecido como espontáneos que protestan en las calles de las ciudades durante varios años, como lo confirma la investigación adelantada por el atentado de agosto pasado.
En este punto es importante revisar el papel que han cumplido los Cascos Blancos enviados desde Argentina a la zona de frontera; no obstante, su estructura organizativa no es la misma de los que han actuado en Siria y estuvieron vinculados a la creación de escenarios de guerra ficticios para manipular la opinión pública y a la participación en el ataque con armas químicas en ese país del Medio Oriente.
La presencia de estos Cascos Blancos parece tener una función más de propaganda y cobertura de elementos de inteligencia militar; la entrada en escena de esta organización fue con unas declaraciones en julio pasado, en las que comparan la situación de la frontera con la del terremoto en Haití, pasando completamente por alto la norma número uno de las organizaciones humanitarias que es no emitir opiniones acerca de las condiciones que se encuentren en el terreno.
Al incrementar la tensión e la inestabilidad en las fronteras, se involucra activamente a los países más cercanos, mientras que en el caso de Colombia, se impulsa al paramilitarismo a extender su presencia a las zonas dejadas por las FARC y a aumentar las acciones armadas del ELN y el Clan del Golfo para provocar choques con las fuerzas de seguridad venezolanas.
Los ejércitos aliados
El documento del SouthCom habla de preparar el involucramiento de fuerzas militares aliadas en caso de que las venezolanas se demoren en actuar. Para esto acudirían al apoyo de sus aliados de Brasil, Argentina, Colombia, Panamá y Guyana.
El aprovisionamiento, descanso de tropas, soporte médico y logístico se haría desde Panamá; usando las instalaciones de vigilancia electrónica e inteligencia, los hospitales y e instalaciones desplegadas en El Darién (Colombia), así como los antiguos campos militares de Albrook, Howard, Río Hato y el Centro Regional Humanitario de Naciones Unidas en Panamá.
Se declararía como una acción armada de bandera internacional desarrollada desde la Conferencia de Ejércitos de América y bajo el amparo de la OEA, con Luis Almagro a la cabeza, para lo que se declararía la necesidad de aplicar la carta democrática para defender la “estabilidad de la región”.
Lo siguiente sería solicitar a Brasil, Argentina, Colombia y Panamá un buen aporte de tropas para avanzadas de infantería desde la frontera aprovechando su cercanía geográfica y su conocimiento del terreno. Las fuerzas multilaterales serían fortalecidas con baja presencia de tropas estadounidenses y la conducción sería de un comando conjunto manejado por Estados Unidos.
Mientras Brasil, Colombia y Panamá avanzan, se utilizarían las instalaciones de Panamá para albergar a las tropas argentinas como retaguardia, cuya principal misión sería cuidar los puertos; según el plan, los puntos más críticos de la confrontación estarían en Arauca, Maicao, Barranquilla y Sincelejo en Colombia, y Roraima, Manaos y Boa Vista en Brasil.
La diplomacia
Brasil y Guyana serían usadas como destino de los migrantes, que serían alentandos a desplazarse hacia Guyana, aunque se prevé también coordinar con Colombia, Aruba, Curazao y Trinidad y Tobago la llegada de los desplazados; para eso se solicitaría el apoyo multilateral de las demás naciones de OEA, mientras mantiene una ofensiva diplomática que ya está rindiendo frutos, como lo mostraron las recientes declaraciones condenatorias de Michelle Bachelet como alta comisionada de derechos humanos en ONU.
Al mismo tiempo, Tidd plantea que se debe desarrollar una estrategia de información que consiste inicialmente en silenciar cualquier presencia simbólica de Hugo Chávez o cualquier apoyo popular a él, manteniendo en el imaginario que el dictador y su círculo cercano son los únicos responsables de toda esa situación, intensificando las denuncias de la cubanización de Venezuela mientras se repiten por todos medios los mensajes diseñados para la campaña en los que se afirme que Maduro es ilegítimo, un criminal y un ladrón que saqueó al país, basándose principalmente en testimonios.
Lo anterior debe estar acompañado por la insistencia en la inoperancia de los mecanismos regionales creados por los gobiernos alternativos como ALBA y Petrocaribe, insistiendo en la incapacidad de los dirigentes de resolver los problemas de la región.
Por otro lado, deben justificar la necesidad del uso de la violencia, demostrando la capacidad de conducción de Estados Unidos frente al problema, asegurándose de que las revelaciones hechas sobre las acciones militares han sido aprobadas por el Comando General (Estados Unidos) para evitar que el enemigo manipule posibles filtraciones de información.
Este documento describe un plan que claramente ya se ha echado a andar, tal como lo revela el informe de Ernesto Londoño y Nicholas Casey publicado en The New York Times, en el que se revelan las reuniones sostenidas entre oficiales golpistas venezolanos y militares estadounidenses, y aunque el artículo desestima que se haya llegado a un acuerdo, el plan descrito por el comandante del SouthCom va avanzando al pie de la letra.
No hay que olvidar que el 20 de diciembre de 1989 los marines de Estados Unidos desembarcaron en Panamá con el fin de “remover” del poder a Manuel Antonio Noriega, causando miles de muertos, barrios enteros destruidos en la capital y una enorme crisis humanitaria.
Iván Duque, el abanderado de Washington
El presidente de Colombia afirmó en una entrevista hecha a Caracol, cadena radial colombiana, que él no ve probable una intervención militar estadounidense en Venezuela, sin embargo, el mismo Duque, días después de ser electo como presidente, fue a Washington, y horas después de su posesión, el secretario de Defensa de Estados Unidos, James Mattis cerró una gira por Perú, Argentina, Brasil y Colombia con una reunión con él en Bogotá para hablar sobre “la situación de Venezuela”,
El papel que ha cumplido Iván Duque respecto a Venezuela es bastante claro. Parte de su propuesta de campaña desde sus inicios se centró en atacar al vecino país; siendo aún un desconocido entabló una demanda en la Corte Penal Internacional contra Nicolás Maduro. Prácticamente todos sus encuentros diplomáticos empiezan o terminan con al menos una mención al gobierno en el Palacio de Miraflores, mientras impulsa la desarticulación de Unasur.
Iván Duque está en una franca cruzada en la que pide aislar, sancionar, presionar o derrocar al gobierno de Nicolás Maduro; en su reciente visita, el presidente del gobierno Español, Pedro Sánchez, en rueda de prensa, se congraciaba con su homólogo colombiano, diciendo que como presidente no podría llamar sino dictadura a un “régimen que tiene presos políticos”, sin saber que aun después de la firma de un acuerdo de paz, Colombia registra más de 2.000, diez veces más que los que reivindica la oposición venezolana.
Por esta razón, está claro el papel central que tiene el gobierno colombiano en el marco de las acciones orientadas por Estados Unidos contra Nicolás Maduro, tanto desde lo militar, como desde lo diplomático, ya que, si el documento escrito por el almirante Tidd no es el libreto que están siguiendo contra Venezuela, pues se parece mucho.