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Sociedad somatización | dolores | cuerpo

Salud

Somatización: cuál es el conjunto de síntomas físicos agravados por las emociones

La somatización puede aparecer tras un trauma, una separación, un duelo, un episodio de estrés, entre otras causas.

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No es difícil encontrar personas que se quejan desde hace años de dolores que no son detectables en las pruebas de imagen y tienen dificultades para obtener un diagnóstico. Saber diferenciar los síntomas físicos de los orígenes psicológicos es uno de los mayores retos tanto para médicos como para pacientes. La respuesta a este intrincado misterio es la somatización, que es una condición psicosomática que se manifiesta como un trastorno físico en el cuerpo, originado o empeorado por las emociones del paciente.

La somatización puede aparecer tras un trauma, una separación, un duelo, un episodio de estrés, entre otras causas. Generalmente, explican los expertos, quienes somatizan sólo notan los síntomas físicos y no los relacionan con ningún trastorno mental.

“Suelo explicar que la somatización es un término general que se refiere a un conjunto de síntomas físicos relacionados con algún conflicto o estrés intrapsíquico, mental, experimentado por una persona que tiene dificultades para hablar o lidiar con sus sentimientos y emociones”, explica el psiquiatra Luiz Gustavo Vala Zoldán, coordinador médico de salud mental del Hospital Israelita Albert Einstein.

Dice que este conflicto interno termina expresándose en síntomas físicos, que pueden incluir dolores en todo el cuerpo, como dolores articulares, musculares, de cabeza y abdominales, que incluso pueden parecerse a una gastritis, pero no se limita a eso.

“La somatización también puede provocar taquicardia, entumecimiento, hormigueo en partes del cuerpo, alteraciones del habla, cambios en la marcha o incluso una especie de parálisis de un miembro inferior o superior”, afirma Zoldan.

Según la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas Relacionados con la Salud (CIE), para ser considerado somatizador, el paciente debe presentar más de tres síntomas, procedentes de sistemas orgánicos diferentes, durante más de dos años. Ellos son:

Doloroso: dolor de cabeza, dolor de espalda o articulaciones;

Gastrointestinal: náuseas, diarrea o vómitos;

Cardiorrespiratorio: dificultad para respirar, palpitaciones, taquicardia u opresión en el pecho;

Neurológicos: lapsos de memoria, visión borrosa/nublada o dificultad para razonar, entumecimiento, parálisis, alteraciones del habla o cambios en la marcha;

Sexual/reproductiva: baja libido, dolor durante las relaciones sexuales o cambios en el ciclo menstrual.

Somatización: ¿los síntomas son reales o inventados?

El psiquiatra explica que es muy importante aclarar que estos síntomas, dolores y sensaciones son reales, no imaginarios.

“Es diferente de lo que llamamos simulación u otros procesos. De hecho, en la simulación el paciente produce algún tipo de síntoma intencionalmente para obtener algún beneficio secundario. En la somatización no hay ganancia secundaria. Es básicamente una respuesta del cuerpo, como mecanismo de protección ante la imposibilidad de afrontar una situación dolorosa o estresante. Todo es real: dolor, parálisis, hormigueo, espasmos en partes de los músculos, falta de sensibilidad en zonas del cuerpo, todo eso se evidencia en el examen físico y se puede medir”, afirma.

Sólo quien ha pasado o está pasando por un proceso de somatización comprende el peso de esta carga, que muchas veces dura años. Este fue el caso de Maria Martha da Fé, una trabajadora independiente de Río de Janeiro de 58 años, que comenzó a experimentar síntomas a los 38 y sólo logró recibir el diagnóstico correcto a los 45.

Desde el momento en que comenzó a experimentar episodios de malestar, irritabilidad, dolores corporales -incluso en las articulaciones-, insomnio y ansiedad, buscó ayuda médica, pasando por varias especialidades, como médico general, ortopedista, reumatólogo y dermatólogo. El autónomo también realizó numerosas pruebas, como ecografías, resonancias magnéticas e incluso una biopsia para investigar el cáncer.

“Recibí varios diagnósticos como sobrecarga emocional, síndrome de Burnout, fibromialgia, condropatía rotuliana (cuando se producen lesiones del cartílago de la rótula de la rodilla), columna abultada (hernias discales en etapas tempranas), hasta que busqué un psiquiatra siguiendo las recomendaciones de estos profesionales. . . Pasaron ocho años hasta que me diagnosticaron correctamente”, dice el paciente, que participó de un grupo de apoyo.

“Éramos un grupo de mujeres con el terapeuta. Sacamos todos nuestros sentimientos e inquietudes, aprendiendo a lidiar con nuestro dolor interno”, añade. Cuenta que los médicos también le aconsejaron practicar actividades físicas, como pesas, aeróbic acuático y otros tratamientos diversos para fortalecer los músculos y las articulaciones, además de aportar relajación.

“En los últimos años he comprendido que la somatización de estos dolores e inflamaciones afecta mis relaciones afectivas, sociales y conyugales, además del trabajo. Todo este proceso trajo mucho daño emocional. Tuve que repensar toda mi vida. Es importante explicar que los síntomas no desaparecen, simplemente manejamos nuestras emociones y logramos estabilizar los síntomas”, dice.

Mecanismo de “lucha y fuga”

En el proceso de somatización se produce el mecanismo de “lucha o huida” derivado de una preocupación excesiva por los síntomas presentados, lo que lleva al organismo a liberar una serie de hormonas.

“Algunas investigaciones ya han revelado que el sistema nervioso simpático tiene una íntima relación con el estrés. Esta división del sistema nervioso autónomo controla las respuestas del cuerpo en situaciones de peligro inminente. A través de una ola de adrenalina y cortisol, el sistema nervioso simpático hace que el corazón lata más rápido, que la presión arterial aumente, que la respiración se acelere y las pupilas se dilaten, entre otros efectos sistémicos que preparan al cuerpo para responder rápidamente en situaciones de lucha o escape. ”, explica la coordinadora del posgrado en Endocrinología del Instituto Superior de Medicina (ISMD), Claudia Chang.

¿Cómo se debe hacer el diagnóstico?

Según Zoldán, el diagnóstico correcto de somatización se obtiene mediante una historia clínica bien redactada, una adecuada anamnesis psiquiátrica, además de exámenes físicos y psicológicos.

“Los exámenes físicos, en particular, son fundamentales, ya que en casos de parálisis, parestesia o incluso dolor es posible notar inconsistencias en relación con la región paralizada y que pueden sugerir un diagnóstico más somático. Aun así, serán necesarias pruebas adicionales para descartar la posibilidad de causas orgánicas y confirmar el diagnóstico de somatización”, explica el psiquiatra Einstein.

El tratamiento de somatización siempre debe ser realizado por un equipo multidisciplinar, en el que participen médicos, psicólogos y psiquiatras. El objetivo es ayudar a los pacientes a comprender la relación entre sus síntomas físicos y su salud mental, así como desarrollar mecanismos de afrontamiento para afrontar el estrés y las emociones negativas.

“En ocasiones el proceso también implica la indicación de medicamentos psiquiátricos, especialmente cuando se diagnostica depresión, ansiedad u otros trastornos psiquiátricos. En estos casos están indicados antidepresivos, ansiolíticos o incluso antipsicóticos en dosis más bajas. Sin embargo, el principal tratamiento para la somatización es la psicoterapia, ya sea a través de la Terapia Cognitivo Conductual (TCC), la Terapia Interpersonal (TPI), el psicoanálisis, entre otras líneas”, destaca el especialista.

El psiquiatra siempre aconseja a sus pacientes diagnosticados con somatización iniciar el proceso de psicoterapia, cuidar su higiene del sueño, buscar nuevas formas de incluir más momentos de bienestar y actividades placenteras en su día, además de buscar diferentes maneras de afrontarlo. con sus problemas, con apoyo social y una red de protección.

Otra recomendación imprescindible es no ingerir bebidas alcohólicas, drogas ilícitas o medicamentos por cuenta propia, ya que esto puede empeorar los síntomas de la somatización. “Aunque genere una sensación de mejoría temporal, esto puede hacer que los síntomas reaparezcan con mucha más fuerza”, advierte Zoldan.

La actividad física es parte del tratamiento

También se recomienda la actividad física regular, ya que el movimiento es una excelente manera de afrontar el estrés y las dificultades de la vida. Además, aumenta la producción de endorfinas, lo que, a su vez, favorece la sensación de bienestar y ayuda a gestionar el estrés.

“La endorfina es una hormona que produce la glándula pituitaria anterior en respuesta a algunos estímulos, incluida la actividad física. Al igual que otras hormonas y neurotransmisores, como la serotonina, la oxitocina y la dopamina, actúan en determinadas zonas del cerebro implicadas en el mecanismo de placer y recompensa”, explica el endocrinólogo Chang. “A partir del momento en que se activan estas áreas, se produce una reducción del mecanismo de ansiedad y de la activación corticotrófica (vía del cortisol), aliviando los síntomas psíquicos y, en consecuencia, también los síntomas físicos derivados del estado de somatización”, concluye.

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