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Política 16 de junio | Wilson | atesoro

LA MEMORIA VIVA

16 de junio: 40 años del regreso de Wilson

En este texto a la vez emotivo y político, Juan Raúl repasa las memorias de su padre, Wilson, a poco del 16 de junio, a 40 años de su regreso del exilio.

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En la ruta

Hasta hace muy pocas semanas, ante de que me volviera, por un rato, una fuerte gripe, anduve haciendo lo más lindo que me ha permitido la vida: recorriendo el país. Sin que una sola huella me sea ajena. Prensa en las capitales, pero sobre todo: visitas a pequeñas poblaciones, esas que están en el límite del Uruguay urbano y el rural.

No hubo una sola donde no me topara con ese paisaje conocido: “yo estuve…” o, a veces, “mis padres me llevaron de pequeño”. Incluso, “mi abuela de niño me contaba que fue al puerto aquel día…”. Es muy difícil explicar lo que siento cuando eso pasa. Mi generación se acuerda dónde estaba cada uno cuando mataron a Kennedy, cuando Fidel entró a La Habana, cuando cayeron la torres gemelas. Pero el 16 de junio, cuando regresó Wilson, es cada vez más de todos.

Ello a veces me impide avaluar todo lo personal e íntimo que tuvo la fecha.

Fue así

Tengo que aprender que las dos cosas son igual de reales.

Por un lado, aquella caminata sin rumbo “destino un café, que nunca pareció en la ruta” hasta las 5 de la mañana, charlando de padre a hijo. Decidiendo, creía yo (seguro él ya lo tenía clarito), si volvíamos juntos. Esperaba en cualquier esquina el “Juancito te necesito libre peleando por el mundo por mi Libertad…”. Pero ahí, una vez más, vi cuánto nos queríamos y cómo, a pesar de lo difícil que era, la relación padre-hijo, tan importante, tantas veces, no menguaba la de amigos.

Hay algo raro que no se explicar bien, como todas las cosas que valen la pena. Pero volver juntos, poner fin y al mismo tiempo fin a un exilio que nos había hecho compartir tanto, apoyar tanto uno al otro. Era un modo de sentir que había sido una etapa compartida.

Lo que atesoro

Entre tantas cartas que atesoro, recibidas tras su muerte, están la de Jordi Pujol, Felipe y Suárez, de España. Mitterrand de Francia, Shimon Peres de Israel y la de Edward Kennedy. Había estado a verle en Montevideo cuando enfermó y fechada en la fecha de su partida, poco después recibí una carta suya:

“Si hay alguien que sabe lo que es despedir seres queridos soy yo… créemelo Juan Raúl. Al padre, uno cree que se prepara toda la vida, pero cuando llega la hora nunca se está preparado. Te paciencia y verás como todo el sitio que hoy ocupa el dolor será reemplazado por lo gratos recuerdos de los momentos compartidos. Era muy obvio esa relación especial que les unía. Gracias a ella aprendí la palabra “compinche” que no existe en inglés. Eso eran ustedes dos.”

Decía otro amigo que compartimos, El Sabalero “lindo haberlo vivido para poderlo contar”. Pero no todos los recuerdos son así. Algunos hubiera sido mejor no vivirlos. Lo que es seguro es que de tener que vivirlos, mejor juntos. Aquellas largas horas de soledad compartidas valga la aparente incoherencia, en el la Embajada de Austria. Él lloraba la muerte de sus amigos, yo descubría que, de tristeza, nunca más iba a poder llorar.

El 15 de junio

De aquel 15 de junio que embarcamos juntos al Ciudad de Mar del Plata II en Buenos Aires, recuerdo algo, por encima de todo. Un periodista argentino le pregunta por qué vuelve para ir preso. Y responde: “Yo no vuelvo para ir preso. Se que voy a ir preso, que no es lo mismo. Meterme preso depende de ellos. Ser un hombre libre solo depende de mi mismo.”

Y bajamos juntos en el puerto para enterarnos que íbamos a cuártenles distintos. Recién el primero de diciembre recuperó la libertad. Llegamos a la que por un tiempo sería su casa… un apartamento de mi madrina Lucía Castells. Charlamos hasta m uy tarde. Amanecía ya cuando se sintieron unos martillazos… se asomó y vio unos jóvenes colgando un pasacalle “SILENCIO… El Caudillo Descansa…”

Sonrió. Y dijo “me voy a descansar, hoy, terminó mi exilio”. Una cómplice me miraba con ojos compinches.

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