Si no hay manera de enterrar a Lenin, ¿qué tal venderlo? La idea la ha puesto sobre la mesa Vladimir Zhirinovsky, líder eterno del partido ultranacionalista LDPR, la tercera formación más importante del parlamento ruso. Cada año, a pesar de sus invectivas para cerrar el mausoleo, unas 450.000 personas acuden a ver el cuerpo del legendario líder bolchevique, muerto en 1924 en su residencia de Gorki, a las afueras de Moscú.
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La idea de rentabilizar al inquilino más famoso de la Plaza Roja empezó a rodar cuando en Francia el empresario Stéphane Distinguin propuso vender la famosa pintura de la Mona Lisa por 50.000 millones de euros para tapar el agujero financiero que la Covid-19 está ocasionando al país. «Aquí podríamos vender la momia de Lenin. Hay compradores: China, Vietnam o algún otro tipo de [país] comunista. Y Lenin, está en buen estado, fue momificado hace sólo 96 años», tuiteó Zhirnovsky, un político adicto a la polémica que lo mismo lanza una diatriba contra la viagra que llama «zorra» a la candidata liberal a las elecciones presidenciales. «Con la venta de la momia, el presupuesto puede obtener mucho dinero», apuntó el líder ultranacionalista.
Lenin sigue vendiendo muchos libros, pero su lustroso aspecto también tiene buena clientela en algunos países asiáticos. Vietnam se puso en contacto el año pasado con los especialistas que cuidan del cuerpo momificado de Lenin para que les ayuden a frenar el deterioro exterior de Ho Chi Minh, su líder embalsamado con ayuda soviética en 1969. Varios países del mundo, incluidos China, Corea del Norte y Vietnam, han embalsamado a sus líderes fundadores gracias al método del Laboratorio Lenin de la Unión Soviética. Durante estos años han hecho un trabajo casi tan bueno como el de Leonardo da Vinci con la Gioconda. Pero de momento no hay noticias de posibles compradores que permitan a los anticomunistas rusos librarse de la aureola bolchevique que todavía preside la Plaza Roja.
Mantener a Lenin presentable cuesta 173.000 euros al año, según desveló el Gobierno ruso en 2016. Desde el final de la Unión Soviética se ha reabierto varias veces el debate sobre qué hacer con su cuerpo.
El veterano periodista ruso y miembro del Fondo del Mausoleo de Lenin, Yury Izyumov, no está dispuesto al desalojo. Cree que Lenin «fue un genio que cambió el curso de la historia mundial». Además de la reivindicación política, existe un punto de superstición en el bando que puja por dejar a Lenin en su sitio. Izyumov recuerda que la Segunda Guerra Mundial empezó «poco después de que nuestros científicos abrieran en 1941 la tumba de Tamerlán», un importante líder militar turco-mongol que conquistó Asia central hasta principios del siglo XV.
El propio presidente ruso, Vladimir Putin, se ha mostrado en contra de esconder la momia de Lenin, «al menos mientras tengamos entre nosotros a muchas personas cuyas vivencias sigan vinculadas de alguna manera con los logros del periodo soviético». Según una encuesta divulgada en 2017 al hilo del centenario de la revolución, dos tercios de los rusos creen que es hora de enterrar el cuerpo de Lenin. Pero su cerebro no descansará bajo tierra, pues fue extraído y cortado en 300 rodajas para que los investigadores determinaran «el origen de su genio».