Fernando Toja sabe habitar la experiencia, puede contagiar sabiduría, pero también tiene algo que no es tan común: es generoso con su fragilidad y sus vulnerabilidades. Quizá sea eso lo que lo vuelve un actor lúcido y sensible, y quizá sea ese uno de los motivos por el cual es tan querido por la mayoría de sus estudiantes.
Compartimos en esta nota algunos fragmentos de la entrevista realizada en el episodio #17 de Atardecer naranja e invitamos a todos los lectores a verla completa, y a seguir acompañándonos. Todos los jueves a las 18 hs., entrevistas con artistas y personas vinculadas a la cultura a través de los canales de streaming de Caras y Caretas.
Embed - Atardecer Naranja #17. Fernando Toja
¿Qué hay de ético, poético y político en poner el cuerpo al actuar?
Lo sintetizo en la honestidad. Eso incluye la ética, el ser vos mismo, con tus sombras, con tus luces, con tu experiencia de vida. Eso se expresa en el teatro a través del instrumento, que es el cuerpo.
El cuerpo está entrenado por el oficio y por el estudio. Con herramientas que permiten que todo ese mundo interior se abone, que se usan como un trampolín para expresarse. Lo ético, lo poético y lo político para mí está en la honestidad, en ser uno mismo. Y en expresar metáforas.
Como decía un maestro brasileño, Antunes Filho, uno mismo es una metáfora. Esa idea me pareció muy sugerente, muy bonita, porque todos somos personajes, de alguna manera estamos haciendo este viaje de la experiencia humana con un personaje.
Arrancaste a estudiar hace 50 años en el Teatro Circular. ¿Cómo fue ese primer encuentro? ¿Cómo te acercaste? ¿Cómo fue crecer en el teatro independiente?
Jamás pensé hacer teatro. Yo era un muchacho de barrio, jugaba al fútbol, al básquetbol en un club que se llama 25 de Agosto. Y ahí había tablado, carnaval, que nos gustaba. Y habíamos hecho una murga entre nosotros. A los 16, 17 años. Y nos colábamos entre murga y otro espectáculo y hacíamos nuestras cosas ahí. Y un vecino un día se acerca y dice “¿Nunca pensaron hacer teatro ustedes?” Y me quedo picando ahí. Le consulté a mi hermana que era mayor que yo. Ella iba al teatro, profesora de literatura. Me dijo, “andá a ver”. Las casualidades y causalidades de la vida.
La primera obra que vi fue “Esperando la Carroza” en el Teatro Circular. Y uno de los protagonistas era Walter Reino, que era bancario en el Banco República. Yo trabajé ahí. Y dije “pero este trabaja en el banco”. A los tres meses vi en el diario que había inscripciones para el Teatro Circular. Tenía 19 años. En febrero de 1975 fue. Este año se cumplen 50 años.
Y yo no sabía nada. La EMAD estaba cerrada por la dictadura. Ni sabía que existía, ya te digo. Me enteré después. Se anotaron más de 300 personas jóvenes en el Circular. Estuvimos un año haciendo pruebas de ingresos. Quedé en ese grupo de 20. Y a partir de ahí, a la vocación la encontrás laburando.
Encontré un ámbito artístico y aprendí mucho, pero también un ámbito humano muy fuerte. Y fueron 20 años maravillosos en los cuales me formé como actor, pero me formé como un hombre de teatro. Me formé mirando mucho, mucho espectáculo que pasaba por el teatro. El Circular se caracterizaba también por ser de una calidad artística y de búsqueda estética muy investigativa, muy importante.
Ahí sentía que me divertía. A esa altura no era consciente de las herramientas que iba adquiriendo, todavía no las manejaba conscientemente. Era todo muy intuitivo. Pero jugaba. Yo sentía que mi cuerpo se expresaba y jugaba y fundamentalmente me divertía mucho porque era muy curioso. En ese momento estar ahí era una fiesta.
Era una fiesta pero en una época oscura a nivel político.
Me olvido ese detalle que no es nada de detalle. Era en plena dictadura. Pero esos espacios eran espacios de libertad. Libertad dentro del teatro y con el público. Se llenaban las salas. Hacíamos dos funciones por noche. En un momento de oscuridad muy fuerte. Salías del teatro y aquello era la noche. Cruzabas Plaza Cagancha y era otra historia. Otra densidad, otra energía, muy pesada. En eso transcurría la vida. Quizá fui un privilegiado de haber encontrado el espacio creativo y en ese marco de gente.
También tuviste la oportunidad de estudiar en Cuba y con otros colegas latinoamericanos. ¿Cómo fue la experiencia en Cuba? ¿Qué perspectiva tenés del teatro latinoamericano?
Había una escuela internacional llamada EITAL, Escuela Internacional de Teatro para América Latina y el Caribe, que funcionaba en La Habana y cada seis meses rotaba por diferentes ciudades de Latinoamérica. Te presentabas a una beca por FUTI, la Federación de Teatros Independientes. La gané y fui a estudiar allá. Eso fue como un antes y un después. En ese momento ya estaba en el elenco, había dirigido, había estrenado “Ah, machos” en el ’88, esto pasó en el ’90. Fueron tres años explosivos, donde en la escuela me encontré con otras herramientas que nunca había conocido. Esa primera beca trabajé con cuatro peruanos. Éramos 100 talleristas a 30 kilómetros de La Habana. Fue un aprendizaje y un intercambio impresionante. Ahí me hizo un clic y empecé lo que fue el camino del teatro físico.
Y en el 92 me seleccionaron para ir a La Habana de vuelta a esta escuela a trabajar con un gran director brasileño que marcó toda una época en el teatro en Brasil, Antunes Filho. Era el director del Grupo Macunaíma de San Pablo. Ahí ya fue otro viaje.
Conectarme con cosas que jamás había pensado, hablar de física cuántica en el teatro, del Tao, el desequilibrio, trabajar por frecuencias vibratorias. El teatro latinoamericano me permitió ver cosas.
Fernando Toja, camarin de la Sala Verdi, septiembre 2025
Precisión y mirar para adentro
Trabajaste mucho en Carnaval también, fundaste Los Bubys, hiciste espectáculos históricos como Murga Madre, tenés un vínculo muy cercano con Pitufo Lombardo y Pinocho Routin. ¿Qué aprendiste de ellos? ¿Qué aprendiste en carnaval que el teatro no te había dado, qué traficaste de allá para acá?
Cuando creamos el grupo Los Bubys, veníamos de dos teatros: Café Teatro, que funcionaba en la Asociación Cristiana de Jóvenes, y gente que veníamos del Circular. Ellos tenían alguna experiencia como parodistas, y fue un viaje. Fue un grupo donde se metió mucha gente de la música, del diseño, veníamos con la pata de la teatralidad en un marco de hacer grandes espectáculos, y teníamos mucho humor. Había un nivel muy interesante y lo que yo aprendí para la actuación fue un montón. No había proceso que valga, a veces tenía tres pantalones puestos, porque tenía que hacer tres personajes, y no había tiempo, tenía que ir atrás, cambiarme, y entrar y poner otra cara. No había proceso de nada, y eso nos dio pulso, sentido del ritmo y de la precisión
Y así conocí a Pitufo y a Pinocho, hicimos una gran amistad, una gran empatía, y un día surgió hacer “Murga Madre”, que es una obra de teatro de dos personajes que no tienen identidad, se conocen en el Carnaval. Un gran texto de Pinocho, y estuvimos ensayando un año. Le sacamos todo lo que fuera el folclore para que todo que fuera universal, y eso generó un impacto muy grande.
Aprendí mucho con ellos. Hace 22 años que la venimos haciendo, en forma alternada, ahora. El año pasado festejamos los 20 años, en el Solís, invitamos a toda la orquesta, se grabó el disco en vivo. Aprendí algo increíble con ellos sobre la precisión. Yo miraba, había muchas funciones, y siempre estaba igual, en el tempo y en el ritmo. Estaba crecida, los personajes habían crecido, pero en tempo y ritmo estaba siempre igual.
A veces en el teatro, uno se regodea con una pausa, y se corre, se achicla el ritmo, o en el humor metés una morcilla, le agregás chiste, y también se achicla. Y ellos iban creciendo en los personajes pero sin perder la precisión. Y después me di cuenta, son músicos.
Dijiste que te obsesiona el misterio del comportamiento y la contradicción humana. ¿Te sigue obsesionando lo mismo?, ¿tenés alguna obsesión nueva?
Tengo la curiosidad. Y uno trata de buscar, de interpretar de qué se trata la existencia, la vida, para qué estamos acá, esas preguntas que parecen como rimbombantes, pero siempre están ahí. Nuestra vida es limitada, materialmente limitada.
Me interesa el comportamiento humano porque creo que la clave de la transformación hacia un mundo más sensible, más comprensivo, está en el click dentro del ser humano. No está afuera.
Está vapuleada la palabra amor, pero es la que hay. Y amor también es amarse a uno mismo, no de forma narcisista, estoy hablando de valorarte, de saber que sos lo que sos, no sos otro, sos el que sos. Y desde ahí poder entender al otro, tener empatía, comprender, escuchar y hacer acciones a favor de la vida, aunque sean chiquitas. Y lo que no sirve, lo que está contra todo eso, lejos. No contaminarnos de eso. Quedarnos lejos. Y el teatro es una gran herramienta para eso.
Hay mucho dolor, hay mucha vulnerabilidad y no la podemos tapar siempre con corazas o con ideas, o decir que la culpa la tiene el otro, o que el mundo es una porquería. Sí, el mundo es lo que hacemos, el mundo somos nosotros. Hay que ser sensibles a las cosas que pasan, sociales, políticas, no se trata de no ver lo que pasa. Pero creo que hay que mirar para adentro mucho.
¿Qué es dirigir para vos? ¿Cómo una puesta en escena puede pensarse como una hipótesis sensorial?
A mí me formó la mirada ver espectáculos e imaginar. Visualizo mucho. Hay un ejercicio que se lo escuché a algún profesor que era ir a la sala solo, cuando no hay ensayo, nada, y quedarme en el silencio de la sala e imaginar y escuchar. Como vaciar la escena ya estando vacía.
Y también me gusta mucho trabajar con los actores. Estimularlos. El actor es el hacedor. El director puede guiar, probar, pero el actor es el creador por excelencia. Me gusta mucho que trabajen, que improvisen, que traigan material. Soy muy exigente con la precisión de todas las partes. Que las vías del tren estén firmes. Porque en un momento tanto la forma con el contenido pasa a ser lo mismo. La forma expresiva, los lenguajes lumínicos, de objetos, de escenografía, del vestuario, la música, todo habla.
Me gusta trabajar mucho en equipo. No voy directamente al texto. Entreno mucho de acuerdo a los objetivos de la obra. Físicamente, voy por el costado, siempre por el costado.
¿Qué es actuar para vos? ¿Cuánto tiene que ver con la acción, pero también con el vacío, con la quietud, con el silencio, con la oscuridad?
Para mí es un terremoto actuar, yo lo hago cada tres años, pero cuando trabajo con los actores, trato también de que estén en un ámbito afectivo muy fuerte. Porque son frágiles, somos frágiles. Actuar es frágil. El grupo humano tiene que tener confianza porque se juegan temores. Los egos están, pero los egos no es sólo de creérsela, el ego también tiene miedo, también se defiende. Si te equivocás en algo, el ego enseguida va a ver el error, y se achica, porque no fue perfecto. Y el 90% de las cosas que hacemos, son errores cuando estamos ensayando, a veces también en la función, vas reformulando.
No sos perfecto, y ahí radica la belleza. En la imperfección radica la perfección.
Fernando Toja, antes de salir a escena en la Sala Verdi, septiembre 2025
¿Y qué te pasa en el cuerpo cuando actuás? ¿Cómo influye lo que sentís en el cuerpo con tus decisiones creativas?
Me siento más apoyado, siento la columna, un tic, una fuga, algo, una basura en la boca, que la muevo, algo que me está vibrando, un impulso, y la respiración que afloja, el pecho que se te hunde, la mandíbula se te tensa. Hay cosas que están respirando a través del cuerpo.
Por la columna pasa la electricidad, por la médula ósea. Nosotros somos electricidad. El canto, la voz, el movimiento, son vibraciones, son frecuencias, se pueden medir. Es físico, no estoy inventando nada. La gente necesita percibir eso en teatro desde el silencio, percibirse a sí misma en silencio, porque esto trasciende el cuerpo. Por eso el cuerpo del actor tiene que estar conectado con ese mundo, con esa sensibilidad.
Actuar como un servicio en estado de presente
¿Cómo se transmite todo eso como docente, la pasión, la dimensión de la sensibilidad, sin caer en la solemnidad o en la rigidez?
Haciendo chistes todo el tiempo. Jugando, desdramatizando. El teatro a veces tiene la tendencia de ir a un resultado, como si tuvieras que ir a agradar.
En el teatro tenés que ir a servir más que agradar. Es un servicio.
Salís del teatro, te ponés una campera y sos como todo el mundo. Como un chef hace una buena comida, un buen chofer maneja bien. Todo es un servicio. Esto es como un servicio para el alma, ponéle. No sé.
Estás actuando en Díptico de los padres. ¿Cómo fue tu proceso creativo en la obra? ¿Podrías destacar algún momento, algún ensayo, alguna instancia en particular que haya sido significativa para vos, para comprender y sentir lo que estabas haciendo?
Está siendo una fiesta. La obra me llega un momento de mi vida donde me movilizó como padre y como hijo. Aquellos primeros ensayos en tu apartamento fueron la semilla. Me iba todos los días muy removido. Y hay un momento fuerte contigo, creo que ahí fue la clave, que es cuando te digo lo de “Bancátela, dejá que me muera yo primero, te va a hacer bien”. Para mí ahí está lo que después expande para todos lados la obra. Es una obra que me está enseñando.
Fernando Toja, septiembre de 2025
¿Cómo ves el teatro de hoy? ¿Cómo te imaginás el teatro del mañana?
El teatro es presente continuo. Me imagino que está en buenas manos, en buenas almas, buenos corazones. Uruguay es un país con mucha tradición teatral, y para que hoy estemos acá nosotros, pasaron muchas generaciones que hasta hipotecaron la casa, y clavaron clavos para hacer los teatros.
Tiene un teatro independiente fuerte. Nosotros estamos acá porque estamos agarrados de lo que nos pasaron la posta. Uno cuando va al escenario está sostenido por sus muertos, por los que estaban antes. Y creo que la posta se ha pasado con un vuelo artístico y ético también.
No veo un teatro que no se la juegue por proponer cosas. Está buenísimo que haya de todo, cada creador es único, y tiene algo para decir. Está bueno siempre que eso se multiplique.