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Política Romina Celeste | herrerismo |

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Penadés denunciado por pedófilo: una bomba destructiva e inesperada

Por Alberto Grille

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Caras y Caretas Diario

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Me tomé unos días para escribir esta nota. En verdad, hay mucho para reflexionar sobre la impactante denuncia de Romina Papasso, quien acusara al Senador Gustavo Penadés de haberla abusado hace 17 años, cuando era una joven de 13 años.

De ser cierta la denuncia, Romina era una niña y Penadés un adulto. En rigor, el abuso de un menor se inscribe en lo que se llama pedofilia.

La pedofilia es un trastorno psicológico en el que una persona adulta siente una atracción sexual hacia niños y adolescentes menores.

Es una condición ilegal en nuestro país y en la mayoría de los países. Los pedófilos pueden actuar o no según sus deseos y cuando lo hacen, cometer abuso sexual infantil, causando un gran daño físico y emocional a las víctimas sean niños o niñas.

No hay un perfil específico de hombre que practique la pedofilia. Puede afectar a hombres de cualquier edad, raza, religión, nivel educativo y social.

Es importante tener en cuenta que la pedofilia es un trastorno psicológico que no se elige y no se puede cambiar simplemente a través de la fuerza de voluntad. Es una condición que requiere tratamiento psicológico especializado y puede afectar a personas de cualquier género.

Sin embargo, es más común en hombres que en mujeres. No todas las personas con pedofilia actúan en sus compulsiones y ocasionalmente buscan ayuda y tratamiento para evitar hacer daño a los niños.

Los pedófilos no pueden alegar inimputabilidad ni ausencia de conciencia moral por sus acciones. Desafortunadamente hay casos que pasan desapercibidos para los demás, porque la practican en el ocultamiento y la discreción, pero también hay casos conocidos de pedofilia en personas referentes, sacerdotes, docentes, cuidadores, deportistas y políticos relevantes que trascienden y causan un relevante impacto, visibilizan el problema y lo evidencian como un problema social.

Estos casos a menudo reciben una gran atención mediática, debido a la gravedad del delito y el impacto que pueden tener en la sociedad.

Estos casos suelen revelar una notable hipocresía, cuando se trata de presuntos referentes morales que en la realidad se comportan como depravados. A veces incluye la participación de colaboradores, reclutadores e intermediarios y cierto grado de mercantilización mediante el pago en dinero o especies a las víctimas.

Más allá de la difusión y el escándalo que suelen seguir a las denuncias de este género, la privacidad y la presunción de inocencia son derechos importantes que deben respetarse en cualquier circunstancia y debe recordarse que solo aquellos que han sido condenados por un delito deben ser considerados como culpables.

No obstante, las notorias dificultades que se presentan para probar estos delitos habilitan la difusión, de rumores, opiniones e incluso la condena y la discriminación social de las personas denunciadas a pesar de no poderse encontrar pruebas contundentes para reprochar o negar delito alguno.

El delito de abuso sexual infantil, incluyendo el abuso sexual cometido por un pedófilo, es un delito grave y no prescriptible en Uruguay y en muchos países, incluso si el abuso ocurrió hace muchos años.

No hay una relación directa entre la pedofilia y la homosexualidad. La pedofilia se refiere a una atracción sexual hacia niños, mientras que la homosexualidad se refiere a una atracción sexual entre personas del mismo sexo.

La mayoría de las personas que tienen atracción sexual por los niños y niñas no se consideran a sí mismas homosexuales ni heterosexuales, sino que tienen una orientación hacia los niños.

Hace casi dos décadas Romina Papasso era una joven que se prostituía caminando las aceras del Parque de los Aliados y Gustavo Penadés un joven diputado de la lista más votada del herrerismo.

Hoy Romina Celeste es una notoria figura del Partido Nacional, que ha protagonizado diversas acciones públicas que la han convertido en una figura política polémica y muy cuestionada, hasta el punto que algunos dirigentes de su partido la han esquivado para negarla o al menos no definirla como una militante blanconacionalista .

El hecho es que esta joven transexual, de nuevo está en la primera plana, pero esta vez denunciando por pedolifila a uno de los más relevantes políticos de su partido.

Si no hubiera sido Romina se hubiera dicho que era una operación de la oposición, pero como es Romina hay hasta quién insinúa e incluso afirma, que es parte de una interna blanca despiadada y casi suicida.

Lo cierto es que, probablemente, al gobierno no le puede pasar otra cosa peor. La denuncia de Romina a Gustavo Penadés, seguida de otras del mismo tenor y de indudable precisión por otras eventuales presuntas víctimas, resultan particularmente aceptables. Al menos han sido lo suficiente creíbles como para que el Fiscal de Corte Juan Gómez, haya dispuesto una investigación de oficio que hoy ha recaído en la fiscal de delitos sexuales Alicia Ghione.

El impacto cayó como una bomba en todo el sistema político donde el senador Penadés es una figura intelectual y políticamente muy respetada, tan respetada que los medios se movieron con excesiva prudencia, menguando el impacto de la denuncia de la presunta víctima y destacando la respuesta del presunto pedófilo que desde el Palacio Legislativo no dudó en desmentir la acusación y anunciar un juicio por difamación contra la denunciante y presunta víctima.

A manera de autocrítica digo que también en Caras y Caretas fuimos demasiado cautelosos, timoratos y prudentes, porque la denuncia de la víctima merecía un tratamiento más jugado, valiente y radical.

Más aún, fui excesivamente prudente cuando les dije a los periodistas del turno que escribieran con mucho cuidado porque podíamos estar subiendo a un palo enjabonado.

Es verdad que la presunción de inocencia debe garantizarse en todos los casos, pero la denuncia era de tal entidad, con tanta precisión y tan valiente que merecía de nuestra parte un mayor destaque.

Es cierto que la justicia va a actuar y la fiscalía investigará, pero es notorio que ha pasado demasiado tiempo y estos delitos tan escabrosos son siempre muy difíciles de probar.

Además, hay un desequilibrio demasiado evidente entre el poder de uno y otro y el prestigio social de un senador de la República y una "prostituta mediática", para algunos, "resentida y desquiciada”.

El Senador, sin demasiado pudor, lo hizo evidente dando su conferencia de prensa en el Palacio Legislativo en donde reside uno de los tres poderes del Estado.

Lo cierto es que, si bien la noticia cayó como una bomba, no fue un rayo en un cielo sereno. La defensa que hizo Penadés , fue por demás tramposa, confesando una orientación sexual que según él nunca había ocultado pero que tampoco había expuesto, pero atribuyendo la actual denuncia a una discriminación por su homosexualidad, condición que nada tiene que ver con la eventual imputación por pedofilia de la que tendrá que defenderse.

Es importante no estigmatizar a las personas LGBTQ+ sugiriendo que hay una conexión entre la pedofilia y la homosexualidad. Este error puede llevar a una mayor estigmatización de las que ya enfrentan en la sociedad.

Hace años que hay rumores que señalaban a Penadés, pero a fuerza de ser honestos, nunca hubo una denuncia formal ni un testigo que lo denunciara a cara descubierta.

Pero ahora si los hay y nos guste o no nos guste la personalidad y las opciones políticas de Romina Papasso, la víctima puso arriba de la mesa lo que hay que poner y denunció a alguien que tiene mucho poder, posee inmunidades parlamentarias, dinero y prebendas … y ya está rozando la impunidad recibiendo solidaridades que lo despegan de un acusado común.

Valga decir que el Ministro del Interior, Luis Alberto Heber, quién comanda los organismos auxiliares de la justicia que deben investigar el gravísimo delito denunciado, corrió presuroso a ponerse al lado de su amigo y el mismísimo presidente de la República; Luis Lacalle Pou no dudó en declarar imprudentemente que le creía al acusado y no a la víctima.

A poco más de una semana de hecha la denuncia, hay abundantes, aunque tal vez no suficientes elementos, para sospechar que puede ser verdad y que estaríamos ante un gravísimo delito en reiteración real, imprescriptible y agravado.

Naturalmente que nadie se esperaba esto porque uno quiere creer que estas cosas no pasan en personas públicas y con inmejorable posición en la actividad social.

Pero si uno lo piensa mejor, se pregunta ¿por qué no?

La justicia investigará pero muy probablemente no pueda llegar a probar el abuso y por el contrario tal vez pueda imputar la difamación. Si así fuera estaríamos ante una terrible paradoja. La víctima procesada y el denunciado absuelto.

No es la primera vez que esto ha sucedido, pero es una situación harto desgraciada. Algunos seguirán creyendo que se trata de un pedófilo y otros diciendo que hay que respetar los fallos de la justicia y reestablecer la confianza en el senador agraviado.

Pero sin dudarlo un instante, hubiera sido mejor que el boca abierta de Heber y el atrevido de Lacalle Pou hubieran guardado un silencio respetuoso , al menos para poder creer más en la verdad y confiar más en la justicia.

No debieron, ni por un instante, pretender inclinar la balanza. No debieron ejercer interferencias ilegítimas y abusivas. Al fin de cuentas no es la primera vez que el Presidente debe confesar que, como con su amigo Astesiano, se comió la pastilla.

Y que conste que por el bien del país, del sistema político, de las instituciones y del propio Gustavo Penadés, desearía que todo se aclarara, que se tratase de una confusión y Gustavo Penadés fuera inocente.

Pero las declaraciones del Ministro y el Presidente, como siempre que se entrometen, lo han puesto aún más oscuro.

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