Muchos indicios permiten afirmar, con insignificantes probabilidades de errar, que el demócrata Joe Biden será el próximo presidente, el número 59, de Estados Unidos, aún el principal y más influyente país del mundo-amenazado en su sitial por China-; país sede, además, de muchas de las principales empresas multinacionales que van convirtiendo al mundo desde un globo internacional en un globo transnacional, dentro del proceso de translocalización que se desarrolla en la humanidad sedentaria, heredera de la nómade. Veamos qué razones permiten ese pronóstico y cuáles sustentan las pequeñas dudas que aún se pueden sostener sobre ese resultado.
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Por qué casi presidente
Uno. Porque los casi 80 sondeos de opinión pública electoral hechos en el último mes (27/9/2020-24/10/2020) lo dan, todos, como el preferido por los votantes interrogados en las muestras. Los que le han dado más ventaja a Biden son 2 que le dan +17 puntos, y los que le han dado menos, +2.
Nadie, nunca, en este período de pandemia, le dio favoritismo alguno a Trump, sin duda una de las peores víctimas de la covid-19, no tanto sanitaria -sufrió levísimos y brevísimos síntomas, como casi toda la miedosa e hipocondríaca humanidad- como políticamente; antes de su manejo arriesgado de la pandemia, su reelección parecía muy probable, en especial por el auge económico que se vivía, que la simplista opinión pública atribuía a Trump.
Dos. En la última semana, el promedio de las encuestadoras le da a Biden el 50,6% de las intenciones de voto y a Trump el 42,5%; una diferencia a favor de Biden de 8,1%, sumados a un 3% de los pequeños partidos Libertario y Verde y a 4% de indecisos. Esta diferencia, sólidamente sostenida en el último mes, no parece poder revertirse como van las cosas, salvo imprevisible, improbable y masiva catástrofe que pueda atribuírsele a alguno de los candidatos. Si hubiera alguna alteración de último momento, sería más bien de aumento de la ventaja y no de disminución, de acuerdo al efecto político comunicacional de la subida de último momento al carro vencedor (bandwagon effect).
Tres. El sondeo más reciente, de la conocida encuestador Ipsos/Reuters, le da 8 puntos de ventaja.
Cuatro. Además, las distancias entre los candidatos se han consolidado en el tiempo: si a fines de setiembre, las preferencias a favor de Biden oscilaban entre +17 y +2, a fines de octubre lo hacen entre +10 y +4, quizás algo menos promedialmente, pero normalmente irreversible.
Cinco. Según las numerosas encuestas del último mes, los votos que cada estado, según su población federalmente censada, lleva al Colegio Electoral de 538 de delegados, también muestran a Biden con un mínimo de 277 y un máximo de 334 (promedio 305) -se necesita un mínimo de 270-; Trump, un máximo de 187 y mínimo de 123 (promedio 155). Biden, en cualquier muestra obtiene más que el mínimo, mientras que Trump en ninguna previsión llega a ese mínimo de delegados.
Seis. Siguiendo con la persecución del mínimo de delegados para ganar -270-, Biden también tiene ventaja -pequeña y menor que el margen de error en las encuestas, pero ventaja al fin- en los 12 estados que parecen más disputados, los llamados ‘estados campo de batalla’ (battlefield states), los considerados aún de pronóstico incierto. Además, esa ventaja para Biden en los estados considerados decididos (38) está presente también como leve tendencia en esos más disputados (12) e, hilando más fino, se fortalece en los últimos sondeos.
Siete. Ampliemos un poco lo anterior. En los 38 estados considerados decididos, con ventajas mayores al margen de error encuestal, Biden lograría promedialmente 305 delegados contra 155 de Trump, con mínimo de 270. En los 12 estados considerados indecisos aún, Biden tendría a favor 7, Trump 3 y 2 estarían técnicamente empatados; pero en la última semana ese panorama se altera a favor de Biden: ahora serían 9 (2 más) los levemente inclinados a él; uno seguiría empatado y 2 (uno menos) se inclinarían por Trump.
Ocho. Otro indicador del favoritismo de Biden es el hecho de que, tanto las encuestas del canal Fox, públicamente partidario de Trump, como las hechas por la CNN, partidaria de Biden (o al menos contraria a Trump), dan prácticamente la misma sólida diferencia a favor de Biden. Eso habla bien de la transparencia y objetividad de ambos sondeos y deja tranquilo respecto la sospecha que podría despertar la tentación de influir en la elección desde sesgados sondeos favorables a su candidato preferido.
Nueve. Pero como en todos lados se cuecen habas, hay un fenómeno de sospechoso sesgo sistemático de datos de encuesta para manipular el voto. En efecto, usted habrá visto esos gráficos con curvas de describen la trayectoria de determinados candidatos (tantas veces representadas por curvas de distintos colores) a través de un período de tiempo que está indicado en la barra horizontal inferior. En el caso de los resúmenes de la evolución electoral norteamericanos, la curva representa, en cada momento del tiempo, el promedio de los sondeos hechos para cada momento. Hay al menos una encuestadora, llamada Trafalgar Group, que sistemáticamente, en el agregado nacional y en algunos estados, muestra mucho mejores resultados para Trump que para Biden, digan lo que digan los otros sondeos. No actuaron así CNN y Fox, como vimos.
Ese sesgo sistemático no influye mucho en los promedios cuando hay varios sondeos que lo compensen; pero para la evolución desde el 23 al 24 de octubre, el único sondeo disponible es el del dichoso Trafalgar Group, que afirma que las intenciones de voto a Trump subieron del 42% (promedio de sondeos al 23/10) al 49% (único sondeo al 24/10); esto hace que la curva en rojo de la gráfica salte bruscamente y que un estado inclinado el día anterior por Biden parezca haber cambiado de la noche al día (overnight) y pase a estarlo por Trump; y luego, ignorando ese detalle, se habla de cambios en la cantidad de estados para cada candidato, en el número de delegados para cada uno de ellos, y se hacen muchas otras falaces inferencias a partir de una mecánica e irreflexiva comparación de un promedio de sondeos en un día determinado, con un solo y extremo sondeo del día siguiente. Hay que revisar con cuidado todo en esta importante elección para los EEUU y para el mundo entero.
Diez. Un décimo indicador del favoritismo de Biden es que su diferencia actual, aun cuando pudiera ser amenazada por improbables eventos supervinientes, no puede afectar a los muchos millones de votantes que ya usaron su derecho al voto anticipado para evitar aglomeraciones el día del sufragio masivo; se esperan alrededor de 50 millones de votos anticipados, más que en otras ocasiones, debido a que más gente se adelanta para evitar aglomeraciones creídas como insalubres en tiempos de pandemia. Eso hace que un buen porcentaje del cuerpo electoral ya esté inmune a poco probables pero posibles novedades que pudieran alterar el favoritismo claro de Biden a 10 días de la votación masiva mayoritaria.
Once. Los debates presidenciales tienen un atractivo comercial indudable para los medios de comunicación, que se ven apoyados en su ambición por la ingenua noción de que los votantes son ciudadanos altruistas que hacen su elección de modo racional, eligiendo desde la oferta mediática de los candidatos. Sabido es que no se explica así el comportamiento electoral, y que los debates presidenciales, cuando se hacen hacia el final de la campaña, no mueven la aguja de la intención de voto porque está casi hecha, de modo que esos debates no son para decidir, sino entre ya decididos que toman de los debates, argumentos para defender mejor la decisión hecha y para atacar mejor a los rivales. Una evidencia actual de ello es que las intenciones de voto no se alteran mucho, ni más que en otros días, en los días consecutivos a los debates.
Por qué no totalmente presidente
Sin embargo, si los estados disputados (battlefield), con diferencias entre candidatos menores al error de las encuestas, y los indecisos, se resolvieran todos en beneficio de Trump, podría variar el balance de delegados entre los candidatos, ya que algunos de ellos se cuentan entre los que enviarán más delegados al Colegio Electoral. Como vimos, en esos 12 estados disputados, Biden tenía leves ventajas en 9 de ellos, contra 2 de Trump y uno empatado, habiendo crecido desde 7-3-2. De modo que es muy improbable pero no imposible, contándose también con posibles errores de las encuestadoras, aunque ellas afirman haber mejorado técnicamente sus sondeos (le erraron poco pero influyentemente en las pasadas elecciones estadounidenses de 2016 en la relación Hillary Clinton-Trump); muchos partidarios de Trump, cuando les muestran los sondeos favorables a Biden dicen: “¡Ya decían lo mismo esos izquierdistas radicales en 2016!”.