La gimnasta Rebeca Andrade, hace unos días, había entrado a la historia como la primera medallista olímpica de gimnasia femenina de Brasil. Su logro -claro- levantó las miradas del mundo entero: hasta Nadia Comaneci la felicitó en las redes sociales.
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Pero Rebeca -como en su vida- fue por más. Y ahora se convirtió en la primera ganadora de un oro olímpico para Brasil en este deporte al ganar en salto de caballo.
La analogía con su vida se entiende cuando se repasa el camino de la joven de 22 años para llegar a ser deportista de élite. Rebeca siempre supo sobreponerse a las adversidades. Su infancia no fue fácil: nació en una favela en Guarulhos, a las afueras del Estado de San Pablo, su madre trabajaba de empleada doméstica y estaba al frente del hogar con ocho hijos.
A los cuatro años pisó un gimnasio por primera vez y si bien siempre deslumbró con su talento, muchas veces tuvo que dejar de entrenar por falta de dinero. Fueron sus entrenadores quienes la guiaron para que siempre regresara y a los nueve años se fue a Curitiba para dedicarse a entrenar.
A los meses fichó por el Flamengo de Río de Janeiro. «Siempre vi mi historia como un proceso de superación porque pasé por cosas muy difíciles», dijo tras conquistar el podio en Tokio 2020. Y sus palabras se entienden con sólo pensar en esa niña que soñaba desde la inmensidad de la favela y que hoy es campeona olímpica.
¡#Oro para Rebeca Andrade!
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