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Columna destacada | Bukele | El Salvador |

No Fue a Pesar de...

Bukele, el dictador electo como tal

En este 2024, año de mayor cantidad de elecciones de la historia, el escore lo abrió el presidente salvadoreño con un 82 % de adhesión electoral.

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Un interesante análisis en El País de Madrid, señala que no es electo a pesar de su irrespeto por las libertades y los derechos individuales sino precisamente por ello.

En efecto, la inseguridad que generaron las pandillas salvadoreñas, conocidas como “maras”, y la seguridad lograda por la represión ilegal e inhumana de las mismas por parte de Bukele, lo han vuelto, a los ojos de la gente, “un salvador” en El Salvador. Además de ello fue candidato a pesar de que la Constitución prohíbe la reelección. El Tribunal Supremo laudó diciendo que lo que surge del voto popular es legitimado por el mismo. Así que no importa lo que diga la Constitución.

Todos, supongo, hemos podido observar el régimen de la prisión de alta seguridad que construyó el noroeste del país. En su mandato ha detenido a 75 mil miembros de las pandillas, que viven en estado de hacinamiento. Desfilan trotando desnudos, apenas con un calzón blanco, con la cabeza tocando la espalda de quien le antecede y con las manos atadas con alambre.

No caben, a la noche, todos los que residen en cada celda, por lo que la mayoría duermen sentados, comen lo que se les sirve en las manos y solo cuando su familia ha hecho entrega de alimentos.

La misma semana de las elecciones, uno de los detenidos fue condenado a 634 años de penitenciaría. Los juicios no son individuales sino colectivos por grupos pandilleros, a veces de hasta varios centenares de presos en un mismo juicio.

Este desquicio legal acepta el precedente de que se ignoren los mecanismos de reforma de la Constitución salvadoreña, previstos en la misma, toda vez que quien las viole tenga mandato emanado de las urnas. Un retroceso a la vida antes de los Tratados de Paz que pusieron fin a la Guerra Civil que ahogó al país en los años 70 y 80…

Al hablar de aquellos tiempos, alzamos por un instante la vista a nuestro lugar de trabajo en casa, en donde vemos unos cuantos, no menos de cinco, recuerdos de un hombre que murió como consecuencia de su oposición a aquella guerra y su amor por la paz: monseñor Óscar Arnulfo Romero, muerto el 24 de marzo de 1980 y a quien el papa Francisco hizo santo.

Fue nuestro amigo y consejero en los años del exilio. Su asesinato fue uno de los momentos más duros de sobrellevar en aquellos tristes años. Nos duele, no solo como esta nueva llaga se abre con la bendición de su propio pueblo… sino en su nombre. En efecto, es raro que el “presidente” (¿dictador con aval popular?) hable si no es debajo de un enorme retrato del Santo de los Pobres, el Santo de América, como le llama el papa Francisco.

En lo personal, siento un deber de ser solidario con el pueblo de El Salvador. Son muchos los pueblos del mundo que sufren, pero primero este, el de mi amigo, el del santo vuelto a ser martirizado, cuando se oprime en su nombre. Los “Bukele”, el mayor d'Aubuisson, que dio la orden de disparar contra él mientras daba misa en un modesto hospital para niños donde vivía… hacían gala de su condición.

Ahora no. Los asesinos se disfrazan de presidentes constitucionales, aunque proclamen y logren fallos judiciales que digan que la Constitución está hecha para ser violada. O lo que es peor, que para no respetar sus mandatos basta con ser mayoría.

Pero esto, terminando el primer cuarto de siglo XXI, nos plantea algunos desafíos. Bukele es la punta de lanza con que penetra en todos nuestros pueblos un cuestionamiento muy serio al respecto de la ley y la convivencia democrática. ¿Basta con ser mayoría para ser democrático?

Recuerdo cuando el periodista Omar Defeo se lo preguntó hace ya 40 años a mi padre, recién llegado a Montevideo. Le quedaba poco de vida por delante. Ni el periodista ni él lo sabían, ni yo, que les vi grabarlo en el canal y luego tomando un café en mi casa. ¡Qué lección nos estaba dejando! Casi que inadvertidamente…

Defeo le pregunta por qué insiste tanto en la participación de los sindicatos en la vida nacional. Él respondió: la democracia no es solo el gobierno de las mayorías. Estas deben gobernar con respeto por las minorías. En este caso, con la participación de los sectores sociales organizados, sin cuya presencia no se puede soñar cambiar el país hacia uno más justo.

He pensado pedir a su partido que este 15 de marzo, ante el 36 aniversario de su muerte, deberían imprimir estas citas no tan recordadas de Wilson y que forman parte de su legado.

Que gobiernen las mayorías es un requisito fundamental para que haya democracia, pero no suficiente. Deben respetarse reglas de convivencia básicas de la humanidad.

Este dilema ya enfrentó a la humanidad durante la primera mitad del siglo pasado. Primero en España, luego en Alemania e Italia, y luego enfrentó al mundo en dos bloques durante la II Guerra Mundial. Hitler creía que en aquellos lugares del planeta donde los judíos eran minoría, por ello mismo perdían sus derechos.

Fueron los años del Holocausto. La búsqueda de la llamada “pureza étnica”. Valía exterminar al que nos molestaba. Luego... la Guerra, la solución final…

El planeta vive un terremoto con epicentro en El Salvador, que merece analizarse en nuestra sociedad. Ya en Ecuador hubo elecciones antes de las salvadoreñas. Y se aplica el modelo represivo de Bukele que solo ha traído al nobel presidente nuevos dolores de cabeza.

En Uruguay ya hay candidatos, algunos en el lema que supo ser el de Wilson, que hablan de toque de queda, militarización de la seguridad, los derechos humanos solo para los humanos derechos… O sea, el principio del fin.

Hace 44 años que extraño a Mons. Romero. Hoy siento que lo extraña su país y el continente. Como dijo Francisco, es un santo de América…

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