Hace unos 40 años, en setiembre de 1976, Eduardo Turell inició su carrera dentro de la magistratura en el Juzgado de Paz de Lascano (Rocha). Seguramente, ese día, ni siquiera podía imaginar que cuatro décadas más tarde asumiría como ministro de la Suprema Corte de Justicia, el máximo órgano del Poder Judicial. “Intentaré no quebrarme, pero es particularmente emocionante el momento que estoy atravesando”, afirmó Turell, apenas iniciar su breve discurso de asunción. Turell asumió el cargo tras la vacante generada por el retiro del ministro Jorge Larrieux, al cumplir 70 años. La intensa negociación entre los partidos políticos con representación parlamentaria no logró su cometido y no se obtuvieron los 2/3 de votos de la Asamblea General (AG) necesarios para proceder a la designación política del nuevo integrante de la Corporación. Vencido el plazo de 90 días que tenía la AG para cubrir la vacante, se procedió a la designación del ministro de Tribunal de Apelaciones con mayor antigüedad en el cargo. La responsabilidad recayó en Turell, ministro del Tribunal de Apelaciones en lo Civil de 4º Turno, desde hace poco más de 20 años (asumió ese cargo el 19 de agosto de 1996). Antes, entre 1989 y 1996, Turell fue juez Civil de 11º Turno, en de Montevideo. “Después de 40 años de carrera me vienen a la memoria muchísimos recuerdos”, afirmó Turell, y dijo que era tiempo de agradecer y reconocer “esfuerzos, compañías y consejos de innumerables personas” que lo acompañaron durante su carrera. Y habló de sus padres, de sus profesores de la Facultad de Derechos (“que me enseñaron a razonar y querer el Derecho”), de sus colegas magistrados, de actuarios y de funcionarios. Afirmó que su nuevo cargo ya no implica la solución de conflictos en el ámbito de la competencias, sino que significa “nuevos desafíos a partir de normas constitucionales y legales atributivas de competencias distintas” y promover “una visión del Poder Judicial acorde a los tiempos en que vivimos, conforme a las definiciones del Plan Estratégico” desarrollado por el Poder Judicial. Y destacó que en ese Plan Estratégico se identificaron como valores, elementos fundamentales que rigen la conducta, independencia, responsabilidad, integridad, compromiso con la excelencia, imparcialidad e integración de los funcionarios del Poder Judicial. Esto implica aplicar los principios que inspiran el Código Iberoamericano de Ética Judicial y el reconocimiento de la Carta de Derechos de la Persona ante la Justicia en Iberoamericano. “Es inútil que en nuestra actividad logremos mejorar la estructura edilicia, alcancemos la mejor tecnología, sino obtenemos niveles óptimos de entrega en la función de cada uno de nosotros”. Turell afirmó que muchas veces estos principios los han interpelado, lo interpelan y lo seguirán interpelando, porque aún no pudo dar cabal respuesta a ellos. Dijo que la independencia del Poder Judicial uruguayo es reconocida a nivel nacional e internacional, pero señaló que para él tiene otro componente. “La independencia de mi mismo, que mi conducta sea libre de mis pasiones al tiempo de decidir”. “La imparcialidad, que significa perseguir con objetividad y con fundamento en la prueba la verdad de los hechos manteniendo una equivalente distancia con las partes y con sus abogados y evitar […] todo tipo de comportamiento que pueda reputar favoritismo, predisposición o prejuicio”, agregó Turell. “Son inquietudes siempre presentes, espero que no se agoten y son una aspiración de trabajo para los próximos años de un Poder Judicial del que participó con orgullo”, concluyó Turell, con su voz quebrada por la emoción.
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