Lo que comenzó como una manifestación pacífica se convirtió horas después en una noche de brutalidad y represión policial, que resultó en la muerte y desaparición de numerosos argelinos, muchos de los cuales fueron arrojados al río Sena y se ahogaron.
En 1961, Argelia estaba inmersa en una violenta guerra de independencia contra Francia, que había comenzado en 1954. La situación en Francia estaba tensa, con una creciente población argelina que enfrentaba discriminación y condiciones de vida difíciles.
El 5 de octubre de 1961, el jefe de la policía de París, Maurice Papon, impuso un toque de queda que prohibía a los argelinos estar en las calles después de las 20:30. En respuesta, el Frente de Liberación Nacional (FLN) convocó a una manifestación pacífica para el 17 de octubre, en la que participaron más de 30.000 argelinos.
La masacre
La manifestación comenzó de manera pacífica, con hombres, mujeres y niños marchando por las calles de París. Sin embargo, la respuesta de la policía fue brutal. Las fuerzas de seguridad, bajo las órdenes de Papon, atacaron a los manifestantes con una violencia extrema.
Muchos manifestantes fueron golpeados hasta la muerte, y otros fueron arrojados al Sena, donde se ahogaron. Los cuerpos de las víctimas fueron encontrados en el río durante los días y semanas siguientes, y muchos otros nunca fueron recuperados.
Consecuencias y silencio
La masacre de 1961 fue un intento deliberado de las autoridades francesas de suprimir la protesta y enviar un mensaje de disuasión al movimiento de independencia argelino.
Inicialmente, la magnitud de la tragedia fue ocultada, y durante muchos años, el gobierno francés negó cualquier responsabilidad o minimizó el número de víctimas. Sin embargo, investigaciones posteriores y testimonios han revelado que el número de muertos fue significativamente mayor de lo que se informó inicialmente, con estimaciones que varían entre varias decenas y hasta 200 personas.
Reconocimiento y memoria
No fue hasta décadas después que la masacre comenzó a recibir el reconocimiento oficial que merecía. En 1998, Maurice Papon fue condenado por crímenes contra la humanidad por su papel en la deportación de judíos durante la Segunda Guerra Mundial, lo que reavivó el interés en su papel en la masacre de 1961.
En 2001, el entonces alcalde de París, Bertrand Delanoë, inauguró una placa conmemorativa en el puente Saint-Michel, uno de los lugares donde muchos argelinos fueron arrojados al Sena. En 2012, el presidente François Hollande reconoció oficialmente la tragedia y la brutal represión de los manifestantes.