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Política

Séptimo Diario

Frente Amplio y su realidad política analizados por Pereira

Pablo Iglesias entrevistó a Fernando Pereira, presidente del Frente Amplio: "La unidad en la diversidad se construye con mucha paciencia".

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Fernando Pereira Kosec (1966) es maestro y preside el Frente Amplio (FA) de Uruguay desde el pasado mes de enero. Viene de una familia de izquierdas y lideró, durante seis años, la principal central sindical del país. Fue uno de los principales impulsores del referéndum para derogar la Ley de Urgente Consideración, considerada por la central sindical PIT-CNT y el FA contraria a los intereses de la clase trabajadora. La ley fue finalmente promulgada por el presidente Luis Lacalle Pou, pero la suya fue una victoria pírrica (50% frente al 48,7%) que demostró la enorme fuerza electoral de un Frente Amplio que aspira a volver al gobierno en 2024.

En 2024 habrá elecciones en Uruguay. ¿Se prepara ya el FA para recuperar el gobierno, especialmente después de ver un resultado en el referéndum de marzo que la derecha no esperaba?

Se prepara para construir la izquierda del 2050 y eso supone por un lado un nodo productivo, es decir hacia dónde va Uruguay en términos de matriz productiva, de agregado de valor, de cadenas de valor. Esto supone también tener una mirada corta, es decir, las luces largas encendidas que implica tener un plan de desarrollo productivo, desarrollo social, desarrollo económico y cultural, pero al mismo tiempo ser opción de gobierno en 2024. Para eso nos estamos preparando desde todos los puntos de vista. Equipos que de alguna manera den seguimiento a las políticas públicas principales y que sean herramientas para que el Frente Amplio haga propuestas en los próximos meses. En segundo lugar, una gira nacional de dos años consecutivos. Todas las semanas la dirección nacional del Frente Amplio visita una localidad del país y tiene cincuenta reuniones con organizaciones sociales, productivas, de la cultura, del arte… para, de alguna manera, tener una radiografía desde la base social que acumula el Frente Amplio. En tercer lugar, porque tiene un elenco de hombres y mujeres en condiciones de gobernar.

El referéndum fue un resultado importante, también la posibilidad de haber juntado 420.000 firmas, de las 800.000 que juntó el movimiento popular en seis meses de pandemia, pero lo más importante es que el Frente Amplio tiene actualmente abiertos, en un país de tres millones de habitantes, 400 comités de base. Los comités son el lugar en el que se reúnen los y las militantes frenteamplistas territoriales. Aspiramos a tener 500 antes de 2024. Tenemos unos 15.000 militantes activos y pretendemos tener comunicación con 65.000 militantes. Eso, en un país de tres millones de habitantes, es decisivo para el desarrollo electoral de 2024. Pero no nos estamos preparando solamente para las elecciones de 2024. La izquierda tiene que dar un golpe de timón a un gobierno que practica una política económica que acumula riqueza en los sectores más poderosos y deja la mayoría de uruguayos y uruguayas por el camino. Los comités de base, en los que confluyen militantes independientes con militantes de sectores y partidos que integran el Frente Amplio son herramientas políticas para la acción permanente, el ámbito en el que desde abajo se cultiva la unidad.

El actual gobierno de Uruguay ha tratado de revertir varios logros de los gobiernos del FA, pero también se aprovechó de otros para gestionar la pandemia. ¿Cuáles serán las claves programáticas del próximo proyecto del FA para gobernar el país?

El gobierno actual es refundacional. Todo lo que ha podido desarmar en materia de políticas públicas lo ha hecho. Lo que pasa es que hay políticas tan potentes en Uruguay que tocarlas sería el descalabro del Gobierno. Por ejemplo, no es posible tocar el plan una computadora, un niño (Plan Ceibal), es muy difícil tocar las operaciones de ojos de cataratas efectuadas en el hospital para las personas pobres. Es muy difícil tocar políticas públicas de transferencias a los uruguayos en situación crítica. Pero luego sí han tenido iniciativas para debilitar las empresas públicas, la empresa uruguaya de telecomunicaciones, la empresa de combustibles, la de energía eléctrica, de forma tal que está claro que nos van a dejar un país en peores condiciones a las que ellos encontraron en 2019. Un país que tiene mayor concentración de riqueza, un país que ha debilitado sus empresas, que son capaces de distribuir de la mejor manera, un país con una educación de menor presupuesto y al mismo tiempo una desigualdad social dolorosa.

El Frente Amplio está preparando su programa, eso supone también visitar todo el país y hablar con las fuerzas vivas principales de la ciudad y el campo, pero también supone discutir con la academia, con la intelectualidad, con la cultura, para que cuando cualquier uruguayo o uruguaya vea nuestras propuestas tenga claro qué va a hacer el Frente Amplio en cinco años.

Eso fue lo que sucedió en 2004. Cualquier uruguayo sabía que el Frente Amplio iba a convocar a la negociación colectiva inmediata que en 12 años no fue convocada; que se iba desarrollar un Sistema de Salud; que iba a intentar distribuir mejor a través de nuestra reforma tributaria; que iba a generar condiciones de mejor calidad de vida para los sectores más oprimidos, los trabajadores rurales o las trabajadoras domésticas y ese plan de gobierno incluso superó las expectativas que el Frente Amplio tenía.

Esta es la gran apuesta del programa del Frente Amplio que, siendo superador de aquel programa de 2004, permita que la gente cuando lea sepa qué vamos a hacer en 2024 cuando volvamos a gobernar, porque vamos a llegar y vamos a gobernar para transformar. Esas transformaciones tienen que quedar claras de antemano en cada una de las uruguayas y uruguayos.

Son ya 5 décadas de historia del FA. ¿Cuáles son las claves para construir la cultura unitaria de un espacio político con tantas corrientes y partidos?

Son cinco décadas de unidad en la diversidad y eso es la izquierda mirada desde sus distintos perfiles. Cuando se fundó el Frente Amplio en 1971 parecía imposible que los demócratas cristianos convivieran con comunistas, con socialistas, y con anarcosindicalistas en una misma organización. Sin embargo, eso fue posible porque los objetivos unitarios de construir una alternativa al modelo autoritario que primaba en la década de los 60 fueron superiores a las posibles diferencias que existían entre los sectores. Lo que se buscó en ese momento fue una unidad política en torno un programa de cambios y una unidad de principios. Luego la unidad se construye a partir de esos principios y del programa. En ese marco es posible que convivan diferentes identidades, que confluyen a lo largo de la historia en una identidad común, el frenteamplismo. Esa identidad común, lejos de pretender suprimir las otras, potencia y naturaliza las identidades de las distintas sensibilidades. La construcción del progresismo en Uruguay fue, de alguna manera, alimentándose por los sectores de los partidos tradicionales, que en aquel momento integraban el Partido Colorado y el Partido Nacional.

Hoy podríamos decir que buena parte del electorado del Frente Amplio surge y es parte o fue parte del Partido Colorado y Nacional. De forma que el Frente Amplio se transformó, con identidad propia, en la representación política más importante del Uruguay en los últimos 30 años. El mayor partido en 30 años y partiendo de la base que tiene 51 años de existencia.

¿Cómo se construye la unidad en la diversidad? Con mucha paciencia. Los organismos del Frente Amplio están conformados a medias por los sectores y por los delegados de base que militan en territorio. Eso implica tejer mucho antes de tomar una decisión. Probablemente, para muchos en el exterior estos procesos se puedan ver como una pérdida de tiempo, pero lejos de ser así son una gran ganancia, porque una vez que se llega a un acuerdo, toda la fuerza política lo defiende en todos los lugares. Esto genera una unidad política y también unidad en la práctica, en el territorio, ahí donde se cambia la vida de las personas.

Proporcionalmente y teniendo en cuenta la población y el tamaño de Uruguay, el FA tiene mucha más militancia que la mayoría de las izquierdas de América Latina y de Europa. ¿Cómo puede participar tanta gente en las decisiones y en la vida del FA y de sus organizaciones?

Tenemos una elección interna, organizada por la fuerza política, con adhesión simultánea al Frente Amplio en la que participaron 136.000 personas, en las que se elige presidente nacional y las presidencias departamentales, la representación de los sectores y los delegados de base al Plenario Nacional y a la Mesa Política y en cada una de las departamentales. Esto en sí mismo muestra el nivel de militancia y la importancia de los comités de base para la estructuración política dentro de los territorios. Cada compañera o compañero frenteamplista milita donde vive, y si milita donde vive, conoce a su barrio, a sus vecinos, a las organizaciones sociales. Tiene vínculo con el pequeño comerciante, con el pequeño productor, con el pequeño industrial. Tiene vínculos con el sindicato, con las organizaciones sociales vinculadas al cooperativismo. Eso genera una militancia y un tamaño de militancia sorprendente sobre todo cuando han pasado 50 años.

Ahora el Frente Amplio convoca por sí mismo, es decir, es lo suficientemente importante como para que la gente sienta que la transformación del país o que los cambios positivos para un país, los cambios progresistas, solo son posibles con el Frente Amplio y eso convoca de alguna manera a la gente a participar.

Los liderazgos carismáticos han sido cruciales para las izquierdas latinoamericanas en los últimos años, pero también han generado enormes dependencias. En Uruguay, sin embargo, el hecho de que Pepe Mujica sea un referente mundial no ha impedido que la marca FA funcione por sí misma electoralmente. ¿Cuál es la clave para entender esa fuerza colectiva más allá de los líderes?

Los fundadores del Frente Amplio dejaron una huella imborrable, pero ninguna persona, ningún hombre ni ninguna mujer, por importante que fuera para el Frente Amplio –en aquel momento Seregni, Arismendi, José Pedro Cardoso, Juan Pablo Terra, Zelmar Michelini, Alba Roballo y tantos otros– podía ser más importante que el colectivo que se estaba formando en ese momento. Naturalmente iba a haber liderazgos potentes en algún momento, pero esos liderazgos no podían sustituir el protagonismo popular, es decir, el protagonismo de la gente.

El Frente Amplio es su gente. Si hay protagonismo popular hay Frente Amplio, si hay liderazgo que exclusivamente se base en el resultado de una elección, en ese liderazgo, entonces el Frente Amplio pasa a ser una parte subsidiaria de una personalidad atrapante y aquellos que creemos en las transformaciones profundas de las izquierdas, creemos también que estas transformaciones son colectivas. Entonces, ningún hombre ni ninguna mujer, por más importante que fuera para la izquierda, puede ser más importante que la fuerza política.

El Frente Amplio ha tenido liderazgos del tamaño de Mujica, de Tabaré Vázquez, de Danilo Astori, de Mariano Arana y sin embargo eso no fue impedimento para que el Frente Amplio, sin esas candidaturas centrales, alcanzara el 40% del electorado en primera vuelta en el año 2019, en una mala votación nuestra, pero que implicó que el 40% de los uruguayos apoyara al Frente Amplio. En este tiempo nos hemos estado fortaleciendo, en todas las encuestas de opinión el Frente Amplio aparece como la primera fuerza política del Uruguay ratificando la lógica de que vamos rumbo a obtener el gobierno. Pero no a obtener el gobierno porque se queda quieto el Frente Amplio, sino porque mueva toda su estructura organizativa en el sentido de cambiar la historia del Uruguay, que claramente atraviesa un momento regresivo. En este momento, pensar que el poder ejecutivo entregó el puerto por 50 años sin informe jurídico ni económico, que entrega la conexión de internet a empresas privadas de cable operadores del Uruguay sin contraparte clara y sin informes, son parte de las políticas que el Frente Amplio tiene que enmendar.

Valoramos mucho lo que es Mujica para los uruguayos y uruguayas y también lo que es para Uruguay, un enclave en el mundo. Valoramos mucho lo que hizo Tabaré Vázquez, la acción del compañero Danilo Astori en darle solidez económica al Uruguay y a Mariano Arana como líder de la izquierda montevideana, pero también somos conscientes de que esos liderazgos tienen que tener recambio, y que esos liderazgos están y que esos recambios se están produciendo sin dolor porque los propios líderes carismáticos de la izquierda los han propiciado. Han propiciado el recambio. De forma tal que el Frente Amplio es más importante que cualquier hombre o mujer que lo conforme, esa es la clave para no depender únicamente de una referencia personal. Porque luego los proyectos políticos se debilitan cuando ese líder pierde peso o cuando ese líder simplemente deja de estar.

Boric ganó en Chile, Petro y Francia Márquez acaban de ganar en Colombia. Se trata de dos países donde la izquierda parecía tener imposible ganar. Se espera la victoria de Lula en Brasil. ¿Qué está cambiando en América Latina?

La derecha ha sido cruel, no ha dado respuesta a los sectores populares. La derecha ha fracasado en la distribución, en los procesos de paz, en generar igualdad social, en dar herramientas mínimas para darle a los pobres lo que les pertenece, esos pobres, “descartados”, como los llamara el papa Francisco.

También se están resistiendo a que la única forma de vivir sea en la miseria, en la exclusión, en la pobreza y también hay una clase media que se da cuenta que estos gobiernos solo trabajan para los más poderosos y que todo lo que queda en el medio de alguna manera se ve desfavorecido. De alguna manera se trata de construir una lógica que permita alternativas progresistas a un modelo fracasado que se centra en que simplemente los países crezcan económicamente y en la suposición de que va a haber un derrame que va a contribuir a mejorar la calidad de vida de los demás.

Esto es un fracaso total y completo en toda América Latina. Lo fue en Chile, país al que por años nos vendieron como exitoso y acá en Uruguay elogiaban por el crecimiento del producto bruto interno. Pero cuando uno ve que la desigualdad es terrible, el modelo educativo es terrible, cuando la Constitución es muy negativa, la gente busca cambios.

En Colombia ya hemos visto qué han sido los gobiernos de Uribe y los sucesivos gobiernos de la derecha. Lo que ha significado la violencia política y el movimiento paramilitar. La gente decidió un cambio profundo y cuando nadie lo esperaba, cuando creían que el electorado de la derecha iba a apoyar a Hernández y entonces la victoria de Petro era prácticamente imposible, se vio que hay un conjunto de colombianos que se rebelan ante la injusticia social, ante la falta de políticas públicas, ante el descalabro. Esto no implica que no miremos, ni demos seguimiento a procesos que se dan en América Latina que son crecimientos de derechas, de ultraderechas, que tienen un corte empresarial poco ideologizado, basado en el odio y en el disparatario político. Habría que prestarle mucha atención desde la academia, pero también desde la política. El proceso de Bolsonaro en Brasil, la llegada de Lasso al gobierno de Ecuador, la votación que tuvo Hernández, que aun perdiendo la elección tuvo una votación altísima para alguien que no viene del mundo de la política. También el propio Gobierno de Trump, que sigue manteniendo alto respaldo en Estados Unidos.

Me parece que los latinoamericanos tendríamos que poder tener una mirada colectiva, para que si llegamos, como parece ser, juntos a gobernar, también la inserción internacional, también el regionalismo, también el fortalecimiento de los bloques regionales se desarrollen. Implica pararse en el mundo de forma distinta a la que los países de América Latina se han parado en el anterior proceso progresista. De forma tal que ahí hay un desafío que ojalá estemos a la altura de lograr.

Por Pablo Inglesias (vía Ctxt)

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