Por Meri Parrado
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«El problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres», expresó la escritora, filosofa y activista del siglo XX, Simone de Beauvoir, quien a través de su pluma luchó por denunciar la situación de desigualdad de la mujer respecto al hombre. Esta frase, que explicaba la dificultad que experimentaban las mujeres de aquellas épocas para desarrollarse en una sociedad patriarcal centrada en la figura y punto de vista del varón, está vigente en 2018. Los hombres continúan violentando y matando a las mujeres por razones de género, y la situación es cada vez más alarmante.
Si bien la violencia de género es un fenómeno de larga data, tardó mucho tiempo en dejar de ser un tema de interés únicamente social para transformarse en un asunto del Estado e incluirse en la agenda de los medios de comunicación.
En nuestro país, a partir de la promulgación de la Ley de Violencia Hacia las Mujeres Basada en Género ( Nº 19.580) en enero del 2018, el Estado uruguayo la reconoce como una forma de discriminación que afecta, directa o indirectamente, la vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, así como la seguridad personal de las mujeres. De acuerdo a esta legislación, se entiende como violencia “toda conducta, acción u omisión, en el ámbito público o el privado que, sustentada en una relación desigual de poder en base al género, tenga como objeto o resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio de los derechos humanos o las libertades fundamentales de las mujeres”.
Según información divulgada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en la mayoría de los países de América Latina, 2 de cada 3 feminicidios se producen en el ámbito de las relaciones de pareja o expareja. A este tipo de casos, se los denomina feminicidio íntimo. En términos generales, Argentina y Colombia lideran la lista de países de la región con más cantidad de casos en 2017. Sin embargo, cuando se trata de feminicidios íntimos, los países con mayor prevalencia el año pasado fueron Guyana (8,8 por cada 100.000 mujeres), República Dominicana (1,98) y Uruguay (1,29).
Números rojos
En el año 2017, al menos 2.795 mujeres fueron asesinadas por el simple hecho de ser mujeres en 23 países de América Latina y el Caribe, según datos oficiales recopilados por el Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe (OIG) de la Cepal. En Uruguay, este año, ya murieron 29 mujeres asesinadas a manos de hombres.
De acuerdo a los datos proporcionados por la Primera Encuesta Nacional de Prevalencia de Violencia basada en Género y Generaciones, en Uruguay, casi 7 de cada 10 mujeres han vivido violencia basada en género en algún momento de sus vidas. Por otro lado, se pudo confirmar que, tanto en los ámbitos públicos como en los privados, la violencia en las relaciones de pareja presenta la prevalencia más alta.
Otro dato relevante que surgió de la encuesta fue que la violencia de género afecta en mayor medida a las mujeres más jóvenes (entre 19 y 29 años); y se presenta con más reiteración en mujeres de ascendencia afro, y en quienes viven en la región sureste del país. Asimismo, se comprobó que afecta a todos los estratos socioeconómicos y niveles educativos, pero que son las mujeres que se ubican en el estrato socioeconómico más bajo quienes declaran mayor prevalencia en el ámbito privado familiar (ya sea la pareja, expareja o familia actual).
Con respecto a los tipos de violencia relevados en la encuesta (psicológica, patrimonial, física y sexual), la psicológica es la que se padece con mayor frecuencia en todas las etapas de la vida, a excepción de la infancia donde la violencia física fue declarada con mayor frecuencia que la psicológica.
Erradicar: avances y desafíos
En el marco del mes de la erradicación de la violencia basada en género, la directora de Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres–Mides), Mariela Mazzotti, contó los avances y desafíos en los que se está trabajando. La jerarca aseguró que Inmujeres viene avanzando en la respuesta a la violencia contra las mujeres mediante el diseño de un sistema de protección y rutas de salida de esta situación.
Mazzotti explicó que también se está abordando el tema de la justicia especializada, de los nuevos juzgados de violencia de género, de los centros de atención interinstitucional destinados a los varones que ejercen violencia de género. «El Sistema de respuesta está mejorando, en 2015 teníamos 18 servicios de atención de consultas, y ahora tenemos 32. Con respecto a los centros de atención a hombres agresores, contábamos con 3 espacios, y actualmente existen 12. También hay una mejor respuesta en las estadías transitorias para contener mujeres que sufren violencia, y en equipos técnicos que recorren el territorio realizando tareas de prevención o primera respuesta», subrayó.
Consultada sobre las razones por las cuales muchas mujeres que sufren violencia no llegan a efectuar la denuncia, la directora explicó que, en muchos casos, no están preparadas para ese momento. «En primera instancia se debe motivar a que se acerquen a un servicio de atención, ya sea de Inmujeres, o de equipos referentes de violencia de género que tienen los distintos sectores de salud para apoyarlas y orientarlas hacia considerar la denuncia».
La referente destacó que otro de los motivos por el cual las mujeres no consultan, sobre todo las que viven en localidades del interior donde todos se conocen, es debido a la existencia de pautas culturales y tradiciones que hacen que les cueste dar a conocer la situación que viven en el ámbito doméstico y familiar. «Todavía existe el miedo, culpa y la vergüenza», explicó.
«En otros casos, pueden estar experimentando algún tipo de violencia, pero les cuesta dimensionar la gravedad de la situación, el riesgo de vida y, por ende, cortar ese círculo», aseguró.
Sobre este punto, valoró el servicio telefónico para las víctimas (08004141) que funciona todos los días del año con el objetivo de canalizar esa primera orientación, y reconoció que se debe potenciar la información sobre los servicios existentes. «Hay muchos centros de atención y en algunos casos no recurren a ellos por desconocimiento».
A pesar de esta situación, Mazzotti recordó que el año pasado se efectuaron al menos 30.000 denuncias de mujeres por violencia de género y, si bien los datos de este año aún no fueron divulgados, reconoció que las mujeres cada vez se animan más a consultar. «Todavía no hay datos oficiales para afirmar que los feminicidios aumentaron respecto al año anterior. Lo que aumentan son las mujeres que denuncian porque cada vez hay más conciencia de que tienen derecho a vivir libres de violencia, y buscan salir», afirmó.
«En lo que va del año hubo 29 muertes por violencia de género, y algún caso más que está en curso. Reconocemos que la cifra es grave. Se está trabajando, pero queda mucho por hacer», concluyó.
Sobrevivir para contarlo
«Soy una sobreviviente», así se identifica hoy Silvana Marconi, la mujer que padeció violencia de género y, 15 años después, relató sus vivencias en un libro que tituló «Sobreviví», el cual fue editado por primera vez en 2017. «Un día iba en el bus y escuché una noticia sobre un feminicidio y pensé en las mujeres que mueren y no pueden contarlo. Era mi deber dar mi testimonio por todas las que ya no tienen voz», expresó.
Silvana vivió 9 años con un violento solapado, y padeció dos años de «palizas», agresiones y humillaciones, cuando se le despertó la fiera a su pareja. Según cuenta Silvana, al comienzo era un hombre trabajador, tranquilo, y muy dependiente de su madre. Ella tenía 21 años y él 24 cuando concretaron aquella primera cita. Noviazgo, embarazo y luego convivencia. Todo venía bien hasta que comenzaron algunos episodios de mal humor de él, días de prolongados silencios y distancia. El golpeador se venía gestando en silencio. Un día, a la madrugada, Silvana notó que su pareja no estaba a su lado en la cama, y lo descubrió sentado solo en el living. Le preguntó qué le pasaba y no hubo respuesta, ella insistió en saber. La respuesta fue una piña brutal. Ese fue el primer golpe, de dos años de golpizas constantes, por cualquier motivo. A la violencia física se le sumaron las agresiones verbales, humillaciones y críticas constantes. La suegra de Silvana, que vivía con ellos, fue testigo de la situación, pero nunca se metía. Él jamás le pedía perdón, pero cuando ella se iba a lo de sus padres con su hijo, le pedía que regresara. Silvana accedía, porque quería que su hijo este cerca de su padre, y porque en casa de su familia no había lugar ni comodidades para ellos. «Tenía el sueño de la familia unida, y pensaba que él podía cambiar», confesó. Pero las golpizas eran cada vez más bestiales. Durante ese período, una mañana luego de la «paliza de su vida» de la noche anterior, y motivada por una amiga, Silvana acudió a un centro de salud para corroborar la agresión y hacer la denuncia, pero le respondieron que los golpes «no eran frescos». Ella desistió y volvió a su casa. «La humillación, la vergüenza y la soledad es lo peor de esa situación. No sabía a dónde recurrir, no estaba informada. Me enteré recién hace 5 años que lo que había sufrido se llamaba violencia doméstica».
Soportó muchos golpes más, le prohibieron trabajar y hasta la dejaban encerrada con su hijo todo el día sin dinero para comer. Al tiempo, Silvana quedó embarazada, venía una niña en camino. «En ese momento pensé que si me daba una paliza más, nos iba a matar a las dos, y ahí hice un click y decidí irme. Cuando estás en esa situación, aunque todo tu entorno te advierta, si no tenés un motivo fuerte de donde sacar fuerza no salís, el mío fue mi hija», contó Silvana.
Le costó mucho, pero logró salir del círculo de violencia en el cual estaba inmersa. Reinició su vida, reformó su familia con sus hijos y nuevo compañero, y retomó su trabajo. Camina sin miedo, aunque no olvida y se emociona al hablar de aquella etapa. «Sobreviví» lleva tatuado en su brazo, y también lo expresa su sonrisa y su paz.