Ni una menos nació ante el hartazgo por la violencia machista que tiene su punto más cruel en el femicidio, explican en la página web oficial del movimiento. Se nombró así, sencillamente, diciendo basta de un modo que a todas y todos conmovió: “ni una menos” es la manera de sentenciar que es inaceptable seguir contando mujeres asesinadas por el hecho de ser mujeres o cuerpos disidentes y para señalar cuál es el objeto de esa violencia.
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Esa consigna desbordó las interpelaciones previas del feminismo, desde donde la violencia machista se viene denunciando hace décadas, pero al mismo tiempo, desde la primera marcha del 3 de junio de 2015, la calle y el documento demostraron que la fuerza que se movilizaba era un impulso feminista, se reconociera o no albergado en esa palabra, en su pluralidad de tonos y voces.
Manifiesto 2021
Desde 2015, cada 3 de junio, damos un poderoso y feroz grito. Cientos de miles de personas nos encontramos en la calle para ser la voz de quienes ya no la tienen, víctimas de la violencia femicida. Ponemos cuerpo, palabra, banderas y carteles para decir que la violencia machista mata y no sólo cuando el corazón deja de latir. Porque la violencia machista también mata, lentamente, cuando coarta libertades, participación política y social, la chance de inventar otros mundos, otras comunidades, otros vínculos.
Cuando:
- nos dice como vestirnos y como actuar, mata nuestra libertad.
- nos insulta o nos juzga por el modo en que disfrutamos nuestros cuerpos, mata nuestro derecho a poner en acto su inmensa potencia.
- nos niega la palabra en el espacio público, la silencia o la minimiza; mata nuestro derecho a cambiar el mundo para todos y todas.
- nos impone las tareas domésticas y de cuidado como si fuera un deber exclusivo y natural, mata nuestro tiempo.
- nos niega la igualdad en los salarios aunque hagamos el mismo trabajo, mata nuestra autonomía.
- avasalla o abusa de nuestros cuerpos, mata nuestra integridad.
- pretende controlar nuestra capacidad reproductiva, mata nuestro derecho a elegir.
Decir Ni Una Menos no es, un ruego ni un pedido. Es plantarse de cara a lo que no queremos: ni una víctima más. Y es enunciar a la vez que nos queremos vivas, íntegras, autónomas, soberanas. Dueñas de nuestros cuerpos y nuestras trayectorias vitales, denuestras elecciones: como queremos, cuando queremos, con quien queremos.
Decir Ni Una Menos es tejer una trama de resistencia y solidaridad; es el patriarcado el que inventa el guión de la rivalidad entre mujeres, del pánico moral frente a quienes no se reconocen ni varones ni mujeres tal como pretende modelarnos este sistema que asfixia. Son las redes de afecto que también son políticas las que nos permiten hacer visibles las opresiones, salir del círculo de la violencia, empoderarnos para vivir las vidas que queremos vivir.
Cada 3 de junio abrimos en las plazas públicas un inmenso espacio de hospitalidad a cielo abierto para todas las personas que quieren decir: ¡Basta! De inequidad, de disciplinarnos por medio de la violencia, de convertir nuestros cuerpos en cosas, de ser consideradas propiedades de otros, de callarnos. Basta de convertirnos en criminales por querer decidir sobre nuestros cuerpos, por querer elegir cuándo tener hijos, cuántos y con quién.
Juntas generamos la visibilidad y jerarquización de la problemática de la violencia machista y el empoderamiento de los colectivos feministas. Todos y todas sabemos de qué se habla cuando se dice Ni Una Menos y el peso de la condena social cae cada vez más sobre los agresores.
Pensamos nuestras libertades en la trama de los Derechos Humanos; ya que al afirmar nuestro deseo de vida, al mismo tiempo queremos inscribir las historias de nuestra liberación junto a miles de otras historias. Las que se afirman y se siguen actualizando cada 24 de marzo en Argentina junto a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. También junto a las mujeres que gritan “Vivas nos queremos” en México, en Perú, y en cada territorio en donde la palabra mediática, la política pública o clandestina marcan nuestros cuerpos y nos implican, cada vez más, como sujetas del odio, presas políticas, o dimensión femenina de la pobreza en un mundo en crisis social, un mundo patriarcal y obligatoriamente heterosexual.
El 3 de junio es una fecha que sella un compromiso con la construcción de un movimiento transversal y poderoso, hecho de redes políticas de afecto y solidaridad, porque es la vida la que está en juego. Las personas que no somos varones heterosexuales blancos con poder económico, estamos histórica y sistemáticamente condenadas a la sumisión para garantizar la vida biológica, a la obediencia para evitar el castigo, al refugio para evitar la muerte, a las cadenas suaves para evitar las violencias. Queremos decir No otra vez a esas imposiciones, porque la libertad es parte de lo que llamamos vida, porque la autonomía económica y el derecho son dimensiones ineludibles y porque privadas de eso –de nuestros trabajos y nuestros salarios, de la libertad de elegir pareja o no elegirla, de decidir si ser madres o no- la vida se convertiría en algo cerrado sobre sí mismo, una tipo de cárcel, una condena.
En las calles queremos encontrarnos, libres, autónomas, críticas y solidarias; alegres y furiosas.
¡Ni Una Menos!
¡Vivas nos queremos!