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Noticia destacada | Buenos Aires |

Estados Unidos frente a China

Una Cumbre del G20 potencialmente explosiva

La Cumbre del G20 que tendrá lugar en Argentina la próxima semana es cualquier cosa menos un mero acto burocrático; seguramente estallarán ahí los grandes debates de nuestro tiempo: el enfrentamiento entre Estados Unidos y China, las estrategias de Rusia, el cambio climático, la automatización del trabajo, las crisis migratorias en tres continentes y el avance de la extrema derecha en el mundo.

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Hace diez años, cuando arreciaba la Gran Recesión (provocada por el estallido de la burbuja de las hipotecas subprime en 2007, que en realidad mostraba el salvajismo de los bancos, muy bien descrito en los filmes El lobo de Wall Street y Margin Call), una crisis acaso superior a la Gran Depresión de 1929, porque involucraba al mundo entero, las principales potencias (Estados Unidos, China y Rusia) decidieron que el Grupo de los 20, foro internacional de coordinación política, económica y financiera de los países más poderosos que venía actuando desde 1999, asumiera el timón de políticas globales destinadas a resolver la crisis y salvar el capitalismo global.

Se sucedieron las cumbres de Washington del 14 y 15 de noviembre de 2008 y la decisiva reunión de Londres del 2 de abril de 2009. Si bien se especuló mucho con un nuevo Bretton Woods y una reforma del sistema financiero y de comercio internacional que diera auténtica estabilidad mediante la equidad, lo que surgió fue una solución híbrida que cumplió su objetivo primordial, pero no convirtió al mundo en un lugar más seguro ni más justo.

Sorpresivamente, el G20 designó como organismo coordinador de sus políticas a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE, otro instrumento de los países ricos), y como organismo ejecutor de las mismas al Fondo Monetario Internacional (FMI), que estaba sumido en el  mayor desprestigio y al borde de la quiebra.

El timón de la economía mundial seguía pues en las mismas manos.

Estados Unidos (EEUU), con su equipo de economistas del MIT, implementó una segunda fase de políticas expansivas keynesianas (con inyección masiva de recursos, baja de las tasas a cero e instrumentos nuevos como el Quantitative Easing, la compra masiva de bonos), que fueron acompañadas por China y Rusia, y terminaron derrotando la crisis en su epicentro. La misma se prolongó en Europa hasta que Mario Draghi asumió al frente del Banco Central Europeo (BCE) en noviembre de 2011, y puso coto a la “austeridad” (léase “ajuste fiscal salvaje”) impuesto por Angela Merkel y sus sirvientes en los organismos y diversos estados de la periferia europea, que los había llevado a la recesión, a tasas de desempleo de 25% (que ascendían a más de 50% entre los menores de 25 años), y a algunos virtuales genocidios, como en el caso de Grecia. Eran tiempos de Barack Obama y seguramente la larga mano del Partido Demócrata hizo que EEUU resolviera salvar a la Unión Europea (UE), que por ese entonces era su principal aliado mundial.

La crisis se resolvió en el centro del mundo desarrollado, pero los banqueros no fueron juzgados, no se reguló el sistema financiero internacional y los grandes bancos de inversión volvieron por sus fueros, ahora potenciados por el presidente Donald Trump.

Así las cosas, el Grupo de los 20 (G20) es desde 2009 el más importante foro internacional. Está integrado por Alemania, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, EEUU, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Rusia, Reino Unido, Sudáfrica y Turquía, a lo que se suma la UE. Las estimaciones más corrientes señalan que, en conjunto, estos países representan 85% del Producto Interno Bruto global (PIB), dos tercios de la población mundial y 75% del comercio internacional. También participan en las reuniones los organismos multilaterales de crédito y gran cantidad de organizaciones internacionales asociadas.

La 14ª reunión cumbre tendrá lugar la semana próxima en Argentina.

Virtualmente paralizada por varias circunstancias, con la presencia estimada de 25.000 soldados y otro tipo de agentes para protección de mandatarios y funcionarios, la hermana república es un hervidero.

La Cumbre del G20 no se restringe a la reunión de primeros mandatarios, que tendrá lugar entre el 28 y el 30 de noviembre, sino que involucra más de 50 reuniones de trabajo de funcionarios gubernamentales y de organismos multilaterales de distinto nivel, que tendrán lugar en diez ciudades (Buenos Aires, Mar del Plata, Rosario, Córdoba, Mendoza, Bariloche, Salta, Jujuy, Puerto Iguazú y Ushuaia), con la participación de más de 10.000 personas provenientes de todo el mundo.

 

Lo que sobra es agenda

Si bien formalmente las prioridades de la agenda 2018 del G20, informadas en su página oficial, son “el futuro del trabajo”, la planificación de infraestructuras para el desarrollo global y la elaboración de una plataforma que asegure un futuro alimentario sostenible, el verdadero temario está centrado en el futuro de la “guerra comercial” declarada por la administración Trump contra China, en el marco de su esquema proteccionista que persigue la imposible ilusión de que EEUU vuelva a ocupar el lugar que tuvo al fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando representaba 51% del PIB mundial.

Esa errada política (propia de las disfunciones que ha mostrado a lo largo de su vida el presidente Trump) viene logrando el efecto exactamente contrario: posicionar a la China de Xi Jinping como principal adalid del libre comercio y la “sensatez” en el mundo, mientras se expande territorialmente por donde quiere, y comercial y financieramente en los continentes que abandona EEUU.

La guerra de aranceles iniciada por Trump con la imposición de 25% en el acero y el aluminio (que sólo puede terminar mal para EEUU) ya involucraría un monto total de US$ 1.000 millones y nada indica que vaya a finalizar. Las frases que se han conocido del libro Fear (Miedo), que publicará próximamente Bob Woodward, muestran un comportamiento completamente irracional del ocasional titular de la Casa Blanca, que está haciendo del que fue su principal aliado desde 1974 (China Popular) un victorioso rival.

China (siempre sospechada por su régimen político, por la propiedad intelectual y por el tema de los derechos humanos) invierte masivamente en África y América Latina, ha pasado a ser interlocutor válido de la UE, y de todo país (como la República Italiana) que quiera realizar algún movimiento por fuera del establishment dominante. El proyecto de la “Nueva Ruta de la Seda” suplantará con creces a los tratados de libre comercio globales (el TPP y TTIP) planeados por la administración Obama.

China representa hoy el progreso y la globalización, mientras Trump es la imagen de la brutalidad, la xenofobia y el proteccionismo, identificado como traba al comercio y al desarrollo.

Nadie duda que este será el tema central de la Cumbre del G20, porque la UE, América Latina e incluso Rusia desean que la “guerra comercial” se detenga, ya que empobrece a todos.

El antecedente de la Cumbre de Hamburgo, realizada los días 7 y 8 de julio de 2017 en dicha ciudad es nefasto: allí Trump se estrenó sacando a la primera superpotencia del Acuerdo de París contra el Cambio Climático y pregonando su enfrentamiento con China.

Trump enfrentará en la ocasión también a su “socio” Vladimir Putin, ya que si bien en la increíble cumbre de Helsinki lo exculpó de la incursión rusa en las elecciones estadounidenses de 2016 (que puede valerle un impeachment), la decisión de dejar sin efecto el tratado de desnuclearización firmado por Ronald Reagan y Mijail Gorbachov en 1987 (INF por sus siglas en inglés) preocupa mucho al líder ruso, que quiere concentrar sus esfuerzos en la economía y no en una nueva carrera nuclear.

Vladimir Putin también se enfrentará a la premier británica, Theresa May, que no satisfecha con tener que lidiar con el brexit (sin tener salidas a la vista) deberá reclamar al líder ruso por el supuesto envenenamiento en territorio británico del exespía Serguei Skripal y su hija Yulia en marzo pasado. Esto motivó que el Parlamento dispusiera la expulsión de varios funcionarios diplomáticos rusos, acción que fue imitada por otros países.

Naturalmente, el tema quedará en nada.

Otro caso seudopolicial es el que enfrentará al presidente turco Recep Tayyip Erdogan con el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed Bin Salman, supuesto ordenador del sonado crimen del periodista opositor saudí Jamal Khashoggi, aparentemente ocurrido en el consulado saudita en Estambul.

En ambos casos, Trump ve acusados a países aliados de EEUU, y ha dado las respuestas más insólitas. Si algo ha demostrado hasta el hartazgo es que el ridículo no lo asusta.

Los asuntos policiales podrán ocupar los espacios de los noticieros, pero la economía, y sobre todo la “guerra comercial”, será el tema principal.

Máxime cuando, con su habitual discreción, China ha reducido su tenencia de bonos de deuda externa estadounidense de US$ 1,17 billones en agosto a US$ 1,15 billones en setiembre, según informó el Departamento del Tesoro de EEUU.

La venta masiva de bonos de EEUU podría ser el mayor desastre financiero de la Unión en su historia y comprometería seriamente la estabilidad mundial. Sobre todo, si se agrega una noticia aun más dura para los intereses norteamericanos: que China y Rusia estarían considerando crear una moneda común paralela al dólar estadounidense para arrebatarle la condición de moneda de referencia mundial.

Son armas de destrucción masiva de imprevisible alcance, pero acaso terminen con la “guerra comercial” que ha hecho reducir 2% el crecimiento mundial, y tal vez el hecho que las esgriman (y que no las usen) sea una buena noticia.

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