Quedan pocos sobrevivientes. Por eso es más importante aún haber recordado el Río de Libertad. Los jóvenes deben heredar el desafío. En plena dictadura, en un año (el 83) que fue un punto de quiebre, la gente de todos los pelos y orígenes reclamaban a viva voz “Un Uruguay sin Exclusiones”.
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En el 80 la gente dijo NO al Proyecto de Reforma de la Constitución que legitimaba el continuismo electoral. En el 82, en las internas de los partidos, se imponía la suma de las opciones antidictatoriales, listas dentro de cada partido habilitado y el voto en blanco de los Partidos proscritos.
El 83 arrancó con el acto del PIT, el primero de mayo. Una vez más los trabajadores en la calle en su día. En primavera, la marcha de los estudiantes y a fines de noviembre el Obelisco.
La proclama redactada por Gonzalo Aguirre y el Profesor Pivel Devoto, generando consenso con Sanguinetti y el Gral. Seregni, que no podría ir, pero estaría representado por su esposa Llí y su hija Betel.
Wilson estuvo presente en su gente, arriba y abajo del estrado. Y a través de Silvia, mi hermana. Se parecía mucho a él físicamente, pero además había jugado un importante rol en las internas el año anterior. Se iba a destacar al mes siguiente en la Comisión del Reencuentro, que debutó trayendo los niños, hijos de exiliados, con ayuda de las Iglesias y de AEBU (ahora, para algunos "FaPit").
Alberto Candeau, aquel actor de la Comedia Nacional, vozarrón que habíamos escuchado tantas veces desde el escenario, fue esa jornada la voz del pueblo, la voz de la libertad. Presidió un estrado plural. Muy plural. No todos habían luchado siempre. Pero no era un estrado de imprescindibles, en la definición de Brecht. Estaban dispuestas a ir: ¡Vamo Arriba! (del estado).
Muchos no pudimos ir, pero lo seguimos paso a paso desde el exilio. Algunos se acordaban de nosotros. Sobreviven varias fotos de jóvenes con carteles “Exiliados al Paisito”. Otras, jóvenes con pasacalles “Convergencia Democrática”. Allí en aquellos que se la jugaban a ese punto, me sentí presente, como todos los exiliados…
A 40 años de aquella jornada cívica hay mucho que recordar para seguir aprendiendo. Siempre hay mucho que aprender. Pobre aquel que cree que “se las sabe todas”. Algunos compañeros de lucha de entonces hoy hablan y… no les reconozco… Parece que su lema hoy es me “río de la libertad”. Algo más que un desliz semántico.
Los deslices del compromiso político no se corrigen fácilmente.
Pocos días después del Acto del Obelisco, en Argentina renace la democracia, con la asunción de Raúl Alfonsín. Yo había estado, cuando había ganado. Nos recibió esa misma noche junto a Alembert Vaz, que había viajado del Uruguay, y a Diego Achard con quien hablamos viajado desde México. El viejo fue a su asunción.
Al año siguiente viajábamos juntos para organizar nuestro regreso al Uruguay. Ahí empieza a aparecer los documentos de Wilson que hoy, su propio partido oculta y pretende que nunca existieron. Son coletazos del Río de libertad…. Ese río no secó, ni cambió su cauce, lo profundizó, eso sí.
Allí la carta de Wilson sobre los sindicatos. Me pide que entre en contacto con el PIT. “Sería bueno que el esfuerzo sea de todo (el Partido Nacional) pero ninguna minoría podrá impedir que la tarea unitaria se cumpla”. “No se puede pensar en los cambios profundos que el país necesita sin la participación activa de su sector social organizado (…) que, en el caso de los trabajadores, son el PIT, la CNT”.
Aquel año 83, en el que dedicó uno de sus discursos al “General Líber Seregni, General del Pueblo, por lo tanto, mi General… mi adversario y amigo. Siempre sería mi amigo, espero no seamos más adversarios". No eran pensamientos muy multicolores.
Aunque el Partido Nacional, que no llamaba a los aliados del wilsonismo “FaPit” ni tenía el recurso de Álvaro Delgado (admirable idiomáticamente) de no poder armar una sola frase sin atacar al FA.
Es bueno recordar estas fechas como la de ayer. Y aprender todo lo que no enseñaron. Y sentirse joven reviviéndolas.