Intuitivamente parece muy claro que no es lo mismo ser gobierno que ser oposición. Pero no es tan inmediatamente claro que tampoco es lo mismo ser: a) un partido formado básicamente desde una o muy pocas fracciones inicialmente constituyentes (Frente Amplio, FA); o b) una coalición desde la balcanización u atomización de partidos más unitarios anteriores (partidos tradicionales, PPTT); o bien c) un partido-coalición formado por partidos preexistentes (coalición multicolor, CM, coalición rosada, CR).
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Actuar, pensar y sentir (Durkheim diría) como gobierno no es lo mismo que como oposición; ni cada coalición puede actuar, pensar y sentir del mismo modo, ni construir su opinión y decisiones del mismo modo en esos diversos tipos de coalición. Reiteremos. No es lo mismo.
Uno. Una realidad inicialmente aislada, básicamente sin realidad político partidaria anterior, que se une a otras de estatus político institucional más o menos semejante, para construir una unidad mayor, por unificación, que las subsuma (FA).
Dos. Una que desarrolla fracciones menores por diferenciación interna dentro de una unidad mayor anterior que, ahora sí, se convierte en coalición, pero en este caso por atomización o balcanización (PPTT).
Tres. Coaligar partidos preexistentes en una unidad teleológica mayor, en nuestro caso electoral (CM, CR). Porque no es lo mismo entrar en una coalición desde un estatus de unidad independiente, fracción, que pasa a ser átomo constituyente de una unidad mayor a la suya (FA), que devenir una fracción atómica por diferenciación interna desde una unidad mayor -camino inverso al anterior- (PPTT), o que constituir una unidad nueva desde partidos preexistentes (CM, CR).
¿Qué futuro tienen para ser gobierno nacional en 2025? Para preverlo, hay que tener en cuenta sus semejanzas y diferencias en tanto coaliciones.
Porque, para cualquier coalición, es más fácil ser oposición que gobierno; basta con privilegiar uno o unos pocos objetivos negativos, a evitar, y la unidad se produce. En cambio, al ser gobierno, se maximizan las instancias de disenso, aunque sea en matices, y de conflictiva aspiración a cargos. Así como a la CM le resultó más fácil actuar que al FA, desde ahora y hasta 2024 al FA le resultará, como coalición, más fácil actuar que a la CM; la unidad en formas de actuar y sentir se facilita siendo oposición y se complica siendo gobierno.
Tampoco es lo mismo ser coaliciones del Tipo 1 (FA), del Tipo 2 (PPTT), o del Tipo 3 (CM, CR). Porque no son los mismos los procesos endógenos de formación de voluntad política para las decisiones en un tipo u otro; y porque las interacciones con otras fuerzas políticas también varían entre actores de esos diversos tipos.
A seguir, veremos algunos importantes hitos en la conformación de dichas coaliciones en Uruguay, así como sus perspectivas para el futuro político electoral inmediato hacia 2024.
Frente Amplio y partidos tradicionales; casos y procesos inversos
El Frente Amplio es el caso Uno, de unidades políticas menores, algunas sin representación político-partidaria institucional anterior que, por unificación, constituyen una coalición con la esperanza de, juntos, dar un salto cualitativo institucional en el sistema de partidos y electoral. Que los lleve, por participación en él, a obtener un estatus representativo en algún nivel del sistema, como fracción intrínsecamente significante más allá de la metasignificación del agregado de pertenencia constituido.
Los partidos tradicionales (PPTT), Nacional y Colorado, son ejemplos del caso Dos, de agrupaciones partidarias que, desde una unidad primigenia básica, diríamos casi que constituyente, se vuelven catch-all al diferenciarse, en su interior primigenio, constituyente, fracciones que apuntaban a representar o captar porciones más o menos definidas del cuerpo electoral, o ideas diferenciales de las internamente hegemónicas.
Tanto en el caso del FA como de los PPTT, ambos devienen ‘coalición’ a través de procesos sociopolíticamente opuestos, luego de los cuales la unidad prevalece, aunque en un caso conformando la unidad que subsumirá a las fracciones constituyentes (FA) y, en el otro, conformando las fracciones que ampliarán el universo de representación de la unidad a través de las fracciones diferenciadas (PPTT).
En el caso del FA, la meta-unidad (neoidentidad) sucede a las microfracciones identitarias; en el caso de los PPTT, las microidentidades fraccionales suceden a la macrounidad identitaria. Las diferenciaciones ideológicas preceden a la institucionalización política unitaria en el FA; a la inversa, las diferenciaciones ideológicas actuales suceden a la institucionalización política unitaria en los PPTT.
Lo que es particularmente interesante en el proceso político de todas estas coaliciones, que coexisten en el actual panorama político uruguayo, y como nunca antes, es -más allá de las relaciones entre FA y CM, las dos representadas en el balotaje electoral- la relación de las fracciones componentes con las coaliciones resultantes: del FA con sus fracciones; de la CM con sus partidos-fracciones; de los PPTT entre sí y con sus fracciones intrapartidarias, ahora no solo tales, sino también subfracciones de la CM.
La institucionalización progresiva del FA limita el proceso de diferenciación interna de los PPTT como partidos catch-all porque se autorrestringen al universo ideológico que suponen que no será objetivo ni voto cautivo del FA; con lo cual le cederán, muy suicidamente, las banderas y figuras de centro-izquierda que habían nacido en ellos al amparo de una autoimagen de partidos catch-all, autoimagen que comienza a desaparecer luego de las elecciones de 1971 y del período cívico militar.
En los 20 años que van desde la constitución del FA y la guerrilla tupamara, pasando por el período Pacheco Areco/Juan María Bordaberry/régimen cívico militar, el pasaje de figuras de centro-izquierda de los PPTT al FA (i.e. Alba Roballo, Francisco Rodríguez Camusso, Hugo Batalla) galvaniza el proceso de enclaustramiento de los PPTT en el centro-derecha del espectro ideológico, proceso sumado a la cesión suicida de las banderas de centro-izquierda que eran parte de su antiguo carácter catch-all (i.e. Wilson Ferreira Aldunate, Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruiz).
Mientras, y como consecuencia casi inevitable de ese atrincheramiento ideológico de los PPTT, el FA integra políticamente a la guerrilla derrotada y domesticada, acepta sonriente la cesión de banderas e íconos de centro-izquierda y suaviza su mensaje electoral, como corresponde a su institucionalización en una democracia partidaria, en una economía de mercado, y a la advertencia que los procesos de Allende, de Fidel Castro y del Plan Cóndor configuraban. El FA se transforma de un partido de ideas en un partido de masas, que debe empoderar liderazgos y avanzar políticamente hacia el espectro ideológico que los PPTT paranoicos le regalan. Inesperadamente para sus vocaciones originales, los PPTT se vuelven menos catch-all, más reducidos ideológicamente, y el FA más catch-all, más amplio ideológicamente; precisamente lo contrario a sus pasados ideológicos y vocaciones políticas. La figura de Tabaré Vázquez, intendente en 1989 y muy votado candidato en 1994, completa el arrinconamiento ideológico de los PPTT, liquida todo vestigio de centro-izquierda en sus filas (i.e. Movimiento de Rocha, CBI) y prepara las coaliciones inter partidos tradicionales ampliadas (‘rosadismo’+PI+PG+CA=multicolor) desde la reforma que impone el balotaje en 1999.
La coalición multicolor, la rosada, el FA y la elección 2024
La coalición multicolor (CM) de 2019 es un nuevo tipo de coalición; no es el FA con su metaunidad que subsume políticamente fracciones preexistentes ideológicamente; ni es tampoco como los PPTT, coaliciones de hecho que se producen ideológica o electoralmente como diferenciaciones fraccionales dentro de una unidad política previa. Veinte años después de la implícita constitución del ‘rosadismo’ (CR) con la aprobación del balotaje de segunda vuelta presidencial, ese rosadismo se amplía cromáticamente con el violeta del P. Independiente, el P. de la Gente y Cabildo Abierto, lo que resulta en una tonalidad intensamente borrosa y oscura por la mezcla de colores.
Ese tono oscuro y borroso resulta también de su realidad político ideológica, que, al revés del FA y de los PPTT, no tiene horizonte claro ni homogeneidad ideológica desde que se constituye ad hoc, alrededor de un objetivo negativo y reactivo: impedir el cuarto triunfo consecutivo del FA en el país, antifrentismo político ideológico y visceral; y de un objetivo positivo y activo: tener mayorías legislativas, al menos al principio (de ahí el apuro por la LUC) ante la posibilidad de que algún multicolor oportunista abandonase la coalición legislativa con miras a objetivos político electorales posteriores –i.e. CA-. A la ‘batalla por el país’, que ganaron ajustadamente, la seguirá la ‘batalla por Montevideo’, acaudillada por Raffo desde los blancos triunfantes nacionalmente, pero con multicolorido apoyo en ese nuevo intento reactivo antifrentista.
Pero fuera de esos ‘cementos’ aglutinantes, reactivo y propositivo, de diverso alcance y profundidad, su unidad con porvenir electoral se avizora como difícil para 2024, en particular porque el P. Colorado enfrentará la peor crisis de figuras consolidadas de su historia, sin Talvi ni Bordaberry, retirado Sanguinetti de la política institucional activa y crecientemente amenazado por la biología en la política informal, que siempre fue uno de sus fuertes. El PI y el P. de la Gente no serán más que vintenes para el peso, a lo más. Y el Partido Nacional tendrá que imponer figuras de recambio que no aparecen como obvias, ya que tendrá que remar en un mar embravecido si la pandemia deja las secuelas que debería, si la vacuna no sale bien y pronto; y su neoliberalismo económico no permite esperar que alivianen mucho desde el gobierno las crecientes penurias que la población sufrirá. Sabido es que la gente corta muy grueso y, si le ha ido mal, responsabiliza siempre al gobierno saliente; el voto castigo y la metamorfosis de fetiches en chivos expiatorios serán inexorables productos de ese grueso corte causal popular.
Cabildo Abierto, que aprovechó la paridad entre rosados y frenteamplistas para salvar a Manini y arrancar con un partido nuevo, no asegura lealtad ninguna a ningún plazo; parece más probable su apuesta a un partido independiente si no se vieran como candidatos multicolores, extremo difícil de aceptar por los demás colores. Sus votaciones separadas respecto a los asuntos militares y sus coincidencias con el FA en otras instancias permiten prever el cultivo de un perfil propio, nacionalista; para sacarle al FA a los nacionalistas, a los vagamente artiguistas y hasta a los neonacionalistas jóvenes, antiglobalistas, lumpen-futboleros, más que nada al MPP. Su ‘blablablá metholferreano’ tapiza y ornamenta su carácter de partido antiglobalización y neonacionalista -muy comunes hoy en el mundo y mal llamados de ‘derecha fascista’-, rasgos comúnmente acompañados de un conservadurismo retro en lo ideológico y moral, con adhesión y alimento de religiosidades ortodoxas y nuevas. Está feo para la coalición multicolor, con la pandemia y sus crisis consecuentes, con escasez de figuras de recambio, crisis variadas que les caerán peor que hasta ahora, un neoliberalismo que no permitirá paliativos sociopolíticamente imprescindibles, y con un aliado crucial -CA-con más alas para volar que garras para afirmarse en tierra y cazar allí.
La coalición frentista deberá confiar en que el desastre económico empeore a medida que las nefastas medidas sanitarias se hagan sentir, especialmente en lo económico y laboral. Porque cuando la gente, en lugar de contentarse con la transitoria excepcionalidad uruguaya en el tema, comience a reclamar por endurecimientos y/o por aperturas a la vez, la coalición multicolor se convertirá en un devorable jamón de sándwich. El FA contribuirá a ello criticando desde sus coincidencias con uno de los sectores más rapaces de la humanidad globalizada, esperando el reflejo económico de la crisis; y, muy acertadamente, pidiendo mayor ayuda para los más afectados por esa misma crisis, e impidiendo algunas de las tentaciones represivas más radicales que existen en esferas importantes del gobierno.
Si la ola comunicacional no se detiene, la vacuna no funciona rápido y bien y no hay paliativos para los más perjudicados (que neoliberales fuertemente vinculados con las élites económicas difícilmente adoptarán), tendremos nuevamente a la izquierda en el gobierno nacional en 2025, y Montevideo conservada para el FA, como Canelones. ¿Serán Cosse-Orsi u Orsi-Cosse? ¿Y Andrade tercero excluido?
De las coaliciones, me parece que la del FA tiene más futuro inmediato que la multicolor o la rosada, aunque deba actualizarse sobre el mundo en que Uruguay está y no casarse más con los máximos explotadores globales. Pero en lo que atañe al Uruguay de hoy, me parece que el FA tiene muchas más probabilidades de que la gente lo vuelva a apoyar en 2024, bien como voto castigo no muy fundado pero psicosocialmente probable, bien como nostalgia retro de la bonanza del Uruguay 2005-2020, sentimiento muy explicable y uruguayo que el FA legítimamente subrayará, supongo.