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Referéndum: Reflexiones más maduras

Por Rafael Bayce.

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En la columna pasada reflexionamos ‘sobre el pucho’ acerca del referéndum, escribiendo sin que análisis imprescindibles de resultados, ni manifestaciones de líderes políticos ni de analistas conspicuos hubieran dejado su semilla: en este sentido Caras y Caretas y Brecha, ambos del 1/4/2022, han sido importantes.

Quizás las 2 líneas de reflexión más maduras sean: uno, qué nos puede decir el resultado del referéndum como anticipación de las elecciones de 2024-25; dos, qué nos puede decir sobre el futuro de la ‘izquierda’, del ‘progresismo’, de ‘la social democracia’, del ‘Frente Amplio’, del juego de los partidos políticos con las organizaciones sociales, del balance entre democracia directa e indirecta, y de las tareas electoral y no electoral en la política callejera, institucional y comunicacional. Demasiado, claro, para hoy; pero es un buen menú de reflexión y debate, igual, sobre el cual decir aunque sea algo ahora.

 

Mucho más que un referéndum sobre 135 artículos

Claro que usted ya sabía eso; pero la verdadera importancia del referéndum no estaba en la vigencia inmediata o no de esos artículos de la LUC, sino en todo lo que se jugaba y movía con motivo del plebiscito y del referéndum.

 

Resultados psicopolíticos para los dos bandos

Un primer resultado psicopolítico es que la coalición de gobierno, pese a ganar el referéndum y refrendar la vigencia de los artículos cuestionados, probablemente se sienta más insegura, menos confiante y más temerosa electoralmente que lo que estaba antes del triunfo (¿paradoja?). Otra vez, como en la segunda vuelta presidencial de noviembre de 2019, los resultados son peores que las expectativas subjetivamente creídas, y que las instantáneas proyectables (incorrectamente) publicadas por las encuestadoras, objetivas. Por el contrario, para los partidarios de plantear plebiscito y referéndum, institutos de democracia directa ante la ineficacia de la institucionalidad partidaria indirecta, surge una nueva inyección de autoestima y confianza, justamente porque los resultados fueron mejores que los esperados, subjetiva y objetivamente. ‘Vamos que se puede’ podría ser una consigna optimista y movilizadora generalizable, paradojalmente luego de perder, aunque de modo crecientemente estrecho, en 2019 y ahora en 2022.

El inconveniente de este resultado psicopolíticamente positivo es que puede ser un peligroso bumerán.

Porque se puede creer en la movilización de las bases como una nueva ‘garra charrúa’, como una especie de capacidad de ‘ganar a lo Peñarol’. Que, supermánicamente, se piense que la tercera es la vencida (que tantas veces no se dio), que el pueblo unido jamás será vencido (perdió tantas veces…), que los chanchos no votan a Cattivelli (lo han votado tanto, o hasta a Doña Coca).

Que todo lo demás no importa, que basta con que el pueblo se lo proponga (ojo, que del otro lado también hay pueblo, demos, que no lo componen solo los ‘nuestros’) para que, por arte de magia, frotando una lámpara, el triunfo venga.

Que ya se sabe lo que hay que retocar para recorrer esa pequeña y menguante distancia electoral; que podrá transformar el punto en banca, a David en Goliat, como si los otros no pudieran también retocar. Que se olvide, como en algunas planificaciones deportivas abstractas, de pizarrón, que el contrario también juega, y que las heridas psicosociales sufridas no lo podrán ayudar (de nuevo paradójicamente) a corregir y a mejorar cosas que habría dejado seguir sin ese susto/lección.

Pizarrear siempre es riesgoso; y peor cuando, al final de cuentas, se perdió; vivir del prestigio de perdedores reales pero ganadores morales es insalubre psíquicamente. Y engañoso.

 

Otras bases empíricas de optimismo opositor

Sin embargo, hay algunos factores que pueden contribuir a esa autoestima, autoconfianza, optimismo, fe y esperanza, sin olvidar lo que les pasó en Maracaná a los que sentían todo eso, y que lo vivían y se proclamaban ganadores, a saber:

Uno. Una de las cosas que el plebiscito-referéndum era, más allá de sí mismo, era una pulseada política, un ‘orejeo’ electoral, y del funcionamiento de recursos tradicionales y novedosos de publicidad y propaganda política, sobre todo lo cual habría mucho para decir, aunque no ahora. Muy probablemente, una de las cosas que más asusta al gobierno, y esperanza a la oposición, es que un altísimo porcentaje de los votantes que viven en el exterior ha votado por el FA en las pasadas elecciones; esta vez no vinieron porque el viaje, aun en plena paranoia covid, no justificaba tales sacrificios e incertidumbres; pero si vinieran, hubieran sido más que la diferencia que hubo de votos entre Sí y No: fueron unos 22.000 de diferencia, y unos 30.000 quizás hubieran votado Sí si hubieran venido los mismos 40.000 que lo hicieron antes. Y en 2024 sí vendrán. Esto espero que no mueva al gobierno a eliminar, con alguna rebuscada razón, el voto desde residentes del exterior (aunque la fisura electoral puede mucho).

Dos. Los votos por el Sí generalmente fueron más que los votos por el FA en la segunda vuelta de 2019, ganara o perdiera el Sí en cada lugar. Podría señalar que hay algún crecimiento electoral opositor respecto de 2019.

Tres. Los votos en blanco no sumarán, como en referenda, al voto gubernamental, lo que aumentará el porcentaje relativo del voto minoritario, a diferencia de lo que ocurrió con el referéndum.

Cuatro. El voto, cuanto más joven, más inclinado al Sí; y como muchos no tuvieron la credencial a tiempo para votar ahora, es probable que resulte en una mayor proporción de jóvenes, antigobierno, respecto de los más adultos (sin siquiera contar el pequeño efecto en esto de la tasa de defunción. Otra vez, como en el siglo XX, la oposición encarna identificaciones autonómicas entre los jóvenes; si durante 15 años ser oposición y antiadulto, antiautoritario, antiinstitucional, puede haber sido ser anti-FA, ese sentimiento debería volver a favorecer el voto joven opositor, ahora nuevamente FA y anti coalición multicolor.

Estos 4 factores, o tendencias, no son muy importantes en sí mismos, pero pueden definir si las cifras son apretadas, como lo fueron la segunda vuelta 2019 y el referéndum 2022. Y, por ahora, así parece que serán los de 2024-25; de modo que su consideración y cuantificación adquieren particular relevancia.

 

Democracia directa y democracia indirecta

Sea la democracia una institucionalidad representativa de la soberanía popular difícil de ejercer directamente por su número, dispersión y dificultad técnica decisoria (utopía liberal), sea ella meramente un modo de decidir asuntos urgentes a falta de consenso puntual (recurso práctico), las constituciones y normativas contemporáneas normalmente admiten institutos de democracia directa que matizan la omnipotencia de la indirecta. En Uruguay se ha recurrido muchas veces a intentos de dichas iniciativas. En el caso del último intento (el fracaso de Larrañaga fue el penúltimo) parecería que algunas organizaciones, y especialmente la central sindical, estimaron que, como había anticipado Karl Mannheim en 1929, el ingreso de la izquierda antes revolucionaria en el juego del mercado económico y de la democracia partidaria, traería una cierta desradicalización ideológica, y que un cierto efecto anestésico y viral -no son sus palabras- amortiguaría la radicalidad opositora y la profundidad y urgencia de la utopía avizorada. Las redes sociales operan un cierto regreso de la plaza pública virtual, hasta con manifestaciones presenciales consecuentes. Lo que el tedio y la resignación de los representantes indirectos no podían lo intentaría directamente el soberano. ¿Qué roles y funciones coordinados mantendrán los recursos de ambos tipos de democracia en el futuro inmediato? Visto que la democracia parlamentaria no ‘parlamenta’ casi nada sino que decide a priori confiando todo en la mayoría formal disponible, ¿cómo se puede manifestar el soberano, el demos que quiere actuar más allá del voto esporádico, ante la manifiesta inocuidad de la representación de las minorías en un régimen de autoritarismo de la mayorías formales, que pueden pasar así ‘gatos por liebres’ tales como considerar que son de urgente consideración algunas cosas que son de ínfima importancia? La degeneración de la democracia indirecta en dictadura formal de las mayorías lleva a revalorizar formas nuevas de democracia directa que pueden compensar esta desvirtuación de la representatividad indirecta. Un gran tema a futuro será, sin duda, el de la articulación de la representatividad institucional indirecta con los nuevos modos de plantearse la democracia directa: partidos, organizaciones sociales, gremios, sindicatos, democracias sectoriales y temáticas, sin el fantasma del corporativismo.

 

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