“La temporada explotó y superó expectativas”, dijo eufórico el intendente de Maldonado, Enrique Antía, el 3 de enero. Pero esta semana dirigentes del Sindicato Único Gastronómico y Hotelero (Sughu) la calificaron como “nefasta”.
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En cada momento ambos tuvieron razón. Después de una temporada como la 20/21 en la que todo fue casi cero, ver el movimiento que adquirió Punta del Este entre fines de diciembre y principios de enero permitía ser optimista.
Pero la variante ómicron de la covid afectó en forma muy importante a la actividad, tanto que algunos restaurantes debieron cerrar o reducir sus aforos. Caso de El Virazón, frente a la zona portuaria, que servía unos 600 cubiertos diarios cuando cerró por un brote de covid. O La Huella en José Ignacio que de 1.000 reservas diarias tuvo que bajar a 500 por la misma razón.
Para peor durante la segunda quincena de enero llovió casi todos los días, por lo que el movimiento habitual se redujo considerablemente.
Un tercer factor que incidió en la llegada masiva de turistas, fue la diferencia cambiaria con Argentina. Es cierto que muchos visitantes están más allá del bien y del mal, y el valor de la moneda no incide en sus decisiones porque se mueven en dólares. En cambio fue un elemento determinante a la hora en que los argentinos clase media decidieron dónde vacacionar.
Y ese sector social ha sido históricamente un dinamizador de la economía local. Los ricos se mueven siempre en el mismo ámbito, van a los mismos restaurantes, compran en el mismo supermercado, van a las mismas tiendas. En cambio los otros buscan restaurantes y comercios de Maldonado, van al shopping e incluso a la feria dominical.
Esta temporada se llegó a pagar 250.000 dólares por el alquiler de una chacra en José Ignacio durante 15 días. En cambio fue muy difícil colocar apartamentos de 4.000 dólares por 30 días en La Mansa o en la Península.
Según Héctor Araújo, integrante del Centro de Hoteles y Restaurantes, los hoteles de 3 y 4 estrellas trabajaron al 80% de su capacidad en la primera quincena de enero, pero para la segunda mitad la actividad se redujo al 50%. Y a ello se debe agregar que “los precios de esta temporada estuvieron un 30% más bajos que la pasada”, dijo Araújo.
El año pasado varios hoteles cerraron en plena temporada, algunos definitivamente. Con este panorama que se arrastra en el tiempo, dos fuentes del rubro indicaron que “varios deberán cerrar porque no podrán afrontar los costos y los repagos del préstamo SIGA”.
Solo funcionaron a pleno los cuatro hoteles 5 estrellas con que cuenta el balneario: Enjoy, The Grand Hotel, Fasano y Solanas.
Por eso los trabajadores tienen razón al calificar la temporada como “nefasta”. Poco trabajo y bajos salarios completan un panorama depresivo para transitar el duro invierno.
Si bien en lo que va de febrero hay algo de gente, muy lejos se está de satisfacer las necesidades de los operadores. Su última esperanza es la semana de Carnaval.
Problemas tenemos todos
“¡Qué invierno nos espera!”,es una expresión común hoy entre todos los residentes locales que avizoran las dificultades que se vivirán en los próximos meses dados los magros resultados de la temporada.
Poca ocupación, bajos salarios, deudas acumuladas, inflación, alto costo de vida, son problemas que afectan hoy a la mayoría de los trabajadores esteños.
Oscar Andino, secretario departamental del Sughu, explicó a Caras y Caretas algunas de las dificultades que atraviesan. En los años 2016 y 2017 teníamos unos 40.000 trabajadores gastronómicos en todo el país, a fines del año pasado teníamos 18.000, es decir, perdimos más de la mitad de plazas.
Ahora tenemos una dificultad para saber el total de ocupación, el seguro de paro parcial. Porque si bien es cierto que desde julio pasado y durante los fines de semana el sector trabajó bien, también es cierto que en enero tuvimos menos locales abiertos y el tiempo de trabajo se redujo a 15 días para muchísimos compañeros”.
Andino explicó que “en un buen restaurante un mozo puede ganar 35.000 pesos brutos más las propinas que le permitirían llegar al doble. El tema es que para el seguro de paro la propina no se toma en cuenta, por lo que en enero muchos no superaron los 35.000 o 40.000 pesos. En tanto un cocinero de primera percibe unos 80.000 pesos brutos. Ahora estamos luchando para que se continúe con el seguro parcial. De todas formas son ingresos muy magros para un lugar donde, como este, vivir es tan caro. Porque muchos apenas trabajaron durante la primera quincena de enero”.
Por su parte Cesar Teijón, secretario departamental de Fuecys, sindicato que también comprende a las empleadas domésticas, explicó en varias declaraciones públicas que “el mayor problema que tuvimos fueron los contagios por covid y las condiciones de trabajo. Punta del Este se convirtió en tierra liberada, no hubo controles. Tenemos una situación bastante compleja en el departamento, no hay inspecciones dentro de los edificios, tampoco por parte del MSP, no hay un control de aquellos que están registrados como contagiados, una situación totalmente liberada en el departamento”, aseguró Teijón.
“Algunos establecimientos han obligado a sus funcionarios a atender y dar servicios en habitaciones con huéspedes que dieron positivo a coronavirus. Eran trabajadores eventuales y esa gente terminó despedida”, dijo el dirigente sindical a la diaria.
Teijón denunció que algunos trabajadores se contagiaron y cuando quisieron retomar sus actividades laborales les comunicaron que “ya no los necesitaban”.
Tampoco les fue bien a los empleados del comercio ya que cayeron las ventas en general y la mayoría complementa su bajo salario con un porcentaje sobre lo que venda.
En cambio las grandes superficies tuvieron un buen enero. Crecieron las ventas y se redujeron los salarios. A modo de ejemplo, en una cadena con local sobre Roosevelt un empaquetador que también cumple tareas como reponedor recibía un salario de 20.000 pesos nominales.
Un dato a tener en cuenta es que en la mayoría de los establecimientos comerciales no existen los días libres y las jornadas son más extensas que lo normal. Y no todos pagan esas extras.
Por su parte el sector empresarial también tiene problemas graves. Por ejemplo la hotelería denuncia tener competencia desleal con edificios cuyos apartamentos se alquilan por día con todos los servicios, pero no pagan los impuestos correspondientes.
También las inmobiliarias denuncian la competencia desleal de las aplicaciones o los alquileres por internet. Los empresarios formalmente instalados están obligados a cumplir con determinadas normativas, desde tener un importante depósito (por decenas de miles de dólares) como garantía, realizar todas sus transacciones por via bancaria para cumplir con las normas antilavado y oficiar como intermediarios de la DGI por el cobro de IRPF e IVA.
Ninguna de esas obligaciones las tiene Airbnb ni Mercado Libre. Tampoco los propietarios o porteros que alquilan “por fuera” del sistema.
Pero el recurrir por fuera del mercado establecido puede llevar a ser víctimas de estafas. Como ocurrió este verano. Fuentes del sector dijeron saber de por lo menos unos 50 turistas que pagaron adelantado por una propiedad que no existía o ya estaba alquilada. “Es una pésima imagen para el balneario”, afirmaron.
Menos turistas, menos ingresos
Según información proporcionada por la Dirección de Migraciones en enero de este año ingresaron a Uruguay 139.227 extranjeros. Entre ellos 95.411 desde Argentina, 16.197 desde Brasil y 5.366 desde Paraguay.
Una cifra muy lejana a los 444.509 que ingresaron en enero 2020, prepandemia. Entonces también ingresaron 327.598.151 dólares, es decir un promedio de 736 dólares de gasto per cápita.
Si tomáramos el mismo promedio de gasto, este año ingresarían tres veces menos. Tres veces menos a la DGI, tres veces menos al BPS. Aunque todavía nadie habla de estos números.
Los nuevos residentes
La pandemia y también la situación política-económica en Argentina atrajo a unos cuantos miles de ciudadanos de ese origen a radicarse en Punta del Este. Una situación verificable en la zona costera, en diferentes barrios privados y también en zonas de chacras. Tal vez José Ignacio y su entorno es la zona que más ha crecido.
En general son personas jóvenes con hijos, con educación universitaria, de buen nivel económico y posibilidades de realizar trabajo a distancia. Pero también los hay quienes vinieron a probar suerte.
Sin mucha precisión, las autoridades estiman que son aproximadamente unos 15.000 los nuevos residentes argentinos. Que se suman a los de origen europeo, brasileño y también uruguayos que vinieron a radicarse en Punta del Este.
Es una cifra muy importante, aproximadamente el doble de quienes ya vivían todo el año en el balneario.
Los inviernos empiezan a ser diferentes, en la medida en que Punta del Este va dejando de ser un balneario para pasar a ser una ciudad.