En ese contexto, no sorprende la actitud del diputado Gustavo Salle, cuyo partido tiene dos bancas en la Cámara Baja, quien, aunque se ha definido a sí mismo como un “antisistémico”, es claramente pro-sistema y hasta incurrió en actitudes abiertamente nepotistas al otorgar el segundo lugar de su lista a su hija, la hoy también diputada Nicolle Salle.
Desde el comienzo mismo de la legislatura, Salle, que llegó al parlamento con un discurso ácidamente crítico hacia los dos bloques políticos hegemónicos —el progresista y el coalicionista— ha acompañado en casi todas las votaciones a la bancada de derecha, confirmando que se trata del primer “rojipardo” uruguayo, según el experto politólogo Camilo López.
Pese a que se define como “antiimperialista” y “anticapitalista” y reivindica a la “familia tradicional” como una suerte de dogma, IS —que profesa claramente una ideología nacionalista a ultranza— dista ciertamente de ser un partido de izquierda, porque su programa de gobierno propone derogar la ley de violencia basada en género, la ley trans y la norma que despenalizó el aborto, entre otras barbaridades regresivas.
Esta propuesta recoge y sintoniza con los reclamos de la derecha más arcaica de los partidos tradicionales, como la que representa, por ejemplo, el senador fascista colorado Gustavo Zubía, quien defiende sin empacho los derechos de los hombres golpeadores en detrimento de las mujeres víctimas de violencia doméstica. Obviamente, la improbable hipótesis de derogación de estas tres leyes, que responde a un pujo conservador de la peor laya, haría retroceder al país en materia de derechos a tiempos pretéritos.
Más allá de todas estas consideraciones, el partido de Salle, que es claramente individualista porque promueve el culto a la personalidad, por acción u omisión, siempre ha hecho causa común con los blancos y colorados, que siguen sin digerir la derrota en las urnas y le han declarado la guerra al gobierno en todos los frentes, conscientes que el oficialismo carece de mayoría parlamentaria en la Cámara de Representantes.
Seguramente, muchos de los 65.000 ciudadanos —la mayoría de ellos jóvenes ingenuos— que le otorgaron su voto a Identidad Soberana sin haber leído previamente su programa de gobierno deben estar muy arrepentidos. Se trata de un maquillado partido fascista, como hay en otros países del mundo, donde se han identificado organizaciones políticas que tienen un discurso presuntamente de izquierda pero ideologías cerriles de derecha. No en vano, promueven la idea que los conceptos de derecha e izquierda ya no existen, a los efectos de difuminar las fronteras ideológicas, que, según todas las evidencias empíricas, siguen existiendo incluso en los países más desarrollados.
Naturalmente, el neologismo rojipardo alude a la conjunción bicolor entre el rojo, que ha caracterizado históricamente al comunismo, y el pardo, que alude el color de la camisa que otrora vestían los miembros de las SA, las milicias vinculadas al Partido Nacionasocialista Obrero Alemán o Partido Nazi, que perpetraron toda suerte de fechorías contra opositores y judíos, hasta que fueron masacradas en 1934, por orden del propio Adolf Hitler, en el marco de la denominada Noche de los Cuchillos Largos.
Lo cierto es que la alianza circunstancial entre blancos, colorados e Identidad Soberana interpela y contradice el propio discurso de Salle, quien se ha declarado como presunto defensor de la “independencia y la soberanía” del país con respecto a los poderes globales. ¿Cómo comulga Gustavo Salle con las colectividades tradicionales que son proimperialistas? En efecto, en sus gobiernos estos partidos históricos acataron obsecuentemente los mandatos de la Casa Blanca y, en la administración coalicionista encabezada por Luis Lacalle Pou, así como en el presente en la oposición, jamás condenaron la masacre perpetrada por Israel en la Franja de Gaza y tampoco la ocupación e ilegal anexión de territorios por parte del Estado judío, desde la Guerra de los Seis Días de 1967.
Salle, que se autoproclama como uno de los fundadores del Frente Amplio en 1971 merced a su militancia en el 26 de Marzo, aunque no existan evidencias que lo identifique como tal, debe explicarle a sus votantes cómo ingresó a la Fiscalía de la Nación en plena dictadura, en tiempos de persecución, cárcel, tortura e exilio. Entró por recomendación del ministro de Justicia del gobierno autoritario Fernando Bayardo Bengoa, quien fue su docente de penal en la Facultad de Derecho. Por entonces, para ingresar al Estado se requerían varios filtros. En efecto, el aspirante era objeto de investigación por parte del Servicio de Información de Defensa que tenía un archivo muy completo y luego los ciudadanos, a los cuales insólitamente se les requería que firmaran una “Declaración de fe democrática”, eran clasificados en las categorías A, B y C. En ese contexto, sólo los clasificados con la A podían trabajar en el Estado, pero debían carecer de antecedentes ideológicos de izquierda y no haber pertenecido a ninguna organización ni política ni sindical que se opusiera al régimen.
Por ende, Gustavo Salle ingresó a la Fiscalía de la Nación bajo el paraguas de la dictadura, circunstancia que ni él mismo niega. Es decir, no es nuevo su concubinato con la derecha más retrógrada.
Luego de conocida la movida judicial encabezada por Identidad Soberana, el presidente del Instituto Nacional de Colonización, Alejandro Henry, defendió la decisión de adquirir la estancia María Dolores de Florida, afirmando que los informes jurídicos que avalan la adquisición “son contundentes”. Asimismo, declaró que le “entristece mucho que, para algunos políticos de este país, querer ayudar a los pobres sea un delito”.
La incidencia del Instituto Nacional de Colonización, que fue creado en 1948 por el gobierno batllista presidido por Luis Batlle Berres, ha sido marginal, ya que posee unas 550.000 hectáreas de tierra, lo cual equivale a apenas un 3 % de la superficie de la tierra consagrada a la actividad agropecuaria, que es de 16.300.000 hectáreas.
Sin embargo, la acción del Instituto ha permitido, durante décadas, que numerosos colonos pobres puedan instalar unidades productivas de agricultura y ganadería familiar y radicarse en el campo, en un contexto de concentración de la propiedad de la tierra y hegemonía del latifundio.
Esta alianza contranatura entre Identidad Soberana y los partidos tradicionales vulnera groseramente el derecho de los campesinos humildes a radicarse en la campaña y también el mandato del Reglamento de Tierras de 1815 promovido por el revolucionario José Artigas, quien proclamó que “los más infelices sean los más privilegiados”.