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Editorial dólar |

La política sin escrúpulos

Vencedores y vencidos

Por Alberto Grille.

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Si nos dijeran que la mitad de los integrantes del gabinete ministerial están relacionados con la corporación anestésico quirúrgica, pondríamos un cierre metálico en nuestros bolsillos; si los ministros, fueran los jugadores de fútbol, diríamos que se apoderaron del país; si fueran banqueros gobernarían para el capital financiero. ¿Qué pensaría usted si la mitad de los ministros estuvieran relacionados directamente con la corporación agroexportadora?

 

Un Solo Uruguay

Me imagino que usted comprendería que los intereses de ellos están muy relacionados con el producto del campo, la tenencia de la tierra, la renta ganadera y la exportación de semovientes.

Precisamente eso es lo que está ocurriendo en Uruguay. La mitad del Consejo de Ministros, incluyendo al presidente de la República, son productores agropecuarios, están casados con terratenientes, son hijos de terratenientes, herederos de latifundistas, rematadores de ganado o poderosos arrendatarios. Por lo menos, el presidente, el secretario de la Presidencia, el ministros de Ganadería, la de Economía y Finanzas, el de Transporte y  Obras Públicas, la de Vivienda y Ordenamiento Territorial y el de Defensa Nacional están relacionados muy directamente con el campo. Para ser más explícito, aunque no lo suficientemente detallista como para herir pieles muy sensibles, la familia de la ministra Azucena Arbeleche se dedica a la recría de ganado en Cerro Largo, tiene más o menos 1.000 terneros, cada ternero vale 500 dólares y la ministra se beneficia objetivamente fogoneado la devaluación con sus declaraciones imprudentes. En una semana ganó con la devaluación del 10%, 50.000 dólares. Así, sin ser experto, es como si le hubieran caído del cielo 100 terneros de 200 kilos en un fin de semana.

 

Mostrando los dientes

Alcanza con asomarse a la ventana para verlo. La única verdad es la realidad y la realidad resplandece. Da un poco de pena, pero cada uno de los uruguayos puede constatar hoy que ha sido engañado. Asistimos a un ejemplo indeleble de una manera muy antigua de hacer política, la política sin escrúpulos.

La coalición oligárquica, ideada, diseñada y liderada por Julio María Sanguinetti, que encabeza nominalmente Luis Lacalle Pou y que asumió el gobierno el 1º de marzo pasado, tardó menos de dos semanas en mostrar su rapacidad, su ferocidad y su voracidad, ordenando con la soberbia de siempre y casi con desdén un gigantesco ajuste fiscal y social que transfiere un enorme volumen de ingresos desde los pobres, los trabajadores y los jubilados a las más poderosas corporaciones del país, empezando por la agroexportadora y la financiera.

Devaluaron más del 10% en beneficio directo de la corporación agropecuaria y en detrimento de trabajadores y jubilados, subieron las tarifas más del 10% (cuando los propios directorios de los entes del Estado, incluyendo la directora de Ancap, Marta jara, probaron con documentación fundada que no era necesario subirlas y hasta que se podían bajar los combustibles), y ven con alegría y satisfacción (la enorme sonrisa del ministro Carlos María Uriarte, exblanco, hoy colorado) que aumente el precio de productos vitales para los uruguayos como la carne, riéndose en nuestra cara al decir que «se debe al aumento del dólar».

Me acuerdo de la oligarquía que asumió el poder con Jorge Pacheco Areco en 1967, Jorge Peirano Facio, César Charlone, Eduardo Jiménez de Aréchaga, Carlos Frick Davies, Jaime Montaner, y la verdad es que esta, al lado de aquella, tiene menos escrúpulos y mucho más rostro de piedra.

Reitero, porque siempre hay que recapitular: no hay una sola idea para mejorar o desarrollar Uruguay, pero -igualito que Mauricio Macri, que lo primero que hizo fue eliminar las retenciones- ya hicieron un ajuste fiscal y social que transfiere millones de dólares de los «más infelices a los más privilegiados».

Y eso que todavía no empezaron con el «ahorro de gastos», que se traducirá obviamente en recortes de inversiones sociales, tal como lo dijeron en su programa.

Ya está, comenzó a pagarse el apoyo del “campo” a las candidaturas de la coalición gobernante. Se paga, como se esperaba, con plata, con dólares, con beneficios para los agroexportadores.

Es el camino inverso al del progreso, el peligroso camino de la restauración.

Si yo fuera una ínfima parte de lo vanidoso que es el presidente Lacalle Pou, no solo me acomodaría la melenita, sino que tiraría cohetes porque, sin tener mucho talento, predije que si la coalición oligárquica triunfaba electoralmente, iba a ocurrir precisamente esto que está ocurriendo.

Los lectores recordarán que casi convertimos en un lema la advertencia que repetí en una docena de revistas: «No digas que no te avisé».

Pero no da para echar campanas al viento porque lo que está ocurriendo es una tragedia.

Una tragedia urdida y oculta, mentira tras mentira.

Pruebas al canto.

 

En menos de dos semanas

Hasta ahora van tres ajustes fiscales-sociales.

El lunes 9 de marzo hubo una turbulencia cambiaria provocada desde el gobierno, concretamente por los discursos del presidente y su ministra de Economía y Finanzas, que devaluó el dólar en más de un 15%, hasta que intervino el Banco Central y la contuvo en algo más de un 10% (el nivel que se habrían fijado por ahora), con lo cual el representante más importante de la corporación agropecuaria en el gobierno de los latifundistas, el ministro Uriarte, se mostró satisfecho. Buen provecho, ministro.

El miércoles 11, en una orgullosa conferencia de prensa, el presidente Lacalle Pou, imitando curiosamente al Rusito González, sobre todo en los constantes tirones en la boca y la nariz, flanqueado por Azucena Arbeleche (que le sopló las cifras), el director de OPP, Isaac Alfie, y el secretario de la Presidencia, Álvaro Delgado, anunció sin hesitar los siguientes aumentos tarifarios: OSE 10,7%, UTE 10,5% y Antel 9,78%, aumentos que regirán al 1º de abril y que están por encima del IPC al cierre de febrero, que fue 8,32%.

Esto dispuso el mandatario que prometió tantas veces que su gobierno no subiría tarifas ni impuestos.

Culpó del aumento tarifario al gobierno del Frente Amplio, como del aumento del dólar culparon al coronavirus.

Anunció que, en el caso de los combustibles de Ancap, se esperará unos días en atención a la evolución del precio del petróleo, que viene cayendo a nivel espectacular en el mundo.

Pero ya les digo a los lectores, para que no digan que no les avisé, que el gasoil no aumentará

También anunció la reducción en la devolución del IVA hoy vigente para las compras con tarjetas de débito y crédito. Como se sabe, hoy rige un descuento de cuatro puntos porcentuales para las adquisiciones que se hacen con dichas tarjetas. Dicho beneficio queda en dos puntos, reduciéndose a la mitad. También se recorta el beneficio en la compras en restaurantes, que hoy gozan de un descuento de nueve puntos de IVA, tanto con tarjeta de débito como de crédito. Ahora serán cinco puntos. Ante la pregunta de un periodista, Arbeleche le susurró al oído que estas medidas implicarán un aumento en la recaudación tributaria de 45 millones de dólares.

Ahora viene el tercer pilar del ajuste fiscal social que será el «ahorro » de 900 millones de dólares prometido.

Me permito señalar con toda ironía, y al que le caiga el sayo que se lo ponga, que el presidente no anunció su deseo de reducir los sueldos de los legisladores ni de los funcionarios de particular confianza (menos que menos de los altos funcionarios del Estado), ni bajar el número de asesores o, como plantearon varios popes de la coalición oligárquica, reducir el número de legisladores o eliminar los alcaldes. Que va, eso es intocable.

Y a nadie se le pasó por la cabeza poner una detracción mínima a las ganancias de la corporación agropecuaria, ahora que el dólar les aumentó un 10% y el combustible les va a bajar, porque el gasoil seguro que baja.

Cabe agregar que la carne (cuyas exportaciones a China, nuestro principal cliente, cayeron 49% en el mes de febrero. sube entre 10% y 20% según los cortes, y el ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, el voraz e insaciable Carlos María Uriarte, dice que ese aumento es culpa del dólar.

Realmente no sé cómo tiene rostro para dar esa respuesta, porque no fueron  los dólares recién devaluados los que alimentaron a las vacas, terneros y corderos. Que sepamos, lo único verde que comen las vacas es pasto.

Tras este claro panorama hay que hacer un poco de memoria.

 

LA REFUNDACIÓN

En su discurso del 1º de marzo pasado ante la Asamblea General, el presidente Dr. Luis Lacalle Pou manifestó que: «(…) no tenemos complejos refundacionales, que aquí no se trata, en la transmisión de mando, de tierra arrasada. Hicimos campaña de una manera y la vamos a practicar en el gobierno. Nos negamos a que esta nueva etapa sea cambiar una mitad por la otra de la sociedad. La unión es lo que nos piden los uruguayos […]».

Sin embargo, de estas medidas, surge claramente que una parte de la sociedad impone sus reglas y privilegios a la gran mayoría.

 

¿Quiénes son los vencedores y los vencidos?

Ganadores y perdedores del ajuste.

Entre los ganadores, tenemos:

-Los exportadores. Todos aquellos que venden su producción en el exterior recibirán más pesos por cada dólar que cobren en el exterior.

En nuestro país, según las propias declaraciones de la Asociación Rural del Uruguay, el 75% de la producción exportada es de origen agropecuario.

-El sistema financiero. La mayor parte de sus activos están posicionados en dólares y superan a sus pasivos. Uruguay tiene un total de depósitos de 23.000 millones de dólares, y esto determinó gran parte de las utilidades.

Si dejamos de lado la pandemia del coronavirus (que en definitiva tiende a enlentecer o paralizar todo el esquema de producción y distribución mundial), los turistas del exterior estarán incentivados a venir a Uruguay porque tendrán más poder adquisitivo con sus dólares. En contrapartida, los uruguayos tendrán menos entusiasmo para viajar al exterior.

-Los que reciben sus remuneraciones, sueldos o jubilaciones en dólares.

Es obvio que tendrán mayor poder adquisitivo.

Entre los perdedores tenemos:

-Los importadores. Al aumentar el precio del dólar, aumentan los pesos que deben pagarse por sus mercaderías. Sin embargo, como gran parte de la canasta familiar uruguaya está compuesta por bienes que, o bien son importados, o tienen insumos importados, quienes terminan perjudicándose en definitiva son los consumidores, por efecto de la inflación.

-Todos aquellos agentes económicos que perciben sus ingresos en moneda nacional, en particular, los trabajadores y jubilados.

Es también obvio que con los mismos pesos podrán comprar menos bienes, y además tendrán el castigo de la inflación en cascada que genera una devaluación, mientras sus ingresos permanecen fijos.

Es muy claro a quienes benefician y a quienes perjudican las acciones de la coalición oligárquica que nos gobierna.

-Serán perjudicadas las pymes, que producen para el mercado interno y el pequeño comercio que no podrá remarcar siguiendo el ritmo del dólar y la inflación.

Teniendo en cuenta la formidable transferencia de ingresos que las medidas anunciadas significan, podemos ver que, en definitiva, estamos sin la menor duda, ante un intento de «refundación» de Uruguay, solo que más injusto, más desigual y menos, mucho menos inclusivo que el que soñaron hombres como Artigas, Batlle y Ordóñez, Seregni y Wilson.

También vemos que sí se está poniendo a una parte de la sociedad bajo la pata de la otra.

Habrá que esperar, pero que se van, se van.

 

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