El 13 de diciembre del 76, instalé una mesa para juntar firmas. Seregni cumplía 60 años preso. Pedíamos su libertad. Nevaba en un crudo invierno de Washington. Me acompañaban Iván, Naul y Nilza. Éramos cuatro militantes. Ellos del FA. La fecha comprometía a los cuatro. La fecha era de todos, como ocurría en los cumpleaños de Wilson.
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Algunos olvidan esto o nunca lo supieron. Hacen de la conmemoración un acto proselitista, que se da de patadas con la historia de la fecha. Del 72 en adelante, fue una jornada de lucha y unidad. El viernes pasado, día en que salía esta revista, Wilson hubiera cumplido un año más. Pero murió con 69, la misma edad que tengo yo hoy.
Alguno se puede preguntar por qué no escribí del tema la semana pasada. Pasó que hasta último momento creí que algo se iba a hacer para conmemorarlo entre todos. Pero no. Solo hubo un “Zoom” entre un puñadito de dirigentes y cuadros del Partido Nacional.
¿Saben algo los actuales conductores del Partido de qué se conmemora en esa fecha? Más que su nacimiento, se recuerda la lucha en tiempos difíciles. Quizás no lo vivieron. Empezó en el 74. Hoy la presidencia del Partido Nacional recayó, como premio consuelo, en el dr. Iturralde, para no darle un cargo de gobierno.
La fecha, además del cumpleaños del líder, tomó otro carácter en 1972. El 28 de enero del año siguiente a las elecciones, no había aún resultado final proclamado. De mañana, en su departamento de Pocitos, recibió una delegación de autoridades partidarias y personalidades independientes que le regalaron una estatua de Leandro Gómez, que aún hoy atesoro en mi hogar.
La gente se fue agolpando frente a su casa. Sobre las 18 horas el mar humano había desbordado un par de cuadras de la Rambla y otras dos de Avenida Brasil. A eso de las 19 llegó la Guardia Republicana. Luego los “guanacos”, como llamábamos a los camiones lanzaaguas. Decide bajar para evitar el uso de la fuerza contra manifestantes pacíficos. Pero curiosamente, no solo no la pudo evitar, sino que él también fue víctima. Bueno, ambos. Yo, para variar, fui preso. A él lo voltearon al piso con furiosos chorros de agua.
Así el 28 de enero pasó a ser una jornada de lucha. El siguiente, en el 73 se vivían las vísperas de la intentona golpista del 9 de febrero. El regalo de cumpleaños fue enterarse que Bordaberry iba a terminar pactando con los golpistas, castigando incluso a aquellos militares leales a la Constitución. Así fue.
Esa vez, yo no estaba. Con apenas 19 años (también cumplidos en enero) me había mandado denunciar el peligro golpista ante gobiernos democráticos de Europa. El Toba Gutiérrez me había gestionado invitaciones oficiales de algunos gobiernos. Así, por ejemplo, llegué a París durante el gobierno de Pompidou (ya muy enfermo), donde pude entrevistarme con el primer ministro Pierre Messmer.
En el 74, el primero en dictadura, los viejos estaban exiliados. Yo todavía no. Organizamos una misa. El padre Ismael Rivas era un baluarte de la Resistencia de las iglesias. Aceptó enseguida oficiar en San Juan Bautista. Yo temía involucrarlo mucho, pero cuando terminó la liturgia pidió a todos “entonar el Himno Nacional, en honor a aquellos que por razones dolorosas, no pudieron estar acá”.
Cuando salimos, estaban los camiones policiales que llamábamos “roperos”. Terminamos presos en la 10ª con cura y todo. No nos daban de comer, pero la abuela de los Secco Mullin nos arrimó unos sándwiches para la noche, y otros amigos nos hicieron llegar algo más contundente al día siguiente. En las dos celdas (mujeres y hombres) solo cabíamos parados.
Al año siguiente (75), armamos un festejo en el parador Kibón. Estaban, entre otros, Carlos Julio, Rodríguez Labruna, Dardo Ortiz, Blanca Saravia (nieta del general), mi abuela materna Tatina (una luchadora de corazón), el presidente del Directorio, capitán Murdoch, que meses después fue preso. Un policía de particular me pregunta el motivo de la reunión y le digo: “Camaradería”. En la mesa “invitados especiales”, había cinco exlegisladores del Frente. Al terminar soplamos una torta con velitas. In fraganti delito. Todos presos.
En ese Partido me crié y me formé. No en el que festeja por Zoom estando en el gobierno. Siempre hay alguien que está para figurar. Pero nadie puede sustituir a la gente dando rienda suelta a su entusiasmo.