Analizar el proceso de descentralización política iniciado en el primer gobierno municipal de Tabaré Vázquez y profundizada institucionalmente con la creación de los Municipios a nivel nacional, es una tarea necesaria de cara a una clase política que reivindica el proceso, pero sobre todo para la Izquierda que ha hecho de la participación popular, uno de sus rasgos característicos, en el discurso.
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Es una cálida tardecita de febrero de 1990; en una esquina del barrio la Teja donde funcionaba el clásico mercado municipal de expendio de alimentos Victoria (actualmente Sede del Municipio A) esperan reunidos destacados militantes sociales.
Son referentes de organizaciones sociales del barrio y la sola mención de sus nombres permiten adivinar de que viene ese encuentro; entre otros están los hermanos Pilo, el Loco Rivera, Daniel Carbajal, el “Colacho” Ramirez, el Rubén Sassano, nombres que también podrían leerse por las organizaciones en las que tienen incidencia: el Club Progreso, el club La Cumparsita, la cooperativa de viviendas Covitea (cooperativa de viviendas Teja Ancap), el Club Vencedor.
Desde que en el programa departamental del Frente Amplio con Tabaré Vázquez como candidato a Intendente, quedó escrito negro sobre blanco la participación de los vecinos como el buque insignia de la gestión (el famoso y aclamado Documento Nº 6 de la departamental de Montevideo), estos y otros militantes sociales vienen imaginando y proponiendo como se encausará la misma.
En esa esquina, estos “pesos pesados” de la militancia social del oeste, están esperando a Tabaré para plantearle la instalación de Asambleas Barriales como verdaderos órganos de Poder Popular, (definían ellos) pero el camino institucional exigía otra vías.
Porque a la posibilidad de participar en espacios institucionales descentralizados, se sumaba la estimulante iniciativa de que quienes habían sido portavoces de las necesidades de los vecinos que no solucionaban las políticas y gobiernos nacionales, dejaran de ser ser demandantes para pasar a ser protagonistas de construcción de alternativas.
Porque para la militancia de izquierda con incidencia en lo social, la gestión del gobierno frenteamplista debía superar la meras actividades municipales, léase barrido, limpieza, iluminación, ferias.
Porque a la sociedad montevideana se le caía los vacíos de gestión del gobierno, en materia de salud, vivienda, primera infancia.
Dolores de parto
Efectivamente, que la sociedad montevideana y su clase política permitiera espacios de participación popular, conllevaba acordar algunos requisitos, a años luz de los sueños de una sociedad donde la gente participe y sobre todo, defina.
Intrincadas negociaciones entre el oficialismo frenteamplsita y los partidos de la oposición se dieron dentro de la Junta departamental y nacional para que se permitiera la creación de los Centros Comunales zonales y los concejos de Vecinos.
El Frente Amplio con el alejamiento del PGP ganaba holgadamente a blancos y colorados separados (en 946.365 votos el Fa obtuvo 327.515, 222.470 el Partido Colorado, 221.384 el Partido Nacional y de los grupos menos votados 112.440 el PGP).
La fuerza del Frente Amplio estaba en su capacidad militante y en la incidencia de sus militantes en las organizaciones sociales.
A la distancia puede parecer un gesto menor que no mueve la aguja de los problemas nacionales, pero la decisión tomada por Tabaré como primer acto de gobierno de rebajar el precio del boleto, era una señal clara de que la izquierda uruguaya, a pesar del derrumbe del campo socialista y el muro de Berlín, venía a instalar un programa popular.
Pero hay pocos partos sin dolor; a las resistencias de la oposición política atrincherada en los legislativos, se sumaban las tensiones políticas dentro del Frente Amplio y el inicio de una metodología de negociación para respetar los equilibrios políticos internos.
En función del peso electoral de los sectores se negoció el gabinete municipal, los directores, y los secretarios de los Centros Comunales Zonales, una suerte de presencia del propio intendente en los territorios, o mejor dicho, en los 18 territorios, tal cuál la división de las Coordinadoras frenteamplistas en Montevideo, que exigían formar parte de la decisión política del nombramiento del secretario.
En tanto, lo fermental del proceso estaba fuera de la estructura frenteamplista.
De cara a elegir en un espacio descentralizado sus representantes, las organizaciones sociales hervían en participación, se convertían en escuelas de ciudadanía, descubrían las dificultades de la participación real de la gente, aprendían a convivir con lo diverso políticamente, a priorizar las situaciones sociales sobre las carencias de infraestructura de un barrio (priorizar la caminería en tal barrio para el ingreso de una ambulancia, antes que mejorar la luz en mi cuadra).
Barrio y Vecino pasó a tener jerarquía política no partidaria, pero casi a su mismo nivel.
Clubes sociales , culturales y deportivos en los barrios, comisiones fomento, comisiones de ollas, de vivienda, policlinicas municipales en redes de salud, coordinaciones barriales de organizaciones sociales, cooperativas de vivienda, proponían sus candidatos en representación del barrio, que como no podía ser de otra manera en Uruguay, lo hacían bajo la estricta “Vigilancia” del gran hermano de los aparatos políticos, pues consideraban mas importante que el proceso de participación en si mismo, su presencia a través de sus militantes travestidos en militantes sociales.
Los integrantes de la Junta Local era de los tres partidos mayoritarios (FA, PC,PN) por lo que necesitaban asegurarse su base política en el Concejo vecinal; un suicidio.
La desconcentración
A la contaminación de la puja política se agregaba otro problema institucional. La ejecución de los planes aprobados por los vecinos, no contaban con presupuesto y no siempre coincidían con las definiciones de planes mas generales de la Intendencia.
Tabaré siempre cuenta como anécdota que estaba orgulloso de una obra de caminería realizada en el barrio Santa Catalina, pero cuando lo fueron a inaugurar, los vecinos le dijeron que esa obra no estaba entre sus prioridades.
La imposibilidad objetiva de no poder ejecutar planes definidos empezó a desmotivar la participación de los vecinos que no tenían dependencia de las fuerzas políticas, y los informes dela reunión de concejos a sus organizaciones de base, cada vez eran mas sombríos y poco esperanzadores.
Porque la militancia social había acostumbrado a la gente a un alto nivel de demandas, que ahora también resultaban insatisfechas.
Pero la sociedad uruguaya también estaba cambiando; la caída del Uruguay industrial y fabril, la enorme desocupación producto de las políticas del neoliberalismo convirtió al ciudadano en un ser hiper individualista, mas preocupado por resolver sus asuntos cotidianos que los de su comunidad.
Así las organizaciones sociales se fueron vaciando y en las próximas elecciones de concejal, éstos ya no eran candidatos de organizaciones de su barrio, sino que juntando unas pocas firmas de sus vecinos alcanzaba.
A éste proceso de no dotar de recursos económicos y de autonomía política a los concejos vecinales, algunos lo definieron (como un alerta de un desvío importante del proceso), desconcentración, en términos absolutos, puramente administrativa.
En los barrios periféricos, los de mayor demanda y mas acuciantes, el costo político por falta de respuesta para los concejales del oficialismo era mayor.
Meses esperando la barométrica municipal, la poda de árboles, la limpieza de cunetas, la restauración de alguna placita, el pedregullo en varios caminos.
Pero el tema de fondo, que la participación de la gente se fue supliendo con medidas ingeniosas, pero que retraían la participación de una sociedad que mas que sentir la necesidad de tener representantes, delegaba responsabilidades.
Así como con pocas firmas, alguien se podía presentar a concejal y seguramente ser electo por la escasa participación, los Presupuestos Participativos corrían una suerte parecida.
Las obras ejecutadas no eran las que antiguamente en colectivo la comunidad sentía prioritaria, sino la que concitaba los mayores votos en base a campañas electorales a motor de alguna genialidad presentada por un vecino creativo.
La “muerte civil” de la participación popular.
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