En su disputa global, la defensa militar de EEUU concibe a Latinoamérica como un gran “escudo” protector para su país. Esta política busca no solo neutralizar a sus enemigos históricos, como el caso de Rusia y China, sino, además, contar con fuerzas armadas latinas que, en el marco de los acuerdos defensivos, lo protejan y oficien de carne de cañón en un eventual conflicto armado.
La reciente visita del Comando Sur debe leerse a la luz de los intereses que representa la política de defensa de EEUU y del papel que el gigante le asigna a Latinoamérica, en particular a Uruguay. El Gobierno norteamericano busca desesperadamente hacerse del control y dominio de áreas geográficas estratégicas para el desarrollo y expansión de su presencia. Los intentos de la Casa Blanca por influir en los gobiernos de diferentes países latinoamericanos buscan sumar a los gobiernos de turno a su política de defensa y como parte de la misma, el asegurarse los recursos estratégicos que necesita para seguir alimentándose desde el punto de vista energético, materias primas y agua.
La reactivación de la IV flota del Comando Sur en 2008 ocurrió luego de que el Pentágono analizara con preocupación el retroceso parcial de su peso político regional. La Venezuela comandada por Hugo Chávez y un potente Brasil conducido por Luiz Inácio Lula da Silva, pasaron a ser actores principales que marcaron agenda estratégica para el continente. Y un dato no menor, el funcionamiento de la IV se retoma luego de que el Gobierno de Lula en Brasil descubriera nuevos yacimientos petroleros en su plataforma continental.
¿Qué busca EEUU con sus visitas?
Es evidente que la Casa Blanca está inmersa en una pulseada con actores poderosos y de peso mundial. China y Rusia son de las principales preocupaciones estratégicas. En este sentido, para comprender de mejor manera qué hay detrás de estas visitas, conviene repasar declaraciones de Richardson de hace un año atrás que se encuentran en el portal de noticias del Departamento de Defensa de EEUU.
En sus afirmaciones puede verse con claridad cómo están concibiendo el desarrollo del escenario mundial y en particular su impacto en la región. La jefa del Comando Sur había expresado que “las naciones del hemisferio occidental están sintiendo los impactos de la interferencia y la coerción externas”. “China continúa expandiendo su influencia económica, diplomática, tecnológica, informativa y militar en América Latina y el Caribe”, dijo Richardson.
La preocupación norteamericana respecto al crecimiento de la influencia china también tiene que ver con la instalación de infraestructura portuaria en varios países. De acuerdo al Comando Sur, “se ha manipulado a los gobiernos mediante prácticas de inversión predatorias y ha construido posibles instalaciones espaciales de doble uso”.
Además, EEUU, en su lucha contra Cuba y Venezuela, considera que Rusia y China han reforzado “los regímenes autoritarios”, desplegando “una extensa campaña de desinformación en la región”. Si bien las declaraciones de Richardson bien podrían ser extractos de afirmaciones de presidentes norteamericanos o de oficiales militares durante la Guerra Fría, son actuales y, por sobre todo, preocupantes por lo que ello implica.
Pero la jefa del Comando Sur dijo otras cosas más graves, que vienen a aggiornar el discurso histórico de intervencionismo. Richardson manifestó que “tanto China como Rusia explotan la presencia de organizaciones criminales transnacionales y amplifican sus impactos desestabilizadores en los gobiernos democráticos”. Además, agregó que el Comando Sur debía “utilizar todas las palancas disponibles para fortalecer nuestras asociaciones con las 28 democracias de ideas afines en la región, que entienden el poder de trabajar juntas para contrarrestar estas amenazas compartidas".
Hace años se sabe, al menos desde la década del 90, que uno de los lugares de infiltración de los servicios norteamericanos, principalmente de la CIA y la DEA, son las divisiones o departamentos de lucha contra el narcotráfico de las policías locales. Como se puede desprender de las declaraciones de Richardson, las nuevas amenazas del crimen organizado son un área de interés para los EEUU. Es que la lucha contra el narcotráfico es una gran fachada del Gobierno norteamericano para desplegar sus políticas y perpetuar su influencia regional. Además, logra poner a muchas estructuras de investigación al servicio de sus verdaderos objetivos. A pesar de sus enormes fracasos, es por lo menos llamativo que se sigan escuchando sus “recomendaciones” en la lucha contra las drogas. Como ejemplo de los fracasos, basta ver el alto nivel de consumo de estupefacientes que tiene la sociedad norteamericana, el Plan Colombia, o los planes para combatir el narcotráfico en México y evitar el ingreso de sustancias ilegales.
El Comando Sur tiene entre sus objetivos: desplegar preparativos para desastres naturales, la seguridad marítima, la ciberseguridad, el desarrollo de capacidades de defensa, la capacitación profesional y la integración de mujeres en misiones de paz, defensa y seguridad. Sobre estos puntos estuvieron las conversaciones con integrantes del gobierno nacional.
En ese contexto, la presencia de China en la región ha llevado a que EEUU también planteara una nueva “preocupación”: la pesca ilegal. Otra forma de penetrar en las políticas de defensa de los países como es el caso de Uruguay. Al punto de que transfirió 3 lanchas costeras Marine Protector a la Armada Nacional. Para dimensionar la implicancia, conviene repasar qué dijo la Embajada norteamericana sobre el punto: “La donación de 8,69 millones de dólares de estas tres modernas patrulleras representa la mayor donación del Gobierno de los Estados Unidos a Uruguay en el siglo XXI”, había manifestado el encargado de Negocios de la Embajada de Estados Unidos en Montevideo, Karl Ríos.
En la oportunidad de la visita de Richardson también se hizo mención a nuevas donaciones que tendrían como destino a Bomberos. La falta de recursos y la capacidad limitada o al borde del desuso de países como Uruguay en materia de defensa nacional, hace que se termine aceptando prácticamente cualquier donación, por aquello de que “a caballo regalado no se le miran los dientes”. Pero lo cierto es que muchas veces, detrás de las donaciones de armamento o equipamiento militar, lo que se esconde es una profundización de la dependencia respecto a su tecnología, a la capacitación que brindan sus oficiales por el mundo entero. Implica, además, que tengan de primera mano información acerca de cómo es utilizado el equipamiento, sobre todo aquellos a los que se puede monitorear desde lo externo. Un ejemplo de lo que puede ocurrir es el caso del encriptador suizo de la empresa Crypto AG, que brindó durante décadas información secreta de decenas de países y gobiernos a los servicios de inteligencia norteamericanos y alemanes.
Una mirada al menos crítica, ni siquiera de izquierda, mucho menos revolucionaria, debería tener en cuenta todos estos aspectos, y en pos de la Defensa Nacional tomar otros recaudos a la hora de buscar acuerdos de “cooperación” con una potencia mundial a la que le convienen países con altos niveles de dependencia.