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Sendic por Fasano: El que esté libre de culpa que tire la primera piedra

Por Federico Fasano Mertens.

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Caras y Caretas Diario

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Yo acuso al vicepresidente de la República de no rendir cuentas en su gestión pública, gastos por 14 dólares mensuales, unos $ 399 por mes. El Tribunal de Conducta Política del Frente Amplio (FA), que él mismo convocó, así lo certificó y por lo tanto queda comprobado que se enriqueció ilícitamente al olvidar rendir cuentas por valor de casi $ 400 mensuales durante sus nueve años de gestión al frente de la empresa estatal más poderosa del Estado uruguayo. Su sospechosa omisión de no haber encontrado tiempo en sus tareas de presidente de Ancap para detectar que faltó declarar $ 399 mensuales, que enriquecieron ilícitamente su fortuna personal en la suma de US$ 1.548 durante sus nueve años de gestión, si sumamos todos los años en los que se olvidó rendir cuentas de 172 dólares cada uno de esos años, descontados los reembolsos que realizó. Su castigo debe ser ejemplar: la destitución forzada o su dimisión inmediata a la vicepresidencia de la República, función que le fuera encomendada por 1.200.000 ciudadanos. No estamos hablando de Alicia en el país de las maravillas, ni de la República de Parva Domus, que opera imaginariamente en nuestra Punta Carretas. Esta desmesura está ocurriendo hoy, con dramático realismo, en la República Oriental del Uruguay, donde gobierna desde hace más de una docena de años una izquierda que es orgullo de América Latina. Es la primera vez en la historia de nuestro continente que la izquierda en el poder arriesga a perder a su vicepresidente, atraída por una demagogia punitiva, creada de la nada por comunicadores viscosos y sibilinos escribas que montaron este dislate ético que infecta hoy el alma de la principal fuerza política del país. La oposición conservadora, los escribas que se venden sin que los compren y un sector de nuestra izquierda nacional cayeron en las redes de una lógica implacable inoculada en una opinión pública tan incrédula de todo como dispuesta a creer las mayores desmesuras. Si Catón el Viejo viviera, lo escucharíamos decir, una y otra vez, delenda Sendic est,  “Sendic debe ser destruido”. Nunca vi en mis 58 años de periodismo un linchamiento mediático de tamañas características, ni por la vacuidad del inexistente crimen, ni por la importancia del cargo detentado ni por el aval moral de una vida honesta dedicada al servicio de las mejores causas populares. Opositores y calumniadores seriales que buscan detener este proceso histórico de cambios en el país se lanzaron como mastines sobre la honra de nuestro vicepresidente instalando un miserable circo mediático, pletórico de maledicencia. Y ante una izquierda, con la fraternidad herida y la inteligencia escorada, los seguidores de Lynch están obteniendo los fines propuestos. La estética del maltrato se impuso a la ética de las conductas. Parece que hoy está de moda vomitar inclemente sobre todo lo que diga o haga nuestro vicepresidente. La razón, la evaluación de los hechos, la sensatez, la mesura, han sido derrotadas por la instalación del prejuicio. Y sabemos con Einstein que es más fácil desintegrar el átomo que deshacer un prejuicio. Y no cometo el error de poner en la misma bolsa a la oposición antifrentista y a sus mercenarios que a los que piden la cabeza de nuestro vicepresidente para salvar al FA. Tengo más amigos entre estos detractores de izquierda que entre los que defienden a Sendic. Y sé que el enemigo principal de la amistad es la política, como decía una y otra vez el genio de Cicerón, que en aras de su ejercicio, perdió no sólo a los amigos, sino también su vida. Pero no puedo seguir callándome ante tamaña desmesura, injusticia y linchamiento de un compañero, que como todo ser humano se ha equivocado en numerosas oportunidades, pero ha exhibido una vida de idealismo y compromiso popular, sin ceder nunca a la tentación de la corrupción. Nada me une personalmente a Sendic, salvo la pertenencia a la misma utopía de ciudadanos iguales, que desde hace una docena de años viene abriéndose paso en nuestra comarca. No voté a su grupo político, no lo quise de vicepresidente, no creí que portara el alma necesaria para encarnar la renovación etaria del FA cuando Tabaré y Mujica lo presentaban como el Leónidas o el Temístocles del socialismo uruguayo. Más bien me sentía lejano a su destino. Cuando Sendic militaba en el 26 de Marzo, me brindó el elogio de su odio por los ataques que yo comandaba contra el infantilismo de izquierda encarnado por esa patrulla extraviada del seispuntismo. Nunca saldamos esos agravios. Podría quedarme callado y esperar sentado como espectador del show mediático, viendo cómo reducen a escombros a un dirigente de izquierda y cómo se lesiona la horma humana que forjó al FA. Me ahorraría la pérdida de amigos, de aliados, me ahorraría el aluvión de injurias y las vendettas miserables que a los cuestionadores del cómodo “no te metás” les aplican como correctivo disuasorio. No sería yo mismo. Lo consideraría una traición a mi conciencia. Siempre estuve y estaré al lado de los “perdedores”, en el sentido ético del término. Y por eso salgo hoy a condenar una injusticia. Todo comenzó con el rápido, imparable y sorpresivo ascenso de Sendic a la cúspide del poder. De la nada, con la bendición de los dos grandes capitanes del Frente, gana las internas, funda un grupo dentro del FA  y obtiene lo que ninguna formación política iniciática había conseguido hasta entonces: 2 senadores y 5 diputados, y de yapa, un senador más, la Presidencia de la Cámara de Senadores y la Asamblea General, como el vice titular del Poder Ejecutivo. Ocho bancas de un solo golpe. Eso, en Uruguay, activa las ondas del sexto pecado capital. Ya en el siglo XVII, Friedrich Habbel alertaba: “no Tejáis a nadie una corona de laurel demasiado grande o le caerá en torno al cuello como un cepo”. El cepo empezaron a gestarlo las enormes redes capilares de la corrupción que en los períodos prefrentistas se adueñaron de Ancap y de los resortes del Estado. Los mismos que dejaron en ruinas a la principal empresa pública uruguaya, que tuvieron que malvender en un solo dólar simbólico las insólitas inversiones en Argentina, lo acusaron de invertir 1.200 millones de dólares y contraer un obvio déficit mercantil. Fue el propio Sendic quien, contra el parecer de muchos de sus compañeros, apoyó la formación de una investigadora sobre su gestión; tan convencido estaba de la ausencia de ilicitud en su gestión. La investigadora no pudo encontrar un solo hecho delictivo y la oposición, decepcionada, pasó a la Justicia todos los hechos recabados, con la esperanza de poder encontrar hoy la aguja en el pajar que oculte al elefante en el bazar que ellos mismos dejaron antaño. Y la aguja no apareció y el elefante sigue tan campante. Los denunciantes actúan como el carterista que huye al grito de “al ladrón, al ladrón” para ocultar su propio robo. Y posiblemente Sendic cometió errores en su gestión. Sólo no se equivocan los que optan por la tranquilidad de la rutina y la falta de imaginación. Pero me pregunto: ¿El error de esas inversiones cuantiosas, no estará incidiendo hoy, de alguna manera, en los superávits comprobados de nuestro ente petrolero? ¿Y si no fuera así? Acaso se trató de una opción gestora errónea, carente de ilicitud y corrupción, avalada tanto por el oficialismo como por la oposición representada en el directorio, consentida de hecho por las máximas autoridades ejecutivas, les parecería ético lanzar esta campaña de envilecimiento de la función pública, tal como la orquestaron al comprobarse el esperado déficit. Después vino el sainete de la licenciatura. Ataque por encargo, fuera de todo contexto, ignorando la esencia, aprovechando las formas, exhibiendo los truhanes de la política toda su carga de mendicidad ética. ¿Quién puede negarle a Sendic su formación académica? No es un impostor. Fue elegido entre los mejores estudiantes de Medicina de Cuba (la isla de la excelencia sanitaria) para iniciar el primer curso de Genética de la isla. Completó la totalidad del curso de la nueva disciplina, los dos años, con excelentes notas, curso que le otorgaba una licencia o autorización para dar clases de genética, investigar ese campo científico e incluso ejercerlo. ¿Es una licenciatura? No lo es porque no existía tal título. Era una licencia para investigar y dar clases y ejercer. En términos reales es esencialmente lo mismo; en términos formales no encontraremos el vocablo licenciatura en ese documento. Lucía Topolansky no se equivocó al decir que vio el título. Vio el certificado o licencia que lo habilitaba a esas actividades. Pero además Sendic cursó, también con las mejores notas, cuatro años en la Facultad de Medicina de La Habana y además revalidó todas esas materias en la Universidad de la República de nuestro país. Esa licencia más los cuatro años de Medicina son más que una licenciatura. Pero es cierto, se equivocó. No debió permitir el la abreviatura “Lic.” en el currículum que le imprimieron cuando asumió la vicepresidencia de la República. Es verdad que nunca se presentó ante la gente como el licenciado Sendic y que nunca ejerció esa función. Pero permitió, en el fárrago de sus responsabilidades ejecutivas, que su apellido fuera adornado por el polémico “Lic.”. Porque, en su conciencia, él creía que había completado los estudios de Genética, como efectivamente lo hizo en Cuba. Fue un error. Pero no hubo dolo ni mala fe. La pregunta es si ese error ingenuo, que nada le aportaba, legitimaba la deshonra que los sibilinos escribas tejieron en su corona de espinas, dejando la verdad colgando. La verdad que realmente importaba: su formación académica. Ya estaba la cruz emplazada, los clavos en la carne, faltaba el lanzazo final: la tarjeta corporativa. Primero, violaron el principio de igualdad. La ley pareja. Sólo pidieron los gastos de Sendic. Se olvidaron de los gastos de todos los centenares de portadores de tarjetas corporativas. Y, sobre todo, las de los gobiernos conservadores. Estos no eran objeto de caza. Después, en busca del sarcasmo, inventaron la compra de un colchón. Nunca existió tal colchón y, cuando se comprobó la mendacidad, nadie salió a desmentirla. El invento del colchón es una de las perlas de los detritus de esta historia. Si el colchón no funcionó, había que buscar por otro lado: eureka, descubrimos que Sendic se compró un traje de baño para retozar en las olas de La Paloma. La verdad, otra vez quedaba colgando. Sendic estaba en Rocha, con cinco ingenieros cubanos que trabajaban en ALUR, en Bella Unión. Los invitó a comer, pagó el restaurante de su bolsillo, con dinero propio, sin usar la tarjeta corporativa, derecho autorizado que no ejerció. Los técnicos fueron a la playa, pero uno de ellos no había llevado su traje de baño. Lo llevó a una tienda, y cuando fue a pagar, no le alcanzaba el efectivo que había gastado en el restaurante. Le entregó el short al ingeniero, pagándolo con la tarjeta corporativa. Enriquecimiento ilícito por un short para el ingeniero cubano. Los que refocilaron con la noticia no tuvieron tiempo de contextualizarla. Es asombroso que tengamos que estar hablando de estos temas, “cruciales para la nación”, sobre el vicepresidente de la República. Es un ejemplo más de la estulticia que rodea esta increíble historia. Busquemos más, se dijeron: hasta pantalones y corbatas se compró Sendic para completar su vestuario. “Mentimos más de la cuenta, por falta de fantasía, también la verdad se inventa”. Los versos de Antonio Machado se ajustan con precisión en los intersticios de este desvarío. Lo cierto es que Sendic fue a Texas a recorrer plantaciones de sorgo para la producción de alcohol y la embajada uruguaya armó una presentación en el Centro de Petroleros de Houston sobre la exploración de hidrocarburos. Sendic había ido con ropa para recorrer las plantaciones y no había llevado ropa formal una presentación ante un grupo de petroleros. El pantalón podía pasar, pero la camisa y la ausencia de corbata no era aceptable para la ocasión. Compró una camisa y una corbata con la tarjeta corporativa para hacer la presentación, enriqueciendo ilícitamente de esta manera su fortuna textil. Si hubiera comprado también el pantalón, exceso que no perpetró, el enriquecimiento ilícito hubiera desbordado sus arcas. Y así podríamos seguir hasta aburrir al prójimo. Lo cierto es que la pena capital es dictada, como dijimos al principio, por no haber rendido cuentas por un valor total de US$ 1.548 en un total de nueve años de gestión. Enriquecimiento ilícito o malversación de fondos del presidente de Ancap por valor de 14 dólares mensuales. Qué talento el de los manipuladores de los acontecimientos, presentados de forma tal que la opinión pública narcotice su entendimiento y crea cualquier cosa. ¿Habrá por lo menos 2 o 3 portadores de esas tarjetas, entre los centenares que la usufructúan, que no hayan olvidado rendir cuentas de alguno de sus gastos por cifras tan ridículas? Dirán que basta la no explicación sobre el destino de sólo diez pesos uruguayos en el gasto público para que la falta quede constatada y la dimisión deba ser presentada. Enfatizarán en que no importa el monto, sino la falta. Si queremos ser seguidores de Licurgo, trato hecho, pero la ley es ley para todos. Que se investiguen todas las declaraciones desde que existe la tarjeta corporativa y se sancione a todos por igual. Pero ensañarse sólo con uno de los usuarios, por las ridículas razones comentadas, eso sí, es una falta de ética. Pero vayamos a las razones políticas que esgrimen los partidarios de la renuncia. Personas valiosas, con muchas de las cuales mantengo una fraterna relación. Creen, ilusos ellos, que la defenestración de nada menos que el vicepresidente de la República exhibirá un FA, como un dechado de virtud ciudadana, sin parangón en la historia de nuestro país. Ninguna otra fuerza política se animaría a tamaña sanción. Es cierto, ningún otro partido político uruguayo, pese a las gravísimas acusaciones comprobadas de corrupción y latrocinio, cuenta entre sus bajas a un vicepresidente. Ese mérito lo dejará la oposición sólo para el FA si este opta por la renuncia. Y vaya si la oposición utilizará esa renuncia cuando llegue la hora de la verdad electoral. Y, además, ¿dónde queda el espíritu de equidad, de racionalidad, de ponderación, de equilibrio y, sobre todo, de conciencia de lo justo y lo injusto? Condenar a un inocente es también una falta de ética. Y entregar a la turba adversaria, para su ejecución política, a un compañero de toda una vida de lucha por los ideales compartidos sólo por los hechos relatados, eso sí, me parece un acto de traición. Si Sendic hubiera actuado dolosamente, si fuera autor de actos de corrupción, si hubiera traicionado los ideales del FA, si hubiera pactado con el enemigo a espaldas de la organización, yo sería el primero, una vez comprobada su traición, en pedir su renuncia y la expulsión. No es el caso. Qué cometió errores, ni Sendic lo duda y los ha hecho públicos. Pero dolo y corrupción no existieron. Es mi opinión.  Y a los puristas que se rasgan las vestiduras, les recuerdo el principio evangélico: “El que esté libre de culpa, que tire la primera piedra”. No serían pocos los que esconderían, avergonzados, la piedra que portaban en su mano, prestos a la lapidación. Lo peor de este rifirrafe es el daño a la organización que conduce los anhelos de la mayoría del pueblo uruguayo. Los dirigentes de izquierda que hoy reclaman la renuncia de Sendic me recuerdan al Urúboro, ese personaje mitológico, una serpiente que se devoraba a sí misma, comiéndose la cola. Quieren apagar el incendio y actúan más como pirómanos que como bomberos. ¿No creen acaso que al vencedor de esta confrontación sólo le pertenecerán los despojos? Una palabra sobre el Tribunal de Conducta Política. Fueron elegidos por el FA. Son compañeros respetables y respetados, y también seres de carne y hueso. Al parecer no hubo unanimidad en su fallo. Juzgaron al único de los directores oficialistas de los entes que se presentó, por propia voluntad, sin obligación alguna, para que su conducta fuera investigada; seguro estaba de su inocencia para dar tal paso. De acuerdo a los trascendidos, el Tribunal reconoce que Sendic no justificó en sus nueve años de gestión la suma de $ 399 mensuales, contando los reembolsos que hiciera en su oportunidad. Si no cuenta los reembolsos, que sí debe contarlos, la suma no superaría, según el Tribunal, $ 600 mensuales. Si califica ese olvido, como un enriquecimiento ilícito o malversación de fondos, habría que adoptar dos actitudes: una, pasar al TCP a todos los portadores de las rutilantes tarjetas, y la otra, iniciar el proceso de psiquiatrización del FA. Hay que respetar al tribunal. Pero no es un tribunal de la inquisición cuyos fallos eran inapelables y ejecutados de inmediato. Es la opinión no unánime de algunos compañeros frentistas, que habrá que escuchar con respeto, analizando sus argumentos, las pruebas presentadas y el consejo que brindarán a la fuerza política. Ese consejo no es institucionalmente vinculante, pero más allá de la norma, creo que debe seguirse si los argumentos son convincentes, si las pruebas son irrefutables, si la pena que proponen es acorde a los hechos denunciados, si no es discriminatoria y si el contexto lo amerita.  Si el tribunal no convence con sus argumentos, su opinión tiene tanto valor como la de cualquier dirigente o militante  honesto que haya estudiado con espíritu de equidad la querella planteada. Posee, sí, el tribunal, el mérito agregado de haber sido elegido para esa tarea. Es una opinión importante a tener en cuenta. Si el Plenario no es convencido por los argumentos del tribunal, el colectivo tiene la obligación de  refutarlo y resolver democráticamente, por mayoría, cuál es su decisión. Independientemente de las mayorías especialísimas que dicta el reglamento, lo que importa es qué opina la mayoría del FA sobre el caso. El tribunal cumplió con su deber. Si se equivocó o no, será opinable. Pero la institución no debe ser mancillada. La seriedad de su trabajo quedará o no demostrada al conocerse su tarea. Justicia para Sendic, pero apoyo incondicional al FA, único instrumento político con que cuenta nuestro pueblo. No inventemos otro campo de batalla para lastimarnos. Ya entregadas estas reflexiones para su publicación, me entero de las nuevas acusaciones formuladas este jueves por el semanario Búsqueda, corazón y pulmón de la ingeniería mediática contra el vicepresidente. Al pulverizar el propio Tribunal de Conducta Política los US$ 43.067 denunciados por Búsqueda –de uso irregular de la tarjeta corporativa-, que quedaron reducidos a un montón de escombros (sólo US$ 1.548 dólares sin justificar en nueve años de gestión), el intelectual orgánico del partido termidoriano abandona su flanco de lucha y abre otro frente: los viajes y los viáticos de Sendic. Afirma que de 120 viajes en nueve años, sólo realizó reembolsos en 13 oportunidades. Ignoro si rindió cuentas de sólo 13 viajes, si no tenía reembolsos que hacer en los restantes y tantos elementos más para formular una acusación de inconducta. El semanario interpreta la información sin prueba alguna, con errores, con el olvido consciente o inconsciente de que los viáticos son aportados solamente para gastos en el exterior y no para gastos locales, y el hecho de que haya gastos locales en dólares no significa que hayan sido realizados en el exterior. Búsqueda confunde, no sé si deliberadamente o no, toda esta información. Es un manotón de ahogado ante el fracaso de su primer frente. Si queremos hablar de viajes y viáticos de jerarcas, el semanario debe actuar con seriedad. Que inicie una investigación sobre todos los viajes y viáticos gastados en el exterior de todos los jerarcas desde la recuperación democrática hasta nuestros días. Que instale la ley pareja para todos y cese su unidireccionalidad, que le resta crédito a su profesión. Y además que aporte pruebas, no sólo declaraciones y títulos rimbombantes sin soporte técnico alguno. Tampoco este nuevo flanco se sostiene. Pronto abrirán un tercero. Los frentistas deben saberlo. Hoy más que nunca se necesita una nueva epifanía para el FA. A esa tarea deberían dedicarse estos compañeros, cerrando filas con fraternidad e inteligencia ante el embate coordinado y unido del adversario histórico, que viene actuando con eficiencia en su rol de quinta columna del movimiento popular. Si no terminamos con las vendettas ruines de unos contra otros, prefiero decirles, con Castelli, que si ven al futuro, díganle que no venga.

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