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Política

Orgullo y prejuicio

Los blancos y las balconeras de la discordia

La colocación de alusiones a la diversidad en la fachada del edificio del partido Nacional en Ciudad Vieja, lejos de adelantar una posición unitaria de dicho partido, ha servido para mostrar cuán “diversos” son sus sectores.

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La colocación de alusiones a la diversidad en la fachada del edificio del partido Nacional en Ciudad Vieja, lejos de adelantar una posición unitaria de dicho partido, ha servido para mostrar cuán “diversos” son sus sectores.

Las balconeras con los colores del movimiento LGBT, promovidas desde la juventud del partido Nacional, contaron con el respaldo de la vicepresidenta, Beatriz Argimón, el presidente del directorio, Pablo Iturralde y la senadora Gloria Rodríguez

En un mensaje emitido en la red del pájaro azul, Argimón señaló: “Como expresamos en la campaña electoral permanece nuestro compromiso con los derechos conquistados y por el respeto a la diversidad en todas sus formas”

Ni el mensaje de la vicepresidenta, ni las balconeras, fueron objeto de unánime aplauso dentro del resto de los sectores nacionalistas.

Tal y como describe, en esta jornada el diario El Observador, los colores de la diversidad no han sido del agrado de algunos nacionalistas, quienes ya han anunciado que “elevarán una nota el próximo lunes reclamando que solo se puedan usar los colores del partido o del pabellón nacional”.

El medio de prensa ha identificado que los críticos a dicha decisión de “respaldo” al movimiento LGBT, han sido “dirigentes del sector Todo por el pueblo”, que lidera el senador Juan Sartori, sumándose a ello los reclamos que se afirma realizaría, también, el diputado Álvaro Dastugue, muy conocido por su integración y compromiso con la iglesia Misión Vida y acérrimo crítico de todos los contenidos de las agendas de derechos de las minorías.

Según el diario capitalino, “Martín Elgue, exdirector de Unasev y dirigente de Todo por el pueblo, escribió este viernes que las dos banderas que “sin discusión alguna identifican a todos los blancos y a todos los nacionalistas” son el “pabellón nacional” y “la blanca y celeste” del partido (…) Por tanto nuestra casa partidaria debería exhibir solamente estos símbolos que son los que nos unen”.

En una suerte de malabarismo político y de argumentación en defensa de lo actuado, la propia secretaría de Diversidad del partido Nacional, aunque impulsora de la colocación de las balconeras, marcó distancia del movimiento, en lo que a su concepción política se refiere, remarcando su postura de crítica a lo que definió como “uso partidario” de la marcha.

“A través de una declaración, la secretaría rechazó “enfáticamente” que “se utilicen las causas justas para dividir a la sociedad aún más”. “No apoyaremos la política partidaria ruin, que solo pretende apoderarse de las luchas a base de mentiras y demagogia (…) Esta marcha 2020 es orquestada por un partido político al que se le terminó el discurso que los derechos son solo de ellos”, recoge el diario El Observador.

Por su parte, el presidente del honorable Directorio, Pablo Iturralde, señaló que se habría realizado una “revisión” de posturas históricas con relación a parte de los temas que hacen a los contenidos de la agenda de derechos de las minorías, e insistió en ello, al afirmar que estos reclamos no serían “un tema que sea propiedad del Frente Amplio”.

Es evidente, ante estos hechos y acciones, que la defensa y lucha por la diversidad como concepción política de los relacionamientos y derechos de las minorías, no es algo que asegure, a la interna del partido de gobierno, esa unidad que tanto se pregona.

Desconocer e intentar negar, el profundo contenido político de las acciones de lucha por la diversidad, visible en las declaraciones y las acciones históricas que los principales dirigentes blancos, empezando por el actual presidente, siempre han tenido, develan lo que estos movimientos denuncian: su profunda conexión con unas estructuras sociales y políticas que son las que hacen posible que algunos se sientan superiores a otros.

Las sucesivas marchas por la diversidad son esencialmente políticas, porque como bien han expresado los colectivos que la componen, «las interseccionalidades» que en ellas se van configurando, demuestran que el problema es de todos, aunque algunos se nieguen a recordar todas las veces que lo silenciaron, y/o negaron, en nombre de quién sabe qué «naturaleza» y «santísimas trinidades».

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