“Brasil no tiene interés en ceder municiones para que sean utilizadas en la guerra entre Ucrania y Rusia. Brasil es un país de paz. En este momento necesitamos encontrar a los que quieren la paz, palabra que hasta ahora se ha usado muy poco”, escribió Lula da Silva el lunes 30 de enero en su cuenta de Twitter. El mensaje del presidente de Brasil ratificó lo que había expresado horas antes durante la rueda de prensa conjunta con el canciller alemán, Olaf Scholz, de gira en Sudamérica. Lula dejó clara la posición del gobierno ante el pedido alemán de enviar armamento a la guerra: “Brasil no quiere participar aun indirectamente”. El mandatario repitió su análisis de la guerra ya señalado el año pasado en una recordada entrevista con la revista Times: “Creo que Rusia cometió un craso error al invadir el territorio de otro país, pero sigo pensando que cuando uno no quiere, dos no pelean. Y hasta ahora vi muy poco sobre cómo encontrar paz para la guerra”, señaló junto a su par alemán.
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La respuesta del presidente brasileño fue la segunda negativa recibida por Scholz ante las cámaras durante su visita sudamericana. Dos días antes había sido el presidente argentino Alberto Fernández quien, al recibir al canciller, sostuvo una posición similar: “Lo que más deseamos es que la paz se recupere cuanto antes, en eso tenemos plena coincidencia. Argentina y América Latina no están pensando en enviar armamento, ni a Ucrania ni a ningún otro lugar en conflicto”. Las posiciones de Brasilia y Buenos Aires evidenciaron que uno de los objetivos de la visita del canciller alemán era conseguir apoyo militar para Ucrania en un momento clave: luego de la decisión de Berlín de enviar los tanques Leopard 2A6 a Kiev, acompañada por la de Washington de proporcionar los M1 Abrams. “En Moscú esto se percibe como una participación directa en el conflicto”, afirmó el Kremlin al confirmarse esa decisión de Estados Unidos (EEUU) y la potencia europea.
Un pedido de Washington
Lula y Fernández no fueron los primeros en cerrar las puertas al envío de armas. Días antes, durante la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) fue el presidente colombiano Gustavo Petro quien explicó la posición tomada por Bogotá ante el pedido esta vez de Laura Richardson, comandante del Comando Sur de EEUU, dependiente del departamento de Defensa: “En alguna conversación con la señora Richardson y otras personas de EEUU ellos me pidieron que para solucionar el problema de capacidad de sostener esos elementos activos, se los entregásemos y ellos los llevaban a Ucrania. Yo le dije que nuestra Constitución tiene como orden en el terreno internacional la paz, así quedara eso como chatarra en Colombia no entregaríamos las armas rusas para que se llevaran eso a Ucrania a seguir una guerra”. El mandatario explicó que “Colombia en los años que han pasado, no en mi gobierno, compró material de guerra ruso, helicópteros, etc., para sus propios fines al interior del país. Ese material está ahí”. Y fue ese material que el Comando Sur solicitó para ser enviado al campo de batalla ucraniano. “No estamos con ninguno, estamos con la paz, por eso ninguna arma rusa, esté hoy inservible en nuestra tierra, va a ser usada en ese conflicto”, afirmó Petro. El pedido de envío de armas había sido formulado de manera explícita por Richardson días atrás durante una exposición hecha ante el think tank estadounidense Atlantic Council: “Si hablo sobre mi adversario número dos en la región, Rusia, tengo claro a países como Cuba, Venezuela y Nicaragua con relaciones con Rusia, y seis otros países, es decir que un total de nueve países tienen equipamiento ruso, estamos trabajando para reemplazar ese equipamiento ruso por equipamiento estadounidense si esos países quieren donarlo a Ucrania”.
Buscar la paz
“Sé del esfuerzo que hizo Alemania para evitar la guerra. Mi sugerencia es crear un club de países que quieran construir la paz en el planeta. Brasil está dispuesto a realizar una buena contribución. El mundo está necesitando la paz”, afirmó el mandatario brasileño. Propuso “crear un organismo, así como el G20 fue creado para superar la crisis económica de 2008, para intentar solucionar la crisis”.
“Mi sugerencia es que se cree un grupo de países que puedan sentar en la mesa a Ucrania y Rusia para intentar encontrar la paz, intentar llegar al momento de parar la guerra, Brasil va a hacer el esfuerzo, ya hablé con (Emmanuel) Macron, con el canciller Scholz, voy a hablar con el presidente (Joe) Biden. Luego buscaremos a otros presidentes para hablar sobre la idea de crear un grupo”, explicó. Dentro de esos otros países señaló, por ejemplo, a China: “Los chinos tienen un papel muy importante en esto. Si voy a China en marzo quiero hablar sobre la paz entre Rusia y Ucrania con el presidente Xi Jinping”. La posición a favor de una salida con diálogo a la guerra fue la que también planteó el presidente colombiano: “La realidad del conflicto actual en Europa, en el mismo sitio donde los nazis mataron a 20 millones de personas en la Segunda Guerra Mundial, nos hace ver que América Latina, y fue lo que propuse en la reunión (de la Celac), en vez de estar jugando a ver cuál bloque militar, si ruso o la OTAN, lo que debe exigir antes que nada es la paz, que se construyan los diálogos pertinentes en los escenarios adecuados para que esa guerra se acabe”. Las propuestas de Lula y Petro volvieron a poner sobre la mesa algo de lo cual se dejó de hablar hace varios meses: el intento de entablar diálogos para lograr una salida a una guerra que está por cumplir un año desde que comenzó la “operación militar especial” encabezada por Moscú. Una política en un momento en el que las señales en el campo de batalla y de la diplomacia auguran más guerra, aunque Scholz, quien también estuvo en Chile reunido con Gabriel Boric, afirmara allí haber “contribuido a que no haya una escalada del conflicto”, y evitado “una guerra entre Rusia y los países de la OTAN”.
Más anuncios de guerra
Los intentos de Washington y Berlín por conseguir armas en América Latina evidenciaron la apuesta a la continuidad de la guerra. ¿Hasta cuándo y con qué grado de involucramiento? La política de la Casa Blanca ahora acompañada por Alemania ha sido profundizarla caminando sobre la línea roja sin cruzarla definitivamente: un equilibrio peligroso. Scholz, desde Santiago de Chile, afirmó por ejemplo que si bien Alemania enviará 14 Leopard y permitirá que los países que dispongan de esos tanques también los suministren a Ucrania, no brindará en cambio ni aviones de combate ni tropas como pide Kiev.
La guerra no tiene horizonte de fin por el momento. Al contrario, numerosos análisis especulan y anticipan posibles ofensivas tantos rusas como ucranianas para finales de invierno o principio de primavera, cuando mejoren las condiciones de un campo de batalla ahora marcado por el frío y el barro. La llegada de tanques a Ucrania anticipa probables choques por venir, en un contexto donde los enfrentamientos no se detienen, con zonas de mayor intensidad como la ciudad de Bakhmut. Hasta el momento, según el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, 12 países se sumaron a lo que llamó la “coalición de tanques”.
La posición de Buenos Aires, Bogotá y Brasilia aparece entonces como una voz de pedido de paz entre el ruido de los tanques. Las presiones para continuar la guerra predominan hasta ahora sobre los llamados al diálogo. Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, se refirió a algunas de esas presiones luego de la decisión de Berlín respecto a los Leopard: “No quería Alemania involucrarse mucho en la guerra de Rusia y Ucrania, y en contra de la población de Alemania o de la mayoría de los alemanes, decide el gobierno mandar más armas a Ucrania por la presión de los medios de comunicación alemanes”. Una pregunta planteada desde meses atrás es cuánto tiempo puede continuar la guerra. Por el momento no existen señales de agotamiento por parte de ninguno de los adversarios enfrentados. Ucrania, principal país golpeado en su territorio, fuerza militar y economía, no muestra hasta ahora señales de querer sentarse a dialogar. Al contrario, no solamente pide aviones de combate, sino también misiles de largo alcance y, como es público, ya envió soldados a EEUU para formarse en el uso del sistema de defensa antiaérea Patriot.