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Sociedad

Susana Andrade: Una Mae afroumbandista ilustre

Este viernes 8 de octubre fue declarada Ciudadana Ilustre de Montevideo la abogada, periodista, política y líder religiosa Susana Andrade. En entrevista con Caras y Caretas, Mae Susana hace un repaso de su trayectoria y la importancia de este reconocimiento en su lucha por la equidad social, la igualdad de oportunidades y los derechos de diversos sectores de la sociedad.

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Para hacer un abordaje profundo sobre política y religión en Uruguay es preciso contar con la visión de una intelectual y referente como Mae Susana, quien ha dedicado su vida al análisis, estudio y defensa de esta simbiosis peculiar. Sus libros Entre la religión y la política, Mima Kumba y Resiliencia Africana, así lo avalan. Esta apuesta por seguir combatiendo un sistema armado en base a desigualdades y sectores dominantes, la ha hecho merecedora del reconocimiento social, un premio que se concreta ahora con la distinción de la comuna montevideana.

¿Qué significa para ti este nombramiento de Ciudadana Ilustre?

Yo pienso que no merezco algo tan importante, sin embargo, entiendo que el honor que me regalan,  es para mucha gente. Porque una luchadora social es eso: mucha gente. Este premio es esencialmente plural, es en homenaje al trabajo en clave colectiva.

También es un incentivo para cada una de las batallas por equidad social, por igualdad de oportunidades y derechos de diversos sectores de nuestra sociedad; luchas que nunca se terminan de ganar y el premio es tomar la posta, avanzar y ser parte del proceso.

Pensaba que ser una ciudadana o ciudadano ilustre es un compromiso y que si bien refiere a un antes también te pone en vidriera. ¿Qué hizo esta o este para estar ahí? Más para la gente afro visible que siempre estamos dando examen sea lo que sea que hagamos. Capaz que todos no lo saben, pero nos miran con lupa.

La experiencia me enseñó que mi simple existencia es una especie de revolución, las identidades que se reflejan en mi ser, mujer afro, afro religiosa y encima política, son rotundamente contra hegemónicas, interpelantes, resistidas. Molestas a veces…  yo no lo sabía y lo aprendí con dolor. Sin embargo, todo ese dolor se transformó en legado aportando amor y fe para la gente a pesar del racismo religioso, la persecución, y los preconceptos endémicos.

Creo que lo digno de observar sería la sociedad en la que nací y crecí. Porque tal vez soy resultado de algunos cambios de paradigmas, el mundo está cambiando y para bien creo. Por eso pienso que este reconocimiento es un mensaje positivo de inclusión, de igualdad, de convivencia y también de responsabilidad cívica, porque es con acciones que generamos los cambios culturales, construyendo ámbitos de paz, de respeto a la diferencia, del disfrute de la otredad.

 

¿En qué momento se imbrican en tu vida la religión y la política?

Fue en 2004 que decidimos sacar una lista política dentro del Frente Amplio (FA), sin embargo desde 1997 trabajábamos socialmente con Atabaque -periódico, agrupación e IFA del Uruguay como federación religiosa afroumbandista-, siempre en la lucha por los derechos de la cultura afro e indígena en lo social y en lo espiritual. Son prácticas muy discriminadas, se nos asoció al demonio, -construcción cultural occidental y cristiana-, se universalizó esa creencia y la vincularon maliciosamente a la negritud esclavizada y sus prácticas sagradas como máxima forma de desprecio y aplastamiento cultural. Y entonces, si la política es cambiar la realidad sin violencia, ya nos dedicábamos a eso antes de actuar dentro del FA.

«Atabaque» significa genéricamente ‘tambor ritual afro’. Funcionamos como organización social, cultural, política y religiosa afroamerindia. Los objetivos del movimiento son reivindicar la sabiduría de las poblaciones nativas para cuidar la naturaleza, predicar la libertad e igualdad entre los seres humanos, promoviendo la diversidad cultural como valor enriquecedor, tomando la política partidaria como herramienta para profundizar cambios positivos para las poblaciones más castigadas, viendo para eso la necesidad de ocupar espacios de decisión. Continuando en la labor de resguardar y difundir el legado cultural étnico de matriz africana e indígena, -porque cultos afro es cultura afro- en 2004 Julio Kronberg tuvo la idea de que Atabaque se transformara en sector partidario apoyando al Frente, en defensa de las comunidades subalternizadas, porque es la izquierda el único espacio político que promueve la inclusión social, la movilidad. Las derechas son clasistas por definición. El sistema está hecho para oprimir a las poblaciones excluidas y que se mantengan allí, nunca para brindar instrumentos de equidad. Era necesario terminar con los gobiernos blancos y colorados que llevaron a Uruguay a la ruina en todo sentido.

Quebrar esas estructuras, deconstruir hegemonías dominantes, descolonizar las mentes, los corazones y las acciones democráticas es un rol en que las organizaciones sociales son imprescindibles como grupos de presión, de expresión territorial y de identidad poblacional, necesarios para la construcción política de los temas. Y tenemos las dos experiencias.

Decidimos tomar la herramienta político partidaria en su momento para buscar los mismos cambios que buscábamos desde 1997 como sociedad civil, y Atabaque; el llamado de los afroumbandistas, pasó a llamarse igual con diferente lema, le pusimos “Atabaque; por un país sin exclusiones”.

Cuando salimos a la calle con un micro viejo que teníamos todo tuneado del Frente, hubo alguien que puso en un foro de internet; “Ahora sí que estamos todos”. Fue muy emocionante. Ingresamos al Encuentro Progresista-Frente Amplio con firmas y todos aprobaron por unanimidad el ingreso. ¡Qué orgullo! Listas en varios departamentos, de apuro, sin plata, en pocos meses y la verdad hubo apoyos interesantes. Y lo principal es que Atabaque para siempre es parte de la mejor historia frenteamplista en nuestro país, porque ayudamos a que la izquierda por primera vez fuera gobierno en Uruguay. Eso es histórico.

No se entiende por qué, cuando quisimos ver, estábamos fuera de la orgánica por algo de papeles, cuando se unificó el FA y desapareció el Encuentro Progresista, nadie nos dijo que íbamos a quedar afuera. Desconocemos a qué intereses respondieron esas movidas y cómo no lo previeron o al menos nos hubieran avisado antes, en realidad era algo que debían resolver ellos como autoridades de la organización política.

Pedimos muchas veces solución a tamaña arbitrariedad, hicimos cartas y nada. Una pena incluso en la interna para la gente de la agrupación que nos apoyó con tanto esfuerzo para juntar las firmas. Hablamos con el compañero Brovetto, que en ese tiempo presidía el Frente, hicimos lo que pudimos y no hubo chance, se ve que no supieron qué hacer con nosotros. Y después nos cansamos, nos desalentaron. Todavía podría ser que alguien algún día quisiera resarcir esta injusticia, porque Atabaque sigue existiendo y sigue siendo fiel al Frente Amplio.

Después de eso empezamos a funcionar con alianzas, lo que resta el plus de la identidad propia, lo mejor era seguir reivindicándola.

Hasta por el bien de la unidad en la diversidad que es el Frente son necesarias las identidades porque son puertas de entrada a la coalición de izquierdas donde la gente se ve representada. O no. En fin, la vida pone las cosas en su lugar. Igual nuestro corazón está a la izquierda.

 

¿Consideras que la política te ha servido de herramienta para visibilizar el estigma  en contra de la comunidad afroumbandista en Uruguay?

Creo que sí, de hecho hemos logrado que algunos temas se problematicen, se estudien, se miren, y un poco se ha cambiado para bien. Aunque la lucha es cotidiana y eterna porque la tendencia predominante en un sistema capitalista es la marginalización fagocitante de la pluralidad.

Sin embargo, en nuestro país, en los grandes medios de comunicación, ya no nos nombran así como así en noticias morbosas o sensacionalistas, comprendieron en parte el agravio que esto supone y la incitación al desprecio que acarrea. Eso nos costó aprender a fortalecernos, aliarnos con otros colectivos discriminados, muchos pedidos de derechos de respuesta, muchos faxes, mails y llamadas telefónicas protestando, mucha educación informal y resistencia cultural.

La sociedad uruguaya a pesar de estar entre dos gigantes, funciona con otras lógicas no tan globales, somos una comunidad de cercanías al lado de las realidades de Argentina y Brasil. Eso ayuda tal vez en el caso de combatir algunos aspectos de la discriminación, las jerarquizaciones culturales que acarreamos de una institucionalidad que nace con racismo sistémico, machismo, patriarcado, misoginia, vicios comunitarios. Modelos o paradigmas europeizantes que señalan estereotipos, estigmas y preconceptos donde está en realidad la riqueza de la diversidad cultural.

Además nadie niega que los instrumentos del poder están en pocas manos; como prensa masiva, comunicaciones, medios de producción, medios de difusión, redes, cámaras empresariales, la industria de la política, etc. Pero el pueblo, los sectores asalariados y las franjas más precarias son el grueso de la población. Esta situación puede ser favorable al crecimiento de la masa crítica, la revisión de las desigualdades y la decisión de apoyar a quienes realmente quieren gobernar para que “los más infelices sean los más privilegiados”, y de verdad, no de cuento.

Acá había una agenda de derechos que pusieron en pie las administraciones frenteamplistas y que ahora están destripando los gobernantes multicolores con el presidente a la cabeza. Los derechos humanos, la inclusión y el desarrollo social sustentable fueron y son prioridad uno para el FA. No obstante, hoy vemos consternados que el presidente Lacalle Pou boicoteó la celebración de los 20 años de la Conferencia Mundial contra el Racismo de Naciones Unidas y eso es muy grave, Uruguay fue el único país latinoamericano que no asistió. Eso determina un retroceso traumático en los avances en derechos humanos para las poblaciones descendientes de indígenas y africanos de la diáspora. Todas las estrategias de inclusión locales se basan en Durban 2001. La declaración reconoció como crimen de lesa humanidad la trata transatlántica y sus consecuencias actuales para los territorios colonizados. Estamos pidiendo explicaciones sobre esta postura negacionista estatal que nos afecta tremendamente.

Igualmente, se necesitan cambios culturales junto a legislación y políticas públicas, tres gobiernos frenteamplistas a nivel nacional no son nada en los procesos de cambio estructural, y menos viniendo de siglos de gobernantes derechistas. Estábamos recién empezando a hincarle el diente a las transformaciones profundas y tropezamos con las urnas. Algo falló y se está haciendo autocrítica.

También pensemos cómo influyen el contexto regional y el internacional. Las democracias por estos lares aún no son vigorosas para brindar garantías totales de ciudadanía igualitaria en derechos fundamentales a los sectores históricamente agredidos. A pesar de todo se avanza.

El FA puso al Estado a trabajar para mirar por los más desprotegidos. En los gobiernos progresistas las acciones estatales regulan las injusticias para intentar equilibrar las diferencias.

La política es otra forma de avanzar hacia los cambios sociales, no la única, tal vez te permita ocupar lugares de decisión, de cierto poder, pero no provee de soluciones mágicas y menos en situaciones de racismo y clasismo, de patriarcados, factores externos y desigualdades sistémicas como es el caso.

El poder fáctico de las élites empresariales en la política latinoamericana permea todo el territorio, también a Uruguay, y tienen todo armado para mantener su orden establecido.

No por nada sucede esto, sino como resultado de las invasiones durante cinco siglos que parieron fortunas siderales a mano de obra esclavizada indígena y africana, explotación organizada que sentó las bases del capitalismo dominante del planeta. Hicieron de la región más rica del mundo también la más desigual.

Por eso es muy importante saber de dónde venimos para orientar hacia dónde queremos llegar, y esa comprensión política del origen de la desigualdad nos pone en la realidad para no romantizar. Igual soy optimista, y una convencida de que al tomar banderas políticas y con herramientas democráticas, potenciamos la lucha social aunque sea ardua e interminable.

 

¿Cómo valoras tu experiencia en el Parlamento durante los años que fuiste diputada?

Positiva, altamente positiva. Aunque era suplente y el espacio de poder político a usar era complejo, supimos aprovecharlo. Posiblemente por el acumulado de trabajo social del que te hablé antes. Siempre es poco lo que se logra ante el desafío, sin embargo, es importante hacer los aportes posibles para contribuir a los procesos de cambios. Así y todo pudimos instalar fechas importantes para la negritud afrouruguaya, por ejemplo, reivindicaciones étnico raciales y de género ausentes hasta ese momento, que se relevaron a nivel parlamentario como nunca antes, y nunca después lamentablemente, pero se hizo.

Algunos de esos hitos fueron de relevancia especialísima por ser la Casa del Pueblo quien los tomó para ponerlos en la escena pública como hechos importantes para un sector de la ciudadanía, y en tanto tales, actos de convivencia promotores de desarrollo.

En tal situación aún quienes provenimos de lugares de desventaja social endémica nos sentimos sujetos de pleno derecho y no objetos de caridad o asistencialismo, así sea que no se repitan, valió el esfuerzo.

Destaco la celebración del Día de la Mujer Afrolatina, Afrocaribeña y de la Diáspora, haber actuado en trabajos de comisión en leyes de relevancia sustancial que llevó adelante nuestra fuerza política, la de los derechos de las personas trans, la llamada ley de cuotas afro, cooperativismo, la realización del Parlamento de las Mujeres Afro y otras acciones por el estilo.

De todas formas no ignoro que cuando asumí en el Parlamento fue algo destacable para la sociedad uruguaya valorado en su momento casi como un fenómeno, y eso habla de lo mal que estamos como sociedad, llenos de prejuicios y atavismos jerarquizadores de culturas que nos llevan a un plano de patología societaria porque nos ven como “raros” por ser afroumbandistas.

Eso sucede todavía. De lo contrario, si fuésemos una comunidad de aceptación al multiculturalismo y respeto a la plurirracialidad, sería un hecho corriente que cualquier persona de la población si es electa democráticamente, pasara a integrar el Parlamento como representante, debería ser lo normal, no un hecho llevado a la categoría de rareza, milagro o prodigio, definitivamente excepción que confirma la regla de exclusión y preconceptos enraizados. Sucede igual con las mujeres que estamos subrepresentadas en los lugares de poder político aunque somos mayoría en la población; imagina si además de mujer sos afrodescendiente y practicante de cultos afro. ¡Bingo!

 

¿Cómo fue para ti integrar el Grupo de Trabajo por Verdad y Justicia?

Fue uno de los intentos de búsqueda de la verdad que llevó adelante el compañero Tabaré Vázquez. Cuando nos reunió aquella vez en el hotel Plaza Fuerte nos dijo: “Bueno, esto antes que nada es un reconocimiento”, se refería a los nombramientos para integrar dicho grupo de trabajo. Esa instancia del tema, además de la noble causa que nos reunía, solo me merece agradecimiento y por supuesto todo mi respeto, Que el problema tal vez nos trascendió puede ser; la temática de los derechos humanos violados en dictadura es una deuda social en la que tenemos el deber moral de colaborar cada cual desde su lugar. Y si fuimos llamados, debíamos poner nuestro mejor esfuerzo y se hizo. Así sepamos de antemano que lo que haremos no será suficiente.

¿Qué puede serlo en medio del horror de la tortura, la desaparición forzada, los homicidios políticos, la falta de verdad, el impedimento de la acción judicial y por ende la impunidad del terrorismo de Estado?

En ese sentido significó mucho aunque nos quede el retrogusto de no haber sido una ayuda determinante frente a la enorme tarea asignada. Al menos con ese paso inicial, se logró que la búsqueda se transformara en política pública por ley. Creo que eso es positivo para la sociedad.

 

¿Cuáles siguen siendo los desafíos de ser mujer, política, afrodescendiente y religiosa hoy en día en Uruguay?

Negra, mujer y macumbera querrás decir [risas]. Las mujeres estamos acostumbradas a padecer discriminaciones múltiples, las interseccionalidades que les llaman. Siempre todo se suma para mal y supone más penurias si eres mujer, peor si eres negra y peor aún si eres pobre y además practicante de cultos de matriz afro. Ni que hablar si eres trans o de otra identidad de género, con discapacidad, vejez, etc.

Nuestros gobiernos frenteamplistas lograron focalizar paulatinamente esos motivos de exclusión para legislar y establecer políticas concretas para intentar paliar dichas desventajas sociales, y equiparar en derechos y oportunidades, revirtiendo motivos de exclusión. Estábamos avanzando y se cortó con la derecha en el poder que no solo ha dejado de invertir en políticas sociales, sino que además carece de sensibilidad en estos temas simplemente porque siempre ha estado en sitiales de privilegio.

Entonces los desafíos son la desestructuración de un sistema armado con base en desigualdades y sectores dominantes que oprimen a otros para sacar ventaja y sustentarla en todas dimensiones. Son filosofías neoliberales enquistadas en ideologías de cuño monárquico, feudales, fundamentalistas cuando se rasca un poco, aunque se camuflen dentro de democracias republicanas para conseguir sus fines excluyentes.

 

¿Cómo vislumbras tu futuro político?

No tengo nada pensado en cuanto a eso, solo sé que soy frenteamplista a morir. ¡Axé de Frente Amplio para el mejor Uruguay!

 

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