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Sociedad abuso sexual | violencia | género

8M | PS. VICTORIA MARICHAL

Violación, abuso sexual y la sociedad hipócrita

La licenciada en Psicología, especializada en violencia de género y violencia sexual, Victoria Marichal, representará a Uruguay en el lanzamiento de “Valientes Latam” en Buenos Aires, los días 14 y 15 de marzo.

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Este evento es la rama latinoamericana del “Brave Movement”, el que se considera el primer movimiento global dedicado a la prevención, reparación y justicia en delitos sexuales contra niños, niñas y adolescentes. El tema central que se discutirá será la imprescriptibilidad regional de dichos delitos.

Victoria pudo sobrevivir. De hecho, lo hace todo el tiempo porque aprendió a no rendirse. Ella sobrevivió al abuso sexual intrafamiliar y también a una violación en su adolescencia. Sobrevivió a la revictimización y a la falta de perspectiva de género de buena parte del sistema judicial. Pero también a los prejuicios y estigmas sociales del “algo habrás hecho”, “seguro lo provocaste” o “¿llevabas minifalda?”. Victoria resistió, dio batallas duras, complejas y en territorio hostil de despachos, bufetes de abogados y cargas probatorias, hizo mucho más de lo que ella misma imaginó era capaz de hacer para lograr obtener un fallo judicial “justo”. Además, contó con abrazo y muro de contención de su familia directa, el núcleo duro compuesto por su hermana -que es música-, madre –psicóloga- y padre –comerciante-, y de un grupo de amigas que la apoyaron sin matices. Con el paso del tiempo, Victoria fue comprendiendo que su lucha fue, es y será también por otras, por cientos o miles de mujeres como ella.

Victoria Marichal es licenciada en Psicología, diplomada en violencia basada en género y especializada en sexualidad y violencia sexual. Coordina talleres para mujeres, además de charlas sobre violencias y feminismos. Activista por los derechos de las mujeres y de la población LGBTIQ+ y autora del libro “¿Por qué ahora?”, una autobiografía sobre el impacto del abuso y la violencia sexual en niños, niñas y adolescentes y el camino de recuperación. Hoy pelea por lograr la imprescriptibilidad de los delitos sexuales en Uruguay y también a nivel regional.

¿Cómo fue ese instante en que se sentó frente a la página en blanco?

En realidad no comencé con una página en blanco sino recolectando material que ya había ido escribiendo durante el proceso de la causa judicial. Realmente tenía muchísimas cosas, mucho más de lo que imaginaba, incluso. Fue como conectar con la persona que yo había sido antes y traer varias voces. Es un libro híbrido. Tiene fragmentos poéticos, narrativos y otros que son hechos puntuales, incluso tiene fragmentos de la causa, de la sentencia. También contiene información teórica, cuadros teóricos con información teórica que estoy estudiando, porque me estoy especializando en esta temática del abuso sexual en la infancia y la adolescencia. Asimismo, quería que las personas que lo leyeran no sólo conectaran con la historia, sino también pudieran tener herramientas. Creo que he cumplido.

Ahora está promoviendo la imprescriptibilidad de los delitos de abusos sexuales en NNA.

Sí, el 15 de marzo viajaré a Buenos Aires para asistir al lanzamiento de un movimiento que se denominará “Valientes Latam”, que es la rama latinoamericana de un movimiento global que se llama “Brave Movement”, el primer movimiento que trabaja en prevención, reparación y justicia en delitos sexuales a niños, niñas y adolescentes. Todos los fundadores, las personas que formamos el equipo central y tomamos las decisiones somos sobrevivientes de este tipo de delitos y activistas. El movimiento a nivel global funciona y ha realizado muchas acciones y tomado decisiones. Esto baja a Latinoamérica y posteriormente se traslada a nivel nacional y territorial. La idea es que lo que se piensa a nivel regional se pueda trabajar en Uruguay, y una de las primeras acciones desde “Valientes Latam” es la imprescriptibilidad e impulsarlo en todos los países de Latinoamérica. Desde 2016, en Uruguay se viene tratando de impulsar un proyecto. El último lo presentó en 2020 la senadora frenteamplista Amanda Della Ventura, quien tuvo una reunión con Sonia Almada en Argentina, que pertenece a una de las organizaciones que nos recibe en Buenos Aires. Sonia es una de las cofundadoras de Valientes en Latinoamérica. En el año 2023, a partir del caso Gustavo Penadés, la senadora frenteamplista Silvia Nane planteó la necesidad de continuar con la iniciativa, pero el proyecto fue archivado. La idea es que cuando “Valientes Latam” apruebe el documento sobre imprescriptibilidad regional, a la vez podamos empezar a trabajarlo a nivel nacional.

¿Por qué motivos es importante?

Nuestra legislación actual es confusa, la redacción hace que la interpretación quede a criterio de quien la lee. La interpretación mayoritaria es que después de los 18 años la persona que vivió el abuso, niño, niña o adolescente, tiene entre 10 y 15 años para denunciar, sin que prescriba el delito, en función del tipo de delito. En algunos casos ocurre que muchas personas piensan que los delitos que alguien cometió sobre su cuerpo no prescriben, pero después por una sutileza de redacción ocurre que sí prescriben. La imprescriptibilidad del maltrato y especialmente el abuso sexual infantil en niños, niñas y adolescentes tiene que ver con los impactos que tiene y cómo opera en el cerebro de la persona maltratada o abusada, porque los recuerdos quedan almacenados en un lugar del cerebro al que no tenemos acceso. Cuando recordamos es cuando el cerebro tiene la disponibilidad para que esos recuerdos aparezcan. No podemos controlar cuándo aparecen. Muchas veces aparece la amnesia disociativa y en otras ocasiones hay una desconexión emocional con el hecho que ocurrió que no le permite a la víctima elaborarlo, ni trabajarlo, ni ponerlo en palabras. En otras oportunidades sí se logra hablarlo, sí se dice, pero quienes están en el entorno no pueden escuchar, no pueden accionar o deciden no accionar y eso también genera silenciamiento, es decir, no volver a verbalizarlo.

Se trata de un delito que les ocurre a niños, niñas y adolescentes, por lo tanto muchas veces no son capaces de llevar adelante el proceso por ellos mismos. Alguien los tendría que llevar. Estos delitos, después de las últimas leyes aprobadas, también se investigan de oficio. Muchas veces ocurre que las personas que fueron abusadas cuando eran menores, al llegar a la edad adulta recuerdan o logran entender lo que vivieron, y sucede que los abusadores siguen vivos y son mayoritariamente de los entornos familiares, y pueden estar repitiendo los hechos, pero como el delito prescribió no se puede hacer nada al respecto y eso genera mucha frustración. Porque si bien no tenemos la obligación de salir a denunciar, cuando la persona sí está preparada para hacerlo, en muchos casos hoy no cuenta con la posibilidad porque el delito prescribió.

Entonces la importancia de la imprescriptibilidad tiene que ver con entender que se trata de un delito que, incluso en legislaciones de varios países, se asemeja a las consecuencias que tiene la tortura. Las consecuencias pueden ser las mismas que tiene la tortura, el impacto puede ser el mismo a nivel físico y psicológico, porque los delitos de violencia sexual hacia niños, niñas y adolescentes no generan sólo impactos psicológicos, también generan impactos físicos y enfermedades. Hay muchísimas investigaciones que lo prueban. Con todos esos impactos, igual nos enfrentamos a que después de 10 años no se puede hacer nada. Y eso genera muchísima frustración y sensación de impunidad.

De todos esos daños, secuelas e impactos, hay algunos que parecen más evidentes, pero seguramente hay otros que puede costar imaginar. ¿Puede ser así?

El abanico de las consecuencias de vivir un trauma de esta magnitud en la infancia es enorme, incluso a veces nos cuesta pensarlo. Las personas que viven un trauma en la infancia muchas veces tienen un montón de dolores que no se pueden explicar con un diagnóstico claro. Se considera que existe una correlación alta entre haber vivido un trauma en la infancia y adolescencia y los diagnósticos de fibromialgia. Entonces, no estamos hablando solamente de las consecuencias psicológicas como el estrés postraumático, trastornos de ansiedad, trastornos depresivos, sino también en enfermedades a nivel físico que están vinculadas con el trauma.

Imagino que debe haber gente que trata de distanciarse de lo que le ocurrió…

Sí, es una postura evitativa. Mecanismos de defensa o de enfrentarnos a lo que vivimos. En mi caso siempre estuvo claro, incluso desde el principio. En mi historia, el abuso sexual infantil ocurrió entre los 4 y los 10 años, esporádicamente, no algo frecuente y por parte del entorno familiar. Mientras que la violación fue en la adolescencia, a los 17 años, por parte de una persona conocida, pero no familiar. En realidad, primero hice consciente la violación en la adolescencia, la pongo en palabras, la empiezo a trabajar en psicoterapia, la resuelvo, le cuento a mis amigas, lo publiqué en redes sociales en el marco del caso de Thelma Fardín cuando ella cuenta el abuso de Juan Darthés, bajo el lema “Mirá cómo nos ponemos”. En ese momento no había tomado la decisión de denunciar ante la Justicia, pero debido a un texto escrito en el que cuento lo que me ocurrió, sin dar nombres ni nada, y una amiga lo publica en redes sociales, en el entorno empezó a circular quién era, y comenzaron a conocerse otros hechos de violencia de esta misma persona. Allí comienza a existir un poco de justicia social, porque hay un accionar del núcleo social, ya que se lo expulsa del club de fútbol de mi liceo. Luego, a raíz de la denuncia en mi contra, me llegó una citación, porque me habían denunciado por difamación, a mí y a mi amiga. Sin embargo, la fiscal a la que le llegó la denuncia dijo que en realidad no era una denuncia por difamación, sino que había que investigar de oficio la violación. A raíz de ello, me recomiendan que me reúna con Andrea Tuana, quien de inmediato me pone en contacto con mi actual abogada Alicia Deus. Concurrimos a la cita pero fuimos con la denuncia. A partir de entonces rectificamos el rumbo de la investigación y comenzó el proceso judicial. En medio del proceso judicial, terapéuticamente hablando, yo tenía resuelto el suceso, pero empiezo a tener recuerdos de los abusos de la infancia, al activar ese mecanismo disociativo hay una situación traumática. Es como que el mismo mecanismo que funcionó en la niñez para protegerte, porque la disociación es eso, se activa después también en la adolescencia, tiende a generalizarse el uso de ese mecanismo por nuestro cerebro, por nuestro organismo.

En ese momento comencé a trabajar lo que tiene que ver con los abusos en la niñez. Fue un año de trabajarlo por mi cuenta, con mi psicóloga y mis amigas, antes de contarlo a mi familia. Después mi núcleo familiar lo extiende a la familia extendida, y ahí se genera un quiebre, no con mi padre, ni mi madre ni mi hermana, que siempre estuvieron presentes, pero con el resto de la familia, existiendo una distancia y una negación de los hechos.

Durante todo este tiempo siempre estuve leyendo, buscando libros, investigando, intentando entender. Mientras estudiaba Psicología, y luego de obtener el título continué formándome, realice formaciones específicas en violencia basada en género, después específicamente en violencia sexual, y específicamente en abuso sexual infantil, y en el tratamiento para adultos sobrevivientes de violencia sexual infantil, porque necesitaba entender cómo funcionaba y por qué me había pasado. Entendí que si ocurre este tipo de hecho en la infancia y la adolescencia, es muy frecuente que se active la disociación. Además, necesitaba entender, tener esa información, para poder ayudar a otras personas. Es decir: esta es mi historia, yo viví esto, esto fue lo que me pasó, lo entiendo, lo trabajo, tengo el privilegio de poder llevar adelante un proceso terapéutico, haber podido sostener un proceso judicial, y redes de contención y de apoyo. Como tuve esos privilegios que me ayudaron a generar una recuperación y reparación para mi vida, entonces quiero accionar para que a otras personas no les pase lo mismo.

Te habrán preguntado muchas veces por qué no das ‘vuelta la página’.

Miles. Y casi siempre gente que me quiere de verdad y me lo dicen por amor. Me preguntan por qué sigo estudiando sobre violencia sexual o por qué me compro libros de la temática. Es parte de lo mismo. Me sirve para ayudar, si me contacto con otras sobrevivientes es porque hay muchos puntos en común y siento que puedo ayudar.

Hay personas que han estado desde el primer paso hasta el último y que siguen presentes en mi vida. Otras personas que han aparecido por el camino y que me han acompañado, y otras personas que me han acompañado en algún momento y ahora ya no forman parte de mi vida por diferentes motivos. Pero siempre sentí la comprensión, la empatía, y sobre todo la escucha.

En materia de la discusión pública de los abusos sexuales, ¿por qué cree que algunos comunicadores intentan abiertamente desmentir o desacreditar a las víctimas?

Culturalmente hubo una seguidilla masiva de rupturas del silencio. Estuvo “Me Too” en Estados Unidos, “Cuéntalo” en España, “Mirá cómo nos ponemos” en Argentina, acá la oleada que salió con “Varones Carnaval”, después se extendió a “Varones Política”, “Varones Música”, a distintas facultades y otros ámbitos. Acá estuvo muy pegado a la pandemia, entonces también hubo una realidad en cuanto a la pérdida de potencia de poder salir a militar en la calle y a poner el cuerpo. Pero más allá de la pandemia que claramente incidió, hay algo que se llama impunidad, y por ello es que vemos ataques en medios de comunicación y las declaraciones horribles y espantosas que tenemos que leer. No solamente las declaraciones, sino la forma en la que están redactadas las noticias, sin perspectiva de género y totalmente revictimizantes. Pero hay otro elemento más que me parece importante mencionar y es la lógica derecha e izquierda. Esa idea de que las personas que militan en la izquierda no pudieran cometer delitos de violencia sexual. Y elegimos no ver. Esto ocurre en todos lados, la violencia sexual es una pandemia pero siempre terminamos en lo mismo: ponemos el problema en una persona, como el caso de Penadés, en lugar de ver que es un problema genérico, que pasa todos los días. Es como demonizar a esta persona. Este mito de que las personas que violan o que abusan son enfermos mentales, locos, monstruos, lo que hace es demonizar a una persona individual, pero no poner el ojo o la mira en la violencia estructural, que es algo fundante de la sociedad, como el abuso sexual, la cultura de la violación y la explotación sexual a NNA. Y hay que reiterarlo, los sobrevivientes de violencia sexual somos un montón, porque si pensamos los casos que hay, tenemos que pensar que la gran mayoría de esas personas sobrevivimos y tenemos nuestras vidas. Algunas personas podrán tener, como hablábamos antes, diagnósticos más severos y problemas más severos de salud y salud mental, pero la gran mayoría vivimos nuestras vidas, habitamos los lugares, estamos ahí y hacemos cosas. Nos atrevemos a tener una vida. Y eso son cosas que después se usan en nuestra contra.

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